En el verso 234 de Suplicantes de Esquilo, las Danaides, que componen el coro protagónico, se encuentran con el primero de sus antagonistas, el rey de Argos.1 Efectivamente, Pelasgo resulta la verdadera figura alternativa al coro, ya que es varón y griego.2 La composición de semejante antagonismo resulta interesante y provocativa, porque se trata de opuestos dentro del marco de la amistad, propuesto por las instituciones de la hiketeía y la xenía.3
La hipótesis que guía la realización de este trabajo forma parte de una empresa mayor, cristalizada en una tesis doctoral dedicada en su totalidad a la interpretación de Suplicantes de Esquilo. Motivada por los avatares filológicos a los que se vio sometida la crítica sobre la obra, principalmente vinculados con los debates en torno a su datación, nuestra tesis ha logrado revertir los prejuicios que, al menos en los últimos siglos, afectaron la valoración de esta tragedia en nombre de un patrón genérico convencional, convirtiéndolos en la llave de acceso a su excelencia dramática, tradicionalmente ignorada.
Nuestra mirada sobre esta tragedia invita a apreciar la obra como un fenómeno dramático auténtico, ofreciendo una interpretación integral. La investigación que realizamos conjuga el método filológico-literario con la perspectiva performativa, que involucra la explotación del aspecto visual de una tragedia dada, un enfoque escasamente ensayado en las aproximaciones a Suplicantes. Por ello, la tesis demuestra que el texto dramático de esta obra es sólo uno de los insumos que construyen una experiencia más amplia, de inasequible reconstrucción: la composición de una “tragedia en acción”, en la que lo visible agrega sentidos inefables e irreemplazables a la matriz discursiva.
El marco general expuesto se extrapola al planteamiento particular de este artículo, en el cual proponemos analizar la composición de la escena del arribo del rey Pelasgo a los altares públicos, en la costa de Argos (vv. 234-325), y su primer encuentro con las Danaides, las suplicantes. Nuestro objetivo consiste en demostrar que dicha escena de reconocimiento pone en abismo una de las claves trágicasmás sobresalientes de la obra: la incómoda y provocativa yuxtaposición entre texto (discurso) y espectáculo. Por otra parte, el acontecimiento resulta particularmente significativo ya que, en una obra cuya estructura está dada por el acto de súplica, el reconocimiento entre huéspedes es objeto de ansiosa expectativa, no sólo para el anfitrión y el suplicante, sino también para el espectador. Esta escena, por lo tanto, permite analizar la relación entre texto y espectáculo en dos dimensiones, dentro y fuera del drama.
El rey de los argivos llega a los altares públicos tal vez prevenido por sus espías, tiempo después de que las jóvenes, ya apropiadamente situadas en el recinto sagrado, cumplieran con el ritual de súplica debido a los dioses, al venerar las imágenes. La llegada de Pelasgo a escena suscita un reconocimiento recíproco entre las suplicantes y su huésped; sin embargo, este reconocimiento no es simultáneo. El fragmento que analizamos involucra sólo el momento en que Pelasgo reconoce a las Danaides. Aristóteles define el reconocimiento como “el cambio que hace pasar de la ignorancia al conocimiento, revelando alianza u hostilidad, entre aquellos que son diseñados para hacer el bien o hacer el mal”.4 Tal como han propuesto Dupont-Roc y Lallot, la cita manifiesta que, en este tipo de cambio de fortuna, el meollo no es simplemente el conocimiento de la identidad de un personaje, sino la toma de conciencia del tipo de vínculo social que existe entre un personaje y otro. En palabras de los autores:
Philía designa el lazo que une a los miembros de un grupo cerrado, y en particular el lazo de parentesco o de alianza [...]; simétricamente, ekhthrá designa la hostilidad de hecho que resulta, específicamente, de la violación de un lazo tal. [...] El reconocimiento es el descubrimiento del hecho, ignorado antes (por el personaje) que está ligado a tal otro personaje a través de una relación objetiva, socialmente definida como positiva (PHILÍA) o negativa (ÉKHTHRA).5
Según las definiciones señaladas, podremos ver que, entre los versos 234-325 que analizaremos a continuación, aunque las Danaides logran rápidamente conocer la identidad y condición social de quien llega para recibirlas (vv. 246-248), eso no constituye un reconocimiento, pues todavía no descubren si Pelasgo, el rey de la región, consentirá ser su aliado, protegiéndolas de sus perseguidores, los Egipcios. En cambio, en esta primera sección del primer diálogo entre ambos personajes, el acento está puesto en la revelación del lazo social de parentesco que une a las Danaides con los nativos de Argos y, por lo tanto, con el propio Pelasgo.
La interpretación que Dupont-Roc y Lallot realizan de la definición aristotélica de reconocimiento demuestra encontrar la dirección adecuada en la traducción del participio ὡρισμένων como “diseñar”, adjudicándole un sentido poético o, más específicamente, compositivo, “subrayando fuertemente que no se trata aquí de una cuestión metafísica, sino del fin necesario al cual conduce la sucesión de hechos ordenados por el poeta”.6 En Suplicantes, la matriz de la trama del Altarmotiv determina un “diseño” dado de relaciones entre caracteres: además del personaje desamparado y en peligro inminente (las Danaides), resulta forzosa la existencia de un vínculo social positivo y otro negativo, encarnados por el potencial salvador y el enemigo.7 Pelasgo y el heraldo de los Egipcios revisten dichas funciones y ambos forman parte de las escenas de reconocimiento.8 La primera que analizamos implica el descubrimiento, por parte de este rey, de las Danaides como ὅμαιμοι (“de la misma sangre”), que profundiza sobre la oposición griego-no griego.
La productividad dramática del reconocimiento de Pelasgo hacia las Danaides tiene dos aristas, una visual y otra discursiva. Por un lado, el encuentro en escena entre ambos personajes expresa una antítesis óptica que actúa como fuerza centrífuga y construye un verdadero antagonismo ante los ojos del espectador. Género, color y situación en el espacio escénico oponen categóricamente a los dos personajes. Las máscaras oscuras de las Danaides señalan no sólo su condición de mujeres extranjeras, sino también de outsiders, de quienes no pertenecen al grupo local. Asimismo, la ubicación en lo alto de los altares las distancia de Pelasgo, quien llega, a través del eísodos, hasta el espacio abierto y llano de la orchéstra, vestido con la máscara clara que indica su origen helénico. El encuentro, por lo tanto, explota las posibilidades simbólicas del cuerpo del actor y de la sintaxis espacial, diseñada a partir de un espacio de representación dentro de otro, cuyas características diferenciales son su altura prominente y la exclusividad de acceso. El altar, donde las doncellas se cobijan ante el arribo de Pelasgo y su ejército, simboliza la paradoja entre poder y debilidad.9
Por otro lado, la fuerza centrífuga que generan los elementos de oposición mencionados es contrarrestada por otros datos visuales, que impulsan la sensación inversa: una asimilación entre las Danaides y Pelasgo. El dato escénico más elocuente lo constituyen los ramos de suplicante envueltos en lana blanca que llevan las jóvenes en sus manos (vv. 21-22; 191-193). La simple vista de este objeto habría orientado expectativas: en el verso inaugural de la obra, el público habría visto entrar al coro y tomar lugar en el altar; habría reconocido las insignias y comprendido, entonces, el carácter ritual de la ocasión.10 Por lo tanto, los elementos escénicos (altar, imágenes divinas y ramos) confirman la importancia de que el espectador pudiera acceder a la obra a partir de la procesión inicial que se habría desplegado ante sus ojos: la curiosa fusión que habría resultado de un coro de mujeres de apariencia foránea practicando un ritual autóctono.
En definitiva, la ópsis habría generado desconcierto en el espectador:11 la presencia de las híbridas suplicantes en escena, bárbaras por su apariencia pero griegas en cuanto a su comportamiento ceremonial, debe haber sido el principal factor de impacto, desde el inicio hasta el final de la tragedia. A la extrañeza generada por el espectáculo se sumaría, además, la sorpresa del discurso, que en el pasaje seleccionado se asocia indisolublemente a la biografía, tanto de las Danaides como de Pelasgo. En la primera sección del diálogo entre ambos, la referencia genealógica se liga a la manifestación de la condición de suplicante del coro y al explícito reclamo a Argos, allanando el camino para la aceptación de la súplica.12
Al llegar al altar, Pelasgo se dirige de inmediato a las Danaides, cuya apariencia llama su atención. A los ojos del rey, las recién arribadas suplicantes no parecen helénicas. En ello se enfocan sus palabras iniciales:
Χο. ποδαπὸν ὅμιλον τόνδ᾽ ἀνελληνόστολον πέπλοισι βαρβάροισι κἀμπυκνώμασιν χλίοντα προσφωνοῦμεν; οὐ γὰρ Ἀργολὶς ἐσθὴς γυναικῶν οὐδ᾽ ἀφ᾽ Ἑλλάδος τόπων. ὅπως δὲ χώραν οὔτε κηρύκων ὕπο, ἀπρόξενοί τε νόσφι θ᾽ ἡγητῶν μολεῖν ἔτλητ᾽ ἀτρέστως, τοῦτο θαυμαστὸν πέλει. κλάδοι γε μὲν δὴ κατὰ νόμους ἀφικτόρων κεῖνται παρ᾽ ὑμῖν πρὸς θεοῖς ἀγωνίοις˙ μόνον τόδ᾽ Ἑλλὰς χθὼν συνοίσεται στόχῳ. καὶ τἄλλα πόλλ᾽ ἔτ᾽ εἰκάσαι δίκαιον ἦν, εἰ μὴ παρόντι φθόγγος ἦν ὁ σημανῶν (vv. 234-245).13
Coro de Danaides: ¿De qué país es esta multitud, una formación coral no helénica (ἀνελληνόστολον), adornada ricamente con peplos bárbaros y trajes tupidos, a la que estamos dirigiendo la palabra? Pues el vestido de las mujeres no es argivo ni de ningún lugar de Grecia. Y cómo habéis osado venir intrépidamente a la región, sin huésped y sin heraldo, apartadas de los conductores, esto es admirable. Pero, ciertamente, al menos, los ramos de suplicante, como conviene a la norma, yacen de parte de vosotras delante de los dioses del altar público. Solamente en cuanto a esto la tierra griega coincidirá en el blanco. Y, en cuanto a otras cosas, habría resultado justo adivinar mucho más, si la voz que puede explicarlo no estuviera ante mí.
En su discurso, Pelasgo recurre a un concepto central para la definición de las Danaides, ἀνελληνόστολον (“formación coral no helénica”, v. 234), compuesto de στόλον, el mismo sustantivo con el que se habían autopresentado las protagonistas al irrumpir en escena:
Χο. Ζεὺς μὲν ἀφίκτωρ ἐπίδοι προφρόνως στόλον ἡμέτερον (vv. 1-2)
Coro de Danaides: Que Zeus, protector de los recién llegados, contemple ya, con mente predispuesta, a nuestra formación coral (στόλον)...
Como analizamos con mayor detalle en nuestra tesis doctoral,14 el uso de στόλον (v. 2) en boca de las propias doncellas no es inofensivo, ya que no adquiere el sentido llano del término “un grupo ordinario de gente o una mera tripulación”, sino que acentúa un área semántica específica, la del ritual.15 Στόλον refiere, a través de sus ejecutoras, las Danaides, a la ocasión, una acción coral que se da simultáneamente en el mundo interno, dramático (que contempla Zeus primero y Pelasgo junto a sus guardias luego) y en el externo, teatral (que contemplan los espectadores en el contexto del festival). En los versos introductorios del drama, la súplica de las muchachas, encabezada por el pedido de que Zeus contemple al grupo como formación coral-ritual, revela el interés de las jóvenes por conquistar los fueros de un poder que se fundamenta en la paradoja, pues la súplica es coerción disfrazada de impotencia y necesidad.16
En boca de Pelasgo (v. 234), el término supone su capacidad para identificar inmediatamente la presencia de una congregación ritual en los altares públicos de la ciudad que él mismo preside. Sin embargo, la ceremonia en ejecución no es lo que capta su atención, sino las características particulares que revela el aspecto del grupo. Por este motivo, dicho rey es preciso al expresar la primera impresión que le suscita la formación coral, y el sentido neutral de στόλον adquiere, desde su perspectiva, un valor parcial: a través de ἀνελληνόστολον, el rey aprecia a la multitud como diferente de sí, como lo otro, lo “no griego”.17 En su discurso, el énfasis está puesto en la percepción visual, dado que sus inferencias están vinculadas a la información provista por los ojos: llama su atención la opulencia de los vestidos (vv. 235-237).18
A continuación, Pelasgo se manifiesta desconcertado (θαυμαστὸν, v. 240) por la osadía de las recién llegadas, puesto que no han cumplido con el procedimiento propio de la ξενία, arribando sin huésped, sin heraldo y sin guías (vv. 238-240).19 No obstante la presencia escénica de una figura masculina que desconoce (recordemos que Dánao participa de la párodos junto al coro),20 el rey subraya dos cuestiones: la omisión del anuncio de llegada y la naturaleza desmesurada revelada por tal gesto, plasmada en el uso del verbo τλάω (“osar”, v. 240), que adquiere sentido peyorativo.21
Superada la primera impresión, el rey se concentra en el acto de súplica. Sin embargo, el motivo del ritual no despierta su curiosidad. En el verso 241, la acumulación de partículas enfáticas (γε μὲν δὴ) manifiesta el efecto que tiene sobre él el oxímoron visual: un grupo de extranjeras practica un ritual griego (vv. 241-243, fundamentalmente, κατὰ νόμους, v. 241).22 El desconcierto de Pelasgo es un signo capital en el acontecimiento dramático, puesto que constituye una de las múltiples pruebas sobre la versatilidad de roles de los caracteres que integran la obra. En este caso, el actor-carácter que encarna a dicho rey absorbe una función propia del coro, justamente, en una tragedia en la cual los límites entre retórica y lírica, entre actor y coro, aparecen diluidos.23
Desde las teorías románticas del siglo xix, el coro trágico ha sido ampliamente estudiado y ha sido objeto de diversas hipótesis, siendo considerado representante del espectador ideal, de la ciudad, del hombre común, de la perspectiva cosmogónica clásica (opuesta al éthos arcaico de los caracteres heroicos), incluso de la voz del poeta.24 Dentro del cúmulo de propuestas existentes, la más apropiada para nosotros parece ser la de Batezzato, quien considera al coro como un “espectador empírico”, es decir, como cada espectador que se aproxima a la obra. Según el estudioso,
Los miembros del coro ofrecen una reacción a parte del texto que es en sí misma parte del texto. Por consiguiente, ellos son ‘lectores/espectadores empíricos’ situados dentro del texto. Varias miradas de la obra son posibles; los hombres o mujeres que componen el coro ofrecen una reacción plausible, de acuerdo con su estatus social, su caracterización nacional y su sexo.25
Desde esta perspectiva, los miembros del coro interpretan la acción pero ofrecen una reacción empírica, no una ideal.
En Suplicantes, si existe una entidad dramática en la que se proyecte la manera como el espectador habría podido reaccionar, esa entidad no es el coro, sino un actor-carácter, Pelasgo. El hecho de tratarse de un personaje griego lo asemeja a la audiencia y permite pensar en la coincidencia de su actitud ante los hechos y sus juicios de valor.26 La armonía Pelasgo-espectador puede advertirse en las primeras palabras del rey, quien, como la audiencia, se deja llevar por el sentido de la vista y conjetura a partir de la información parcial que provee la mirada. La primera evaluación personal de Pelasgo (“esto es admirable”, τοῦτο θαυμαστὸν πέλει, v. 240) no es casual. El adjetivo empleado (θαυμαστὸν) alude a la circunstancia teatral: el oxímoron apariencia bárbara/ritual autóctono hace de las Danaides un espectáculo, y del rey su espectador. Por consiguiente, la audiencia se habría sentido involucrada en la acción gracias a este rey, puesto que la sorpresa que él pone en palabras habría coincidido con la perturbación experimentada por el público en el primer verso del drama, ya citado.
A pesar de la interrogación de Pelasgo a las Danaides recientemente analizada, las interpeladas suplicantes logran obtener primero la información acerca de la identidad de su interlocutor (vv. 246-248). Gracias a ello, no sólo las jóvenes confirman que se encuentran ante un potencial salvador, sino que el público puede conocer quién es el nuevo personaje que ha ingresado a escena. Después de revelar su nombre, su genealogía y los territorios que gobierna (vv. 249-270), Pelasgo gana el derecho de volver a indagar a las extranjeras:
Βα. ἔχουσα δ᾽ ἤδη τἀπ᾽ ἐμοῦ τεκμήρια γένος τ᾽ ἂν ἐξεύχοιο καὶ λέγοις πρόσω˙ μακράν γε μὲν δὴ ῥῆσιν οὐ στέργει πόλις (vv. 271-273).
Rey: Y como ya tienes mi evidencia, puedes proclamar tu linaje y hablar a continuación. Pero, ciertamente, al menos a la ciudad no le agradan los discursos extensos.27
La respuesta de las Danaides no especula con el suspenso:
Χο. βραχὺς τορός θ᾽ ὁ μῦθος˙ Ἀργεῖαι γένος ἐξευχόμεσθα, σπέρματ᾽ εὐτέκνου βοός˙ καὶ ταῦτ᾽ ἀληθῆ, πιστὰ προσφύσω λόγῳ (vv. 274-276).
Coro de Danaides: El relato es breve y preciso: nos proclamamos argivas en cuanto al linaje, semillas de una vaca que engendró un hijo noble. Y, como estas cosas son verdaderas, agregaré al discurso argumentos confiables.
En este momento, el texto acompaña al espectáculo. Pelasgo, griego y varón, brinda y solicita información apelando a términos propios de la retórica forense (τεκμήρια, v. 271; ῥῆσιν, v. 273); las Danaides, extranjeras y mujeres, interponen otra cosmovisión, no racional, vinculada con una concepción de tiempo circular. Su exposición no es retórica, sino de matriz mítica (μῦθος, v. 274).28 Las jóvenes responden brevemente, de acuerdo con las instrucciones previas de su padre Dánao (v. 201) y el pedido de Pelasgo (v. 273), pero proponen al rey dos motivos de investigación: descubrir cómo es posible que extranjeras se proclamen argivas y quién es la vaca de la que afirman descender. El sucinto verso final de esta respuesta invita al desarrollo de la stichomythía, y Pelasgo demuestra su incredulidad ante la revelación:
Βα. ἄπιστα μυθεῖσθ᾽, ὦ ξέναι, κλύειν ἐμοί, ὅπως τόδ᾽ ὑμῖν ἐστιν Ἀργεῖον γένος (vv. 277-278).
Rey: Estáis relatando cosas que no son confiables, oh extranjeras, escuchadme, cómo es esto en relación a vosotras, que vuestro linaje es argivo.
El uso del adjetivo ἄπιστα (v. 277) recupera las últimas palabras del coro (v. 276).29 Además, la invocación (ὦ ξέναι, v. 276) demuestra que, a pesar de la concreta y enfática réplica de las Danaides, el rey continúa percibiendo a sus interlocutoras como no griegas.30 Por ello, Pelasgo solicita más información. A partir de este momento, el énfasis se coloca sobre la percepción auditiva (κλύειν, v. 277), vinculada con el acto de persuasión. El texto gana protagonismo sobre el espectáculo, porque debe rectificarlo.31
La stichomythía colaborativa que sigue (vv. 291-323)32 brinda las pruebas de la ascendencia argiva de las suplicantes: los amores entre Zeus e Ío, la peregrinación purificatoria a África, el nacimiento de Épafo, la evocación de su descendencia hasta la mención del padre de las jóvenes; Dánao, y el de su tío, Egipto, progenitor de sus pretendientes. El recurso del diálogo línea a línea manifiesta la aceleración del tiempo y la focalización de la energía dramática en el tema que se desarrolla.33 Cuando el diálogo rápido acaba, se produce una modificación en el concepto que Pelasgo tiene de las Danaides (v. 325). La exposición de las pruebas que permiten el reconocimiento concluye con el pedido de las jóvenes para que el rey atienda a la segunda cuestión, recibir su súplica:
Χο. Αἴγυπτος. εἰδὼς δ᾽ ἁμὸν ἀρχαῖον γένος πράσσοις ἂν, ὡς Ἀργεῖον ἀνστῆσαι στόλον (vv. 323-324).
Coro de Danaides: Egipto. Y, como has conocido mi antiguo linaje, podrías actuar de manera de rescatar ya a esta formación coral argiva.
Finalizando con el dístico citado, la escena de reconocimiento entre las suplicantes y su huésped se compone de manera anular. Las Danaides recobran el sustantivo στόλον, pero, tras el relato, modifican su calificación: ἀνελληνόστολον (v. 234) es reemplazado por Ἀργεῖον στόλον (v. 324); la información proporcionada por la percepción visual es enmendada por la aportada por la percepción auditiva; el espectáculo, como en otros momentos coyunturales del drama, se contradice con el texto.