El ejemplo es un elemento fundamental para generar una explicación sobre cualquier tipo de tema a abordar, sea este una definición o un concepto. La aparición de los ejemplos no distingue grados o campos, ya que pueden estar presentes tanto en el habla cotidiana como en documentos especializados. Por ende, es el ejemplo un elemento fundamental para el entendimiento de cualquier tópico a tratar; podría estar presente en casi cualquier tipo de interacción lingüística o humana. Dentro de este conjunto la lexicografía no se queda fuera, ya que son muchos los diccionarios que hacen constante uso de ejemplos para un mejor entendimiento de lo que se busca definir. Es en esta categoría particular de datos en que Jorge Lázaro busca profundizar, centrándose en el campo específico de la terminología.
En el Preámbulo, el autor parte de la premisa de que el ejemplo es un elemento de peso en cualquier ámbito donde se busque transmitir algún tipo de conocimiento. No obstante, no abundan los estudios especializados que exploren el funcionamiento de los ejemplos en terminología; es decir, si existe algún tipo de reglas de formación, de dónde tienen que ser extraídos, bajo qué criterios, etcétera. Por ende, el libro busca contribuir a que probablemente la estructura de un ejemplo en lingüística es determinable. Asimismo, si se habla como terminología es más factible encontrar patrones en los ejemplos, ya que al ser un discurso especializado es menos volátil que la lengua general y, por lo tanto, el terminólogo debe de recurrir a prácticas más puntuales para designar y crear dichos ejemplos.
En el capítulo “La relación entre términos, definiciones y conceptos”, se estudia principalmente el trinomio término-definición-concepto a partir de distintas posturas lingüísticas como lo son la teoría general de la terminología (Cabré, 1999), teoría sociocognitiva de la terminología (Temmerman, 2000) y la teoría comunicativa de la terminología (Cabré, 1999). Se aborda la relación que tienen los elementos mencionados para el área de la terminología y cómo es posible encontrarlos a partir de diversas técnicas como puede ser la búsqueda en el discurso especializado y los contextos definitorios. El concepto puede ser considerado el más fundamental de todos los elementos, ya que son autosuficientes y existen incluso antes de que nazcan los términos y las definiciones. Su relación con el término es una abstracción que eligen los especialistas para dar cuenta de la fracción de la realidad escogida. Mientras que el vínculo entre término y definición se mueve del lado lingüístico al querer dar a entender dicha atracción de la realidad con un acto de comunicación. No obstante, al tratarse de abstracciones, la definición nunca podría dar cuenta de la totalidad del concepto de donde proviene el término. También destaca la definición terminológica, que se entiende como “el concepto y las relaciones que éstos forman para referirse exclusivamente a un campo de especialidad, es decir, focalizan solo algunos de sus rasgos” (Cabré, 1992, p. 74).
Con las ideas principales para la creación de una definición terminológica, el autor pasa a señalar su insuficiencia en el capítulo “La saturación semántica, motor del ejemplo”. La definición resulta carente para hacer un esbozo suficiente del concepto asociado al término; por ende es necesario hacer uso de otros principios para lograr una definición más efectiva. Dichos principios son el de adecuación y la poliedricidad (ambos tomados de la teoría comunicativa de la terminología) que sirven de apoyo para llegar a la saturación semántica, que se refiere al proceso en el cual se alcanza a saber lo más posible de una pieza léxica especializada, es el mayor aporte teórico que se le puede dar al significado de un término gracias al contexto, variación, piezas léxicas, etc. Es decir, una exposición sostenida al uso, significados, cambios, evolución, etcétera.
Ahora bien, en lo que respecta a los principios mencionados, primero se habla del principio de poliedricidad. Básicamente consiste en los múltiples rostros que puede tener un concepto: sus diversas acepciones, sus diversos contextos y hasta las múltiples redes que tiene con otros términos. Ante la amplitud de la multiplicidad es difícil ver todas las realizaciones: solamente es posible ver una parte a la vez, esto es: un uso. Lo que significa que cuando se emplea un término, estamos viendo una conjunto de rasgos del concepto, pero otros quedan fuera. Por ejemplo, al usar el término martillo en carpintería, los rasgos ‘golpe’, ‘herramienta’, ‘madera’, ‘construir’, etc., surgen de inmediato, pero al usar el mismo término en acústica musical los rasgos ‘golpe’ y ‘madera’ prevalecerán (si pensamos en el funcionamiento de un piano), pero su relación será distinta; a su vez, rasgos como ‘construir’ y ‘herramienta’ se difuminarán. Si nos vamos al campo de la acústica anatómica (humana), todos los rasgos se difuminarán exceptuando ‘golpe’, y aún así este guardará una relación distinta con su campo de especialidad. Por ende, la labor del terminólogo será enfocarse exactamente en solo una de estas relaciones para saber qué es evidente y qué está ausente. Por otro lado, el principio de adecuación son las pautas que permiten que el diccionario especializado resuelva la necesidad del usuario final. Las pautas pueden ser el tipo de público, los recursos disponibles, las fuentes de apoyo, entre otros factores. En consecuencia, para cubrir dichos principios es necesario hacer uso de la saturación semántica, factor imprescindible para la creación de una entrada en terminología. Saturación que se puede cubrir mediante el ejemplo, justificando así su existencia en los diversos diccionarios. Es mediante el ejemplo que se logra cubrir una parte de la poliedricidad que no cubre la definición, y atender a las distintas realizaciones que puede tener el término. Entonces, el ejemplo resulta una estructura que puede mostrar los rasgos de un término, las características semánticas y los significados asociados al concepto a representar. Es decir, el campo semántico de los ejemplos es más amplio pero menos preciso, según Lázaro.
En el capítulo “El ejemplo hoy” se estudia cómo otros teóricos y lexicógrafos han abordado y estudiado el ejemplo, así como la presencia en los diccionarios. Se comienza por la revisión de 18 diccionarios, una combinación de ediciones en papel, digitales además de especializados y no especializados, y un motor que es el Corpus de Sexualidades en México para revisar los términos referentes a la sexualidad. En cuanto a los ejemplos, concluye que la posibilidad de que aparezca un ejemplo fue mayor en los diccionarios de lengua general que en los de lengua especializada. También señala que al pasar de los años la aparición del ejemplo parece disminuir, lo que es más notorio en los diccionarios especializados y en aquellos en formato papel.
Posteriormente Lázaro hace una revisión histórica de los diversos diccionarios hispánicos en cuanto al ejemplo. Comienza con el Diccionario de autoridades (1726) y termina con diccionarios modernos como el Diccionario de mexicanismos (2010). También estudia preceptos e ideas para concebir ejemplos en otras latitudes como es el de Zgusta (1971) con dos tipos de ejemplos: quoted y cited examples, o Rey (1995) que describe al ejemplo como un elemento metalingüístico y autónimo.
Teniendo todos estos postulados en cuenta, Lázaro divide las características principales del ejemplo en función y forma. En cuanto a la función, enlista, el ejemplo debe de cumplir con la adición de información, distinguir acepciones, ser una muestra viva y tener una orientación ideológica. Respecto a la forma, indica que el ejemplo puede estar presente por medio de la citas, los contextos, las colocaciones, invenciones y el uso de equivalentes y sinónimos. El capítulo concluye que el ejemplo sí ha tenido un peso importante en los estudios metalexicográficos, pero que en la práctica no se hace presente de manera sostenida.
El penúltimo capítulo, “El ejemplo en terminología, una propuesta”, comienza con un experimento en Sketch Engine, herramienta computacional para análisis lexicológicos, que pone a prueba los preceptos descritos en el libro. Para esto, busca estudiar la aparición del término virus en ámbitos informáticos dentro del corpus esTenTen(Kilgarrif y Renau, 2013). Primeramente, se hace una extracción de concordancias donde el término adquiere dos acepciones especializadas, la misma informática y la biología, lo que presenta un cruzamiento a resolver. En el paso siguiente, por medio de Wordsketch, se hace un análisis de las relaciones sintácticas del término, donde se descubre que para cuestiones informáticas el término en cuestión se relaciona más con el verbo propagar que con el de contraer (y a su vez este segundo verbo caracteriza la estructura sintáctica de las emisiones cuando el término es usado en biología). En el tercer paso se hace una búsqueda avanzada con ejemplos que contengan el verbo propagar y contraer para posteriormente hacer una extracción de las colocaciones de los términos que cumplieran con todos los filtros anteriores. Así el autor logra extraer las principales características del término en informática para crear un ejemplo adecuado en ese discurso especializado.
Finalmente, una vez entendido el funcionamiento del ejemplo, se aborda cómo se ha estudiado en diversas teorías y diccionarios, y cómo se han revisado nociones básicas de lexicografía y terminología. Esto desemboca en la reflexión: cuál sería un ejemplo óptimo en cuanto a la terminología. Se puede afirmar que el ejemplo es una herramienta que sirve para llegar a la saturación semántica que carece del trinomio término-definición-concepto, ya que con este se logran cubrir cuestiones de adecuación y poliedricidad. Asimismo, el ejemplo debe de escriturarse con el término al que se refiere, es decir: a) estar asociado con alguna definición en específico, b) ser el contexto general de un término y c) ser la consecuencia de restricciones sintácticas y semánticas de donde es elegido, todo esto sin tener una estructura sintáctica fija. En cuanto a su extracción, es necesaria la consulta minuciosa de corpus de gran tamaño (el autor necesitó corpus de cinco mil, siete mil y doce mil millones de palabras para hacer la comprobación computacional de lo que este libro aborda sólo en la parte teórica) con las herramientas ilustradas en el experimento de muestra, pero también deben de pasar por el criterio de un lexicógrafo. En conclusión, la enseñanza más valiosa que deja el libro es que el ejemplo en lingüística, en específico en terminología, no se extrae de golpe de los corpus ni se inventa, sino que se diseña a partir de las consideraciones y las pautas mencionadas.
La estructura de la obra permite a un lector lingüista sin experiencia en terminología adentrarse de forma paulatina, ya sea desde la lexicografía o la terminología, pues el autor pasa por nociones básicas como concepto, término y definición para después adentrarse a conceptos especializados como la saturación semántica o la poliedricidad. Con estas bases claras se hace un repaso del funcionamiento del ejemplo en diversos diccionarios desde diversas perspectivas y latitudes para finalmente mostrar un experimento computacional que funge como comprobación de las pautas que se darán respecto a los requisitos necesarios para obtener las conclusiones y directrices correspondientes para un diseño correcto del ejemplo.
Lázaro va de lo general a lo particular para dar cuenta de sus pensamientos y de sus nociones del ejemplo a partir de la teoría en los primeros capítulos y en la práctica con la experimentación computacional, la cual es destacable porque permite vislumbrar un método efectivo y novedoso para esta clase de estudios, motivos por los cuales el libro resulta una fuente de consulta para adentrarse al campo, ya sea de la terminología a un nivel básico o al del entendimiento del ejemplo en un nivel profundo. Finalmente la obra cumple su objetivo principal al desentrañar los múltiples factores que implican los ejemplos en la terminología así como su correcto diseño. La hipótesis se comprueba y a la vez se resuelve, pues a lo largo del texto se da cuenta de que sí es posible dar pautas claras para la extracción y el diseño del ejemplo, al menos en lingüística.