Cualquier estudio o referencia que se haga en torno a la figura de Prometeo, necesariamente debe remitir a la labor de investigación que David García Pérez ha hecho de este paradigmático personaje literario, a quien le ha dedicado exhaustivamente gran parte de su labor académica. Fiel a este deseo de explorar profundamente las repercusiones literarias y los ecos que en Occidente ha hecho resonar este Titán desde su encadenamiento hasta su trasmutación en otros “Prometeos”, el investigador ahora publica una traducción bilingüe del drama trágico atribuido a Esquilo (525 a. C.-456 a. C.), que, como primer volumen de la colección “Clásicos Griegos y Latinos, Colección Bilingüe”, editado por el IIFL de la Universidad Nacional Autónoma de México, ve la luz por primera vez con el título de Prometeo encadenado. Así pues, leer este libro equivale a presenciar un acto inaugural cifrado en tres partes: la primera traducción mexicana de esta tragedia, hecha por el especialista más señalado en la materia; la develación de una nueva colección que promete en el futuro numerosas y excelentes traducciones mexicanas; y una herramienta útil que posibilita tanto al entusiasta como al estudioso de la cultura griega el atender directamente la lengua del original, cuya dificultad se atenúa con la traducción confrontada en un español ya no solamente claro, sino fiel, línea por línea, al sentido poético que el griego de esta obra contiene.
El Prometeo encadenado, de la probable autoría de Esquilo, es un volumen que bien puede ser apreciado, una a una, por las partes que lo componen y le dan forma: su introducción, la traducción y su cuerpo de notas, el cual constituye un comentario al margen del texto que ilustra diversos aspectos que van apareciendo a lo largo de la lectura, tanto de carácter literario como lingüístico y gramatical, entre otros, mismos que requieren de una explicación precisa que aquí se ofrece a la par de una traducción de por sí esclarecedora. Así, se puede recurrir a este libro como una herramienta verdaderamente útil por su “introducción”, cuyo valor como material bibliográfico y guía filológica es sumamente provechoso merced a su contenido, el cual resumiré de manera sucinta.
La completa introducción está constituida por tres partes generales: “el autor y la pieza trágica”; “comentario” y “la tradición del tema de Prometeo: dios, héroe y traidor”. En el primer apartado se toca el estado de la cuestión que siempre debe tomarse en cuenta antes de cualquier estudio referente a la obra, como es el caso de su autoría, misma que la filología moderna ha puesto en cuestión sin llegar a un consenso al respecto, pese a que la localización de la pieza apunte probablemente a ese siglo de esplendor del teatro ateniense, pues los ingredientes que la matizan, es decir, temas tales como la política y la amenaza de las tiranías, son propios del gusto de la época en que vivió Esquilo y sus predecesores. Pero otro aspecto intrínseco a la obra, y que refuerza la duda respecto de su autoría, es el tipo de discurso empleado, propio de una elaboración con rasgos marcadamente retóricos que se ponen en escena en el despliegue mismo de los argumentos con los que se enfrentan, en términos generales, Prometeo y Zeus, de tal suerte que esta observación ha abonado a la hipótesis de que el autor es un sofista de la primera mitad del siglo V a. C. (cf. pp. 18-19). Finalmente, contribuye a la duda de la autoría el tema de la técnica teatral o de representación empleada en escena, aunque por sí mismo es un rasgo de la obra que merece un estudio más detallado, ya que un análisis minucioso de ella motiva la conclusión de que su representación, si es que se llevó a cabo, debió servirse de recursos escenográficos muy complejos, por ejemplo, el actor que representaba al titán, que bien podría tratarse de un “fantoche” (cf. pp. 37 y ss.) más que de un actor real a causa del tamaño que la deixis textual obliga a imaginar, lo que supone, insistamos, emplear recursos para producir efectos visuales y sonoros bastante complejos para el momento de su posible representación, aunado al modo en que, al final de la pieza, se suscita la devastación o derrumbe de este gigantesco “fantoche” que el público vería caer y hundirse en la skené. Como éstos, hay otros empleos en la escenografía que son difíciles de explicar en tanto que suponen también una puesta en escena casi imposible para el momento en que fue representada la obra.
El apartado II de esta introducción, es decir, el comentario de la obra, considera nueve partes en que ella se divide, según las intervenciones corales que ejecutan las Oceánides. García Pérez se da a la tarea de abordar los temas más destacados que entre cada una de tales partes está presente o merece alguna observación, todo lo cual es el resultado del trabajo de investigación y reflexión que tiempo atrás ha llevado el investigador, antes incluso de publicar esta reciente traducción. Ejemplo de la capacidad de observación, juicio y formulación de la problemática histórica que refleja la obra, donde convergen tragedia, política y sofística, es la siguiente cita a propósito del “primer episodio” y donde podemos apreciar la naturaleza de esta sutil pero atrayente manera de enfocar distintos problemas:
La confrontación entre Zeus y Prometeo se advierte en el poder del primero y en la inteligencia del segundo. Pero reducir el nudo trágico al conflicto de esta idea sería, como afirma la mayoría de los críticos, una cuestión simplista. No obstante, poder e inteligencia son los cabos del nudo trágico, los cuales conducen a la apreciación de que el orden político ha rebasado en demasía la visión que sobre lo religioso tenía el pueblo griego hasta antes del movimiento sofístico y de la democracia. Que la intención es radicalmente política en la exposición de la causa por la que Prometeo fue sometido por Zeus, queda claro en el momento en que el Titán no responde directamente a la pregunta del por qué se halla en la deplorable situación en la que lo ha encontrado el Coro (vv. 193-196), sino que se remonta a la lucha por el poder entre Cronos y Zeus hasta llegar al castigo que él padece (vv. 200-244), lo cual le sirve como soporte argumentativo para la diatriba contra sus enemigos (pp. 62-63).
El tercer y último apartado que constituye este estudio introductorio, en términos que el investigador ha forjado en relación a la influencia que la figura de Prometeo ha impreso en diferentes moldes literarios, en distintas épocas y autores, tiene que ver exclusivamente con la intertextualidad que la tragedia ha generado, no sólo entre los mismos griegos, como sería el caso de Platón y su Protágoras, o Luciano y su Prometeo, sino también entre autores más recientes o modernos, quienes, haciendo resonar en sus escritos la clarividencia griega, y específicamente esquilea, en lo que respecta a una crítica de dios, del hombre y su relación con lo divino, del progreso y la condición trágica de todo ser humano en todo momento de su precaria existencia, reformularon la arenga del tragediógrafo según los distintos escenarios y vestuarios históricos con que se re-presenta la escena trágica del salvador de la humanidad. Valga decir que García Pérez ha investigado la conexión que hay entre la pieza trágica griega y la obra de autores como André Gide o Albert Camus (cf. Prometeo: el mito del héroe y del progreso, publicado también por la Universidad Nacional Autónoma de México) y expone, en el libro que nos ocupa, de forma puntual y breve toda la relación textual al respecto.
La traducción, confrontada al texto griego, llama la atención por varios motivos, el primero de los cuales es precisamente el que es más notorio desde una perspectiva visual; ya que luego de un esmerado trabajo editorial, donde cada verso del original se corresponde con un nuevo verso al español, el lector se encuentra con una versión española que pareciese seguir puntualmente, palabra por palabra, el significado de cada vocablo en griego, pero con la grata novedad de no violentar en modo alguno la naturaleza del español, desde el punto de vista sintáctico, gramático y, más aún, lexicológico, pues cada palabra española pareciese ser la más adecuada en su traducción, por su semántica y contexto, a la correspondiente en griego. De este modo, se puede hablar de una unidad diáfana y legible, en donde se hace evidente el estilo pleno de elegancia del traductor, quien además de ser reconocido por sus investigaciones en torno a la tragedia y sus influencias, demuestra en este libro un conocimiento igualmente profundo del griego que se explica por el estilo de dicha traducción. Además, es igualmente notorio el apego al sentido poético de la obra, resultado difícil de conseguir como no sea constriñendo la gramática española y demeritando en cierto modo la fidelidad o apego del original, y en este sentido, desorientando al estudioso de la lengua griega que a ella se acerca a través de la tragedia, pese a que cierto sentido del texto se rescate. Con la traducción de García Pérez encontramos, en conclusión, equilibrio y cuidado en todos estos aspectos difíciles de entretejer en cualquier traducción.
En la traducción de los versos 88 a 100 (pp. 134-137), que constituyen la primera intervención elocutiva de Prometeo dentro del prólogo, podemos apreciar la cadencia lo mismo que una elección bien lograda de vocabulario español, el cual a su vez nos remite, de la manera más verosímil, a la situación patética por la que pasa el dios-héroe y que, con tal resis de esa su primera intervención, el lector de esta traducción puede captar, por no decir que puede sentir, el dolor y sufrimiento desprendido de su nuevo tormento:
PROMETEO
¡Oh divino éter y vientos de raudas alas,
fuentes de los ríos, de las marinas olas
infinita sonrisa y Tierra, madre de todas las cosas,
y al omnividente disco del sol invoco!
¡Vean lo que a causa de los dioses sufro yo, un dios!
¡Miren por qué tipo de injurias
estoy siendo desgarrado y por infinito
tiempo he de enfrentarlas!
tal cadena el nuevo jefe de los bienaventurados
procuró para mí, indignantemente.
¡Ay, ay! ¡Por el presente y por el ulterior
dolor me lamento! ¿Cómo, algún día, de estos sufrimientos
habrá de nacer el fin?
Del mismo modo, el traductor tiene la capacidad de trasmitir otras funciones metalingüísticas que otras traducciones dejan escapar, tales como el énfasis en la ironía, que puede percibirse con claridad y fidelidad en esta versión. Sirva como ejemplo el diálogo entre el Titán y Océano (vv. 387-392). Luego de que éste ha fallado en su intento de disuadir el enconado ánimo del protagonista de la tragedia, tratando inútilmente de que deponga su obstinación, lo que originalmente era una muestra de amistad se transforma en una exposición y defensa de los argumentos propios, los cuales pronto derivan en necedades y revelan su egoísmo: En la traducción de tal pasaje, puede percibirse la manera, irónica y colérica, de defender cada cual su causa:
OCÉANO
Notoriamente a mi hogar tu dicho me envía de nuevo.
PROMETEO
En efecto, que tu lamento por mí a la enemistad no te arroje.
OCÉANO
¿Acaso con el que recientemente está sentado en el trono
todopoderoso.
PROMETEO
Mantente alerta para que algún día no se irrite el corazón de ése.
OCÉANO
Prometeo, tu desgracia es seductora.
PROMETEO
¡Márchate, cuídate, salva tu actual inteligencia!
Un tercer ejemplo que sirve como demostración del estilo poético de la traducción que se despliega a la par del griego, en una fidelidad palabra por palabra, está en el pasaje de los versos 979 a 986, donde nuevamente el lector puede captar el enojo y el tono irónico de las palabras, casi como si tuviese frente a los ojos a los actores que representan convincentemente su papel, en este caso el de Hermes enfrentado nuevamente a Prometeo:
HERMES
Zeus esta queja no la conoce.
PROMETEO
Mas todo lo enseña el tiempo cuando madura.
HERMES
Por cierto que tú, aún así, no aprendes a ser prudente.
PROMETEO
Claro: contigo no debí de hablar porque eres un sirviente.
HERMES
Tal parece que nada dirás de lo que desea mi padre.
PROMETEO
¡Cierto; si estoy en deuda con él, entonces debería retribuirle con gratitud!
HERMES
Te estás burlando de mí, sin duda, como de un niño.
Finalizaré esta reseña considerando ese tercer aspecto que también define y configura un trabajo desde toda perspectiva y bien articulado. Me refiero al cuerpo de notas que García Pérez inscribe al margen del texto bilingüe, que, como sucede con el caso de la “introducción”, constituye un material de consulta en sí mismo que puede orientar y facilitar la investigación y trabajo filológico de cualquier estudioso de esta obra, pues las notas que ofrece, como ya decía, ilustran diversos aspectos que emergen del griego y el vocabulario empleado, y que dan cuenta de problemas relacionados con la sintaxis, la gramática, las figuras retóricas empleadas en el original y que necesitan de una explicación, así como el esclarecimiento en torno a temas de otra índole, como la definición minuciosa del significado del algún término o vocablo específico, lo que requiere de una amplia deliberación, englobada así en el cuerpo de notas que sirven de guía al lector para alcanzar una mayor comprensión del texto. Puede decirse que es en este rubro donde se hace evidente un alto grado de investigación y erudición por parte del traductor, pues la mayor parte de las notas hacen referencia, a su vez, a otros trabajos especializados que abordan cada tema en cuestión, configurando así un aparato crítico abundante en bibliografía especializada y que resulta ser la autoridad al respecto, de tal suerte que ahí, en el aparato crítico, encontramos un comentario complementario al que aparece en la “introducción”, pero que es más extenso y minucioso al hacer un seguimiento palabra por palabra, con el afán de abarcar lo más posible cualquier duda que el texto original puede despertar.
Para concluir, la margen de este resumen que no ata todos los cabos y que bien puede quedar rezagado en cuanto a su justa apreciación en torno a esta nueva traducción al español del Prometeo encadenado, puede decirse como un último comentario que este libro, constituye el resultado del esfuerzo tanto personal como colectivo de parte del IIFL de la Universidad Nacional Autónoma de México, pues en un trabajo conjunto, la nueva serie “Clásicos Griegos y Latinos. Colección Bilingüe” se erige como un punto de arribo y de despegue, del que emanarán más traducciones mexicanas que posiblemente pondrán en alto el de por sí ya encomiable nivel de los estudios clásicos en México, así como el seguimiento que de la tradición grecolatina se tiene en este país.