En este artículo pretendo rastrear, a partir de varios testimonios desconocidos, el origen de la amistad entre Huerta y Revueltas entre 1937 y 1938. Analizo sucintamente las menciones que se hacen de Huerta en la correspondencia José Revueltas-Olivia Peralta; en los textos donde Huerta alude a Revueltas, ya implícita, ya explícitamente: “Discurso de un joven frente al cielo”, “El mundo del quebranto” y “La revolución agredida”. Asimismo, en el cuerpo del artículo reproduzco una carta desconocida de Revueltas a Huerta y, debido a su extensión, en anexo incluyo la que Huerta escribe a Revueltas mientras éste se halla en Mérida, ruta en que lo habían precedido el mismo Huerta y Octavio Paz.
Aun cuando se ignora la fecha exacta o quién facilitó el acercamiento, resulta verosímil que Huerta y Revueltas se hayan conocido a mediados de 1937. Al respecto, me gustaría expresar la sorpresa de que, hasta donde he leído, nadie haya reparado en la coincidencia de sendos textos escritos por Revueltas y Huerta en fechas próximas. Me refiero al poema “Discurso de un joven frente al cielo”, de Revueltas, cuya fecha al pie es “Marzo 31-1937”; aunque en la portada de la plaquette-manuscrito, conservada en el Archivo de Revueltas en la Universidad de Texas, sólo dice “Marzo/1937”, el mecanograma que también se conserva en dicho Archivo reza: “Marzo 31 de 1937”. La prosa homónima de Huerta se publica el 29 de agosto en El Nacional (2ª sec.: 1 y 4). El poema revueltiano presenta claramente tres momentos: 1) la descripción de la noche omnipresente y sus efectos negativos [vv. 1-15], 2) la insurrección contra la apabullante oscuridad [vv. 16-17] y 3) una imperativa solución [vv. 18-24]. Con mayor detalle: primeramente, el sujeto lírico describe el carácter depredador de la noche que “nos está mordiendo […] hasta sus raíces”: dientes, manos, ojos, el cuerpo están amenazados por “la más concreta de las nadas”. La noche, en su “espesa cárcel”, tortura al sujeto hasta la angustia. Contra esta hegemonía de la oscuridad, signo de los malos tiempos, el poeta expresa su rebeldía: “No, con todas mis fuerzas, / con todos mis siglos ¡no!” Al final, fortalecido por este gesto de rebelión, expresa un impersonal acto imperativo:
Hay que oír nuestro cuerpo asombroso
componiendo paisajes.
Oír la infinita dimensión del poro,
y este correr ardiente de la sangre
los oídos pegados a las venas.
Es evidente una doble gradación; la primera en que la noche invade al sujeto lírico: la noche azota, muerde, desnuda; patea los dientes, hace las manos trémulas, vacía los ojos, degüella el llanto, ahoga el grito; noche que lleva a la nada y sepulta al hombre en un sentimiento de angustia que hunde y ensombrece; la segunda, en contrapunto, arranca con una explícita negativa a resignarse a la oscuridad con una fórmula imperativa aligerada por el impersonal “Hay que…”
La historia del texto de Huerta, me parece, encierra un mayor misterio: primero porque se publica casi medio año después de la fecha de factura del poema revueltiano (el 29 de agosto de 1937); luego porque obliga a preguntarse a santo de qué los títulos coinciden; finalmente, más preguntas: ¿Huerta y Revueltas fueron testigos de que un joven se rebelaba contra la mordiente noche ante una concurrencia impávida? ¿Huerta dedica su crónica a escoliar el poema de Revueltas? ¿Se pusieron de acuerdo para escribir sobre un mismo tema? ¿Vieron una misma película, leyeron un mismo libro? Cualquiera que haya sido el motivo para que estos espíritus paralelos convergieran, importa destacar el ímpetu de ambas posiciones: en el caso de Revueltas, contra la noche que el día, el alba acaso, puede proscribir. El de Huerta, más político, asume el tono de la arenga explícita desde su foco de irradiación: un “joven revolucionario” que discurre sobre el amor ante el auditorio equivocado. Cito enseguida el fragmento de la prosa huertiana que más dialoga con el poema de Revueltas; también hay un cuerpo que se conmueve, miembro a miembro, con el “discurso frente a las fuerzas celestiales”:
Siguió diciendo que “algo se nos ha pegado y empaña la piel y la sonrisa”. Hay quien nos retuerce los dedos hasta las lágrimas; alguien que nos araña los pulmones; alguien que vuelve espeso el aire hasta que no se oye el grito. Sus palabras volaban, veloces, precisas como una frase de Lenin, y se nos metían por los poros de la epidermis (Huerta, “Discurso…”: 1).
Las imágenes entre el poema y la prosa guardan correspondencias innegables: en ambos casos el cuerpo aparece fragmentado por un agente externo; no la noche de Revueltas, sino “algo”, “quien”, “alguien”, se pega en la piel, en la sonrisa; retuerce los dedos, hace llorar, araña los pulmones, oprime el grito. Los temas del discurso del joven camarada se centran en la paz y el amor, sentimientos suplantados por la “soberana estupidez y la venenosa rutina”. Por ello, Huerta considera preciso liberar de esta tiranía, con amores absolutos, totales, amplios, a “la gran masa de jóvenes, víctimas inconscientes de amores incontrolables y desencaminadores” (“Discurso…”: 4). Curiosamente, y quizá por ello, Huerta disfraza la referencia, estas ideas se basan en una cita de El amor loco, de Breton (1937),1 erróneamente atribuida a Paul Éluard. En lugar del impersonal “Hay que…”, Huerta emplea, en modo imperativo, la primera persona del plural que domina su texto para exhortar a los jóvenes a reinventar el sentimiento amoroso:
Desarrollemos gestos y actitudes; prefiramos vivir con suma audacia el instante que nos ha tocado, sin temor a asechanzas de los enmarañados mentales, sin miedo a las cuchilladas de los que sólo nacieron para contemplar… y ser contemplados. Nos basta un puñado de gallardía para vibrar libremente y conseguir un triunfo copioso, que sea como un nuevo latido en el clima espiritual de los hombres (“Discurso…”: 4; cursivas mías).
Como se observa, Huerta no pierde la oportunidad, por un lado, de atacar a sus contrincantes del momento (¿los Contemporáneos, los fascistas, los cedillistas?) y, por otro, de hacer proselitismo a favor de la causa comunista. Así adquiere sentido el tratamiento que confiere al joven rebelde: revolucionario, camarada. A las marañas mentales y el espíritu contemplativo Huerta opone el amor, la audacia, la gallardía, a fin de contribuir con el triunfo universal de la humanidad, seguramente bajo el mando de la URSS.
Allende esta significativa casualidad, lo cierto es que las alusiones a Huerta en la correspondencia publicada de Revueltas inician en mayo de 1938, una semana después de que éste arribara a Mérida, enviado “por la comisión nacional juvenil del comité central del partido, y delegado del CEN de las J[uventudes] S[ocialistas] U[nificadas] de M[éxico]” (Revueltas 1987:140). En ésta, Huerta aparece referido como bienhechor en una carta de Revueltas a su Solveig (Olivia Peralta, con quien se había casado en 1937):
¿Leíste ya el artículo de Efraín Huerta (El Nacional, 16 de mayo) sobre El quebranto? Yo lo leí accidentalmente porque aquí no compro El Nacional. Resulta que los compañeros de Juventudes me presentaban como “escritor”, con la consiguiente sorpresa de mi parte, hasta que me preguntaron por El quebranto, cosa que me asombró más aún y por la cual pude saber que la primera crítica literaria que sobre mí se ha escrito había aparecido ya. No está mal. Le agradezco mucho a Efraín esa desinteresada atención que tiene para conmigo (144-145).2
Esta “primera crítica literaria” que merece la inédita novela de Revueltas, El quebranto, demuestra que, antes de publicar el primer capítulo en Taller, Revueltas hizo todo lo posible por darla a conocer aún en su versión manuscrita.3 Asimismo, habría que subrayar la mala suerte de esta novela, porque a pesar de los intentos de publicarla no hay resultados positivos. Así, cada que alude a El quebranto en su correspondencia, Revueltas se resigna a no verla en letra de imprenta, verbigracia el 18 de julio: “Ya no me preocupa si El quebranto se edita o no. Me agradaría que saliera, naturalmente, pero no tiene importancia. Lo que estoy escribiendo me parece mejor, más sólido y profundo, más modesto” (173). En esta cita, de paso, se puede datar la redacción de Los muros de agua que Revueltas habría iniciado en junio durante su periplo yucateco. Este aparente desapego de su primera novela lleva a Revueltas a tomar una decisión radical más de un año después: el 7 de noviembre de 1939, pide a Olivia que busque a Elías Nandino para que, a su vez, retire los originales de El quebranto de la imprenta de Ángel Chápero (cfr. 1987: 183).
En “El mundo del quebranto”, Huerta destaca el carácter juvenil de Revueltas, quien “es muchos hombres a la vez y un solo revolucionario”; por esta cualidad, escribe al mismo tiempo versos a su Jenny (igual que el joven Marx) y manifiestos de lucha dirigidos a sus camaradas; el autor de Los hombres del alba aprovecha, asimismo, para revelar el paradero de Revueltas, quien salió comisionado a mediados de mayo de 1938 hacia las “amables tierras de Yucatán, donde es seguro que no se la pasa mal charlando sobre literatura con Ricardo Cortés Tamayo” (“El mundo…”: 1). En general, “El mundo del quebranto” deviene un cargado elogio del camarada más que del novelista. Huerta observa cómo la cárcel rompe en dos el destino de cualquier hombre que deja la mitad del mundo tras las rejas. Este mundo del quebranto es un lugar de negación, atiborrado de “pequeñas bestias” ávidas de carne nueva, de nuevos presos a quienes estafar, intimidar, dominar y violentar. El crítico, sin embargo, se niega a detallar el mundo raro y nebuloso construido por Revueltas, sólo comparable con los orfanatorios y los manicomios; recomienda, mejor, que se conozca la obra y a su autor: “Una y otro son la verdad con la pura piel sobre la carne, los huesos y la red arterial” (“El mundo…”: 1).
Unas semanas más tarde, el 5 de junio, Revueltas expresa su indignación a Olivia cuando el entonces director del Diario del Sureste (Humberto Lara y Lara) alude a Huerta como “mal poeta, que ha formado sociedad de elogios mutuos con Clemente López Trujillo”; enseguida de esta anécdota, Revueltas vindica a este camarada que se embarca a las primeras de cambio:
Efraín es un buen camarada y se siente comunista. ¡Está muy bien! Le mandé una carta -no te había dicho nada-, llena de pasión, de violencia. Era un llamamiento al trabajo, ya que la revolución pide más actitud constructiva ahora que discursos y actitudes. Contestó, como se debe, en un artículo -me parece que es su primero- sobre la revolución agredida (El Nacional, 2 de junio) donde no desiste de hacer una inútil referencia a mí. Digo inútil porque al leerlo yo entendía de todas maneras -y la cosa no debiera pasar de él y yo solamente- de que se trataba de un acuerdo mutuo, de un deseo mutuo de luchar siempre con nuevas fuerzas. Naturalmente que esto está mejor que las orquídeas, y se lo voy a decir (1987: 150-151).
Impelido por la carta de Revueltas, aún perdida, Huerta denuncia el reciente levantamiento de Saturnino Cedillo, sin nombrarlo siquiera, aunque la asonada le sirve para justificar el título de su artículo, “La revolución agredida”. En éste, Huerta invita a sumarse a la revolución cardenista desde todas las trincheras: “aquel que, en los precisos marcos de la Revolución, compone música, escribe manifiestos, hace labor literaria o es un sencillo militante, ya puede estar seguro de haber hecho lo más alto y digno bajo el sol” (“La revolución…”: 3). Como se puede notar, hay una sutil alusión a los Revueltas, al músico y al literato; faltó Fermín, el pintor. La “inútil referencia” a Revueltas en el artículo de Huerta, considero que ocurre en, al menos, dos pasajes: una alusión implícita: “La Revolución -y aquí deseamos aprovechar las ideas de un camarada lejano- no se alimenta de principios turbios ni canallas”; otra, explícita: “‘La Revolución Mexicana -citamos a José Revueltas- nos quiere construyéndola, ayudándola en sus problemas’. Ayudar, crear, construir -no olvidaremos nunca su mensaje a la Juventud, señor Presidente- es obligación y tarea nuestra” (“La revolución…”: 3 y 5). Como se observa, Huerta no sólo honra al “camarada lejano”, en lo individual; en lo colectivo, llama a la solidaridad con el presidente Cárdenas en esos momentos de inestabilidad política.
Curiosamente, aunque en la citada carta a Olivia (del 5 de junio) se propone agradecer la alusión huertiana del 2 de junio en “La revolución agredida”, Revueltas ya había enviado su respuesta a Huerta un día antes, como lo demuestra la carta que reproduzco enseguida:4
Junio 4 de 1938.
Mérida, Yuc.
Efraín Huerta.
Plaza de Santiago 11.
México, D. F.
Querido Efraín:
He leído tu respuesta en El Nacional del día 2,5 ¡muy bien! Está mejor, naturalmente, que las orquídeas y los tranvías de Clemente6 (hay que decírselo a él mismo, todos lo consideramos de mucho talento pero es inconcebible perder el tiempo hoy -aunque yo no tengo derecho a hablar, después de que por mi parte lo pierdo tanto-). La referencia a mí en el artículo es completamente innecesaria. Tú sabes bien que entre [nosotros] hay ya un lenguaje convenido que no necesita de alusiones objetivas.
Hablando de otras cosas -¿de qué es posible hablar?- te diré… bueno, ¿pues qué te diré? Nada, trabajo y estudio. Leí unas maravillosas páginas de Verlaine (me gusta más su prosa que su poesía, quizá sea por los traductores): un estudio sobre Baudelaire y algunas notas de viaje.7 Algo deliciosamente escrito, con mucha agilidad, agudeza, y verdadero estilo. Hoy leo, como puede hacerlo cualquier joven soviético, un estupendo libro sobre el Polo Norte: renos y tormentas, y el “Krasin” que tuvo el glorioso honor de salvar a los valientes expedicionarios italianos, ¡qué lecturas más sanas son éstas!
Hice dos artículos para el Diario [del Sureste], que quién sabe si publique su ilustre Director (un personaje ya bastante entrado en años, creo que condiscípulo del viejecito Urbina) enemigo acérrimo de los “modernos”, ¡hazme el favor! Quizá lo conozcas: Lara y Lara (parece un toque de corneta) que no se expresa muy bien de ti que digamos.8
Uno de estos artículos es sobre Earl Browder y su discurso en la X Convención del Partido Comunista Americano.9 Cada vez pienso más en este discurso. No, no puede ser un accidente que el movimiento comunista mundial vuelva los ojos a la tradición de cada pueblo: vuelva los ojos en EE. UU. a Lincoln y Jefferson; en Francia a Robespierre y Marat y toda la inmensa, colosal, cultura francesa; en México (¿en México? Todavía no hemos sabido volver a las tradiciones realmente mexicanas). No fue por acuerdo del 7º Congreso; ha sido una imposición violenta de la vida. Ella se ha levantado por sí misma ante el peligro fachista, es una simple, natural, extraordinaria rebelión de la cultura contra el fachismo: por eso tenemos ahí, en nuestras vidas de hoy, en nuestra sangre, en nuestra actividad, en nuestros discursos, en nuestras palabras dichas o escritas, una voz tremenda, toda una voz de siglos que nos dicta mejor que la circunstancial y objetiva sujeción a una táctica.
Ahora quiero que me escribas directamente. No tengo noticias de los muchachos. He querido escribirles pero temo que no lleguen las cartas pues no me han contestado las que les dirigí hace poco. No sé si la Revista10 saldrá por fin o quedó en veremos. Qué problemas tienen en Juventudes etc. Si tú puedes decirme algo, te lo agradeceré mucho.
Saludos a todo mundo. A Octavio Paz, a Quintero Álvarez, a RyR11 y palomilla. (Aunque no la conozco sino superficialmente, saludos a Mireya.)
Aux Revoir,
Rev.
El agradecimiento de Revueltas es un pretexto para hablar de la situación en Estados Unidos, donde el Partido Comunista dirigido por Earl Browder toma una vía no prevista en el 7º Congreso de la Internacional Comunista (agosto de 1935). No obstante que el rumbo tomado por Browder infringe los dictados del Kremlin, Revueltas lo justifica como “una imposición violenta de la vida” ante el inexorable ascenso del fachismo. También es muestra del temperamento y de la heterodoxia de Revueltas, lo que le valió la expulsión del Partido en varias ocasiones. Véase el ímpetu expresado en la defensa de esta interpretación:
[La vida] se ha levantado por sí misma ante el peligro fachista, es una simple, natural, extraordinaria rebelión de la cultura contra el fachismo: por eso tenemos ahí, en nuestras vidas de hoy, en nuestra sangre, en nuestra actividad, en nuestros discursos, en nuestras palabras dichas o escritas, una voz tremenda, toda una voz de siglos que nos dicta mejor que la circunstancial y objetiva sujeción a una táctica.
Como quien dice, Revueltas defiende la solución práctica de las necesidades existenciales cuando la táctica de las ideologías resulte insuficiente. La carta cierra con las quejas naturales de quien vive alejado de los suyos: el reclamo de corresponsales, los saludos de rigor, y la exigencia de noticias de los frentes político y literario también son constantes en las cartas a su esposa.
Luego, el 9 de junio, Revueltas remite a Olivia los recortes de dos textos significativos en la crónica de esta amistad anunciada, uno de Huerta y otro suyo: “Te adjunto el recorte del artículo de Efraín sobre El quebranto. Ya ayer te envié mi artículo del Diario [del Sureste] sobre Bruno Traven [específicamente sobre Puente en la selva]” (1987: 153).12 En otra misiva, fechada en Mérida, “junio 22 de 1938”, Revueltas alude a la carta que reproduzco, anotada, en el apéndice: “He recibido carta de Efraín, que dice de mi amistad que le parece encantadora” (160). En el noveno apartado de su carta, Huerta escribe: “Si he de ser sincero, creo que aquí apenas existías, Pájaro, y que fue allá donde te descubriste para mí. Estoy encantado, es decir, que tu amistad es encantadora” (véase abajo). Con ello, la nota y la carta de Huerta pueden datarse entre el 8 de junio en que se publica el artículo sobre Puente en la selva y el 22 de junio en que Revueltas da cuenta de su recepción. Finalmente, el 23 de julio de 1938, éste aludirá a otro testimonio epistolar acaso perdido: “Efraín Huerta me envía una hermosa carta, llena de sinceridad y de poesía. Hace algún tiempo no le envío mis artículos. Harías bien en enseñárselos” (1987: 176). Hasta aquí los registros de Huerta en la correspondencia revueltiana.
Ahora la carta desconocida de Efraín, una prueba reveladora en varios sentidos: porque confirma el fuerte lazo que lo unía a Revueltas; permite establecer fechas de ciertos eventos; muestra la fe de Huerta en el trabajo de su camarada; en fin, arroja datos poco conocidos (y hasta desconocidos) por los propios estudiosos del guanajuatense: verbigracia que Huerta aparece como director de Ahora. El Periódico de la Juventud; que ya tenía preparado Los hombres del alba (con autorretrato y todo); que trabajaba con varios proyectos simultáneamente; que tenía una gran influencia en el círculo de Taller Poético, hecho que no ocultaba en absoluto. La mentada carta está fechada como el poemario de Pellicer, Hora de junio, de 1938. A primera instancia no puede saberse a qué año corresponde; pero los proyectos y los trabajos referidos por Huerta, casi todos, aparecieron publicados en El Nacional en junio de 1938. No se trata de una carta desnuda, sino acompañada por una especie de tarjeta donde Huerta explica (y se disculpa de) por qué la carta no ha llegado a las manos de su destinatario, un hasta ahora poco difundido y tierno sobrenombre que Huerta aplica a Revueltas: “Pajarito”. Véase el texto completo de la captatio benevolentiae que representa la tarjeta mencionada:
[ca. junio de 1938]
Pajarito:13 la “carta” adjunta no te la había mandado por impertinencias del cajero del periódico. A Ricardo [Cortés Tamayo]14 le mandé la suya con un esfuerzo que me dejó sin cigarrillos. En serio, la pobreza mía es alarmante. ¡Hombre!, acabo de leer Hombres sin mujer, de Carlos Montenegro.15 Aquí está dialogado, novelado, expuesto en toda la crudeza el problema, la denuncia que tú planteas en El quebranto.16 Escribiré un artículo, si bien no tan bueno como el tuyo sobre B[runo] Traven17 (soy un mentiroso que dice siempre la verdad),18 al menos bastante aceptable. Necesito leer los poemas de Carlos Marx a su Jenny -¿Jenny Lind?-.19 Humberto Ávalos20 lee a Descartes; [José] Mancisidor se idiotiza más; y yo,
Yo soy un pulso herido, etc.21
Huerta nunca escribe gratuitamente: en esta tarjeta explica el retraso en el envío de su carta, y se las arregla para recomendar a Revueltas la lectura de Hombres sin mujer, del cubano Carlos Montenegro, ya que desarrolla un asunto semejante al de El quebranto. Le anuncia, de la misma forma, que dedicará una reseña a la novela de Montenegro y le comenta la urgencia que tiene de leer los poemas de Marx a Jenny Lind (personajes ya citados en su comentario sobre El quebranto tres semanas antes). Al final de la tarjeta, Huerta informa a su corresponsal sobre dos de sus colegas que había olvidado mencionar en la carta de “Hora de Junio”: Humberto Ávalos y José Mancisidor, de los cuales éste sale peor parado.
La carta fechada o titulada “Hora de Junio”, se halla escrita en papel membretado de Ahora. El Periódico de la Juventud: director, Efraín Huerta; jefe de redacción, Cinosura Constantino; secretario de redacción, Humberto Ávalos; director gráfico, Luis Arenal; administración, Olivia Peralta (sí: la primera esposa de Revueltas); por último, jefe del departamento de publicidad, Raúl Rivas Cid. Según reza el membrete, las oficinas del periódico estaban en Luis González Obregón, núm. 23. Otra tarea para la crítica huertiana: localizar esta publicación y recuperar los pormenores en torno de ella.
Por medio de la extensa carta dividida en diez secciones, Huerta apabulla a Revueltas con sus proyectos: “Rehabilitación de las palomas”, con citas de García Lorca y Gerardo Diego, no sólo reivindica palomas, sino seres humanos marginados como los negros del Harlem y otros más. “Rosario y sus cantores” se halla dedicado a una antología sobre los cantores de Rosario de la Peña, desde el suicidio de Manuel Acuña hasta principios del siglo XX. “Arturo Serrano Plaja”, publicado en dos partes, donde Huerta muestra el desarrollo del poeta español entre Sombra indecisa, de 1933, y Destierro infinito, de 1936. Respecto de Los hombres del alba, cabe señalar que no sólo se encuentra reescribiéndolo, sino que tenía un plan completo sobre el libro, pues ya incluía el autorretrato que acompañará la editio princeps del poemario, como se aprecia en un atinado desdoblamiento: “un retrato mío que hizo el adolescente del imperfecto pincel”.
Según se anuncia en el primer número de Taller Poético, en diciembre de 1938, Los hombres del alba sería publicado en las Ediciones del Taller Poético, como Línea del alba; sin embargo, con el advenimiento de Taller, el plan se modifica (aunque tampoco se concreta), como se desprende de una nota de Solana:
Taller publicará un libro de poesías de Efraín Huerta, Los hombres del alba, que reúne su producción de los últimos años. Otro tanto podemos decir de Alberto Quintero Álvarez, que ya tiene listo el original del libro Dos años en una misma ciudad. José Revueltas, por su parte, publicará una novela, El quebranto, de la que nuestros lectores conocen el primer capítulo, publicado en el número dos de esta revista (“Tarjetas”: 57).
Ninguno de los tres libros anunciados se publica con el sello de Taller: es más, de Dos años en una misma ciudad se conoce sólo el título (también anunciado en el primer Taller Poético); después de perder los originales corregidos de El quebranto, Revueltas no verá publicado siquiera el borrador que conservó Olivia Peralta.
Acaso por solicitud de Revueltas, Huerta hace gestiones para publicar El quebranto; sin embargo, no logra convencer a los editores o a sus amigos, unos y otros abarcables en el apóstrofe de su misiva: “Los ‘canallas’ no quieren publicar El quebranto. Y claro, he protestado. Intentan, a esto no me opongo totalmente, lanzarlo en unos cuadernos que amamantará no sé si Xavier Icaza o la del Mar”. Revueltas, por su parte, también se esmeró por publicar El quebranto, si bien con magros resultados, por lo que asume una suerte de resignación cada que menciona dicha novela en su correspondencia, como en la carta a Olivia del 18 de julio de 1938: “Ya no me preocupa si El quebranto se edita o no. Me agradaría que saliera, naturalmente, pero no tiene importancia. Lo que estoy escribiendo me parece mejor, más sólido y profundo, más modesto” (1987: 173). En diciembre de 1939, ocurrirá un incidente lamentable durante su estancia en Guadalajara después de un conflicto con la Comisión Nacional Juvenil, del Partido Comunista:22 en el tren, le roban su maleta con los originales de El quebranto corregido. Así lo registra en su correspondencia: “Pierdo totalmente El quebranto (lo cual ni me apena ni me regocija)” (189). El 18 de diciembre, no obstante, se hará más patente la pérdida en un sueño: “Soñé que había recuperado El quebranto. ¡Qué sueño absurdo e idiota! Es una prueba de que subconscientemente he de estarlo lamentando. ¡Abajo el pasado, todo el pasado, el bueno y el malo! ¡Sólo el futuro tiene realidad y auténtica presencia!” (194).
Aparecen nombrados, también en esta carta, todos los amigos (y enemigos) comunes, unos en la península y otros en la capital: Octavio Paz, Elena Garro, Alberto Quintero Álvarez, Ricardo Cortés Tamayo, Humberto Ávalos, José Mancisidor, Enrique Ramírez y Ramírez, César Ortiz, Román Irigoyen, Humberto Lara y Lara, Aurora Díaz y Silvestre Revueltas; las simpatías y diferencias estéticas: García Lorca, Pellicer, Montenegro, Serrano Plaja, Traven, Marx, Zola, Verlaine, Baudelaire, entre otros.
Aun cuando Huerta dedicará otros textos a Revueltas, como la reseña sobre El luto humano en las páginas de La Voz de México, me parece que la carta de “Hora de Junio”, de 1938, representa un testimonio de los fuertes lazos que ambos corresponsales establecieron: una amistad que, como se observa en las fotografías en que Huerta y Revueltas se echan un palomazo en casa de Neruda hacia principios de 1943, los pone en sintonía más allá de las cuestiones ideológicas, de la camaradería partidista: en el plano vital e íntimo. Por supuesto, habría que considerar que documentos como los recuperados en este artículo no sólo llenan huecos informativos, sino que crean, paradójicamente, nuevas interrogantes: ¿qué fue de Señales de México y de Ahora? ¿Dónde está la carta que motiva las menciones de Revueltas en “La revolución agredida”? ¿Quiénes son Román Irigoyen y Aurora Díaz? ¿Qué versión de El quebranto leyó Huerta? Ahí dejo unas cuantas dudas generadas por los hallazgos. Por último, véase la carta de Huerta, íntegra.