El libro comprende tres partes principales: I. Introducción; II. Vida de esos santos; III. Milagros de los mismos.
I. La introducción (pp. XI-XLIV) comprende siete partes, de las que recojo lo esencial.
1. San Cosme y San Damián: vida y leyenda. Ambos santos, hermanos gemelos, nacieron quizá en Egeas (Cilicia), en el seno de una familia noble. Estudiaron medicina en Siria y la practicaron en su ciudad y alrededores, con notable éxito. Como no cobraban por sus visitas recibieron el título popular de anárgyroi, “los que no reciben dinero”. Su fama se extendió pronto, y acudieron a ellos gentes de todas partes buscando la curación de sus enfermedades. Fueron decapitados en la terrible persecución de Diocleciano, año 287 de nuestra era. Teodoreto de Ciro (Ep., 114) confirma que en su ciudad natal estaban los sepulcros de ambos santos, dentro de una basílica.
Leyenda e historia van juntas en lo referente a la vida y milagros de estos gemelos, pues los datos históricos recogidos en las Acta Sanctorum son pocos en comparación con los muchos más transmitidos en la Leyenda dorada (Legenda aurea), compilada en el siglo XIII por Santiago de la Vorágine.
2. La colección de milagros. Dentro de las nueve colecciones de taumaturgias escritas en griego entre los siglos IV y VII de nuestra era hay una dedicada sólo a curaciones. Tal conjunto está asociado, casi siempre, con un santuario dedicado al santo correspondiente. Los cuarenta y ocho milagros de que se ocupa el libro reseñado se ajustan a la edición de Deubner.2 Siguiendo a este autor, dentro de los indicados, puede hablarse de seis series diferentes, procedentes de autores distintos, con un total de 47 milagros, más uno especial. En extracto son las siguientes:
I: milagros 1-10. Tanto esta serie, como las II y III, van acompañadas de un pequeño prefacio;
IV: milagros 27-32. Sin prefacio.
V: milagros 33-38. Con prólogo general, lleno de citas bíblicas; uso de exhortaciones generales; retórica abundante.
VI: milagros 39-47. El autor fue el diácono Máximo, en el siglo XIII. Contiene milagros (40-47) ausentes en las demás series.
Milagro 48. Parece proceder de una Vida de los santos, pues se cumplió en vida de los mismos.
Los relatos suelen ser anónimos y no dan indicaciones precisas; proceden de testimonios tanto orales como escritos. Contamos con escasa información para saber la fecha de las mencionadas series, nombradas alguna vez en autores de los siglos VI-VII.
3. Medicina y religión. Los gemelos curaban todo tipo de enfermedades, físicas y espirituales. La terapia tenía lugar durante el sueño del enfermo, que, en dicha situación, recibía los tratamientos más diversos: amputaciones, incisiones, etc., con variados instrumentos quirúrgicos.
Tenemos algunas noticias sobre el templo de Constantinopla dedicado a dichos santos, en el barrio de Blanquernas, al fondo del Cuerno de Oro. Era el llamado Kosmidion, un verdadero complejo religioso-hospitalario.
4. Versión cristiana de un culto pagano. Algunos Padres de la Iglesia hablan de la dura competencia que surgió en seguida entre el culto a Cristo y el de Asclepio, cuyo culto está registrado, al menos, desde el siglo vi a. C. Sabemos, por otro lado, que numerosos santuarios cristianos -donde se practicaba la incubatio de los enfermos- habían reemplazado a antiguos templos consagrados al citado dios de la medicina. Durante la incubatio el enfermo dormía en alguna estancia del templo, en la idea de que, durante el sueño, el dios lo curaría o le daría alguna indicación sobre cómo librarse de su padecimiento.
5. Culto e iconografía. Desde el siglo IV el culto de Cosme y Damián se extendió rápidamente por Oriente a partir de la ciudad siria de Ciro (Siria). El templo que les fue dedicado en Constantinopla durante la siguiente centuria superó a todos los demás en fama y esplendor. Personas de la más variada condición acudían al mismo en busca de curación: desde el emperador Justiniano hasta labradores y marineros. Hacia el siglo VI el culto llegó a Occidente. Momento de esplendor fue el Renacimiento, en Florencia de modo especial, donde fueron los protectores de la familia Medici. Respecto a la iconografía, el motivo más reproducido y famoso quizá fue el milagro transmitido en el relato 48: el trasplante quirúrgico del pie y pierna derecha de un muerto en las correspondientes partes de quien tenía un pie malherido, con final feliz para ambos. Por lo demás, en las representaciones de los santos suele figurar algún motivo en relación con la práctica de la medicina, sus milagros o su martirio.
6. Hermandades médicas. Desde la Edad Media a ambos santos se les consideró patronos protectores de médicos, cirujanos, farmacéuticos y barberos. Entre las hermandades surgidas por toda Europa en su honor se cuentan en España las de Barcelona, Cádiz, Madrid y Valencia: dentro de las actividades de las mismas figuran el honrarlos mediante el ejercicio de la profesión y organizar diversas celebraciones culturales y religiosas.
7. Este apartado está dedicado a las ediciones (la principal ya ha sido mencionada) y a la única traducción a una lengua moderna, a saber, al francés, publicada en 1971. Una buena bibliografía (XLI-XLIV) cierra la introducción.
Sigue la traducción de los 47 milagros, hecha con precisión y soltura, y acompañada de notas. Al final hay dos índices: de citas bíblicas y onomástico.
El contenido de los milagros nos permite extraer un panorama general sobre muy variados aspectos.3 Selecciono algunos puntos.
1) Indicaciones sobre el santuario. Algunos relatos aluden a los alrededores del templo santo, junto al cual hay un monasterio (M 43, 44, 47), o una huerta (M 43), o está rodeado por un pórtico (M 30). Los enfermos dormían dentro del propio templo, bien unos junto a otros, pobres y ricos, hombres y mujeres (M 24 y 26), bien en unas estancias especiales (M 12). Allí mismo, en ocasiones, se disponía, en la planta superior, de habitaciones para los catecúmenos (M 3, 12, 23). Nos informamos, incluso, de que junto a algunos santuarios había una especie de hospitales donde se acogía a los pacientes (M 30).
2) Los propios santos se aparecen durante el sueño del paciente (M 1, 13, 14, 18, 42, 47); se presentan con rostro alegre (M 22, 34); toman la figura del médico habitual del mismo (M 27), o de algún conocido (M 35), o de personal del santuario (M 14); conversan con el paciente (M 12) o deliberan sobre el tratamiento que debieran darle (M 1, 47). Pero Cosme y Damián se irritan de vez en cuando: contra un hereje (M 17) o frente a la actitud de un pagano que los había confundido con los Dioscuros (M 9). Los santos prefieren, en ocasiones, curar las enfermedades del alma antes que las propias del cuerpo (M 30, 32).
3) Aparte de a los enfermos, los santos se les muestran también al médico habitual de los citados (M 28, 32).
4) En el aspecto curativo, son relevantes las alusiones a los baños y la hidroterapia recibida cerca del templo (M 14), donde podía haber baños de vapor, o de agua fría, apropiados para los pacientes.
5) Hallamos importantes referencias sobre el personal del santuario. Se nos habla de ayudantes médicos (M 3), guardianes (M 12), vigilantes de los baños (M 14), presbíteros y diáconos (M 14, 22, 23), monjes (M 41, 46), leñadores (M 46) y labradores (M 43).
6) Entre las enfermedades tratadas figuran hidropesía (M 1, 19, 38), cáncer (M 2), retención de orina (M 3), parálisis (M 4, 14, 31, 34), abscesos (M 5, 11, 13, 32), afecciones del estómago (M 21), ceguera (36), flujos de sangre (M 6, 20), sordera, enfermedades de la mujer, entre otros.
7) Abundan las indicaciones terapéuticas: el uso medicinal de la cera del santuario disuelta en agua o en otro producto (M 15, 22, 29), y, asimismo, en forma de emplasto (M 13, 16, 30); los efectos curativos propios del aceite de la lámpara del templo (M 22, 23) y de la resina de cedro (M 11), por mencionar algunas.
8) Encontramos ciertas características propias de la medicina mágica y credencial. Así, la imposición de manos con efectos curativos (M 9, 21, 22, 47).
9) Significativos son los distintos tipos de sueño: simbólicos (M 3, 10, 12, 22), admonitorios (M 6, 32), productores de angustia (M 2, 9, 10, 12), etcétera.
10) Muy rica es la información sobre las diversas categorías sociales de quienes acudían en busca de curación: abogado (M 32, 34), militar (M 32, 37), administrador del Tesoro público (M 33), pedagogo (M 18), obispo (M 12), monje (M 47), clérigo (M 38), sacerdote (M 14), diácono (M 23), niño (M 36), joven (M 20), clérigo herético (M 26), arriano (M 17), judía (M 2), pagano (M 9, 10), rico (M 39), mendigo (M 31), etc. Ilustradora resulta la impaciencia de algunos enfermos a causa de la lentitud de la curación (M 9, 11).
11) No faltan milagros que nos llaman la atención por su contenido grotesco o ridículo. En M 2, a una judía, enferma de cáncer, los santos le curaron las afecciones del cuerpo y del alma, recomendándole comer carne de cerdo, y llegado el momento, traspasando todo el mal de la paciente a la carne todavía no ingerida, y librándola, así, de todo padecimiento; a un abogado que sufría cáncer (M 34), le pidieron que, si quería curarse, debía ser afeitado por otro paciente, un paralítico que había sido vendedor de carne; éste se negó al comienzo, pero empezó a moverse poco a poco y consiguió afeitarlo con éxito. Ambos quedaron curados, pero, como el abogado diera una cantidad mezquina al ocasional barbero, los santos le exigieron que le entregara cincuenta monedas de oro, con las cuales el antiguo vendedor de carne pasó a ser barbero famoso en lo sucesivo; a uno que sufría retención de orina (M 3) le dijeron que, para librarse del padecimiento, tenía que coger unos pelos del pubis de Cosme y, tras prepararlos de modo especial, beberlos. Pero el paciente no sabía nada sobre el citado Cosme, hasta que un cordero, que recibía ese nombre, se le presentó balando; informado del apelativo del animal, llamó a un esquilador, el cual le cortó al animal los pelos suficientes del lugar indicado; tras ello, preparada la poción e ingerida, el enfermo resultó curado de su afección.
En conclusión, el presente libro nos ofrece la primera traducción al español de la vida y milagros de Cosme y Damián, acompañada de buenas notas y dotada de una excelente introducción, propia de un especialista en textos cristianos y patrísticos. La publicación, que forma parte de la prestigiosa BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), será, sin duda, bien recibida por los filólogos clásicos, sobre todo, los helenistas, los estudiosos del Cristianismo primitivo y su difusión de Oriente a Occidente, y, asimismo, el público culto, en general.