C abrera, Francisco José, Quetzalcóatl y el paraíso de Tamoanchan. Dos poemas neolatinos

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Carolina Olivares Chávez

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Olivares Chávez, C. «C Abrera, Francisco José, Quetzalcóatl Y El paraíso De Tamoanchan. Dos Poemas Neolatinos». Nova Tellus, vol. 31, n.º 2, septiembre de 2015, doi:10.19130/iifl.nt.2014.31.2.456.
Sección
Reseñas bibliográficas

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Este libro permite ver la vigencia del latín, lengua a menudo considerada muerta y que aquí se muestra en su máximo esplendor. Cabrera recurre al latín para abordar una temática completamente prehispánica, lo cual permite conocer un poco más acerca de nuestras raíces indígenas.

Por lo que toca al contenido, la obra consta de tres breves apartados:

En el Capítulo I, “Francisco José Cabrera y sus dos humanistas homónimos” (pp. VII-VIII), Tarsicio Herrera aporta datos biográficos de José F. Cabrera, quien nació en Puebla en 1916, recibió una formación jesuítica, cursó la Maestría en Humanidades en Notre Dame y luego estudió la carrera de leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México. Tras ejercer más de cuatro décadas la abogacía, una vez jubilado, retomó su amor por los clásicos grecolatinos, de manera que en su casa de retiro ubicada en Cuernavaca, Morelos, ha encontrado el lugar idóneo para componer casi una docena de bellos poemas, que ascienden a 4354 versos en total. Con base en la calidad y el valor artístico de sus creaciones, Herrera Zapién con gran acierto lo llama “Virgilio mexicano” (p. VIII).

En el Capítulo II, “Quetzalcóatl: el civilizador calumniado” (pp. IX- XXXIII), se informa que Cabrera elaboró dicho poema en 1999 para con- memorar el milenio de la desaparición del legendario héroe. Entre otras cosas, Herrera alude al papel tan relevante que Quetzalcóatl ha desempeñado en varios pueblos indígenas, por eso recibía un culto especial en Teotihuacán, en Cholula, y en Chichén Itzá bajo la acepción de Kukulkán. A lo largo de esta sección, Tarsicio Herrera desglosa la estructura del poema y a partir de ahí, con gran meticulosidad, rastrea los ecos de los autores clásicos latinos que Cabrera reproduce en su obra: paso a paso, se demuestra su profundo conocimiento de los principales vates latinos, analiza los pasajes que le recuerdan a los máximos poetas romanos y de inmediato proporciona el texto fuente. Sus apreciaciones estilísticas son útiles para disfrutar todavía más la lectura de los versos de Cabrera. Entre los clásicos que inspiran al poblano están: Virgilio con su Eneida, Horacio, Ovidio, Tibulo, Lucrecio y Marcial. Finalmente, Herrera Zapién especifica que la singular trascendencia que Quetzalcóatl ha tenido en la historia de México fue lo que despertó el interés del fecundo escritor poblano por dedicarle un magistral poema épico de 363 hexámetros latinos.

El Capítulo III, “Tamoanchan: la paradisíaca tierra paterna” (pp. XXXV- L), sigue el mismo esquema del II. En primer término, se puntualiza que Tamoanchan significa “la tierra de nuestros padres”, con dicho vocablo Cabrera se refiere a los majestuosos valles y montañas que integran el hermoso paisaje de Tepoztlán y Oaxtepec, más adelante aclara que Tamoanchan es Amatlán (p. XLI). Conviene advertir que no fue sólo la belleza propia de estos sitios lo que ameritó que José Francisco Cabrera les compusiera un poema lírico, sino también su importancia histórica, ya que por esa región pasaron los peregrinos olmecas en su búsqueda del Valle de Anáhuac (p. XXXV). Junto con el análisis estructural de los 254 hexámetros, Herrera se dedica afanosamente a descubrir las fuentes clásicas que el poeta poblano usó: nos remite a las Odas, Epístolas, Epodos, Sátiras y al Arte poética de Horacio, a De rerum natura de Lucrecio, a las Églogas, las Geórgicas y a la Eneida de Virgilio. En los hexámetros finales, Tarsicio Herrera percibe tantas alusiones a los clásicos latinos que se podría pensar en un abuso en las citas de fuentes antiguas, mas subraya que, lejos de implicar una falta de originalidad, Cabrera reconoce con humildad que los autores clásicos tienen expresiones insuperables incluso en nuestros días (p. XLVI). Con conocimiento de causa, Herrera Zapién afirma:

El hacer uso de palabras, incisos o versos clásicos íntegros es un gran riesgo, pues el resultado puede parecer una tela burda entretejida atropelladamente con unas cuantas joyas. En cambio, quien logra entreverarlos con habilidad y armonía, es un excelente cincelador de versos de calidad clásica. Tal es el caso de Cabrera (p. XLVIII).

Luego de los tres capítulos colocados a modo de introducción, vienen los textos en latín acompañados de su respectiva versión rítmica (pp. 1-20), así como de sus notas al latín y al español (pp. LV-LXXII). Al final se agrega la bibliografía.

Tras leer ambos poemas, se puede notar que, si bien es muy grata la lectura del texto original, resulta un deleite leer la traducción de Herrera Zapién, porque además de melodiosa es amena y vivaz.

Aunque las dos piezas son muy bellas y de un gran valor estético, merece especial atención Quetzalcóatl, donde se plantea que este héroe intenta fomentar en los toltecas un cambio en sus costumbres, ya que en lugar de seguir la tradición de ofrecer sacrificios humanos y de caracterizarse por su belicosidad con propios y extraños, a través de su vida y obra trata de inculcarles la fraternidad y el anhelo de una existencia pacífica y conciliadora, a fin de evitar más derramamiento de sangre. En este poema se dice que él es la honra del Tepozteco (v. 78). Otro aspecto digno de mención, es que este hombre sabio y filántropo, una vez que llega al poder, se mantiene firme en su política pacifista, porque está convencido de que la razón vence a la ira (v. 9). A modo de ejemplo, cito los vv. 130-138 de Tarsicio Herrera:

[...] no ha de tratarse

la fuerza con amenazas; no abre la violencia vía alguna,

y el vengador fuerza engendra, y guerras de venganza en su turno,

dan daños mortales; al reino y a herederos del reino

les resta derrotar con la sola razón a la violencia.

[...] Todos formamos un cuerpo

participando en las obras igual que en el fruto obtenido.

A pesar de que durante varios años los habitantes de Tula vivieron una época de absoluta bonanza, la insidia se logró colar en su ánimo y en el de los pueblos aledaños, cual “peste infectada de negro veneno” (vv. 319- 320). En consecuencia, acusaron al rey Quetzalcóatl de sucumbir ante los placeres carnales y la embriaguez, al ver a los ingratos toltecas fuera de sí y exigiendo que se volvieran a ofrecer cruentos sacrificios, el gobernante decide abandonar su cargo e irse de la ciudad. Ya en las costas del Golfo, el desmoralizado héroe lamenta no haber podido cumplir su misión conciliadora, resignado se aleja y se pierde en el infinito mar.

A mi juicio, este poema épico permite comprender que la crisis social que padecemos en la actualidad nos asemeja en algo al pueblo tolteca, que incluso prefería una vida llena de violencia a una donde prevalecieran la paz y la hermandad. La lectura de estos hexámetros invita a reconsiderar la propuesta del sabio y prudente Quetzalcóatl, quien sostenía que la inteligencia, la justicia y la razón deben estar por encima de la fuerza bruta.

Antes de concluir, cabe enfatizar que para el lector familiarizado con los estudios clásicos, los tres capítulos le proporcionan conocimientos especializados sobre la versificación y la estilística latinas. Sin embargo, este libro no sólo es apropiado para un pequeño grupo de clasicistas, sino que también toma en cuenta al lector que por primera vez se acerca a este tipo de obras; porque Tarsicio Herrera Zapién se ha destacado por su genuino interés en hacer que más personas tengan acceso a los clásicos grecorromanos, de ahí que el investigador se preocupe por realizar una decorosa traducción española en hexámetros, y así permitir que más gente conozca la producción poética de Cabrera.