Sánchez Barragán, E. Gabriel, Las siete Cleopatras del Nilo. Una dinastía femenina en el Egipto de los Ptolomeos, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras (@Schola-Letras Clásicas), 2019, 300 págs., ISBN 978-607-30-1248-5, disponible en http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/7508.

Contenido principal del artículo

María de Lourdes Santiago Martínez

Descargas

Los datos de descargas todavía no están disponibles.

Métricas

Cargando métricas ...

Detalles del artículo

Cómo citar
Santiago Martínez, M. de L. «Sánchez Barragán, E. Gabriel, Las Siete Cleopatras Del Nilo. Una dinastía Femenina En El Egipto De Los Ptolomeos, Ciudad De México, Universidad Nacional Autónoma De México-Facultad De Filosofía Y Letras (@Schola-Letras Clásicas), 2019, 300 págs., ISBN 978-607-30-1248-5, Disponible En http://ru.ffyl.unam.mx/Handle/10391/7508.». Nova Tellus, vol. 38, n.º 2, agosto de 2020, pp. 241-7, doi:10.19130/iifl.nt.2020.38.2.859.
Sección
Reseñas
Biografía del autor/a

María de Lourdes Santiago Martínez, Universidad Nacional Autónoma de México

Maestra en Letras Clásicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en 1996 recibió el reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en el área de Docencia en Humanidades. Es profesora de tiempo completo adscrita al área de Lengua del Colegio de Letras Clásicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde ha dirigido más de treinta tesis y ha participado como sinodal en más de noventa exámenes de licenciatura y de grado. Sus líneas de investigación son la literatura cinegética latina, la sintaxis latina y la didáctica del latín, de las que han emanado sus principales publicaciones, entre las que destacan: Manual de sintaxis latina de casos, LVDVS. Latín I y II. Ejercicios graduados, Manual de sintaxis verbal latina y Guía para la presentación del examen intermedio de lengua latina. Cuenta también con artículos y capítulos de libros publicados en México y en el extranjero. 

El Departamento de Publicaciones y la Coordinación de Investigación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han creado una nueva colección de material didáctico digital, denominada @Schola, de acceso abierto, para difundir los productos emanados de proyectos o seminarios de investigación adscritos a la propia Facultad; entre los materiales de reciente publicación, el Colegio de Letras Clásicas celebra la aparición de Las siete Cleopatras del Nilo. Una dinastía femenina en el Egipto de los Ptolomeosde E. Gabriel Sánchez Barragán.

Se trata de un material didáctico de suma importancia para la comunidad del Colegio de Letras Clásicas porque viene a llenar un vacío en los programas de Historia de Grecia de la Licenciatura, en los que difícilmente se logra abarcar el período helenístico-imperial que sirve de puente entre las culturas griega y romana, a cuyo estudio se aboca la carrera de Letras Clásicas. Al respecto, el propio autor señala:

He comprobado que el tiempo es un duro adversario a vencer cuando se intenta abarcar todo el periodo de la historia antigua, sobre todo la que corresponde a la edad helenístico-imperial, pues, además de contar con un menor número de materiales modernos que versen sobre ella, suelen enfocarse a aspectos pertenecientes a la historia del arte y la cultura. Así, pequeñas parcelas del conocimiento histórico quedan sin laborar cuando sólo se cuenta con algunas horas en la semana para que los alumnos conozcan de manera general la historia de la Grecia antigua, y otras más deben ser abandonadas en aras de conocimientos más relevantes para sus futuros estudios, pero ello no obsta para que puedan estudiarse y ofrecerse a los mismos como material anexo que despierte su interés por dichas etapas históricas. Esta es la razón principal que me llevó a plantear la posibilidad del presente estudio (p. 11).

Aunque el objetivo primordial de Sánchez Barragán haya sido cubrir un vacío académico, otro propósito que lo impulsó al estudio de este período fue demostrar que en la etapa helenística las mujeres tuvieron trascendencia histórica y una fuerte injerencia en la vida política, por lo que podrían ser consideradas promotoras de los estudios de género; que, no obstante, justamente por pertenecer a un período tan poco estudiado, tal trascendencia se eclipsó y se tergiversó de tal manera que se ha llegado a considerar que estas poderosas mujeres más que fomentar los valores antiguos, los denigraban. De ahí que el autor afirme:

Un estudio como el presente se enfoca al rescate de la personalidad política de las mujeres en el poder en Grecia, no en un plano laudatorio, sino en uno ecuánime que demuestre que las reinas no fueron sólo un fenómeno aislado o propio del mo­mento de decadencia de las dinastías helenísticas, sino un verdadero movimiento femenino que incluso tenía su propia agenda de gobierno […] que intentaron convertir a Egipto en una potencia a la altura de la masculina Roma de su tiempo (p. 12).

La extensa obra está estructurada de la siguiente manera: una introducción, de más de cincuenta páginas, en la que el autor empieza por definir el territorio del antiguo Egipto, sus características geográficas, cómo, a pesar de estar rodeado de desiertos, sus habitantes supieron aprovechar la bondad del valle del Nilo y la crecida anual del río para desarrollar una agricultura capaz no sólo de sostener su economía sino de convertir a Egipto en el “granero” del Mediterráneo. De igual forma, Sánchez Barragán explica qué clases sociales detentaban el poder en el antiguo Egipto: sacerdotes, reyes y guerreros y, con base en una cita de Diódoro de Sicilia, da cuenta de las funciones desempeñadas por cada sector.

Desde el enfoque de los estudios de género en la Antigüedad, al que se suma el libro que reseñamos, el autor reconoce que las mujeres egipcias fueron afortunadas porque gozaron de igualdad con sus maridos y que tal paridad fue entendida como un hecho natural por lo que nunca supuso un problema entre la población, y añade:

Este concepto se reconocía en su religión, donde “la pareja” es la imagen de lo divino, paridad desde la creación que los egipcios adoraban y trasladaban a los humanos, al punto que se introdujo en la antroponimia, ya que los nombres podían emplearse para ellos lo mismo que para ellas. Esta paridad desconcertaba a los pueblos vecinos con sus costumbres segregativas, de tal suerte, Heródoto verá en los egipcios una especie de mundo al revés […] Egipto fue una nación que otorgó a la mujer un estado legal igual al del hombre y que se corrobora desde el Reino Antiguo hasta el Reino Nuevo, aunque al parecer hay cierto retroceso durante el conocido como Reino Medio. Jurídicamente hablando, hija e hijo eran tratados por igual (pp. 22-23).

Señala, asimismo, que las niñas egipcias recibían la misma educación que los niños y que, al crecer, algunas decidían ejercer algún oficio o profesión; que las mujeres de las cortes podían desempeñarse como preceptoras o comadronas, que incluso hubo médicas que atendían en particular a mujeres y niños; que otras se desempeñaron como cantantes o como escribas con funciones administrativas dentro del Palacio.

En la introducción, Sánchez Barragán narra también los inicios de la dinastía de los lágidas o de los Ptolomeos, fundada por Ptolomeo, general macedonio y mano derecha de Alejandro, quien, a pesar de estar casado con Eurídice, estableció una relación amorosa con Berenice, prima de su esposa, a quien, tras quedar viuda, habían acogido en la corte junto con sus hijos. Conocemos cómo Berenice desplazó a Eurídice, quien en 286 a. C. se retiró a Mileto, y cómo apenas un año después se casó con Ptolomeo con quien engendró a Arsínoe II, Filotera y Ptolomeo II, quien ocupó el trono a la vejez de su padre y tiempo después se casó con su hermana Arsínoe II. El autor explica que, aunque el matrimonio entre hermanos era inusual para los macedonios y los griegos, las cortes faraónicas lo veían como algo natural; que los hermanos recibieron el título de Filadelfo (el que ama a su hermano o hermana), y que, tras la muerte de Arsínoe II, ocurrida en 270 a. C., Ptolomeo II la deificó con el nombre de Afrodita-Arsínoe.

Con lujo de detalles Sánchez Barragán narra los conflictos políticos por ocupar el trono en Egipto:

Los conflictos externos de Egipto continuarían por las ansias de Antíoco -monarca de Asia- por recuperar los territorios de Celesiria, Palestina y Fenicia, por lo que sería inevitable el enfrentamiento con la nación del Nilo y, contaría con el apoyo del macedonio Antígono y de los rodios, quienes se preocupaban cada vez más del poder de los lágidas. Mileto y Efeso se rebelaron contra Ptolomeo II, la primera por la traición de Timarco, jefe de la guardia del faraón y que también arrancó Samos al territorio egipcio, y la segunda por la deserción del hijo de Arsínoe II, gobernante de Éfeso, quien se enemistó con su tío cuando nombró a su hijo Ptolomeo III Evergetes como sucesor al trono y no a él (p. 38).

Entre luchas internas y externas, se da el matrimonio de Ptolomeo III con su hermana Berenice III, de quienes nacería, entre otros, Ptolomeo IV Filópator, quien en 221 a. C., tras la muerte de su padre, ocuparía el trono, y de cuyo matrimonio con Arsínoe III, su hermana, nacería tiempo después Ptolomeo V Epífanes, quien también habría de sucederlo:

El reinado del niño Ptolomeo V Epífanes comenzaba con insurrecciones en su país, con la amenaza lágida y con una Roma deseosa por convertir al Mediterráneo en un “lago romano” […] El joven monarca de apenas doce años, asesorado por su tutor Aristomeno, cedió el territorio a Antíoco III y, parte de los tratados con éste fue la promesa de matrimonio del niño rey con su hija Cleopatra […] A diferencia de todos sus antecesores entronizados a la manera macedonia, Ptolomeo Epífanes fue instituido faraón con títulos sagrados y con la doble corona del Alto y Bajo Egipto, en el ancestral templo de Menfis, antigua capital nilótica (p. 54).

El tipo de honores y títulos concedidos a Ptolomeo V Epífanes permite advertir, en opinión de Sánchez Barragán, cómo se debilitaban los reinos macedonios y cómo Egipto regresaba a sus raíces.

Justamente con el reinado de Ptolomeo V inicia también la historia de las reinas helenísticas de las que el autor se ocupa a lo largo de cuatro capítulos: curiosamente el título del primero de éstos coincide con el del libro Las siete cleopatras del Nilo y lleva como subtítulo Cleopatra I, el comienzo de una dinastía; el segundo se titula Cleopatra II y Cleopatra III, poder y resentimientos; el tercero, Cleopatra III, Cleopatra IV y Cleopatra V Trifena; La madre contra las hijas, y el cuarto, Cleopatra VII y el sueño de un imperio.

Como Sánchez Barragán adelantó en la introducción, Cleopatra I era hija de Antíoco III:

el más grande monarca de su momento que ni los romanos habían logrado frenar y cuya aspiración era formar nuevamente el imperio de Alejandro Magno, remontando su linaje al compañero de éste y la reina Apama, una dinastía persa. Su madre era Laódice III, por tanto, Cleopatra podía ufanarse de ser nieta del gran Mitrídates II del Ponto, también descendiente de los sátrapas persas de Capadocia, por lo que ella conjuntaba el linaje oriental y el occidental (p. 63).

Gracias al autor sabemos que, como reina extranjera, Cleopatra I, al principio, no fue muy apreciada por el pueblo egipcio, pero después, astutamente, dejó que su marido fuera la cara del poder, al tiempo que ella se mantuvo con un perfil bajo que le fue granjeando el afecto de sus súbditos hasta el punto de ser honrada con varios títulos divinos, entre otros, “bienhechora” y de ser reconocida como una “gran madre”, condición que permitió que posteriormente uno de sus hijos recibiera el título de Filómetor (“Amado de su madre”).

Como un ejemplo de las intricadas relaciones de poder que se suscitaron entre los lágidas, en este capítulo sabemos que, pese a la excelencia de Cleopatra I, Ptolomeo V no fue un buen monarca y prefería la cacería y las competencias ecuestres; que su reinado (197-185 a. C.) se caracterizó por una serie de revueltas intestinas y por la sublevación del Alto Egipto; que el monarca murió poco después del nacimiento de su hijo menor (180 a. C.), y que lo sucedió su hijo mayor Ptolomeo VI, pero que, como éste tenía cinco o seis años de edad, su madre, Cleopatra I, pasó a ser la regente oficial de Egipto; situación por la que Sánchez Barragán afirma, al referirse a la reina: “quizá lo más sobresaliente de su carrera haya sido instaurar el reinado de las mujeres en el Egipto ptolemaico […] creó una dinastía femenina y fueron ellas las que supieron volver a poner a Egipto en el mapa político mundial, creando un hito en la historia de las mujeres (p. 79)”.

En esta densa cadena de acontecimientos históricos, sabemos asimismo que el reinado de Cleopatra I duró entre cuatro y siete años y, a su muerte, ca. 176 a. C., sus hijos Ptolomeo VI y Cleopatra II heredaron el trono. Al fallecer ésta, la sucedió su hija, Cleopatra III, quien, aunque casada con su tío Ptolomeo VIII, reinó en solitario y se granjeó el reconocimiento de su pueblo; había tenido cuatro hijos: Ptolomeo IX, Ptolomeo X, Cleopatra IV y Cleopatra V; mientras que concertó el matrimonio de sus hijos Cleopatra IV Selene y Ptolomeo X; su hija menor, Cleopatra V Trifena, se había casado con el heredero al trono sirio, Antíoco VIII. Cleopatra III se enfrentó a sus hijas por el poder y mostró preferencia por el menor de sus hijos, Ptolomeo X, quien, no obstante, en opinión de Sánchez Barragán, ya harto del dominio de su madre buscó la manera de derrocarla e incluso se sospechó que tuvo que ver con la muerte de la reina.

Como cierre del tercer capítulo, nuestro autor señala “con todo y la mala fama que hay en las fuentes griegas tan dadas a la misoginia en cuanto se refiere al poder femenino, debemos aceptar que Cleopatra III fue una de las grandes monarcas egipcias, digna hija y nieta de las cleopatras que la precedieron (p. 121)”. La reina fue sucedida por su hijo Ptolomeo X Alejandro I y por sus nietos Berenice III, Ptolomeo XI Alejandro II y Ptolomeo XII Neo Dionisio.

Ahora bien, para quienes nos preguntábamos en qué parte de la historia había quedado otra integrante de la dinastía lágida, Cleopatra VI, el autor explica en la nota 329 (p. 122) que Berenice III cambió su nombre a Cleopatra y que tendría que haber sido la VI, que, no obstante, su memoria había sido borrada por los cronistas ptolemaicos y que, por eso, tal número fue asignado a la madre de la famosa Cleopatra VII.

El cuarto capítulo Cleopatra VII y el sueño de un imperio, como es evidente, está consagrado a la más famosa de las Cleopatras y a ella se referirá nuestro autor, por antonomasia, como Cleopatra ya sin ningún numeral. Aunque Sánchez Barragán le dedica 120 páginas de su libro, asevera con modestia:

Siendo una mujer de contrastes y tan estudiada a lo largo de los años, será difícil, ni por asomo, entregar en estas escasas líneas una visión completa de lo que ha sido el estudio de su vida y persona a lo largo de tantos siglos, pero haré un esfuerzo por no sólo ofrecer una visión general y reflexionada de su vida y hechos, sino también ofrecer respuestas o al menos establecer dudas sobre algunos de los tópicos más sobresalientes sobre su existencia (p. 124).

Y tales palabras reflejan el procedimiento seguido por el autor en toda la obra: en cada capítulo nos presenta un panorama histórico de los conflictos, alianzas, triunfos y derrotas de cada una de las reinas egipcias, en especial de Cleopatra VII, siempre de la mano de autores canónicos como Heródoto, Plutarco, Polibio, Tito Livio y Estrabón, entre otros, con cuyas citas otorga credibilidad a su narración; pero también estudia y analiza críticamente la obra de historiadores e investigadores modernos, especialistas en el período helenístico, como Grace Macurdy, Julia Wong, Graham Shipley o Christoph Schäfer, con cuyas opiniones y posturas no siempre concuerda.

El libro se complementa con unas reflexiones finales: una dinastía femenina, que sirven de encuadre de la obra entera; con dos apéndices: I. El rostro de Cleopatra y II. La eterna Cleopatra, así como con una sección de Ilustraciones: representaciones de Cleopatra, hablamos de la VII, como esculturas y retratos, así como monedas de la época alejandrina que sirven como testimonio de la trascendencia de la figura femenina durante el período helenístico imperial.

La sólida formación académica de Sánchez Barragán, profesor de tiempo completo adscrito al área de Historia y Cultura del Colegio de Letras Clásicas, se refleja, pues, en una investigación seria, sustentada principalmente en fuentes antiguas, pero adecuadamente complementada con una amplia bibliografía especializada de reciente publicación. Se trata de un trabajo muy bien redactado y, aunque el tema es especializado, Sánchez Barragán logra combinar armoniosamente los eruditos datos históricos con anécdotas y curiosidades que vuelven su texto ameno y accesible para cualquier lector.

Los invito a disfrutar de este libro digital, de acceso abierto, que complementará, sin duda, la formación de estudiantes y profesores de Letras Clásicas y de Historia Antigua, pero también satisfará las inquietudes culturales de otros interesados en el tema.

Bibliografía

  1. (). . , @Schola-Letras Clásicas. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México-Facultad de Filosofía y Letras. . disponible en