Con el fin de proporcionar evidencia que ayude a probar la hipótesis de que hubo una cultura plurilingüe en el centro de México relativamente homogénea durante la última parte del período prehispánico y los primeros años del período colonial, el autor David Wright compara los calendarios otomíes, como se describe en el Códice Huichapan y otras fuentes documentales del período colonial como la Relación geográfica de Metztitlán, con términos náhuatl basados en otras fuentes. Señala que la descripción que hace Motolinia, por ejemplo, del festival náhuatl izcalli para Cuauhtitlán involucraba un área que era principalmente de habla otomí. En la comparación realizada, Wright incluye la transcripción paleográfica, y añade una lectura fonémica y un análisis morfémico para ambas lenguas. Encuentra que en gran parte los nombres corresponden entre idiomas y sugiere que se deben realizar estudios adicionales para encontrar más evidencia que pueda tenerse en cuenta.
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Wright Carr, D. C. (2011). El calendario mesoamericano en las lenguas otomí y náhuatl. Tlalocan, 16. https://doi.org/10.19130/iifl.tlalocan.2009.205
En el presente trabajo se analizan los términos calendáricos en otomí que aparecen en el Códice de Huichapan y en otras fuentes documentales de la época novohispana, comparándolos con los términos equivalentes en náhuatl. De esta manera se intenta determinar el grado de semejanza que existía entre las variantes del calendario mesoamericano que usaban los hablantes de los dos principales idiomas del centro de México, poniendo a prueba la hipótesis de que hubo una cultura centromexicana relativamente homogénea, de naturaleza translingüística, durante la última parte de la época prehispánica y los primeros años de la novohispana.1
El calendario mesoamericano
Uno de los elementos que ha servido para definir Mesoamérica como área cultural
es su complejo sistema de medición del tiempo.2 En todas las regiones de Mesoamérica se observaban 18 veintenas más cinco días adicionales, para completar un ciclo de 365 días, una aproximación al ciclo solar anual. Los ritos de las veintenas eran observados por toda la población; marcaban el ritmo de la vida comunitaria. Había otro ciclo de 260 días, con una función adivinatoria, producto de la combinación de 20 días con nombres (representados por signos verbales en el habla y por signos pictóricos en el sistema centromexicano de comunicación visual) y 13 días,
identificados con los números 1 a 13 (también representados por signos verbales o
pictóricos).3 Este segundo ciclo estaba controlado por un grupo de sabios, quienes
interpretaban el significado de los días para los demás miembros de la sociedad.4 Cada individuo recibía, como nombre propio, su fecha de nacimiento en el ciclo adivinatorio. Una persona podía llamarse, por ejemplo, 5 Mono (Macuilli Ozomatli en náhuatl, Egot’a Amats’upa en otomí).5 Fray Bernardino de Sahagún señala que las personas nacidas en este día solían tener disposiciones agradables, ser divertidas, causar alegría a los demás y ser amigos de todos.6 La combinación del ciclo de 365 días con el de 260 días resultaba en un gran ciclo de 52 años. Cuatro de los 20 días nombrados eran “portadores” de los años. Éstos, en el centro de México en tiempos de la Conquista, eran los días con nombres que significaban “casa”,
“conejo”, “caña” y “pedernal”. En otras regiones de Mesoamérica, y en otros periodos, podían variar los días usados como “portadores” de años, así como los valores semánticos de los nombres de los 20 días.7 Los días portadores se combinaban con los 13 números, dando como resultado un nombre particular para cada uno de los 52 años. Éstos, entre los nahuas y otomíes del Posclásico Tardío, eran: 1 casa, 2 conejo, 3 caña, 4 pedernal, 5 casa, 6 conejo, 7 caña, 8 pedernal, 9 casa, 10 conejo, 11 caña, 12 pedernal, 13 casa, 1 conejo, 2 caña, 3 pedernal, 4 casa, etcétera.8
Varios manuscritos prehispánicos y novohispanos contienen registros gráficos del ciclo ritual de 365 días9 y/o del ciclo adivinatorio de 260 días.10 En los manuscritos históricos de la Mixteca, podemos observar el uso del ciclo adivinatorio (en los nombres calendáricos de las personas) y del ciclo solar (en las fechas de los sucesos).11 Asimismo contamos con una abundancia de documentos mixtos, alfabéticos y pictóricos, que nos hablan del antiguo calendario centromexicano, presentando e interpretando los signos gráficos tradicionales.12
Buena parte de los señoríos del centro de México eran plurilingües; en muchos de ellos convivían nahuas y otomíes.13Los diferentes grupos lingüísticos participaban conjuntamente en las fiestas religiosas determinadas por el calendario. Así, por ejemplo, cuando el fraile Motolinía describe la celebración en Cuauhtitlan de la veintena que él llama izcalli,14 hay que tomar en cuenta que el señorío de Cuauhtitlan tenía una mayoría otomí y una minoría nahua.15 Ante cualquier descripción novohispana de la actividad ritual en un señorío específico, conviene averiguar cuáles idiomas se hablaban en ese lugar, antes de suponer que se tratara de la fiesta de
un grupo lingüístico determinado.
El Códice de Huichapan
En el Códice de Huichapan hay una lista completa de los 20 nombres de los días en otomí, en un intento de correlacionar los calendarios europeo y centromexicano.16 En la tabla 1 se presenta esta lista, agregando los nombres correspondientes en náhuatl, así como las traducciones al castellano de los nombres en ambas lenguas, para facilitar el cotejo de sus valores semánticos. Para cada palabra en otomí, se registra una transcripción paleográfica de la(s) forma(s) encontrada(s) en este manuscrito (en cursivas), luego una versión fonémica y finalmente un análisis morfémico.17 En la columna con las voces en náhuatl se sigue el mismo formato. Cabe mencionar que en el referido manuscrito no se consignan los nombres de los días en náhuatl, por lo que éstos se tomaron de otras fuentes.18
Tabla 1:
Los 20 días del ciclo adivinatorio otomí, según el Códice de Huichapan, folio 6 recto, con sus equivalencias en náhuatl, según fuentes diversas19
El Códice de Huichapan también incluye un registro de las 18 veintenas, en un intento de correlacionar los nombres otomíes de estos periodos, los nombres correspondientes en náhuatl, los signos del zodiaco y los meses del calendario europeo. El cuadro resultante fue corregido con tinta más oscura, resolviendo algunas inconsistencias e introduciendo otras.29 Cabe mencionar que en este cuadro hay errores en la ubicación de algunos de los nombres en náhuatl respecto a los nombres en otomí, pero es posible establecer las correspondencias correctas mediante el cotejo de esta lista con otra que aparece al pie del mismo folio, tomando en cuenta también las correspondencias semánticas en ambas lenguas. En la tabla 2 se apuntan los nombres de cada veintena en otomí y en náhuatl, siguiendo el mismo formato de la tabla 1. En la columna con las voces en náhuatl, la primera palabra que aparece en cada una de las veintenas (numeradas de 1 a 18) es la que se consigna en el Códice de Huichapan (respetando su ortografía, en las transcripciones en cursivas) y las demás son las que se registran en otras fuentes.30
Tabla 2:
Las 18 veintenas del ciclo solar otomí, según el Códice de Huichapan, folios 6 recto y 7 recto, con sus equivalencias en náhuatl, según diversas fuentes31
12c. Teotl eco
|teōtl ehcō|
|teōtl| |---| + |ehcō|
sustantivo: “dios” · la
ausencia de un prefijo de
sujeto indica la tercera
persona · verbo: “llegar”
“Llega el dios”
12d. Teteo eco
|tēteoh ehcoh|
|tē| + (|teōtl| - |tl|)
(|ō| > |o|) + |h|
|---| + |ehcō| (|ō| >
|o|) + |h|
reduplicación CV (plural)
· sustantivo: “dios” ·
sufijo plural · la ausencia
de un prefijo de sujeto
indica la tercera persona
· verbo: “llegar” · sufijo
verbal plural
18b. Xochitoca
|xōchitōca|
(|xōchitl| - |tl|) +
|---| + |tōca|
sustantivo: “flor” · la
ausencia de un prefijo
de sujeto indica la
tercera perso
“Él/ella siembra flores”
18c. Izcalli
|izcalli|
|izcalli|
“El reavivamiento/la
crianza/el retoño”
La Relación geográfica de Querétaro
El escribano español Francisco Ramos de Cárdenas, autor en 1582 de la Relación geográfica de Querétaro, habla brevemente del calendario de los otomíes del señorío de Xilotépec. Según Ramos, los días del ciclo adivinatorio que servían para nombrar los años, en combinación con los números 1 a 13, eran los mismos que cumplían esta función para los nahuas y otros grupos lingüísticos del centro de México durante el Posclásico Tardío: casa, conejo, caña y pedernal. Cada grupo los expresaba, por supuesto, en su propio idioma. Ramos indica que cada año pedernal era temido “por estéril y enfermo”, a diferencia de los demás años, que eran considerados de buen augurio.42 El mismo temor a los años pedernal se registra en la crónica de fray Diego de Durán, basada en informes de nahuas.43 Ramos explica que las fiestas “ordinarias” se celebraban cada 20 días; describe brevemente los ritos asociados con la fiesta llamada en otomí tascanme, dedicada a la diosa Madre Vieja. El mismo autor traduce tascanme como “Pascua de pan blanco”. Esta palabra probablemente es una distorsión ortográfica de la voz otomí t’axkanhmë, “tortilla blanca”. No aparece en la lista de veintenas del Códice de Huichapan. Esta fiesta probablemente era celebrada hacia finales del verano o principios del otoño, porque Ramos nos informa que “Todos ofreçian en esta pascua a la diosa llamada madre vieja cumplidamente de sus frutos como diezmo de lo que cogian”.44 Tal vez se trate de otro nombre de la veintena anbaxi (“el barrimiento”), equivalente a la veintena náhuatl ochpaniztli (“el barrimiento”), cuya fiesta principal se dedicaba, según las fuentes nahuas, a Toci (“nuestra abuela”), llamada también Teteo innan (“madre de los dioses”).45
El Códice Ixtlilxóchitl
También hay referencias a los nombres otomíes de las veintenas en el Códice Ixtlilxóchitl, manuscrito elaborado hacia principios del siglo XVII por el noble texcocano Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Este cronista apunta, al lado de los nombres en náhuatl, los nombres en otomí de seis de las veintenas: an tzhoni, an baxi, tzimaxugui, damaxugui, de nuevo antzhoni -escrita esta vez sin el espacio- y finalmente antzuni. También se registran ocho nombres en lengua huasteca, los cuales no se tratarán aquí.46 Tres de los mencionados nombres otomíes coinciden con los del Códice de Huichapan y ocupan las mismas posiciones: an baxi, tzimaxugui y damaxugui. La palabra otomí antzhoni es idéntica al nombre de una de las veintenas en el Códice de Huichapan; ocupa dos posiciones distintas en el Códice Ixtlilxóchitl, pero ninguna de ellas coincide con la que ocupa en el Códice de Huichapan. La última, antzuni, sólo aparece en el Códice Ixtlilxóchitl. En la tabla 3 se consignan versiones paleográficas y fonémicas de los nombres en otomí y náhuatl, así como análisis morfémicos y traducciones al castellano.
Tabla 3:
Equivalencias entre algunos nombres de las veintenas en otomí y náhuatl, según Alva Ixtlilxóchitl47
En la lista de las veintenas de la Relación geográfica de Metztitlán, dos tienen nombres en otomí, las demás en náhuatl. El primer nombre otomí es tzahio y se encuentra en la posición que usualmente ocupa la veintena llamada en náhuatl tlacaxipehualiztli, coailhuitl, xilopehualiztli o xochimanaloyan; un nombre parecido, ants’ä’yo (“el desollamiento de perros”) aparece en esta posición en el Códice de Huichapan. La segunda es tzincohu, probablemente una forma distorsionada de ants’ungohmü (“la pequeña fiesta de los señores”), nombre que aparece en el Códice de Huichapan; las palabras en ambos manuscritos ocupan la posición que corresponde a la veintena llamada en náhuatl tecuilhuitontli, tecuilhuitzintli o tecuilhuitl. 49
Las Tardes americanas de Granados y Gálvez
En 1778, José Joaquín Granados y Gálvez publicó una exposición del calendario centromexicano en su libro Tardes americanas. Ahí aparecen dos palabras otomíes en una lista de los dioses patronos de las 18 veintenas.50 Granados relaciona la doceava veintena con la deidad Gatoocca, nombre que traduce como “Todos los Dioses”. Evidentemente se trata de una distorsión de la frase otomí ga’tho ojä, “todos los dioses”.51 Esta frase se relaciona semánticamente con tres de los nombres en náhuatl de la veintena correspondiente: teotl eco (“llega el dios”), teteo eco (“llegan los dioses”) y ecoztli (“la llegada”). La deidad de la treceava veintena es Occabuithehé, palabra traducida por Granados como “dioses de sierras frías”. Probablemente se trata de una corrupción de ojä’buit’oho, “el dios que vive en el cerro”.52 Este nombre se relaciona con la fiesta llamada en náhuatl tepeilhuitl, “la fiesta de los cerros”, celebrada durante la treceava o catorceava veintena.
La Crónica de Esteban García
Para terminar con esta exposición del ciclo ritual centromexicano, cabe mencionar que el cronista agustino Esteban García aporta la palabra otomí para los cinco días aciagos que, sumados a las 18 veintenas, completaban el año solar de 365 días: dupa, “días muertos”.53 La frase castellana “días muertos” aparece con el mismo sentido en una glosa del Códice telleriano-remensis.54 Este periodo era llamado en náhuatl nemontemi.55 El autor del Códice de Huichapan ignoraba la existencia de los cinco días aciagos en el calendario centromexicano. Agregó periodos de 21 horas a seis de las veintenas, para un total de 126 horas, o cinco días con seis horas, para obtener un año más preciso de 365.25 días.56 Un recurso similar se puede observar en una tabla, elaborada por el cronista nahua Cristóbal del Castillo hacia 1599, en la cual se intenta correlacionar el calendario europeo con las 18 veintenas del ciclo anual centromexicano.57
Conclusiones
El análisis de los términos calendáricos otomíes muestra que las fuentes novohispanas están fundamentalmente de acuerdo entre sí. La única lista completa se encuentra en el Códice de Huichapan, pero los datos encontrados en las demás
fuentes tienden a confirmar su precisión y autenticidad. Los nombres de los días
y las veintenas en otomí tienen, en la mayor parte de los casos, una estrecha relación semántica con los nombres correspondientes en náhuatl, abundando los calcos, aunque existen algunas diferencias. También hay variaciones del mismo tipo entre las diferentes versiones del calendario expresado en lengua náhuatl, por lo que las diferencias en el significado de los términos calendáricos no necesariamente se deben a la filiación lingüística de los autores citados o la de sus informantes. Entre las causas de esta variedad pueden ser la divergencia cultural a lo largo de más de dos milenios, las redes culturales regionales, los vínculos dinásticos entre los señoríos, la intención de marcar las identidades étnicas u otros factores.58 Para resolver esta cuestión sería necesario ampliar el alcance de nuestro análisis para abarcar el corpus entero de las fuentes disponibles, cubriendo todas las regiones de Mesoamérica y todos los grupos lingüísticos que nos hayan dejado registros escritos de sus términos calendáricos. Por lo pronto queda este estudio como una contribución a nuestra comprensión de la naturaleza translingüística e intercultural del calendario mesoamericano.