El objetivo de este artículo es realizar un análisis filológico-literario de los discursos que componen el lamento funeral de Áyax, Fénix y Agamenón por la muerte de Aquiles (Posthomérica III, 435-458, 463-489 y 493-503, respectivamente), tanto desde el punto de vista de su composición artística como de su funcionalidad en el libro III.
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Zamperetti Martín, D. S. . «Lamento Funeral En El Libro III De Posthomérica De Quinto De Esmirna». 2025. Nova Tellus, vol. 43, n.º 1, marzo de 2025, pp. 65-79, doi:10.19130/iifl.nt.2025.43.1/071S00X24W63.
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Biografía del autor/a
Deidamia Sofía Zamperetti Martín, Universidad Nacional de La Plata
Profesora y licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina. Se desempeña como Ayudante Diplomada del Área Griego de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Es Investigadora del Centro de Estudios Helénicos del IdIHCS (UNLP-CONICET) y Becaria Doctoral de agencia (foncyt) con la propuesta temática para el Doctorado en Letras (FaHCE-unlp): “De la tradición a la apropiación: los símiles en Posthomérica de Quinto de Esmirna”, bajo la dirección de la Dra. Graciela Zecchin de Fasano y la codirección de la Dra. María del Pilar Fernández Deagustini. Actualmente es integrante del proyecto PICT-2020-SERIE A-02425 (2022-2024) “Del Treno al Epitafio: Subjetividad, convención social y cruces ‘genéricos’ en las formas poéticas del lamento en la Grecia Antigua. Inflexiones”, dirigido por la Dra. Graciela Zecchin de Fasano. También participa en el Proyecto de Investigación y Desarrollo (pid) “Cantos que traman. Performances corales oclusas, desplegadas, incipientes o acabadas en la literatura griega clásica y su tradición”, dirigido por la Dra. María del Pilar Fernández Deagustini. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Funcionalidad de las citas homéricas en Ión de Platón”, en G. C. Zecchin de Fasano (coord.), Recepción y apropiación de Homero en la Literatura Griega Clásica. Proyecciones, La Plata, Edulp, 2024, pp. 22-29; El Ión de Platón. Edición y Preparación de Texto, Edulp, 2022; “Las mujeres y sus voces: los discursos femeninos en el canto VI de Ilíada”, en G. C. Zecchin de Fasano y F. de Souza Lessa (comps.), Literatura y Cultura en la Grecia Antigua, La Plata, FaHCE (Estudios/Investigaciones, 70), 2019, pp. 9-25; y Troya bifronte. Dicotomía y estética del relato de guerra en las figuras de Héctor y Aquiles en Ilíada (tesina, 2018).
Citas
Fuentes antiguas
Quintus Smyrnaeus, The Fall of Troy, ed. Arthur Sanders Way, London, William
Heinemann, 1913.
Fuentes modernas
Alexiou, Margaret, The Ritual Lament in Greek Tradition, Boston, Rowman &
Littlefield, 2002 (2.a ed.).
Bär, Silvio, “Quintus of Smyrna”, in Mathieu de Bakker & Irene J. F. de Jong
(eds.), Speech in Ancient Greek Literature, Leiden-Boston, Brill, 2022, pp.
-171.
Barbaresco, Katia, La morte di Achille. Quinto Smirneo, Posthomerica 3.1-185.
Introduzione e commento, tesi di Laurea, Venezia, Università Ca’ Foscari Venezia,
-2017.
Barbaresco, Katia, Commento a Quinto Smirneo, Posthomerica 3.186-
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Introducción
Los catorce libros que componen Posthomérica de Quinto de Esmirna se organizan en torno a una sucesión de personajes sobresalientes presentados en oposición unos a otros, constituyendo un conglomerado de protagonistas transitorios mediante los cuales se enlaza una serie de muertes significativas para dar curso a la narración: la muerte de Pentesilea (I), Memnón (II), Aquiles (III), Áyax (V), Eurípilo (VIII), Paris (X), Príamo y Astianacte (XIII) y Polixena (XIV).
Tanto en Quinto como en otros autores de la segunda sofística, el lamento funeral fue un tema especialmente importante no sólo por su valor literario, sino también porque nos transmite una idea de cómo los griegos procesaban y expresaban su dolor por la pérdida de los seres queridos.1 En cada uno de los libros, Quinto relata el terrible destino de un héroe tras otro en conexión con la muerte, acorde al género literario en que se inscribe, ya que gran parte de la épica se compone de lamentaciones y relatos funerales.
El lamento fúnebre era un aspecto importante de la cultura griega que se reflejaba tanto en la vida cotidiana como en la literatura y el arte; era una práctica ejecutada tanto por mujeres como por hombres durante funerales realizados en espacios públicos o privados donde se reunían para llorar y lamentarse con cantos, creando una atmósfera emotiva y conmovedora. De esta manera, el lamento cumplía varias funciones: por un lado, servía como homenaje al difunto recordando sus logros, sus virtudes y su rol en la sociedad; y, por otro lado, el lamento poseía un aspecto catártico, permitiendo a los familiares y amigos expresar el dolor y sufrimiento que sentían ante la pérdida del ser querido.
Al referirse al uso arcaico y de los poemas homéricos, Alexiou distingue dos géneros de lamento según la manera ritual de su ejecución: el θρῆνος, compuesto e interpretado por cantores profesionales, de tono moderado, acompañado por un instrumento musical; y el γόος, lamento individual, ejecutado por parientes que expresan sentimientos personales acerca de la pérdida, hablado en vez de cantado, con tendencia al desarrollo de una narrativa.2 En este sentido, resulta ineludible la investigación de Tsagalis, quien recupera el trabajo de Alexiou, para proponer un análisis de los γόοι de Ilíada explorando las formas en que los lamentos personales desarrollan temas propios de la épica y tejen la trama narrativa del poema.3
En primer lugar, es necesario señalar la ausencia de estudios específicos acerca de las expresiones de lamento en Posthomérica. Si bien contamos con dos comentarios de Barbaresco referidos al texto griego del libro III, uno que abarca del verso 1 al 185 y otro del verso 186 al 787,4 la autora no se detiene específicamente en los discursos de lamentos, ya que su objetivo es presentar una introducción y traducción del libro III con un comentario léxico y temático, prestando especial atención a las intervenciones de las divinidades y a la representación de los dioses. Por otra parte, Bär, en una escueta tipificación de los discursos en Posthomérica, sostiene que los lamentos ocupan un lugar destacado en el poema, pero únicamente cita los versos en que son pronunciados.5
Debido a la gran preponderancia de los discursos de lamento en el poema, nos proponemos cubrir un área de vacancia abordando específicamente el libro III ya que, en términos cuantitativos, la escena de lamentos sobrepasa ampliamente al tratamiento de la propia muerte de Aquiles (185 versos dedicados a la narración de la muerte frente a un total de 602 versos de lamentos y rito funeral). El impacto que tiene la muerte de Aquiles no sólo se destaca por la extensión que ocupan los lamentos, sino también por el minucioso detalle en la descripción de cada momento del rito fúnebre, a través de los cuales Quinto plasma la necesidad de insistir sobre la concreción de la muerte de Aquiles.
Todo el libro III es un gran canto funeral, que tiene su continuación y se completa con el libro IV (donde se llevan a cabo los juegos funerales en honor de Aquiles) y con el libro V (en que Áyax y Odiseo compiten por las armas del héroe caído). En torno a la muerte de Aquiles resulta insuficiente un único canto funeral, por lo que es necesario que el duelo se multiplique en la diversidad de voces que entonan los lamentos.
La importancia de dedicar tres libros a la muerte de Aquiles encuentra anclaje teórico en el marco de lo que Greensmith denomina “poética del intervalo”: Quinto narra en Posthomérica la muerte que en Ilíada está anticipada y referida, completando el vacío narrativo de esa porción mítica al intervenir de forma no lineal, comprometido con la épica homérica como un texto interna e inherentemente incompleto, canónicamente delimitado y terminado, pero conceptualmente una obra viva que debe ser ampliada y reencarnada.6
El objetivo de este artículo es realizar un análisis filológico-literario de los discursos que componen el lamento funeral de Áyax, Fénix y Agamenón por la muerte de Aquiles (Posthomérica III, 435-458, 463-489 y 493-503, respectivamente), tanto desde el punto de vista de su composición artística como de su funcionalidad en el libro III.
Los lamentos de Áyax, Fénix y Agamenón son los tres primeros discursos que se pronuncian por la muerte del Pelida, a continuación de los cuales Néstor exige el inicio de los ritos fúnebres acompañados de llantos y lamentos femeninos: el de Briseida junto a otras esclavas y el de Tetis acompañada por las nereidas y musas.7 Por lo tanto, los lamentos de los tres personajes masculinos ocupan un lugar clave en el libro III ya que funcionan como bisagra entre la muerte y recuperación del cadáver de Aquiles, por un lado, y la ejecución de acciones propias del ritual fúnebre (πρόθεσις), por el otro.
La relevancia de los lamentos en el libro III resulta evidente al analizar su esquema compositivo, ya que muestran no sólo una secuenciación entre voces masculinas y femeninas, sino también una función específica para cada tipo de lamento. Consideramos que los lamentos masculinos introducen al rito funeral desde una visión heroica enalteciendo la figura de Aquiles, mientras que los lamentos femeninos forman parte constitutiva del rito con una función más bien terapéutica, como puede inferirse del siguiente esquema:8
ESQUEMA COMPOSITIVO DEL LIBRO III
Muerte de Aquiles (vv. 1-185) Rescate del cadáver de Aquiles (vv. 186-384)
Lamentos masculinos: A. El lamento de Áyax (vv. 435-458) B. El lamento de Fénix (vv. 463-489) C. El lamento de Agamenón (vv. 493-503)
Néstor consuela a Agamenón (vv. 518-524) - πρόθεσις Lamentos femeninos: D. El lamento de Briseida (vv. 560-573)9 E. El lamento de Tetis (vv. 608-630) Calíope (vv. 633-654) y Poseidón (vv. 770-780) consuelan a Tetis.
Hacia el final del libro III se produce una especie de clímax en la necesidad de un consuelo divino para Tetis, aportado por el dios marino y por la musa Calíope, a la que se atribuye la custodia de la poesía épica. A modo de cierre del ciclo de lamentos, una figura femenina y una masculina acompañan a Tetis en una suerte de recolección de los contenidos anteriores.
En cuanto al género épico en el que se inscribe Posthomérica y al nivel del mito troyano, podemos sostener que la inserción de los discursos de Áyax, Fénix y Agamenón genera una conexión directa con Ilíada, especialmente con el canto IX que narra el episodio de la embajada a la tienda de Aquiles.10 Los personajes se reiteran pero el objetivo de los discursos difiere, ya que, en la embajada, Agamenón realiza un pedido al héroe por medio de Odiseo, Fénix y Áyax; mientras que, en Quinto, el lamento es el discurso por algo que ya se ha perdido: la vida de Aquiles.11 En los discursos de lamento, cada personaje destaca un perfil del héroe: Áyax se refiere a su supremacía en el ejército como una pérdida inigualable, Fénix resalta el lado más humano e íntimo de Aquiles, y Agamenón le restituye el reconocimiento público que él mismo le supo quitar.
Por otra parte, dentro de la trama del poema, los lamentos funerales generan un movimiento propulsivo de la trama, anticipando eventos futuros que el lector conoce por la condición tradicional del mito, como la llegada de Neoptólemo para que la toma de Troya finalmente se concrete; pero, al mismo tiempo, suspenden el tiempo de la narración, creando un paréntesis que enfatiza la figura de Aquiles.
Esta “temporalidad del retraso”, tal como la denomina Goldhill, se tematiza explícitamente a través de estrategias narrativas de Quinto, por ejemplo, mediante las repetidas pausas de la batalla para treguas, escenas de duelo y entierro, o la llegada de un nuevo guerrero para cada ejército. Goldhill sostiene que el luto, que ocurre en diversos momentos a lo largo de Posthomérica, refiere en particular al final de Ilíada de múltiples maneras y ralentiza la narrativa hasta convertirla en un ritual de pérdida y memoria retrospectiva. El duelo no pone fin a la narración, sino que en su progreso vuelve repetidamente a la memoria y a la pérdida.12
Lamento de Áyax
A partir del verso 385, los aqueos recuperan el cuerpo de Aquiles y aparecen los primeros términos propios del ritual funeral: “portando su enorme cadáver”13 (ἐρύσαντες νέκυν ἀπείριτον, 385-386), “lo pusieron en un lugar para acostarse” (κάτθεσαν ἐν κλισίῃσι, 387) y “a su alrededor todos reunidos se lamentaban con el ánimo afligido” (ἀμφὶ δέ μιν μάλα πάντες ἀγειράμενοι στενάχοντο ἀχνύμενοι κατὰ θυμόν, 388-389). En el verso 400 se intensifica la expresión del dolor colectivo con “incesante duelo” (γόον ἀλίαστον, 400) y se reiteran vocablos que remiten al duelo: “gemían en voz alta” (ἀνεστενάχοντο, 408 y 422), “llanto” (γόου, 408), “lloran (lamentando una muerte)” (κλαῖον, 409); para luego dar paso a la expresión de dolor individual de Áyax: “lamentándose mucho” (μέγα στενάχων, 427), “se lamentaba al tener en luto su corazón” (κῆρ ἀχέων ὀλοφύρετο, 431) y, finalmente, “lamentaba estas palabras” (ἔπος ὀλοφύρατο τοῖον, 434) para introducir el discurso directo:
En primer lugar, Áyax se dirige al cadáver de Aquiles14 señalando su carácter extraordinario entre los aqueos como “Aquiles, gran baluarte de los robustos argivos” (435), reiterando ἕρκος en el verso 449: “porque les arrebató a los aqueos gran baluarte”. Según Alexiou, los lamentos griegos tradicionales se inician, típicamente con una apelación en segunda persona del singular dirigida al muerto,15 que aquí podemos advertir a través de la forma verbal κάτθανες (436) y de la invocación al héroe (435).
A continuación, Áyax se refiere a un tiempo pasado inmediato y puntual -el más cercano respecto del presente- para realizar una declaración del estado de los hechos, mencionando las circunstancias (qué sucedió, dónde y cómo): “moriste en Troya, lejos de Ftía, la de vastas llanuras, abatido por una flecha perniciosa de un lugar imprevisto, de las que apuntan los hombres débiles en la agitación” (436-438). Áyax desconoce que la cobardía a la que él mismo se refiere viene de la mano divina de Apolo, pero los lectores conocen este dato a partir del mito.
Por otra parte, la impotencia del ejército aqueo se menciona no sólo en el discurso de Áyax (448-449) -vinculada a la figura divina de Zeus (446), cuyo poder (o plan divino) imposibilita al ser humano el hecho de modificarlo-, sino también en el de Agamenón, que se centra enteramente en la muerte de Aquiles héroe y guerrero excelente.16
Generalmente, los deudos se refieren en sus discursos al propio pesar o al dolor que la muerte le ha causado a un tercero. En torno a Aquiles gravita la preocupación por el desconsuelo que sentirá Peleo cuando sea informado de la muerte de su hijo, es decir que el dolor se desplaza a una tercera persona, en este caso el padre de Aquiles, ausente en la ocasión17 pero evocado a través del discurso. Áyax pone de relieve cuánto se verá afectado Peleo por la muerte de Aquiles: “¡Ay! ¡Ay! ¡Cuán grande será el dolor del anciano Peleo en sus palacios a causa de este gran pesar, mientras se encuentra con la desagradable vejez! Esta noticia le arrancará el aliento rápidamente” (450-452). La interjección de dolor (ὦ πόποι, 450) intensifica el padecimiento concreto de Áyax, pero también lo cohesiona con el disgusto futuro de Peleo.
Al final de este discurso, se resalta la vejez de Peleo -mediante los términos γέρων (450), γήραϊ (451) y γῆρας (455)- vinculada a la posibilidad de que el anciano muera en el mismo instante de conocer la noticia del fallecimiento de su hijo. En el caso de que esto no sucediera, Áyax sostiene que Peleo deberá transitar un doble sufrimiento: el duelo por Aquiles y, además, las dolencias propias de la vejez. En los últimos dos versos, Áyax plantea una antítesis entre los “bienaventurados” dioses (μακάρεσσι, 457) y los “sufridos mortales” (μογεροῖσι βροτοῖσιν, 458), resaltando el cambio de suerte que padecen los humanos debido a su condición mortal, incluso Peleo que era “inmensamente querido” (φίλος περιώσιον, 457) por los dioses.
Lamento de Fénix
El segundo discurso de lamentación es el de Fénix, que se introduce luego de que el narrador cierra la intervención anterior de Áyax con “así, indignado, se afligía por el Pelida” (ὣς ἀσχαλόων ὀλοφύρετο Πηλείωνα, 459). El γόος de Fénix posee una dimensión casi privada, basada en los recuerdos del anciano sobre su vínculo emocional con Aquiles, en contraste con el lamento de Áyax, que expresó sorpresa por la repentina muerte de Aquiles y constituye un elogio de sus virtudes.18
El narrador presenta a Fénix entre quejidos, “abrazado al cuerpo” (ἀμφιχυθεὶς δέμας, 461), “entristecido en su corazón” (ἀχνύμενος κῆρ, 462) e introduce su discurso directo con un verbo de “decir” que porta en su semántica intensidad y patetismo, “llamó a los gritos” (ἄϋσε, 462):
Desde el primer verso, el lamento de Fénix tiene la particularidad de estar atravesado por un estrecho vínculo afectivo que lo liga a Aquiles; es por esto que Fénix, en consonancia con sus intervenciones en Ilíada,19 se refiere al Pelida como “querido hijo” (463).
La muerte de alguien genera un nuevo estado de cosas en el contexto que rodea a esa persona, por esta razón se establece una nueva condición respecto de ese ser querido. Por un lado, en los lamentos se pone de manifiesto algo ya evidente de por sí: “moriste”, en este caso con Ὤλεό μοι (463) del cual brota la carga afectiva aportada por el uso del pronombre personal μοι en relación al vínculo entre Fénix y Aquiles; resulta una forma de reafirmar con palabras los hechos ocurridos, dar constancia de la muerte, con la particularidad de que se trata de una forma verbal en segunda persona del singular, es decir que se dirige al ser querido fallecido.
Por otro lado, en los lamentos podemos hallar manifestaciones de deseos irrealizables20 que suelen estar referidas a una pretensión de querer morir antes que el fallecido; aquí, por ejemplo, cuando Fénix expone: “¡Ojalá me hubiera tapado un túmulo debajo de la tierra antes de ver tu amargo destino!” (464-465). Esta expresión de deseos irrealizables se vincula al anhelo de que el ser querido estuviera aún vivo, dejando en evidencia las dificultades para asimilar la nueva situación.
Resulta incuestionable que, ante la muerte, el estado miserable y desdichado de los deudos es puesto en palabras por ellos mismos, refiriéndose en sus discursos al dolor propio o al de un tercero. Esta doble dirección aparece en el discurso de Fénix, quien, por una parte, manifiesta el dolor concentrado sobre su propia persona: “te me moriste, querido hijo, y dejaste un dolor por siempre inevitable” (463-464), “mi corazón se entristece angustiosamente porque es que ahora una tristeza lamentable se me presenta” (480-482) y “pues el dolor por ti será el más lamentable para ambos, para tu padre y para mí” (485-486). Por otra parte, Fénix afirma que desearía morir antes de que Peleo se entere de la muerte de Aquiles, es decir que se refiere al dolor que la muerte le ocasiona a un tercero: “¡Ojalá me consumieran mis gemidos, antes de que se enterara el irreprochable Peleo, pues creo que él se lamentará sin cesar, cuando le llegue la noticia!” (482-484).
Además de ser continentes de la pena, los dolientes expresan su magnitud a través de los γόοι, Fénix afirma: “pues a mí nunca me penetró en las entrañas ninguna otra pesadumbre peor” (465-466). En cuanto a la conmemoración del pasado, las referencias a sufrimientos previos del doliente, generalmente, se encuentran vinculadas al dolor del presente. Fénix remite a otros padecimientos al recordar el momento en que dejó su patria y a sus padres, hasta que Peleo lo recibió (465-469): “Pues a mí nunca me penetró en las entrañas otro dolor peor, ni cuando abandoné mi patria y a mis amables padres, huyendo a través de la Hélade hasta Peleo, que me acogió, me entregó dones y me puso a reinar a los dólopes”.
Este recuerdo se enlaza con el modo en que Fénix conoce a Aquiles y la relación íntima que se establece entre ellos (similar a una relación de padre e hijo). El anciano menciona recuerdos personales en torno al fallecido, particularmente una escena familiar con tono nostálgico de la niñez de Aquiles, donde se destaca su activo rol en la crianza del héroe desde pequeño (470-478):
y a ti, una vez que (Peleo) te tuvo entre sus brazos en su morada, te depositó en mi regazo y, amablemente, me encargó tu crianza, como si fueras mi querido hijo. Le obedecí. Tú, contento sobre mi pecho, a menudo me llamabas “papá”, diciendo palabras aún confusas de tus labios, y por tus caprichos de niño empapabas de lágrimas mi pecho y mi túnica. Con mucha alegría te sujetaba entre mis manos, porque es que mi corazón guardaba la esperanza de criar al protector de mi vida y defensa de mi vejez.
En el verso 480, con el uso de νῦν δέ, Fénix señala un cambio de temporalidad en el relato, vuelve al tiempo situacional presente, subraya el hecho de la muerte “pero ahora te has ido” (480) e intenta describir su duelo: “mi corazón se entristece angustiosamente porque ahora un lamentable luto me hiere” (480-482).
Por otra parte, hay referencias al tiempo futuro que, en este caso, se relacionan con el sentimiento de temor por lo que sucederá: Fénix teme, principalmente, por Peleo que se lamentará sin cesar cuando le llegue la noticia de la muerte de su hijo (485-486), haciéndose eco de las palabras de Áyax.
Según Alexiou, los lamentos generalmente presentan una estructura en tres partes:21 una primera parte (A) donde se realiza una apelación al muerto, ya sea comunitaria o personal; una segunda parte (B) en que el relato se proyecta a otras temporalidades (pasado/presente/futuro); y una tercera parte (A’) donde se recupera la apelación inicial. De acuerdo con esta estructura, el γόος de Fénix cumple perfectamente con las tres instancias del típico discurso de lamento, ya que en el inicio apela al difunto; luego, su narración se desplaza temporalmente; y, por último, sus palabras finalizan retomando la segunda persona del singular -referida a Aquiles- con el pronombre personal σέθεν (485) y σεῖο (486).
En el cierre de su discurso, por una parte, Fénix utiliza el pronombre personal dual νῶιν (485) para reforzar la idea de que se trata de un mismo dolor común entre él y Peleo, ambas figuras parentales de Aquiles; y, por otra, afirma que “muy entristecidos por tu muerte, rápidamente descenderemos bajo tierra, ansiosos, por encima del ingobernable Destino de Zeus” (486-487). Fénix manifiesta no sólo un dolor en común sino también un deseo compartido por ambos ancianos, el de preferir la muerte antes que seguir viviendo sin Aquiles (488-489).
Lamento de Agamenón
El narrador enlaza el lamento de Agamenón al dolor expresado por Fénix afirmando que el Atrida, que estaba junto al anciano, “se lamentaba mientras derramaba lágrimas” (ὀλοφύρετο δάκρυα χεύων, 491) y “gimió en voz alta” (ᾤμωξεν, 492):
El discurso de Agamenón empieza con una repetición de “moriste” (ὤλεο) al inicio del verso 493, y reiterado en 494 en idéntica posición inicial, reafirmando los hechos -la muerte de Aquiles- de la misma manera que lo hicieron Áyax y Fénix en sus discursos. La referencia al linaje del fallecido, al mencionar que quien ha muerto era el “hijo de Peleo, el mejor de todos los dánaos con mucho” (493), cumple la función de enaltecer la figura del héroe abatido. Finalmente, hay un reconocimiento público del valor heroico de Aquiles por parte del Atrida, pero ocurre a destiempo, cuando el héroe ya ha muerto; las distintas formas del pronombre personal σύ (495, 496, 497 y 499) refuerzan la dirección de su γόος hacia Aquiles, que ya no puede oirlo.22
Acerca de la relación temporal que se establece entre la muerte y la situación actual, podemos observar que este lamento en particular se erige como una declaración de las consecuencias inmediatas del deceso del héroe en estrecha vinculación con su condición de guerrero sobresaliente. Agamenón manifiesta una perspectiva pesimista respecto del combate23 en dos pasajes de su discurso al afirmar que, ahora que Aquiles está muerto, los aqueos están en grandes problemas y perderán la guerra: “y al vasto ejército de los aqueos lo dejaste sin baluarte.24 Pues, ciertamente, como tú pereciste, estamos más accesibles para los enemigos” (494-496) y “pues creo que no voy a encontrar el final de la guerra, porque pereció Aquiles” (502-503). Sus palabras se convierten en una especie de reproche donde incluso se le otorga mayor protagonismo al ejército enemigo, insistiendo en que a causa de la muerte de Aquiles se regocijan los troyanos (496) y “ahora luchan ansiosos junto a las veloces naves” (498); es decir que el cambio de suerte a raíz de esta muerte -ya sea de favorable a adversa, o al revés- se manifiesta en ambos bandos.
Del mismo modo que en el lamento de Áyax, Agamenón incorpora la figura de Zeus (499) al apelar a su promesa de que los aqueos tomarían la ciudad de Príamo y al cuestionarle si todo ha sido un engaño: “pero ahora no cumples lo que prometiste” (501); nuevamente νῦν δέ (501) instala la distancia entre dos situaciones contrapuestas. Agamenón llora, en efecto, a Aquiles como defensor del ejército aqueo, no como compañero; la perspectiva que presenta es la de Agamenón como comandante de los aqueos,25 cuestión que se reafirma con la frase que cierra su discurso: “creo que no voy a encontrar un término de esta guerra, al haber perecido Aquiles” (502-503).
Conclusiones
A partir del análisis del corpus abordado, resulta evidente que los discursos de lamentación proferidos por los varones en torno a la muerte de Aquiles recuperan una diversidad de aspectos propios de su tradición mítico-literaria mediante la incorporación y utilización de los tropoi que los conforman, como la dirección, la nueva condición del fallecido, el deseo irrealizable y el estado miserable de los familiares y amigos del fallecido, entre otros.26
Los tres lamentos fúnebres analizados comparten la particularidad de que están dirigidos al fallecido y, en los tres casos, la muerte de Aquiles genera, indefectiblemente, un nuevo estado situacional del contexto que lo circunda. Es por esto que, constantemente, se manifiesta lo evidente: Aquiles ha muerto, y mediante el uso de νῦν δέ se recalca este cambio que opera sobre la situación presente.
En estrecha vinculación con el desafortunado cambio de suerte que sobreviene a partir del deceso de un ser querido, ocurren las manifestaciones de deseos irrealizables, dejando en evidencia la dificultad de asimilar la nueva situación. Los deudos ponen en palabras su dolor, lo describen, lo cuantifican y lo intentan procesar terapéuticamente al compartirlo en comunidad.
En Posthomérica III, los lamentos masculinos son introducidos en la narración a través del discurso directo, son los propios personajes quienes lamentan en primera persona la muerte de un ser querido o valioso para la comunidad. Cada uno de los dolientes realza un aspecto particular del héroe y la ocasión: por una parte, Áyax es el encargado de describir el momento presente, vinculando hechos del pasado inmediato y anticipando el dolor de Peleo. Por otra parte, Fénix también reflexiona sobre el dolor que padecerá el padre de Aquiles, dolor íntimo que aparece reflejado en él mismo al representar una figura paterna cuando rememora la niñez del héroe y redunda en expresiones de deseos irrealizables. Por último, Agamenón reconoce el valor heroico de Aquiles pero antepone cuestiones de estrategia militar al dolor colectivo, haciendo que su lamento se torne reproche.