VON MENTZ, Brígida, 2008. Cuauhnáhuac 1450-1675. Su historia indígena y documentos en "mexicano". Cambio y continuidad de una cultura nahua

Contenido principal del artículo

María del Carmen Herrera Meza

Descargas

Los datos de descargas todavía no están disponibles.

Métricas

Cargando métricas ...

Detalles del artículo

Cómo citar
Herrera Meza, M. del C. (2011). VON MENTZ, Brígida, 2008. Cuauhnáhuac 1450-1675. Su historia indígena y documentos en "mexicano". Cambio y continuidad de una cultura nahua. Tlalocan, 16. https://doi.org/10.19130/iifl.tlalocan.2009.207
Sección
Reseñas

Para los interesados en la documentación en náhuatl producida durante los primeros siglos de dominación española, la obra de Brigida Von Mentz, Cuauhnáhuac 1450-1675. Su historia indígena y documentos en "mexicano" ... es una invitación a explorar las ricas vetas que ofrecen las distintas calidades de los testimonios históricos. En náhuatl, en español o bilingües, alfabéticos o con grafías indígenas y con formatos tan variados como recibos, censos, cartas de quejas, peticiones, trasuntos de juicios, planos de tierras o mapas de amplios territorios son algunos de los múltiples escritos en los que se basa la autora para reconstruir las formas de vida y de intercambio entre comuneros y señores de la antigua Cuauhnáhuac. Con esta documentación va develando el acceso diferencial a los recursos naturales, las modalidades de la tenencia de la tierra y del pago de tributo; la organización social expresada en jerarquías y usos lingüísticos, así como la aceptación, adaptación y rechazo de los ejercicios del poder a los que se vieron sometidos los grupos indígenas que habitaron en esta región.

Algunos de estos manuscritos ya habían servido para elaborar la historia de Cuauhnáhuac en su calidad de marquesado del Valle, tal como la ofrecen Silvio Zavala o Bernardo García, o fueron examinados por Pedro Carrasco, Druzo Maldonado y Roben Haskett, interesados en la composición social, territorial y el gobierno indígena de la región, entre otros investigadores. Lo novedoso de esta obra es la reunión de todo este material en un solo volumen, el énfasis puesto en los medios mismos para conocer el pasado, y la forma como la autora recrea escenarios y actividades de actores de carne y hueso a partir de vestigios arqueológicos y de estos jirones de memoria resguardados en los archivos. Este acercamiento permite observar los trabajos, conflictos y preocupaciones de los poblados en la zona de influencia de Cuauhnáhuac desde mediados del siglo XV hasta fines del XVII, al asomarse a las casas de las familias, a los palacios de los señores gobernantes y a las salas de los cabildos o de la Real Audiencia de México, sin dejar de inscribir los afanes cotidianos en los procesos que le dieron una fisonomía propia a las instituciones reguladoras de la convivencia de los grupos humanos asentados en ese territorio. Curiosidad, imaginación y rigor puestos al servicio de comprender las transformaciones sociales son, sin duda, algunas de las muchas cualidades que se disfrutan a lo largo del libro. La doctora Von Mentz logra hacer que parezca fácil el difícil trabajo de mediación entre nuestro tiempo y el de quienes vivieron hace cuatro o cinco siglos, por la agilidad con la que transita entre los archivos y nosotros, entre el náhuatl y el español, entre las escrituras indígenas y la forma de escribir que nos es familiar.

El texto desdibuja los límites de las disciplinas que suelen estudiar los temas abordados: al integrar diversos aspectos del pasado de las sociedades indígenas. Recurre a información arqueológica para ubicar asentamientos, recrear la relación de los hombres con las riquezas naturales de su entorno y mostrar la importancia que tuvieron materias primas en la configuración ele territorios antes de la presencia española. Indispensable para el armamento usado en guerras, por ejemplo, el comercio de la obsidiana dio origen a rutas de intercambio económico, intervino en la composición de alianzas y, consecuentemente: marcó límites territoriales. El valor religioso de pigmentos usados en ceremonias, unificó los cultos de pueblos de amplias regiones desde épocas remotas, como el cinabrio y el almagre, materiales existentes cerca de Chalcatzinco, o Xochicalco. Quizás no por casualidad, la palabra náhuatl para nombrar los pigmentos rojos, tlāhuitl, proporciona la raíz de una de las posibles etimologías del gentilicio tlahuicâ, el nombre que los mexica daban a los habitantes de Tierra Caliente.

Una aproximación más claramente etnohistórica -o, como lo define la autora, de historia social con orientación antropológica- se aprecia cuando enfoca las instituciones características de la sociedad indígena colonial desde la perspectiva de las poblaciones locales. Para ello resulta indispensable la documentación que los nahuas de la región generaron en su lengua, tanto con escritura alfabética como en su propia tradición gráfica. De ahí obtiene información sobre la producción económica, la organización de los pueblos, la formación de las familias de señores y de la gente común, el tamaño de sus parcelas, el trabajo que realizaban hombres y mujeres, así como su relación con el poder estatal en forma de tequitl, el término empleado para designar el trabajo y la parte de éste que se destinaba a la renta o contribución para la administración del Estado.

Pero este recorrido por los barrios, como lo haría un antropólogo, no impide que la autora mantenga las preocupaciones características de un historiador al situar al hombre en el tiempo, observando los cambios y continuidades de las instituciones examinadas. El impacto que ocasionó la conquista en la vida de la sociedad indígena de Cuauhnáhuac, con la temprana presencia de Cortés y la constitución del marquesado, modificó drásticamente las formas de hacer la guerra, de cultivar la tierra, de explotar los recursos naturales, de constituirse las familias y de pagar tributo. A lo largo de la obra se aprecia cómo se transformaron los territorios de los pueblos, las formas de resguardar la memoria, las alianzas, los modos de hablar, de escribir, de rezar o de implorar justicia. Nuevas prácticas dictadas por la obligada capacidad de adaptación de los sobrevivientes, tamo como por el deber de ajustarse a lo que disponía la Iglesia católica, la Corona española, o las nuevas necesidades implantadas por la producción económica.

De todas estas modificaciones, que penetraron hasta los ámbitos más íntimos de la unidad doméstica, la autora elige centrar su atención en preguntas que bien podría haberse hecho un lingüista, ¿cómo cambiaron los usos del náhuatl? ¿por qué se siguió hablando? ¿qué lugar ocupó esta lengua en la dinámica del multilingüismo de la región? ¿qué permitía que se entendiera la escritura pictográfica que usaban? Cuestiones tratadas a partir del estudio minucioso de la documentación en el náhuatl alfabético y figurativo (12 de los 14 apéndices son la reproducción parcial, total, o en forma esquemática de las fuentes) muestra la importancia que cada género y registro de lengua tiene en la cabal interpretación del contenido y en los secretos que todavía guarda la documentación histórica. Una mirada crítica a las fuentes que, en la mejor tradición filológica, tuvo cuidado de entender las condiciones en las que se produjeron los manuscritos y así revelar la maleabilidad del náhuatl que, como todo idioma vivo, se adaptó a las nuevas necesidades de sus usuarios. Aunque digna de mayores indagaciones, consideramos una aportación de esta obra proponer la existencia de un "náhuatl de escribanía" y un "náhuatl de doctrina" que incluye los géneros documentales, como los giros y fórmulas del mexicano escrito, calcados o traducidos de las normas jurídicas de la administración española, o de la liturgia y doctrina católicas.

Con este rápido itinerario apenas si hago justicia a la diversidad de asuntos por los que transita el texto, ya que su simple mención dista mucho de presentar la complejidad del tratamiento que tienen en los ocho capítulos del libro. Los marcos temporal y espacial definidos en el título son otros límites que desbordan las periodizaciones y fronteras tradicionales. El inicio del relato lo ubica setenta años antes de la llegada de los españoles, y Von Mentz propone alargar hasta un siglo después lo que habría sido el periodo prehispánico, porque no es sino hasta que termina la primera fase de la conquista, hacia 1550, cuando la sociedad indígena resiente con toda su fuerza las imposiciones de los nuevos pobladores. La devastación demográfica que acabó con numerosas poblaciones y con la muerte de esa primera generación que vio la aplicación de obligaciones hasta entonces inexistentes -implantadas por la Corona, o por las nuevas empresas de españoles-, modificaron en forma irreversible el estatuto de los señores indígenas y el control que tenían sobre el producto del trabajo de los hombres de su territorio. Se prohibió llamarlos con el título de tlàtòāni y se les empezó a llamar "cacique(s)". Y entre los cambios de esta época, la autora destaca la introducción de las monedas de metal como equivalente general, con lo que se transformó drásticamente la economía indígena, ahora enfocada en la extracción de metales preciosos y la incorporación de Cuauhnáhuac dentro del circuito de la plata, al convertirse en un centro abastecedor de trabajo y bastimentas para las minas de Taxco, Noxtepec, Zacualpan y Zultepec.

La importante participación de matlatzincas, cohuixcas y chontales ubicados, respectivamente, al oeste, sur y suroeste de los pueblos nahuas de los señoríos encabezados por Cuauhnáhuac en la formación de la provincia de la plata -nos plantea la autora- modificó los límites y transformó la territorialidad de pueblos como Coatlán, Teticpac, Pilcaya, o Noxtepec. Estos eventos desencadenaron la presentación de antiguos mapas, o incluso la elaboración de nuevos, en los que chontales y nahuas en su propio sistema gráfico defendieron las mojoneras de sus pueblos ante la justicia española. Al considerar la dinámica de este complejo proceso económico., la estudiosa explica la movilidad de poblaciones de indígenas, de negros y de españoles, así .como la integración y desmantelamiento de los territorios prehispánicos. Propone así observar las distintas facetas de este proceso, independientemente de si con ello se rebasan las fronteras actuales de los estados de Morelos, hacia el de Guerrero, o hacia el Estado de México, límites que, como nos recuerda, apenas se remontan al siglo XIX, y no corresponden con los movimientos que perfilaron las características de toda una región.

Así hayan sido tratados con distintos énfasis, o para otras regiones en estudios previos a éste, resulta muy atractiva la forma como se abordan los distintos temas. Como el trabajo de una hábil tejedora, la autora atraviesa épocas y aspectos, casi como lo harían los hilos en un telar. El eje en el que se ordena el contenido del libro es el marco cronológico donde se desarrollan los sucesos, aunque la crónica propiamente dicha se encuentra en el último apéndice (número 14). Yen los hilos del tiempo se entrelazan, a manera de trama. con motivos e intensidades diversas el náhuatl y sus escrituras con la economía, la organización política, la preservación de linajes y familias, los ordenamientos territoriales y las instituciones religiosas. La tela bordada por la autora sería así como el trabajo de las mujeres de Cuauhnáhuac, de las que habla en los primeros capítulos, las esposas de comuneros, o las que trabajaban en el palado en su calidad de primeras esposas, o de imecahuan, "concubinas", responsables de las diversas clases de textiles que se empleaban como contribuciones a la élite de los señoríos locales, o para la de Tenochtitlan. De todos los hilos posibles nos detendremos a ver los motivos que se tejen con las lenguas y las escrituras.

Considero un gran acierto el empleo que le da a los códices, llamados "pinturas" por los españoles, conocidos actualmente como documentos pictográficos y tratados por Von Mentz como escrituras de tradición indígena. A diferencia de muchos trabajos que tienen por objeto el estudio inmanente de este tipo de materiales: aquí se tratan en forma equivalente a los manuscritos alfabéticos. Si bien se estudian las características generales del lenguaje gráfico de los códices consultados -en donde yo tendría algunas discrepancias- aprovecha al máximo los datos que le proporcionan para reconstruir el tejido económico, social y territorial de Cuauhnáhuac. De la Matrícula de Tributos deriva la composición del altepetl como una unidad fiscal de interés para Tenochtitlan, e identifica la procedencia e importancia de los productos que Cuauhnáhuac debía entregarle. Con los Códices indígenas del marquesado identifica numerosos parajes que formaban parte del territorio, entre ellos, los cuatro "barrios" principales de Cuauhnáhuac, Tecpan, Panchimalco; Xala y Olac, además de que reconoce los títulos, jerarquías, nombres propios y derechos de las distintas clases de señores principales. Y se sirve del Lienzo de Tetlama-Teticpac y el Mapa de Coatlán, para analizar la posición estratégica de los límites del suroeste de Cuauhnáhuac, así como las transformaciones que sufrió ese territorio desde la época de la Triple Alianza, hasta la constitución de la provincia de la plata. A la información obtenida de las pictografías, hay que añadir el acento que Von Mentz pone en el entretejido de los distintos lenguajes, en este caso la escritura y sus vínculos con el aparato estatal y religioso, presente desde la época prehispánica, y radicalmente modificado por la religión católica y el sistema jurídico español.

En esta obra se presentan, casi como si fueran capas geológicas, las diferentes lenguas que coexistieron en toda esta región, y algunas de las razones por las que sólo un par de ellas resultaron vencedoras. En la actualidad lo es el español, por las políticas del Estado mexicano que desde finales de> siglo XIX trató de olvidar y borrar la diversidad lingüística, adoptando la creencia en la ecuación: una lengua para una nación; pero los intentos de uniformización lingüística son antiguos. Se trata de movimientos con distintos ritmos que pueden remontarse a la expansión y dispersión de los pueblos nahuas por el altiplano central. Al consolidarse el dominio militar y económico de la confederación de mexicas con acolhuas y tepanecas desde el siglo XV, el náhuatl se convirtió en una lengua de dominio y se generalizó su uso. Ya en el siglo XVI tuvo una expresión institucional: gráfica y jurídica, con la instauración de juzgados con una lógica basada en la escritura, lo que propició la hegemonía de la escritura en náhuatl, a expensas de otras lenguas, algunas de las cuales ahora sólo conocemos de nombre: cohuixcas, chontales, matlatzincas.

Este libro deja de lado las fórmulas simplistas de la especularidad entre lengua y sociedad: asumiendo cabalmente el carácter intermediario y objetual del lenguaje. Muestra su efecto de transparencia que permite ver la sociedad y sus formas de actuar, pero al tiempo que deja ver épocas desaparecidas, los lenguajes se vuelven sobre sí y exigen entender sus mecanismos, sus resortes, devolviéndoles la opacidad que les es propia, impidiendo cualquier ingenuidad sobre la herramienta: la lengua náhuatl escrita. Se trata pues de una obra que no sólo propone nuevas lecturas de algunos documentos conocidos, sino que admite lecturas diferenciales dependiendo de la disciplina de la que se provenga. Para un historiador algunas descripciones de la sociedad indígena quizá sean más conocidas que para los lingüistas, pero será una novedad la reflexión sobre la dinámica de las lenguas; mientras que para los lingüistas, que no suelen incorporar en sus consideraciones el multilingüismo diferencial de la sociedad indígena, la dinámica social será una información indispensable por incluir en sus descripciones lingüísticas.

MARÍA DEL CARMEN HERRERA MEZA

Referencias

  1. (). . . México: Miguel Ángel Porrúa. .555. con 21 cuadros, 10 mapas, 14 apéndices, índices toponímico y general; más 2 cuadernillos con 28 láminas de los Códices indígenas del marquesado, 2 láminas del Lienzo de Tetlama-Teticpac y una lámina del Mapa de Coatlán