Introducción
Entre los pensadores del siglo XX, Albert Schweitzer fue el que advirtió con mayor lucidez hasta qué punto la supervivencia y la prosperidad de una civilización dependen de que tenga una correcta visión del mundo (Weltanschauung). Nunca se cansó de repetir estas palabras: “Debemos reconocer sin falta que la raíz de todas las catástrofes y desgracias que nos aquejan es que carecemos de una visión del mundo”.1
Skolimowski nos hace preguntarnos cuál ha sido la visión del mundo que hemos tenido en los últimos años y si esta ha causado problemas sociales, morales, económicos, políticos y principalmente ambientales. Las civilizaciones antiguas tenían una Weltanschauung del mundo y la naturaleza distinta a la actual. La veían y concebían como un ente vivo al que se le debía la existencia, al tener la capacidad de dotarnos de sustento, por lo que se le respetaba, amaba y veneraba. “Uno de los contrastes más notables entre los mundos antiguo y moderno es la mayor dependencia directa que los pueblos antiguos tenían respecto del mundo natural. No había entonces una vasta tecnología que se interpusiera entre los seres humanos y la naturaleza. La intimidad con la naturaleza y la sensibilidad hacia sus ciclos era la regla.”2
Por ejemplo, las civilizaciones antiguas griega y fenicia desarrollaron su cultura y sus manifestaciones artísticas influenciados por el mar, justamente por su situación geográfica, lo que los llevó a desarrollar habilidades navales y comerciales; a diferencia de los pueblos asirios y persas, que no vivían en el mediterráneo. Las plantas, vegetales y los animales que habitaban en sus regiones influyeron totalmente en sus culturas, costumbres, religión y cosmovisión.
El arte y la literatura de todas las civilizaciones están llenos de motivos inspirados por el mundo de la naturaleza. Me vienen a la mente ejemplos tales como los frescos minoicos con representaciones de pulpos y delfines que saltan, los relieves asirios con leones, o la descripción homérica del bosque cercano a la Cueva de Calipso en la Odisea. También en la filosofía se dejaron sentir los efectos de la naturaleza: Tales, quien dijo que el mundo estaba hecho de agua, vivió en la costa del Mar Egeo. La religión estuvo profundamente imbuida en la naturaleza. La mayor parte de las religiones primitivas daban importancia a la naturaleza y honraban a ciertos animales, plantas y lugares.3 […] La relación que estas antiguas civilizaciones tenían con su ambiente natural fue determinada, en parte, por sus actitudes características hacia la naturaleza. Ciertamente que los actos de la gente tienden a reflejar sus percepciones y sus valores. Un pueblo que, en su mayor parte, ve ciertos objetos naturales como sagrados, los tratará en forma diferente que quienes los ven meramente como cosas de uso.4
Es evidente que mientras más progresaban y crecían estas civilizaciones antiguas fueron necesitando de más recursos naturales y se fueron poco a poco devastando los bosques de Grecia por la cantidad de madera que necesitaban para sus barcos, aunque hay evidencia de que se realizaba reforestación. Lo mismo sucedió en la minería y en la caza. Sin embargo, las primeras comunidades veían a la naturaleza como algo sagrado.
Este carácter sagrado es más evidente en las primeras civilizaciones, quienes estuvieron totalmente asombrados por la bóveda celeste “y admiraron el fenómeno misterioso de la vegetación, de los árboles, los bosques, la primavera, el verano, el otoño; el crecimiento, la maduración, los frutos”.5 Vieron la naturaleza y el cosmos como algo superior, algo sagrado que tiene vida; por lo que la respetaron y la adoraron. Su visión del mundo fue sagrada.
Esta Weltanschauung la representaron en sus pinturas de forma simbólica y fueron construyendo un imaginario que narraba y daba explicación, de alguna manera, a la existencia del ser humano y el cosmos. Esta visión del mundo estaba construida a partir del respeto ante la vida y la naturaleza. Ya que a la propia tierra la veían y reconocían como un ente sagrado que dota al ser humano de alimento, hogar y protección, siendo una madre bondadosa. Asimismo veían con respeto a todos los seres que habitan la tierra. Cazaban para alimentarse, pidiéndole al animal permiso, no como el hombre moderno, que mata por matar, o por negocio, sin ningún respeto ni consideración. Porque ve como “cosas” u “objetos” a los animales, así como ve también a la tierra.
Es innegable que no podemos comparar la cultura y el contexto social, político, ético, etc., de los antiguos pueblos con la civilización actual; son concepciones total y radicalmente diferentes; y precisamente esta diferencia alude a la distinta visión del mundo (Weltanschauung) que ambas culturas poseen. Algunos autores califican y juzgan a las culturas antiguas como llenas de mitos, explicaciones fantasiosas, rituales y magia, como si todos esos elementos de la cultura propia del pueblo los hicieran menos civilizados que la cultura moderna. De hecho, todos esos elementos son despreciados por la ciencia moderna y son el pretexto ideal para justificar que la civilización moderna ha progresado mucho y que ellos fueron inferiores. Y a los pueblos indígenas que todavía han sobrevivido se les discrimina injustamente. Habría que preguntarnos en qué consiste la noción de progreso y si realmente la civilización moderna ha progresado.
Es cierto que estudiar a las culturas antiguas es bastante complejo6 ya que los parámetros que tenemos en la actualidad son totalmente distintos y nuestro estudio se tiene que hacer a través de nuestra visión del mundo actual. Sin embargo, es posible reconocer que es muy importante el papel de la interpretación para dilucidar el sentido profundo de los símbolos y elementos culturales de los pueblos antiguos. Así como los valores implícitos en su visión del mundo (Weltanschauung). Tomando siempre en cuenta el papel fundamental del contexto que se está indagando, el cual es posible explorar a través de las manifestaciones culturales preservadas de los pueblos antiguos.
Es fundamental asomarse a la cosmovisión de los pueblos de la antigüedad para esclarecer cómo y por qué el ser humano ha interferido en el equilibrio de los ecosistemas e intentar resarcir lo dañado, cambiando y modificando para bien nuestra manera de ver a la naturaleza y al cosmos. Es decir, construir una nueva visión del mundo (Weltanschauung) a partir de la conciencia que tienda a la armonía, a la mesura y a la proporcionalidad. Para lograr esto, se analizará la propuesta de la filosofía viva, propuesta de Henryk Skolimowski, en su obra: Filosofía viva. La ecofilosofía como un árbol de la vida. Pero antes de analizar la ecofilosofía de Skolimowski, veamos brevemente su contexto y sus influencias filosóficas.
Contexto e influencias filosóficas de Skolimowski
Henryk Skolimowski nació en Warsaw, Polonia, en 1930; vivió la segunda Guerra Mundial. En 1944, cuando tenía 14 años, vio pasar los tanques alemanes en las calles de su pueblo, sufrió los embates de la guerra hasta que fue exiliado a Londres por el gobierno polaco. Se refugió por mucho tiempo en la biblioteca pública de Warsaw en 1945,
Around this time, I discovered a Public Library. With all the windows intact. Moreover, it was a stately building, constructed in 1898, which survived. It contained all the fixtures of traditional libraries. Long tables, high ceilings, reverential silence and gentle effortless service. This library had become my heaven. I experienced there the sense of order, permanence and wisdom emanating from the books. In this library, I spent endless hours over the years. This was the beginning of my true education.7
Leyendo los libros de la biblioteca, Skolimowsky se preguntaba acerca de cuestiones existenciales: ¿qué es el ser humano?, ¿cuál es su destino?, etc., lo que lo llevó a buscar respuestas en esas lecturas. Le fascinó leer a Plutarco desde una edad muy temprana, leyó también la psicolgía de Freud, Jung, Adler. Leyó bastantes libros de literatura, como Flaubert, Stendhal, Zola, Victor Hugo, así como la literatura rusa: Dostoyevski, Tolstói, Turguénev. De igual manera leyó las tragedias griegas, y así lo comenta en su autobiografía: se topó con Platón y ahí comenzó a desarrollarse una nueva historia.8 Platón lo llevó a plantearse problemas filosóficos que le interesaron sobremanera, lo que lo llevó a preguntarse: ¿la descripción de la realidad es una construcción?
La lectura y profundización de Platón fue el inicio en el estudio de otros filósofos, como Aristóteles. La situación de la guerra lo llevó a tratar de entender las cuestiones políticas, la diferencia entre la democracia y el comunismo, lo que le permitió simpatizar con los conceptos de justicia y equidad. Interés que lo llevó a estudiar con especial atención a Marx, Engels, Lenin y Stalin, entendiendo sus argumentos y teorías. Estudió filosofía en la universidad y tuvo como mentor al reconocido filósofo Tatarkiewicz. Estuvo en las universidades de Oxford, Harvard, Princeton, Berkeley y otras alrededor del mundo. Una de las que le interesó mucho fue la Universidad de Tel Aviv en Israel en 1971 y la Universidad Hebrea de Jerusalem, donde pudo discutir algunas cuestiones filosóficas que estaba investigando.
Estando en Oxford, Skolimowski se vio atraído por la filosofía de Karl Popper, a quien conoció y estudió con detenimiento; se interesó en el tema de la naturaleza del conocimiento en la era post-Einstein. Realmente encontró en la mente de Popper un logos en acción, que posteriormente le sirvió como base para su planteamiento filosófico de la ecofilosofía.
En 1964 fue invitado por la Universidad del Sur de California a dar clases de filosofía de la ciencia; ahí empezó a investigar la relación de la ciencia con la tecnología, “imperceptibly, my Philosophy of Science became also the Philosophy of Tecnology”.9 Vivir en Los Ángeles, California, lo llevó a reflexionar profundamente en la vida consumista americana, el tráfico, la contaminación, los freeways, etcétera.
En 1969 la mit Press publicó un libro titulado: Paolo Soleri’s Book Arcology: The City in the Image of Man; Skolimowski quedó impresionado con el título, quedó fascinado con el concepto de Paolo Soleri, un famoso arquitecto que fusionó la arquitectura y la ecología para resolver distintos problemas que han surgido a partir de la sociedad industrializada y urbanizada; por ejemplo: el aumento de la población, la energía, los recursos naturales, la escasez de alimento, etc. Soleri construyó una ciudad con una arquitectura ecológica en Paradise Valley, en Arizona; la llamó Arcosanti. Skolimowski escribió un artículo acerca de este concepto y Soleri lo invitó a conocer este nuevo tipo de ciudad.
Paolo Soleri se inspiró en Teilhard de Chardin para la conceptualización de esta ciudad con arquitectura ecológica; Skolimowski se identificó de inmediato con esta nueva propuesta porque él también había estado inspirado en Teilhard de Chardin. Quien les hizo ver y reconocer la urgente necesidad de evolucionar la conciencia de nosotros mismos y asumir responsabilidad en todo lo que emprendemos, sobre todo en nuestro hábitat. Esta experiencia en Arcosanti enseñó a Skolimowski que se podían conjuntar el logos y la praxis en la aplicación y resolución real de los problemas del mundo para lograr construir una nueva sociedad. A partir de estas ideas empieza a construir una nueva propuesta filosófica a la que denominó ecofilosofía; a principios de los años ochenta nadie había usado ese término. En 1981 publicó Eco-Philosophy: Designing New Tactics for Living; en 1986, The Theatre of the Mind; en 1993, A Sacred Place to Dwell, y en 1994, The Participatory Mind.
Skolimowski hace una crítica a la sociedad occidental, a la idea de progreso, a la manera en que el ser humano ha actuado y ha generado una devastación en la naturaleza, al egoísmo humano. Posiblemente su pensamiento se vio influido por la concepción dinámica de la Naturphilosophie, expuesta por Schelling como su principal promotor y otros pensadores de la época como Goethe y Humboldt, quienes reaccionaron en contra de las ideas científicas de Bacon y Newton; específicamente estaban en contra de la cosmovisión mecanicista de la física clásica; la Naturphilosophie defendió una concepción orgánica y holística de la ciencia. Schelling sostuvo que la naturaleza es un sistema orgánico integrado e interconectado. Estas ideas influyeron entonces en los distintos investigadores científicos que avanzaron en la electricidad y el magnetismo, como Ampère y Faraday. La Naturphilosophie alcanzó su culmen durante las dos primeras décadas del siglo XIX; y a partir de entonces decayó por la influencia creciente del positivismo.
De acuerdo con la Naturphilosophie, la naturaleza concibe como un sistema orgánico y se le fue nombrando de distintas maneras: Humboldt en 1808 la denominó “cuadro de la naturaleza”, describiendo diversos procesos naturales relacionados, insistiendo en la unidad de la naturaleza, en el cosmos. Posteriormente Flahaut y Schröter la denominaron “asociación” en 1910, por el conjunto de organismos unidos y relacionados. Suess en 1875 y Vernadskii en 1920 le llamaron “biósfera”, que es la zona en donde se concentra la vida y se interrelaciona. Möbius en 1877 la denomina “biocenosis”, que va a ser la primera aproximación al concepto de ecosistema. Tansley en 1935 le dice “ecosistema”, que es la interacción de factores bióticos y abióticos. En 1971 Lovelock presenta la hipótesis Gaia.10
La filosofía viva-ecofilosofía de Henryk Skolimowski
Skolimowski propone en su filosofía una nueva visión del mundo, una Weltanschauung que tenga como base una “reverencia por la vida”, valor fundamental que transforma la actitud que tenemos ante el planeta y la naturaleza, a la que denominará ecofilosofía, la cual implica una nueva forma de percibir y actuar en la realidad. Es decir, Skolimowski intenta sustentar los fundamentos para reformular la raigambre filosófica a través de un nuevo valor como lo es la “reverencia por la vida” para ir transformando la percepción de la naturaleza y lograr un cambio en la visión del mundo, ya que por siglos ha habido una visión antropocéntrica y tal Weltanschauung ha afectado y destruido a la naturaleza porque se le ha visto como un objeto inerte sin vida que se puede usar, utilizar y manipular.
Skolimowski considera que el ser humano atraviesa por crisis económicas, sociales, políticas, etc., porque hay una “[…] deficiencia de nuestro código para interpretar la naturaleza, y esta conduce a la deficiencia en nuestra relación con ella”.11 Se debe conocer a la naturaleza de una manera distinta, desde una nueva racionalidad. Así como cambiar también nuestro modo de vida, que esté fundamentado en una austeridad.
La ecofilosofía es una reafirmación racional de la visión unitaria del mundo, una visión en la que el cosmos y la especie humana pertenecen a la misma estructura. Sin desprenderse de los mejores aspectos de la tradición racional occidental, la ecofilosofía trasciende los efectos paralizantes de la racionalidad mecanicista. Ninguna visión del mundo realmente nueva puede ser irracional o antirracional. Necesitamos desarrollar una racionalidad alternativa. Eso es, entre otras cosas, lo que la ecofilosofía intenta ofrecer: una forma de racionalidad que no ofenda a la razón, sino que, por el contrario, la celebre y la ensalce de manera mucho más espléndida de lo que nunca permitirá el paradigma mecanicista.12
La intención de la ecofilosofía es lograr transformar la conciencia mecanicista heredada por la filosofía moderna cartesiana, que concibió a los animales y a la naturaleza en general como objetos que pueden ser manipulados, explotados y utilizados para el beneficio de la humanidad; a una conciencia ecológica que tenga en la base el valor principal que es la vida. De esta manera, cualquier ser vivo que habite la tierra debe ser concebido bajo una percepción reverencial, esto es, el reconocimiento absoluto de su valía, simple y sencillamente porque tiene vida. Es el respeto a la vida en todas sus manifestaciones; es una nueva Weltanschauung, más compasiva, amorosa, generosa y reverencial. Que una a todos los seres humanos en esta nueva interpretación de la naturaleza que implica una nueva tarea: el cuidado de todos los seres vivientes y del propio planeta.
Se requiere de una nueva visión unitaria del cosmos porque todo está unido; los mismos científicos lo reconocen: Skolimowski estudia a David Bohm, un físico que por sus investigaciones afirma:
[…] que vivimos en un universo en continuo despliegue. […] todas las cosas están conectadas en un sentido fundamental, primordial, cosmológico (“el universo entero es básicamente una sola unidad indivisible”). Por consiguiente, las partículas elementales pueden saber de algún modo lo que están haciendo otras partículas (en los experimentos sobre entrelazamiento, por ejemplo, si se hace cambiar el spin de una partícula, esto provoca que cambie el spin de la partícula con la que está entrelazada independientemente de la distancia que las separe).13
Las investigaciones científicas como la que Bohm aporta “nos ha hecho conscientes de que la naturaleza es un sistema holista. Sus elementos son codependientes y se determinan mutuamente. La naturaleza de esta sutil red es tal que, si tocamos la red en un punto, ese contacto reverbera en todos los demás, puesto que todos los elementos están conectados”.14 Skolimowski, siguiendo la teoría del científico Bohm, considera que es urgente gestar una nueva cosmología que contemple la unidad de todas las partes que conforman a la naturaleza, dándole valor y respeto a todo para construir una nueva ética que asegure adecuadas y racionales acciones. Que asuman una responsabilidad y que contribuyan al cuidado del medio ambiente y de la naturaleza en su totalidad. Es decir, dejar de llevar a cabo acciones irrespetuosas que estén motivadas por intenciones pragmático-utilitarias que dañan profundamente una parte del ecosistema, pero que en realidad afectan a la naturaleza entera. Evitar a toda costa los valores establecidos por la sociedad tecnológica de consumo y explotación, como son la eficiencia, el saqueo, el control y el poder, para reemplazarlos por la austeridad, belleza y armonía del cosmos.
El problema es que actuamos erróneamente porque tenemos una Weltanschauung equivocada. Esto es, “actuamos en el universo según cómo lo interpretamos. Si interpretamos el universo incorrectamente, actuaremos incorrectamente”.15 La hermenéutica que hemos hecho de la naturaleza ha sido principalmente concebirla como un “objeto” o una “cosa” que se puede manipular y explotar a nuestro antojo. Skolimowski, con su propuesta de ecofilosofía, nos invita a cambiar esta concepción para reconocer en ella su justo valor: la vida. Y hacer una reconsideración moral para cambiar nuestro actuar.
La elección de nuestra cosmología determina no solo nuestra imagen del mundo, sino también el sentido de nuestras acciones. Pues la cosmología determina no solo el universo físico que nos rodea, sino también, indirectamente el lugar que ocupamos en él. Si damos por supuesto que el universo no es más que materia física, nos será muy difícil acomodar la espiritualidad en su interior. Si partimos de la base de que el universo es divino, nuestra espiritualidad fluye con naturalidad, como un aspecto intrínseco a él, no como una anomalía. Si damos por supuesto que el universo es ordenado y armonioso, nos veremos impulsados y animados a considerar que nuestras vidas son armoniosas y están conectadas. Si damos por supuesto que el universo es caótico, o, peor aún, que es un pozo de podredumbre, nos veremos autorizados —e incluso alentados en cierto modo— a creer que nuestra vida carece de sentido, o, peor aún, que es una basura que refleja la basura del universo.16
Por lo que es fundamental cambiar nuestra perspectiva de la naturaleza y reconocer su valor, para que nuestras acciones estén encaminadas al cuidado, respeto y reverencia, ya que el ser humano es su custodio y guardián; tenemos una gran responsabilidad, ya que el destino del planeta está en nuestras manos.
La ecocosmología propuesta por Skolimowski evita totalmente la cosmología mecanicista17 que cosifica a la naturaleza, para construir una nueva Weltanschauung que vea e interprete al cosmos como un ente vivo que merece consideración moral, amor y respeto. Ya que “nuestra civilización está en una nueva coyuntura, en una encrucijada; necesitamos de una nueva cosmología para llegar a alguna parte. Repitámoslo: la cosmología proporciona las raíces de las que surgen multitud de cosas. Parafraseando a T. S. Eliot: “Una concepción errónea del universo entraña en algún punto una concepción errónea de la vida, y el resultado es un desastre inevitable”.18
La ecocosmología de Skolimowski concibe una teoría de la mente participativa, en la que se nos aclara que los seres humanos no somos simples observadores de la vida en el cosmos, somos participantes, llevamos a cabo actos de cocreación. Participamos activamente en la existencia y nuestras acciones particulares van modificando al todo y se generan gracias a una mente que es esencialmente participativa.
La concepción de la mente participativa sostiene que la mente está presente en todos los productos de nuestro conocimiento y en todas las imágenes del mundo. Se trata de la condición noética: la presencia de nuestra mente en todas las formas de nuestro conocimiento y de nuestra comprensión. Todo lo que recibimos del mundo pasa a través del filtro de nuestra mente. Si no lo traspasa, no lo recibimos. Si fuéramos una especie diferente y tuviéramos otra estructura mental, nuestra imagen del mundo y nuestra comprensión de él serían diferentes. Por lo tanto, aunque estamos vinculados por nuestra mente, que configura la realidad, nunca podemos describir el cosmos tal como es. Siempre participamos en lo que describimos. Nuestra descripción es una fusión de nuestra mente y de “lo que hay ahí”. Nuestra mente se nutre invariable e infatigablemente (a través de sus diversas facultades y sentidos) de los datos amorfos y primordiales del universo.19
Todo lo que decimos, comprendemos, describimos y aseveramos del mundo no es lo que es exactamente la naturaleza; es en realidad un acto interpretativo en el que va de por medio nuestra concepción, mente y contexto. La interpretación que llevamos a cabo describe y comprende al cosmos desde nuestra propia mente activa y, en este sentido, tenemos una mente participativa. Somos cocreadores de la realidad que vivimos. La acuñamos constantemente al interpretarla.
Al percibir la realidad o cualquier aspecto de esta, la mente siempre procesa y, al hacerlo, transforma activamente esa realidad. Reflexionemos sobre el significado de las dos frases anteriores: “procesa la realidad” y “transforma la realidad”. Ambas son fundamentalmente inadecuadas, puesto que sugieren la existencia de una realidad autónoma “en el exterior” sobre la cual la mente se aplica y trabaja. Esta imagen es totalmente descabellada. No existe tal cosa como una realidad que la mente consulta y sobre la que trabaja. La realidad se da siempre junto con la mente que la comprehende. No tenemos ninguna idea sobre lo que podría ser la realidad tal cual es, dado que invariablemente, cuando pensamos en la realidad, cuando la contemplamos (de cualquier forma), se nos presenta ya transformada por nuestras facultades cognitivas.20
La realidad no es autónoma, no existe por sí misma; la realidad surge en el momento en el que la mente la concibe en su acto interpretativo que, según Skolimowski, es una mente participativa. La realidad está siendo articulada continuamente a través de la mente. Él no quiso decir que la realidad externa (la naturaleza) no exista, que sea solo creada por la mente humana. Más bien piensa que la realidad humana se da gracias a un constante acto de interpretación de la naturaleza, en la que la mente se vuelve cocreadora de la realidad al contemplarla para conocerla. Asimismo, la mente no es un elemento aislado de la realidad; la mente es participativa de la naturaleza y crea su realidad a partir de ella.
Estas son algunas de las principales ideas de la teoría de la mente participativa: La mente es parte de lo real. Es un fragmento de la evolución que se despliega a sí misma. Pero se trata de un fragmento muy especial: una vez que emerge, actúa como instrumento refractario, “se pliega” a la realidad de acuerdo con sus leyes particulares, inclinaciones y facultades. La mente es un elemento particular de la realidad: forma parte de ella y, al mismo tiempo, se mantiene aparte.21
La mente tiene esta doble naturaleza; es decir, es parte de la realidad al participar de ella y, al mismo tiempo, es individual, se mantiene independiente de la naturaleza y del mundo. Es interactiva y cocreativa; ella es fundamental; es a través de ella que se capta la realidad. Y mientras más rica y conocedora sea la experiencia de la persona, la realidad se captará y descifrará de una forma más multifacética y profunda; por el contrario, si la mente que interpreta la realidad es muy básica, entonces la experiencia de la realidad será más superficial y simple. Ya que “el organismo obtiene de la realidad tanto como pone en ella”.22
Concebir de esta manera al ser humano, como un ente participativo, implica la unión del microcosmos con el macrocosmos, en el sentido en que hay una comunión entre el hombre y el mundo. Hay una unicidad, una especie de integración de lo separado, hay una relación estrecha de coexistencia, una mutua colaboración. Cada acto de interpretación de la realidad equivale a participar en la creación de la realidad; según Skolimowski, “Contemplando estamos expresando. Entrelazando (articulando) estamos creando participativamente. En el acto de entrelazar, la mente y la realidad se funden; la realidad se convierte en un aspecto de la mente”.23
Skolimowski contrasta la noción del universo estático de la física clásica, el empirismo y la mente pasiva, con el universo del devenir, que está creándose constantemente, que apoya la nueva concepción física, para sostener que el ser humano tiene una participación creativa en la interpretación del cosmos, es decir, tiene una mente participativa. Esta teoría tiene fuertes implicaciones epistemológicas y ontológicas que impactan obviamente a la ciencia y a la filosofía, sobre todo a la noción del mundo y a la concepción de la naturaleza. Por ejemplo, esta teoría nos llevaría a afirmar que “no existe una realidad objetiva en sentido absoluto, así tampoco la objetividad es independiente de nuestras facultades cognitivas”.24 El concepto de verdad25 absoluta también se diluiría y se pondría en tela de juicio el conocimiento objetivo que se puede obtener de la realidad, como algo único, cerrado, estático. Lo que nos llevaría a eliminar las interpretaciones univocistas de la realidad. Ya que en realidad Skolimowski está pensando que no hay una sola explicación objetiva de la realidad. La estamos construyendo a cada momento con nuestra mente participativa a través de los distintos instantes interpretativos. “Sin mente, no hay articulación del conocimiento, ni física cuántica, ni cosmología, ni quarks. Todos estos son productos creativos del genio de la mente. La mente participativa es una de las principales actrices en el escenario del universo participativo”.26
Esta mente participativa interpreta y recrea la realidad y la naturaleza desde una nueva perspectiva, ya que lo hace desde la actitud plena y auténtica de reverencia por la vida. Desde el reconocimiento de que la naturaleza no es un “objeto” que es manipulado y utilizado, desde el reconocimiento de que es un ente vivo y que tiene todo el valor y merece el absoluto respeto. De esta manera, la ecofilosofía planteada por Skolimowski es un planteamiento filosófico “que orienta su reflexión hacia la vida, a diferencia de la filosofía contemporánea, que se orienta hacia el lenguaje”.27 Además, la ecofilosofía tiene en este sentido un compromiso con los valores tanto humanos como de la naturaleza y de la propia vida; en cambio, la filosofía contemporánea occidental está comprometida con la objetividad, “la cual es un producto de la mente y no existe en la naturaleza”.28 La ecofilosofía es una filosofía en construcción, totalmente integradora, ya que no solo considera valioso al ser humano, sino a todo ente vivo. En ella es fundamental llegar a la comprensión de que el ser humano es una extensión de la naturaleza y entre esta y el hombre hay una innegable conexión.
Por otro lado, la ecofilosofía pone en tela de juicio la noción de progreso, ya que a través de la historia hemos visto cómo la visión del mundo establecida por los filósofos empiristas y racionalistas hizo que el progreso material y la explotación de la naturaleza se vieran como lo mejor para la humanidad por el hecho de que reportan remuneración económica. La ecofilosofía hace una crítica a esta postura y considera que esa Weltanschauung materialista y explotadora ha puesto en conflicto a la propia vida y al equilibrio medioambiental.
Skolimowski denomina “orgía del derroche”29 a la cantidad de miles de toneladas de basura30 que se producen cada día en todo el planeta, gracias a la mentalidad del consumo desmedido, situación que está poniendo en un punto de quiebre al planeta, de lo cual somos responsables. Deberíamos de asumir esa responsabilidad reduciendo el consumo, asignándole no solo el mayor valor, sino el total valor a la vida y siendo cooperativos. Erradicar en la medida de lo posible la inercia de evadir nuestra responsabilidad e intentar transformar el hábitat que nos rodea.
La eco filosofía constituye un nuevo capítulo de nuestro diálogo continuo con el universo, siempre cambiante. Al transformarnos a nosotros mismos y al transformar nuestras relaciones con el cosmos, lo transformamos y lo creamos. Estamos saliendo del letargo de la inercia tecnológica con una conciencia acrecentada de nuestro destino, que consiste en construir un mundo responsable asumiendo nuestra propia responsabilidad, un dotar al mundo de sentido y compasión, y en continuar la historia inacabada de Prometeo, la historia del desarrollo del humano, que tiene en los grandes sistemas filosóficos del pasado un ejemplo esplendoroso y modélico.31
Los valores instrumentales que prevalecieron en la historia de la humanidad deben ser cambiados; lo económico, lo material, la utilización de los recursos y la sobrexplotación deben quedar atrás. La vida, la bondad, la belleza, el bien deben de ser restituidos, los antiguos filósofos como Platón los contemplaban como base o fundamento de la filosofía. Ahora es tiempo de recuperarlos para asegurar la supervivencia de la humanidad y de todos los seres que habitan este planeta. Otro valor fundamental para la ecofilosofía es la reverencia, ya que esta es la actitud sumamente valorada y fundamental de reconocer en el otro la vida y por lo tanto se le otorga el total y absoluto respeto; se trata de la valoración completa de la vida en la naturaleza.
La reverencia es una consecuencia de nuestra conciencia de la deslumbrante magia del desarrollo evolutivo. Cuando realmente somos conscientes de hasta qué punto es gloriosa la arquitectura del universo, de lo intrincado que resulta el tapiz de la evolución, de lo exquisitas que son las facultades de la mente humana y de cómo todas esas fuerzas del universo se conjugan en una maravillosa sinfonía, solo podemos reaccionar con asombro y reverencia. Por lo tanto, la reverencia parece surgir de un acto de comprensión profunda, no de las partes aisladas, sino de la gloriosa totalidad que actúa al unísono.32
La actitud de reverencia surge cuando el ser humano se asombra de la naturaleza, cuando comprende que esta está totalmente conectada y viva; ante esa majestuosidad y perfección, el sujeto se inclina en un completo acto de admiración y respeto. Es un acto de agradecimiento y sensibilidad por la vida, es un reconocimiento del valor milagroso de la vida, su belleza y perfección. Y finalmente se puede ampliar la reverencia y no solo sentir respeto por la naturaleza, sino por todo el universo, incluidas todas las especies. La reverencia entonces implica una comprensión y una interpretación mucho más profunda; es la valoración del ser en todas sus manifestaciones vivas. Por lo que la reverencia va a ser uno de los pilares ontológicos fundamentales en la ecofilosofía o filosofía viva de Skolimowski, ya que el Ser es dador de vida y el ser humano debe tener reverencia y respeto a la vida misma, a su sustento ontológico. Además de que esta va a permitir el cambio de Weltanschauung tradicional mecaniscista y positivista a uno más humano, más vivo y totalmente respetuoso.
La reverencia por la vida llevará a las personas conscientes a actuar en la realidad bajo una perspectiva ecoética, como Skolimowski la ha denominado. En donde prevalezcan los valores ecológicos, el primero y principal es el ya mencionado: “reverencia por la vida; otro es la responsabilidad por nuestra vida y por el cosmos entero […]. El tercer valor es la austeridad, entendida como gracia sin derroche, o como precondición de la belleza interior, […] la búsqueda de la sabiduría […] y la autorrealización”.33
Sabiduría es lograr la comprensión profunda de la naturaleza y el cosmos para tener una Weltanschauung respetuosa y una actitud humilde, siempre reverenciando la vida. Actuar como colaboradores inteligentes y valorar la vida que es en realidad la riqueza del cosmos. Esto es autorrealizarse, lograr ser personas conscientes, completas, conectadas y responsables.
Si percibimos el cosmos con actitud reverencial, elaboraremos descripciones reverenciales, realizaremos acciones reverenciales y trataremos reverencialmente a los demás; si percibimos el cosmos mecánicamente, nuestras descripciones serán mecanicistas y nos relacionaremos con el prójimo de manera mecanicista. Insisto: a menos que percibamos el cosmos de forma reverencial, no podremos aspirar a actuar en él con la reverencia que nos permita sanar la tierra, en lugar de dañarla.34
La filosofía viva o ecofilosofía es la propuesta filosófica que permitirá dejar atrás la Weltanschauung moderna-mecanicista que interpretaba a la naturaleza como un “objeto” y nos aproximará a cambiar la perspectiva y reconocer la vida en la naturaleza como el principal valor, lo que construirá una actitud ecoética de reverencia que abrazará el cosmos en una actitud participativa. Es la comprensión de que “el hombre es una extensión de la naturaleza y que la naturaleza es una extensión del hombre”.35
La ecofilosofía constituye un nuevo capítulo de nuestro diálogo continuo con el universo, siempre cambiante. Al transformarnos a nosotros mismos y al transformar nuestras relaciones con el cosmos, lo transformamos y lo cocreamos. Estamos saliendo del letargo de la inercia tecnológica con una conciencia acrecentada de nuestro destino, que consiste en construir un mundo responsable asumiendo nuestra propia responsabilidad, en dotar al mundo de sentido.36
El sustento ontológico de la filosofía viva
Una nueva Weltanschauung desde la ecofilosofía de Henryk Skolimowski pretende poner en tela de juicio la noción de progreso del mundo actual, ya que esta ha hecho que realmente los individuos crean que la felicidad se logra con la acumulación de bienes materiales, visión errónea que ha provocado la devastación de la naturaleza. Skolimowski se cuestiona por el verdadero sentido que tendría la existencia humana, el cual no tiene que ver con la errónea forma de vivir que trae consigo la noción de progreso actual. ¿Cuál sería entonces el sentido de ser y estar en el mundo? Se percata de que la Weltanschauung actual no está sustentada por un sentido del ser, más bien en un sentido del tener, visión del mundo consecuencia de la ciencia positivista, del capitalismo, de la industrialización, de la tecnología, del pragmatismo, que motivan un modo de vivir y actuar sin un fundamento ontológico, únicamente basado en el consumo. Los individuos viven realmente creyendo que el sentido de la vida es la acumulación de bienes y capital. Y llaman progreso en la posmodernidad al hecho de poder comprar un auto Mercedes, a pesar de estar vacíos37 internamente y no tener un sentido de su existencia y de su ser. De esta manera podemos enlistar algunos rasgos de la posmodernidad que han hecho que la Weltanschauung actual esté fragmentada: “Disolución de la noción de fundamento. Fin de la metafísica. La base está necesariamente en lo lingüístico […]. Pérdida de sentido del todo”.38
Skolimowski, consciente de la pérdida de fundamento ontológico en esta época de la posmodernidad que se caracteriza por la fragmentación y el sinsentido, ve la importancia de fundamentar una filosofía más sólida, más fuerte, que le dé una base o guía al ser humano y lo lleve a encontrarle un sentido al ser. Hace una crítica profunda a la filosofía analítica anglosajona del siglo XX para afirmar que “la filosofía debe rexaminar su posición, sacudirse el polvo de sus dogmas y estar preparada para impregnarse con nuevas ideas y con una nueva vitalidad”.39 Una filosofía que deje de hacer más amplio el abismo entre la vida y el pensamiento. Una nueva Weltanschauung que cuestione los límites de la comprensión analítica y empirista de la realidad; y encuentre soluciones reales a los problemas sociales, éticos, ecológicos y ontológicos que necesitan ser resueltos.
La propuesta de Skolimowski es construir “la ecofilosofía, que tendría como objetivo proporcionar una nueva metafísica para nuestra época”.40 Sustentada en el ser como vida, en el ser vivo.
La filosofía analítica nació de un agresivo impulso de eliminar la metafísica y la religión. En la medida en que el intento tuvo éxito, las consecuencias fueron desastrosas. La muerte de la metafísica, tan llamativa entre los pensadores analíticos, demostró ser una espada de doble filo: por un lado, implicaba la eliminación de muchas formas de mala filosofía, pero por otro significaba la creciente esterilización de la imaginación filosófica. La metafísica es la fuente del pensamiento especulativo. Sin pensamiento especulativo no hay filosofía nueva.41
Filosofía viva o ecofilosofía que tenga un compromiso con los valores humanos y con la propia vida, ese es entonces el verdadero sentido del ser: encaminar el alma humana hacia los valores que son realmente apreciados y están vivos, como lo son el amor, la contemplación estética, la iluminación profunda, la belleza, la gracia, la reverencia, la compasión; aspectos trascendentales que conectan al ser humano con el ser y no con el tener y el consumismo. En este sentido, la filosofía viva de Skolimowski lleva al individuo a encontrar su verdadero sentido o el sentido del ser en la espiritualidad entendida como la conexión con lo trascendente, lo simbólico, dejando atrás la materialidad y el engaño del tener, que finalmente trae infelicidad.
Encontrar el sentido del ser es ir forjando sabiduría, la cual no es acumulación de información; “es la posesión del conocimiento correcto. El conocimiento correcto se debe basar en la comprensión apropiada de las jerarquías estructurales en las que los ciclos de la vida y los ciclos de la humanidad anidan y se nutren”.42 La sabiduría en esta filosofía debe lograr ser compasiva; entendiendo eso se puede lograr el respeto por la naturaleza.
Conclusiones
Es fundamental construir una interpretación correcta de la naturaleza que tenga una visión del mundo (Weltanschauung) adecuada, que resalte el valor de la vida y se respete otorgándole total consideración moral. Precisamente es la propuesta de la filosofía viva o ecofilosofía de Henryk Skolimowski, la cual fundamenta una hermenéutica de la naturaleza con un sustento ontológico enfatizando el papel participativo del ser humano.
Esto será posible si se interpreta la naturaleza bajo una Weltanschauung compasiva, amorosa, generosa y reverencial, según Skolimowski. Lo que se logrará si se abandona la actitud egoísta que tiene el ser humano al sentirse superior. Promueve con su ecofilosofía una nueva ética del respeto y la reverencia que asegure acciones adecuadas. Y que seamos copartícipes de la realidad con una Weltanschauung idónea. Es decir, al interpretar la naturaleza y llevar a cabo acciones, participamos con ella. La acuñamos constantemente al interpretarla.
Esta nueva Weltanschauung desde la ecofilosofía de Skolimowski puede dotar al mundo de sentido, ya que tiene un sustento ontológico basado en el ser, en la vida, y no en el tener. Es una filosofía viva que nos invita a rescatar los valores fundamentales de la existencia, la bondad, la belleza y el bien; que eran la base de la reflexión en la filosofía clásica.
Finalmente quiero resaltar la importancia de la ecofilosofía de Henryk Skolimowski, ya que intenta ir más allá de lo conceptual-filosófico, conectar la praxis, e ir a la práctica real de lo concebido por su ecofilosofía. Esto es, intenta cambiar la conciencia de los individuos para construir un planteamiento ético que lleva a la práctica real de la virtud de la reverencia ante la vida, lo que significa que constantemente está posibilitando el ejercicio de los valores y las virtudes como timón en cada una de nuestras acciones. Lo que finalmente llevará a cambiar el rumbo a la humanidad para ver la naturaleza bajo una Weltanschauung más amorosa y respetuosa.