En la literatura griega de las épocas arcaica y clásica es común encontrar títulos de obras que en buena medida no corresponden al asunto tratado, o bien que la generalidad del título impide conocer el contenido de la obra. Ello se debe, en buena medida, a que en esos tiempos no se tenía la costumbre de poner títulos a las obras, lo que empezó a suceder de manera sistemática en época helenística. Tal es el caso del Acerca del no ser o acerca de la naturaleza de Gorgias, cuyo título reproduce las palabras iniciales del tratado,1 aunque en realidad el tema que aborda el autor es el problema de la imposibilidad de la comunicación.
El caso de Aristóteles es mucho más complejo, sobre todo porque las obras que se conservan eran en su mayoría apuntes para sus clases elaborados en más o menos amplios periodos de tiempo y porque su transmisión fue muy accidentada y no se sabe cómo fueron manipulados los textos de uso interno de la escuela (que formaban parte de la famosa biblioteca de Aristóteles). Aunque se ha pensado que la historia del archivo, que habría permanecido oculto durante más de dos siglos enterrado en una cueva en la ciudad de Scepsis (en la Tróade), hasta que fue llevada a Roma por Sila, y adquirida por el gramático Tiranión y editada por Andrónico en Roma hacia el 60 a. C. o posteriormente, es una simple fábula.2 Sin embargo, se piensa que la edición indicada es la que se transmitió en los manuscritos y en la que se basaron las ediciones que ahora leemos. Gran parte del material que ahí se conservaba era totalmente desconocido y, en consecuencia, una verdadera novedad editorial, mientras que la obra ya publicada parcialmente en vida de Aristóteles (sus diálogos) y por editores posteriores (partes del archivo que podría haberse dividido), se fue perdiendo irremediablemente con el paso de los siglos.
Asimismo, debe considerarse que, como se trataba de apuntes, Andrónico recibió un material que podría haber contenido escritos más o menos estructurados, pero también textos incompletos o notas breves, además de que el tiempo transcurrido habría producido estragos, por la humedad y los gusanos. Ante lo anterior el editor se vio en la necesidad de reordenar muchos de los textos, de interpretar y corregir numerosos pasajes y de completarlos como mejor pudiera, agregando títulos a las nuevas obras compiladas; al mismo tiempo, es probable que obras que formaban una unidad fueran divididas.3 El resultado de todo ello distaba de la producción original, aunque no sabemos en qué medida.
Además de los textos editados por Andrónico, se conservan tres listas de las obras del filósofo conservadas en las biografías sobre él: de Diógenes Laercio, de Hesiquio y de Ptolomeo.4 Los minuciosos análisis de Moraux, 1851 y Düring 1958 han sido muy importantes para despejar algunos problemas relativos a las obras originales y al trabajo realizado por el editor mencionado,5 aunque muchas incertidumbres subsisten aún.6 Uno de los mayores se refiere a la explicación de la falta en las listas tanto de Diógenes como -en menor medida- del autor anónimo de los títulos más importantes que hoy conservamos en las ediciones modernas, como los tratados biológicos, la Física, la Metafísica y la Política.7 Otra dificultad, en apariencia menor, vinculada con la anterior, es el relativo a las referencias a los títulos de las obras en el corpus Aristotelicum.
Como podrá observarse, Aristóteles alude o cita con cierta frecuencia sus escritos con títulos que no aparecen en alguno de los catálogos (o en más de uno), pero sí en el corpus, o bien ni en los catálogos ni en el corpus, o en fin se refiere a obras que conservan títulos diferentes a los indicados por él, además del fenómeno de las referencias cruzadas.
Dos casos de títulos de obras que no aparecen en las listas son los de Prôtê philosophía y Theología, que es como el filósofo denomina a uno de sus escritos,8 denominaciones que no aparecen mencionadas en las listas. ¿Qué pudo haber sucedido? Es muy probable que Andrónico de Rodas hubiera reunido algunos escritos de la biblioteca de Aristóteles y que los hubiera publicado como una obra única con el título de Metafísica, en 14 libros, donde venía incluida la obra denominada Prôtê philosophía. El título Metafísica no pertenece a Aristóteles, sino a sus sucesores, entre ellos Andrónico, quien, sin embargo, reeditó esa obra con otros criterios.9 El problema sobre la ambigüedad del término Metaphysika (Tratados posteriores a la física), se resolvió a la larga asignándole un sentido a esa palabra correspondiente al contenido de la obra, que es el de ontología, o conocimiento de los primeros principios y causas.10
Un ejemplo de referencias cruzadas se encuentra en dos obras, la Poética y la Retórica: en el capítulo 19 de la primera obra (Po., 1456a35), cuando está tratando el asunto de la diánoia (o ‘pensamiento’), reenvía a la Retórica; del mismo modo, también en la Retórica se menciona seis veces el título de la Poética, sobre todo en la parte relativa a la lexis o expresión. Lo anterior puede tener varias explicaciones: (a) Ambas obras se estaban elaborando en forma de apuntes al mismo tiempo; (b) Aristóteles introdujo esas referencias en diferentes momentos, pues se trataba de materiales de trabajo que él o sus discípulos estuvieron reelaborando durante décadas; (c) Andrónico es el autor de esas referencias, con base en el nuevo orden que él había dado a los textos. De tal manera, pudo haber sido el editor quien introdujo el reenvío a la Poética sin poner atención en el orden cronológico de los escritos aristotélicos. En cambio, las referencias a la Retórica podían ser de Aristóteles mismo, aunque es probable que el propio Andrónico hubiera incluido las alusiones o la mayoría de ellas.11
El fenómeno de referencias cruzadas atribuibles al propio Andrónico se puede mostrar en las alusiones que se encuentran en la Retórica, donde se mencionan varios escritos del corpus aristotélico. El que aparece con mayor frecuencia es los Tópicos (nueve veces). Se piensa que esta obra fue escrita hacia el 355, ocho años antes de la muerte de Platón, de manera que se trata de uno de los materiales de enseñanza más antiguos de Aristóteles. En cambio, la Retórica se escribió en diferentes etapas, aunque la primera versión es un poco posterior a los Tópicos.12 No debe extrañar, entonces, que Aristóteles se refiera a los Tópicos en general o a pasajes específicos de la misma obra. Sin embargo, surge un grave problema: la lista de Diógenes Laercio no contiene ese título, aunque hay algunos nombres parecidos.13 Hoy se supone que los Tópicos fueron compilados por Andrónico de una serie de materiales independientes cuyos títulos aparecen en las listas, en particular aquellos vinculados con la lógica y relativos a los cuatro predicables enumerados por Aristóteles.14 Si ello es así, Aristóteles no conocía el título de esa obra y, por lo tanto, en este caso específico, las referencias no son suyas, sino del famoso editor (o de alguno de los editores anteriores).
Luego de describir de manera sumaria el problema que plantean los títulos en el corpus Aristotelicum, en general, y en los Tópicos, en particular, a partir de los importantes estudios de Paul Moreaux (1951), Pierre Aubenque (19621) y Jonathan Barnes (1995), es lícito preguntarse sobre lo que sucede con el Πεϱὶ σοφιστιϰῶν ἐλέγχων o Refutaciones sofísticas, Elenchi Sophistici (SE): ¿Puede adscribirse el título a Aristóteles, a Andrónico o a alguien más?
El problema se plantea de la siguiente manera: el título con que ahora conocemos esa obra, Πεϱὶ σοφιστιϰῶν ἐλέγχων, nunca aparece mencionado en el corpus Aristotelicum, tampoco aparece en las listas de Diógenes ni en la de Hesiquio, pero sí en la de Ptolomeo, que reproduce los títulos de Andrónico.15 Por si ello fuera poco, ningún autor cita la obra antes de Galeno (s. ii d. C.),16 aunque -según Ebbesen, 1981, p. 238- era muy bien conocida en la época del médico. ¿Cómo se explica lo anterior?
Una posible explicación es que -como ya antes se ha dicho- los títulos que hoy empleamos para referirnos a los escritos de Aristóteles no fueron establecidos por este filósofo, sino por Andrónico, quien habría reunido algunos tratados de temática afín en obras únicas a las que asignó títulos que a veces corresponden y a veces no a las probables denominaciones originales de Aristóteles que aparecen en la lista de Diógenes Laercio y en la primera parte de la lista de la vita menagiana (H1). Así, se ha probado que los nombres de obras principales, como la Metafísica o la Política, no existían como tales entre los escritos originales del filósofo. Lo mismo sucede con los Tópicos y con las Refutaciones sofísticas.
Podemos suponer entonces que esta última obra tenía originalmente otro título. La mayoría de los estudiosos la considera como el libro IX de los Tópicos.17 Si se encuentra una sola referencia a los Tópicos que corresponda a algún pasaje de las Refutaciones sofísticas, se tendría una prueba irrefutable de que ese escrito formaba parte de los Tópicos, lo cual podría llevar a replantear los problemas de las transmisión de las obras de Aristóteles.
Pero ello parece no ser así. Existen trece alusiones a los Tópicos en el corpus Aristotelicum: nueve en la Retórica, tres más en los Primeros analíticos y una en el Acerca de la interpretación. En relación con las referencias a los Tópicos en la Retórica se puede constatar que no incluyen ningún pasaje del supuesto libro IX: cinco de ellas se refieren al libro I de esa obra;18 tres, al VIII, aunque en uno de estos casos la referencia no es segura,19 y una sola al libro II.20 Como podrá observarse, predominan las referencias al libro I y al VIII, más cercanos temporalmente a la Retórica, y nunca al supuesto libro IX. El silencio puede deberse al azar, pues tampoco los libros IV-VII de los Tópicos aparecen mencionados. De cualquier modo, no hay ninguna referencia en la Retórica al libro IX de los Tópicos, y en consecuencia no hay pruebas de que ese libro corresponda las Refutaciones sofísticas.
De las tres referencias que se encuentran en los Primeros analíticos, dos remiten también al libro I,21 pero una (APr., II, 17, 65b16) parece aludir al capítulo V, 167b21-36 de las Refutaciones sofísticas. La única alusión en el Acerca de la interpretación (De int., 11, 20b26) remite supuestamente a tres pasajes de nuestra obra (SE, 6, 169a6 s.; SE, 17, 175b39 s. y SE, 30, 181a36), de manera que sería la única prueba irrefutable de que SE es el libro IX de los Tópicos. Sin embargo, una atenta lectura de estos reenvíos permite concluir que, en realidad, los pasajes mencionados se refieren al libro VIII.22
De tal manera, ninguna de las referencias a los Tópicos que aparecen en la Retórica, en los Analíticos primeros y en el De la interpretación corresponden a las Refutaciones sofísticas, esto es al supuesto libro IX de los Tópicos. Si lo anterior es válido, el principal argumento a favor de la tesis unitaria se viene para abajo23 y, en consecuencia, es posible sostener que, como sucedió con otras obras de Aristóteles, Andrónico realizó la composición de Refutaciones sofísticas a partir de varios escritos que se encontraban en el archivo de Aristóteles, y que le puso el título con que ahora la conocemos,24 como una obra independiente, porque no vio la necesidad de unirlo a los Tópicos, aun cuando la temática es afín.
Ahora, ¿qué obras pudo haber utilizado en su tarea editorial? En las listas de Diógenes (D29) y de la Vita Hesychii (H31) se encuentra un texto intitulado Divisiones sofísticas, en cuatro libros (Διαιρέσεις σοφιστικαὶ δʹ), pero no se puede considerar un título doble o alternativo de Refutaciones sofísticas.25 Asimismo, en la misma Vita de Hesiquio se menciona una escrito intitulado ἐλέγχων σοφιστιϰῶν ἢ πεϱὶ ἐϱιστιϰῶν (H125). A pesar de la semejanza con SE, se trata de una alteración o una sustitución llevada a cabo por un copista del escrito intitulado Πυθιονικῶν ἔλεγχοι αʹ, que aparece en la lista de Diógenes Laercio (D134).26
Es importante observar que Aristóteles sí alude a pasajes de esa obra en la sección de la Retórica donde se trata de los lugares de los entimemas aparentes, pero no con el título con que ahora la conocemos, sino con otros términos. Se trataría en este caso de los nombres originales con que Aristóteles denominaba a esa obra lo que permite encontrar solución a este espinoso asunto.
En el capítulo 24 del segundo libro de la Retórica, precisamente la parte relativa a los lugares de los entimemas aparentes, al tratar del primero de estos lugares, que es aquel que procede de la expresión, Aristóteles indica que ese lugar se divide en dos partes. “Uno es in dictione. Y de éste, una parte, como en los tratados dialécticos, consiste en decir el final, a manera de conclusión, sin haber deducido nada, como ‘no esto y lo otro, por tanto necesariamente esto y lo otro”.27 La cita refiere claramente a SE, 15, 174b8-11, donde se habla del mismo asunto y se caracteriza este artificio como “el estratagema más sofístico de parte de quienes interrogan” (τὸ µάλιστα σοφιστιϰὸν συϰοφάντηµα τῶν ἐϱωτώντων). Consiste en que, en vez de poner la pregunta (para refutar a quien responde), se afirma como si fuera la conclusión. Aunque hay una referencia específica, Aristóteles no indica una obra en especial, sino de manera general la disciplina llamada dialéctica (aquí se emplea al adjetivo sustantivado), como sucede en otros pasajes, como el famoso comienzo de la Retórica: Ἡ ῥητοϱιϰή ἐστιν ἀντίστϱοφος τῇ διαλεϰτιϰῇ.28
Otro pasaje parece ofrecer una solución: el capítulo 24 del segundo libro de la Retórica. Ahí, al tratar acerca del entimema aparente número nueve, Aristóteles escribe:
Además, como [se dice] en los tratados erísticos, [del decir] en sentido absoluto y, no absolutamente, sino en relación con algo, resulta una deducción aparente, como en los tratados dialécticos, que “el no-ente es opinable, [por tanto] el no-ente es no-ente”.29
En este pasaje encontramos una referencia al título de una obra o, por lo menos, al tipo de obra; el asunto tratado se encuentra también en las Refutaciones sofísticas, donde se explica ese entimema aparente:
[Los paralogismos] que se toman del decir esto en sentido absoluto o en un cierto aspecto y no en sentido propio, [se dan] cuando lo dicho en parte se toma como si se hubiera afirmado en sentido absoluto, por ejemplo, si el no ente es opinable, [se concluye] que el no ente existe; en efecto, no es lo mismo el ser en cierto sentido y ser en absoluto [...]30
No hay duda de que ambos pasajes se refieren a lo mismo.31 Además se ofrece un dato valioso: ἐν τοῖς ἐϱιστιϰοῖς, expresión que puede hacer referencia a una obra o a un conjunto de obras. Pues bien, en la lista de Diógenes se registran tres obras con un título parecido:
D27. Περὶ ἐριστικῶν αʹ βʹ
D28. Λύσεις ἐριστικαὶ δʹ
D47. Προτάσεις ἐριστικαὶ αʹ
que se repiten en la lista de Hesiquio, con cambios mínimos: H27, H29 y H44. En las dos listas restantes (la de Ptolomeo y la de Andrónico) desaparecen esos títulos, lo cual permite pensar que las obras denominadas de esa manera pudieron haber pasado a formar parte de obras mayores o bien que una de ellas hubiera sido editada por Andrónico con el nombre de Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων.32 Paul Moraux ha hecho un análisis puntilloso sobre el término ἐϱιστιϰός, señalando la diversidad de significados y concluyendo que “los temas estudiados en el Πεϱὶ ἐϱιστιϰῶν están estrechamente relacionados con aquellos que aborda el Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων”. Y en seguida afirma (Moraux, 1951, p. 48): “Tal vez se deba ir más lejos, y reconocer en nuestro Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων, el Πεϱὶ ἐϱιστιϰῶν de la lista de Diógenes”.33 El Περὶ ἐριστικῶν αʹ βʹ (Los razonamientos erísticos o Erística) de Diógenes sería el título original de un escrito de Aristóteles; el Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων, que Andrónico habría impuesto.34
Es muy probable que Andrónico hubiera editado una obra que él denominó Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων, pero no se ve la razón de que hubiera cambiado el título original: Ἐριστικά o Περὶ ἐριστικῶν αʹ βʹ, si ese libro correspondía en su contenido exactamente a la obra aristotélica. Por ello, debería pensarse que el editor compiló, como en los casos vistos antes, varios libros de Aristóteles en una obra única. En la lista de Diógenes se leen otros títulos de escritos parecidos, las Λύσεις ἐϱιστιϰαί en cuatro libros (número 28), que el editor pudo haber integrado como segunda parte del tratado.35 De esta manera se entiende lo observado por el pseudo-Alejandro de que en la primera parte se muestran trece modos de engañar y los correspondientes modos de resolver los engaños: ϰαὶ ταῦτα τὰ δεϰατϱία δὶς παϱαδίδωσι, πϱῶτον µὲν λέγων πῶς ἀπατῶσιν οἱ σοφισταί, ὕστεϱον δὲ λύων αὐτά.
En apoyo de lo anterior se tiene el párrafo de transición de la primera a la segunda parte, que dice como sigue:
Pues bien, se ha tratado de los elementos de donde parten las preguntas y cómo se debe preguntar en las discusiones agonísticas. En seguida, se debe hablar acerca de la respuesta, de cómo se debe resolver y qué, y para qué son útiles tales razonamientos.36
Las correspondencias entre ambas partes del tratado son notables. En particular, la primera está orientada al interrogador (digámos: Sócrates) y a los trece paralogismos de la refutación; la otra, al interlocutor (por ejemplo: Trasímaco) y a la solución de los paralogismos indicados. Pero las correspondencias no son absolutas. En primer lugar, la primera parte presenta las cinco formas de los razonamientos (λόγοι) erísticos: la refutación (cap. 11), el error (cap. 12), la paradoja (cap. 12), la redundancia (cap. 13) y el solecismo (cap. 14); pero en la segunda no se aborda el error y la paradoja. Por otro lado, se podra observar que la palabra ἐϱιστιϰ- se emplea 26 veces, mientras σοφιστιϰ- 21, y que la gran mayoría de ambos empleos se encuentran en la primera parte, mientras que las numerosas palabras de ‘solución’ (λύ-) aparecen en la segunda parte. De lo anterior, podemos suponer que la sección propiamente sofístico-erística es la primera de ambas; la segunda contiene las soluciones de las refutaciones, las redundancias y los solecismos que el interrogador presenta, todo lo cual concuerda muy bien con las funciones y fines de ambas partes.
Por tanto, no hay razón suficiente para que se pueda preferir el título actual (Πεϱὶ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων) al original (Περὶ ἐριστικῶν αʹ βʹ), aunque puede suponerse que éste se refiere sólo a la primera parte, que correspondería a uno de los apuntes aristotélicos; mientras que la segunda sería ser propiamente las Λύσεις ἐϱιστιϰαί.
Es muy probable que Andrónico hubiera elegido el título no por razones de contenido o por la finalidad de la obra, sino simplemente porque el texto comenzaba con esas palabras, lo cual era entonces un recurso frecuente. El texto no trata sólo de refutaciones sino de argumentos erísticos. Pero estas refutaciones conforman el núcleo de la primera parte, en correspondencia con las soluciones de las refutaciones de la segunda, de manera que el editor antiguo se dio cuenta de que el título propuesto recogía el núcleo de las argumentaciones y refutaciones erísticas de la primera y la segunda partes respectivamente. Pero esta solución también podía provocar malos entendidos, como ha sucedido.
En efecto, el problema de fondo no es el de utilizar una etiqueta en vez de otra, sino tener conocimiento de las consecuencias que trae consigo el empleo de una u otra denominación, como sucede con el Acerca del no ser o acerca de la naturaleza de Gorgias. En el caso de los SE, al parecer, la solución del editor no fue del todo adecuada, pues la expresión es engañosa o confusa,37 pues a nuestro juicio se emplea a veces con una connotación oscura que escapa a los especialistas.
Se podrá observar que el adjetivo σοφιστιϰῶν puede tener varias connotaciones: (a) de procedencia (“refutaciones de los sofistas”), (b) de cualidad o (c) de dirección (“refutaciones contra los sofistas”). Este problema ha mantenido muy ocupados a los estudiosos,38 quienes han preferido la primera o la última, pero no parece que se pueda llegar a un consenso. Y esto no es posible, porque el título de la obra es utilizado con una connotación especial.
De tal manera, llevados por la idea de que la obra trata de refutaciones sofísticas (sin saber a ciencia cierta qué es σοφιστιϰῶν), los traductores se han visto en la necesidad de interpretar las primeras líneas de ese texto con frecuencia de manera errónea, a nuestro juicio. El texto es el siguiente (164a20-22):
Πεϱὶ δὲ τῶν σοφιστιϰῶν ἐλέγχων ϰαὶ τῶν φαινοµένων µὲν ἐλέγχων, ὄντων δὲ παϱαλογισµῶν ἀλλ’ οὐϰ ἐλέγχων, λέγωµεν ἀϱξάµενοι ϰατὰ φύσιν ἀπὸ τῶν πϱώτων.
En general, las traducciones de este pasaje toma el ϰαὶ como explicativo, como en Pickard-Cambridge (Aristotle 1928):
Let us now discuss sophistic refutations, i.e. what appear to be refutations but are really fallacies instead. We will begin in the natural order with the first.
Esta traducción ha tenido mucha influencia en los estudios de esa obra, pues se reproduce con frecuencia en antologías, en obras de conjunto y en nuevas traducciones,39 aunque hay excepciones poco conocidas.40 No sólo en inglés se da esa interpretación; también en las demás lenguas europeas.41 De esta manera, el contenido es sólo acerca de refutaciones sofísticas, no de las argumentaciones erísticas de la primera parte del tratado. La traducción debe apegarse más al original, de modo que la obra trataría de dos asuntos: las refutaciones sofísticas y las refutaciones aparentes, no siendo éstas refutaciones sino paralogismos. Miguel Candel Sanmartín (1982), de la editorial Gredos, ofrece la siguiente traducción, muy correcta a nuestro juicio:
Hablemos acerca de las refutaciones sofísticas y de las refutaciones aparentes, que son en realidad razonamientos desviados y no refutaciones, y empecemos por las que, por naturaleza, son las primeras.
Asimismo, el título es engañoso también porque el tratado no tiene por objeto describir las refutaciones sofísticas (entendidas en sentido general) ni ofrecer un método para atacar a los sofistas. Aristóteles no se dirige contra los famosos sofistas quienes, para asombro de Louis-André Dorion (1995, p. 33), aparecen en contadas ocasiones en esa obra, y no en sentido negativo, sino en positivo.42 La obra trata de refutaciones sofísticas como parte de los razonamientos o argumentos erísticos y en una connotación muy precisa que se nos escapa.
De tal manera, una tarea importante ahora será entender el sentido específico de las refutaciones sofísticas y distinguirlas de las erísticas. Los resultados de tal indagación permitirán resolver los problemas de fondo de esa obra.
Aunque los comentaristas de Aristóteles afirmen que ambas palabras significan lo mismo, el propio texto aristotélico da claves para distinguirlas. Como ya se explicó, ambos grupos de palabras se emplean casi exclusivamente en la primera parte. También la distribución resulta interesante, pues los empleos se concentran en el capítulo 11, con algunos casos notables en otros capítulos. De particular interés es la definición que se da de ese término en SE, 8, 169b20 ss., donde Aristóteles afirma que entiende por refutación y silogismo sofístico no sólo el silogismo y la refutación en apariencia (pero no de verdad), sino también aquellos silogismos que son de verdad, pero que sólo en apariencia son propios del asunto.43 En este caso, la refutación sofística se vincula estrechamente con la refutación especializada del arte examinativa o peirástica, que es una parte de la dialéctica y propia de las ciencias. En otros pasajes se relaciona a la sofística con la sophía,44 porque, en efecto, éste es el campo que le corresponde, en sentido estricto. De esta manera, es posible pensar que la sofística (ya sean razonamientos, argumentos o refutaciones), en sentido estricto, tiene que ver específicamente con la parte peirástica de la dialéctica, esto es, con la parte propiamente científica, mientras que la erística con la dialéctica en general. Pero éste es un asunto que queda abierto.
En resumen, la Erística de Aristóteles se divide en dos partes, antecedidas por una introducción y seguidas por una sección de cierre. El tratado comienza señalando que existen cuatro géneros de razonamientos (logoi) de los diálogos: didascálicos, dialécticos, investigativos y erísticos. Afirma que ya se ha abordado los tres primeros, y falta por tratar los erísticos, lo que ahora va a hacer.
En seguida, divide el tratado en dos partes. En la primera (caps. 3-15) trata de los razonamientos erísticos, de los cuales distingue cinco especies (o fines): aparentar que se refuta, hacer que el interlocutor caiga en error, llevar a la paradoja y hacer que el interlocutor le de vueltas a un asunto. Se debe notar que las refutaciones erísticas corresponden únicamente a una de las cinco especies de razonamientos o fines: son las refutaciones aparentes. A su vez, las refutaciones sofísticas son, en particular, aquellas que sólo en apariencia son apropiadas o familiares al asunto que se debate dentro del campo de una ciencia, pero en realidad no son apropiadas al asunto. Los cuatro razonamientos restantes no son propiamente refutaciones. Por ejemplo, hacer que el interlocutor diga algo paradójico no es una refutación.
La segunda parte (caps. 16-33) se muestra a quien responde cómo puede solucionar las diferentes estrategias erísticas de quien pregunta y presenta las soluciones erísticas, que son tres, en relación con: las refutaciones, la repetición de la misma cosa y el solecismo.
Al final, hace un breve resumen sobre los argumentos sofísticos y las soluciones abordadas en esa obra, y señala que el arte del silogismo no había sido tratado antes de esta obra, a diferencia de los discursos retóricos, de los que ofrece un panorama histórico.