Decolonialidad indígena en América Latina. Emergencia de la literatura maya

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José Alejos García

Resumen

El pensa miento y prácticas decoloniales presentes en el mundo contemporáneo, contribuyen directa y significativamente en la larga lucha de los pueblos originarios de América por su liberación del orden colonial y la recuperación de sus culturas y territorios ancestrales. Entre las muchas facetas de esta lucha en América Latina se encuentran los movimientos de revitalización cultural, con sus expresiones en el arte como uno de sus principales componentes. En este artículo se analizan brevemente los contextos teóricos, históricos e ideológicos de este movimiento decolonial, tomando como caso la emergencia de una literatura maya, cuyo espíritu está orientado a transgredir el canon literario hegemónico.

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Cómo citar
Alejos García, J. . (2025). Decolonialidad indígena en América Latina. Emergencia de la literatura maya. Literatura Mexicana, 35(2), 239-256. https://doi.org/10.19130/iifl.litmex.2024.2/00SW17S0X8479
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Biografía del autor/a

José Alejos García, Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas - Centro de Estudios Mayas

Antropólogo, es investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1985, profesor y tutor del Posgrado en Estudios Mesoamericanos de la misma universidad desde su fundación en 1993. Es investigador Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Sus principales líneas de investigación son la semiótica de la cultura, la etnografía de la cultura maya, la tradición oral de los pueblos mesoamericanos y recientemente la emergencia de la literatura indígena. Entre sus últimas publicaciones como autor individual se encuentran las siguientes: Dialogismo y semiótica de cuentos míticos mayas (México: UNAM, 2018); “El cronotopo de Bajtín en antropología”, en Julieta Haidar e Ignacio Ramos Beltrán (coordinadores) Fronteras semióticas de la emoción. Los procesos del sentido en las culturas (México: ENAH/UNAM, 2019. 87-110); “A Bakhtinian Approach to Maya Oral Literature”, en Macabea (revista electrónica) vol. 9, núm. 3 (julio-septiembre 2020): 120-134; “Antropología dialógica de la narrativa maya”, en Pedro Pitarch (coordinador). Ensayos de etnografía teórica. Mesoamérica. Madrid: Nola Editores, 2020. 333-356. 

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Introducción

El presente artículo tiene como propósito ofrecer una visión panorámica de la emergencia de la literatura maya contemporánea, entendida ésta como un acontecimiento artístico que forma parte de un movimiento cultural y político más amplio, como lo es el ambiente decolonial en que se inscriben los pueblos originarios latinoamericanos. En efecto, esta emergencia literaria ocurre en un momento histórico que la ha hecho posible y al cual responde activamente, haciendo uso de los recursos ahora disponibles, pero incorporando también las tradiciones, saberes y artes con los que se contaba previamente.

En tal sentido, se hace necesario comprender esta novedosa literatura indígena en el curso de los procesos históricos, políticos e ideológicos de los que es parte y que le imprimen su carácter distintivo. Para ello, en este espacio haremos unas breves referencias de ese contexto, destacando aquellos aspectos que nos parecen determinantes, como lo han sido las luchas revolucionarias, las ideas teóricas e ideológicas y el espíritu transgresivo con que se acompañan las nuevas letras mayas.

Contexto histórico

Los pueblos originarios de América reciben el nuevo milenio con un renovado espíritu de lucha frente a los poderes coloniales. Es un espíritu que busca sacudirse del lastre colonial, ahora estimulado por corrientes de pensamiento decolonial, por reconocimientos jurídicos de organismos internacionales como la onu y la oit, la participación de instituciones y organizaciones mundiales, así como por nuevas legislaciones nacionales y procesos democráticos, que en su conjunto posibilitan movimientos sociales y étnicos, orientados a lograr derechos ciudadanos, resarcimientos históricos, protección y restitución de territorios ancestrales. A ello se suma un creciente número de investigaciones judiciales, así como académicas, cuyos resultados contribuyen a fundamentar los derechos, reclamos y denuncias de los pueblos indígenas, aportando información, fuentes documentales, publicaciones y referencias de utilidad para los propios intereses indígenas. En este sentido, los profesores e investigadores aca­ démicos también contribuimos, aparte de la generación de conocimientos científicos, de manera más o menos directa con argumentos, retóricas y perspectivas que alimentan a los movimientos indígenas, a sus objetivos, discursos y posturas políticas.

Si bien estos movimientos se han generalizado en el continente americano, estableciendo lazos de intercambio y comunicación entre los pueblos originarios, también existen marcadas diferencias entre aquellos del norte y los latinoamericanos, distanciamientos históricos, con tradiciones culturales, fronteras políticas y barreras lingüísticas difíciles de superar. De hecho, barreras similares dificultan el autoconocimiento y la organización entre los mismos pueblos indígenas latinoamericanos, aunque tienen a su favor el compartir una historia de colonización y mestizaje, movimientos revolucionarios, tradiciones de lucha y un bilingüismo con los idiomas latinos, que en su conjunto posibilitan un acercamiento y comunicación.

Otro aspecto importante que destacar es que, principalmente a través de sus propios líderes, los movimientos indígenas en América Latina también comparten entre sí historias de lucha, tradiciones intelectuales y artísticas, perspectivas teóricas e ideologías, que les han permitido ir consolidando un pensamiento propio, posturas, alianzas y objetivos comunes. Baste recordar los movimientos revolucionarios latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, con sus fundamentos en la perspectiva marxista, el surgimiento de teóricos e ideólogos nacionales, y su enorme producción intelectual y artística alternativa, principalmente en los campos de la literatura y la música, como lo ejemplifican por un lado la emergencia de escritores indígenas y por el otro el género de la canción “de protesta”. Es así que cada vez con mayor firmeza se reconoce la activa participación de los pueblos indígenas en aquellos movimientos revolucionarios, tanto en la lucha armada como en la esfera cultural. De hecho, la memoria cultural de esta revolución frustrada sigue viva en América Latina y se nutre ahora con nuevas perspectivas y renovadas alianzas.

Referencias teóricas

El marxismo, con su propuesta de lucha en favor de las clases desposeídas y de liberación del dominio capitalista, fue sin duda la teoría política y la ideología dominante de aquella época revolucionaria, y considero que en cierto sentido continúa siendo un estrato vigente de los movimientos y organizaciones contemporáneos, aunque no parezca evidente en la superficie, entre otras razones por el descrédito derivado de los sucesos históricos de fines de siglo, y así también por la permanencia de la ideología “anticomunista” prevaleciente en las clases hegemónicas nacionales y hemisféricas.

Para los movimientos indígenas latinoamericanos un referente primordial desde el siglo pasado hasta el presente ha sido sin duda el martinico Frantz Fanon (1925-1961). Su vida y obra destacan por su radical crítica y activismo político en contra del colonialismo, racismo, opresión y explotación practicados por los países europeos en sus colonias de ultramar, especialmente en África y América Latina, así como sus análisis psiquiátricos de la alienación cultural que sufren los pueblos colonizados, al grado de imitar y aspirar a ser como sus opresores blancos. Su obra está orientada justamente a mostrar este complejo de la alienación cultural y a buscar vías para terminar con ella, tanto mediante la labor intelectual como mediante el activismo político (Fanon 2009; 2018; Gibson 2019). Frantz Fanon sigue estando presente como todo un antecedente fundamental del pensamiento decolonial contemporáneo,2 especialmente en América Latina, donde su obra ha sido de especial relevancia para los estudios de alienación cultural de los pueblos indígenas, y fuente de inspiración para obras literarias sobre la misma temática.3

Más cercanamente, el argentino Walter Mignolo (1941) es también todo un referente de la teoría decolonial, así como de los movimientos indígenas anticoloniales latinoamericanos. Siguiendo la ruta trazada por el peruano Anibal Quijano (1928-2018), Mignolo desarrolla el concepto de decolonialidad, mediante el cual pone en evidencia las estructuras dominantes de conocimiento y de poder en el mundo contemporáneo, y de esa manera cuestionar los fundamentos de la modernidad. La decolonialidad del conocimiento busca mostrar las fuentes mismas de la construcción del conocimiento hegemónico, así como destacar aquellos saberes y prácticas de conocimiento que han sido negadas o invisibilizadas por los poderes dominantes. De allí la importancia que revisten sus ideas para los objetivos emancipatorios de los pueblos indígenas.

Por su parte, la disciplina antropológica ha sido un destinatario importante de las teorías y prácticas decoloniales, tanto por la crítica directa de que ha sido objeto, por su trasfondo histórico colonialista, el cual es puesto claramente en evidencia y cuestionado de manera radical. De allí que ahora la antropología latinoamericana participe del movimiento decolonial a través de diversas corrientes teórico metodológicas y prácticas en el terreno, como lo son el acompañamiento y asesoría a las causas indígenas, labores de peritaje en procesos judiciales, formación de intelectuales y artistas indígenas, etcétera. Interesante en este sentido ha sido la activa participación de antropólogos y otros intelectuales en el movimiento revolucionario del ezln en México.4

Asimismo, las nuevas generaciones de intelectuales indígenas, antropólogos muchos de ellos, están encontrando en la perspectiva decolonial una fuente importante de inspiración y de instrumentos analíticos e interpretativos para sus propios objetivos académicos y políticos. Así, estudiantes indígenas, que actualmente tienen la oportunidad de continuar estudios universitarios, toman conciencia de los graves problemas que enfrentan sus pueblos de origen y buscan respuestas a ellos, algunos justamente mediante la expresión literaria.

Antecedentes de las literaturas indígenas

Un extraordinario movimiento contemporáneo en el plano literario en América Latina es el cambio ocurrido en el género de la literatura indigenista, escrita por autores no indígenas que cedió el paso a una voz propiamente indígena. Este acontecimiento, ya anticipado un siglo antes por el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930), y posteriormente reafirmado por el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón (1904-1992), constituye sin duda un hito en la historia de la literatura latinoamericana.

Cabe aclarar que la escritura indígena en América no es de ninguna manera un acontecimiento reciente, pues contamos con amplias evidencias científicas que dan cuenta de una milenaria tradición escritural, producto de un extraordinario desarrollo civilizatorio, como lo atestiguan los sistemas de escritura en el área cultural conocida como Mesoamérica, especialmente aquellos textos que se han logrado conservar pertenecientes a la antigua cultura maya. La decodificación de su escritura jeroglífica está permitiendo a los especialistas en esta rama de la epigrafía, develar una apasionante historia y mitología, contadas con estilos literarios y pictográficos de un enorme valor artístico. Como se sabe, esta tradición escritural fue destruida sistemáticamente por la conquista europea y la posterior colonización.

Sin embargo, aquella tradición no desapareció del todo, ya que los intelectuales indígenas de aquel entonces supieron apropiarse de las lenguas y sistemas de escritura de los colonizadores, para de esta manera perpetuar su legado y lograr transmitirlo a sus descendientes y a la humanidad en su conjunto (véase Tedlock 2010). Es así que en la actualidad se cuenta con un acervo invaluable de literatura indígena de la época colonial, en el que destacan textos como el Popol Vuh y los Anales de los Cakchiqueles de Guatemala, o los Chilam Balam y títulos primordiales de Yucatán, entre muchos otros, aparte de muchísimos textos indígenas recopilados por autores europeos a lo largo de la colonia, como lo ilustra la obra de Bernardino de Sahagún, Diego de Landa y Bartolomé de las Casas, entre tantos otros.

Sin embargo, más adelante los cerca de cinco siglos de dominación colonial (incluyendo aquí al neocolonialismo republicano) hundieron a las culturas indígenas en la fragmentación, el aislamiento, la pobreza y el analfabetismo, todos ellos factores que impidieron la continuación de una tradición literaria escrita, más no así la conservación de una tradición oral rica en géneros literarios ancestrales, conservados en la memoria cultural y a la espera de un momento de renacimiento (sobre este tema véase Alejos García 2020).

Emergencia de la literatura maya

La segunda mitad del siglo XX fue escenario de cambios muy significativos en las condiciones de vida de los pueblos originarios de América Latina, cambios en gran medida producidos por los movimientos armados revolucionarios, que colocaron en un primer plano la lucha por los derechos de las mayorías a una vida digna, libre de miseria, opresión y marginalidad. Si bien estos movimientos no lograron su objetivo de derrocar definiti­ vamente a los gobiernos nacionales y establecer regímenes socialistas, sus efectos políticos sí lograron colocar en las agendas nacionales y en el escenario internacional las exigencias de las mayorías desposeídas, en particular aquellas de los pueblos originarios en América Latina.

Destaca en este sentido la obra literaria de la insigne mayaquiché Rigoberta Menchú (1959-), quien a través de sus testimonios de la guerra en Guatemala (Burgos 1983) logró difundir a nivel mundial las luchas de su pueblo y las atrocidades cometidas por los gobiernos en turno. Su obra en favor de los derechos humanos fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1992, fecha altamente simbólica por marcar los 500 años de la situación colonial en América. Además de su obra literaria, Menchú es reconocida por su activismo en favor de los pueblos indígenas, lo que le ha valido diversos reconocimientos internacionales, como lo es su nombramiento como Embajadora de la Paz por la Organización de Naciones Unidas.

Justamente, el final de la guerra interna en Guatemala en 1996 es un parteaguas en la historia de los pueblos indígenas de aquel país, ya que la firma de la paz conllevó cambios jurídicos trascendentales en la Constitución Política, que en su conjunto han estimulado la revitalización cultural indígena, el florecimiento de escritores mayas, la consolidación de un movimiento políticocultural conocido como el Movimiento Maya, y el surgimiento de partidos políticos y líderes indígenas que aspiran a gobernar el país.

En cuanto a la emergencia de escritores indígenas, mayas en particular, ocurrida en las últimas décadas, se trata de un fenómeno cultural que presenta diversos orígenes, en gran medida vinculados a factores políticos, unos en Guatemala, otros en México. En el primero, como hemos visto, ha ocurrido en gran medida como consecuencia de la apertura ocasionada con el fin de la guerra y las contribuciones y presiones internacionales de países y organismos que participaron en las negociaciones de paz. En el caso mexicano, una verdadera explosión de escritores indígenas está vinculada al surgimiento del movimiento armado indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, que logró mostrar al mundo y a los mismos mexicanos las deplorables condiciones de vida de los pueblos indígenas de Chiapas y del país en su conjunto.5 A partir de entonces se han sucedido una serie de importantes cambios legislativos y políticas culturales de gobierno, especialmente la creación de instituciones dedicadas a velar por los derechos de los pueblos y a promover el fortalecimiento cultural, la educación bilingüe bicultural y el rescate y promoción de las lenguas indígenas.

Es justo decir que, en el caso mexicano, anterior al levantamiento del EZLN ya existían instituciones y programas educativos y culturales orientados a promover la lengua y la cultura indígenas, pero operaban con un marcado sesgo ideológico indigenista, paternalista y proselitista. Así se establecieron casas de la cultura, talleres de escritura, becas y concursos literarios para la población indígena, que produjeron las primeras generaciones de escritores y artistas, en gran medida dependientes de los apoyos, objetivos y estrategias de los gobiernos estatales y federal. Las obras literarias que se favorecían y promovían eran aquellas que reflejaban la cultura tradicional, las narraciones provenientes de la oralidad, es decir, aquellas que respondían al canon indigenista de la literatura étnica.6 Allí habría que ubicar el surgimiento de algunos intelectuales indígenas y la aparición de las primeras asociaciones artísticas indígenas, promovidos por organismos y patrocinadores extranjeros, que como en el caso chiapaneco, crearon asociaciones de escritores y de teatro, entre las que destacan la casa del escritor indígena Sna’ Tsibajom y la compañía de teatro indígena fomma, cuya producción estuvo orientada principalmente a un público extranjero y al turismo local.

En general, los analistas y críticos literarios concuerdan en señalar al movimiento zapatista mexicano como un parteaguas en la historia literaria nacional, ya que a partir de entonces los intelectuales indígenas se forman de manera independiente, en instituciones educativas nacionales y extranjeras y presentan propuestas originales, propias y críticas. Sin duda continúan beneficiándose de programas y oportunidades que encuentran en el sistema nacional, pero lo hacen con mucha mayor independencia que en el pasado, produciendo obras literarias que lejos de ser condescendientes con las políticas de gobierno se tornan cada vez más críticas, denunciando muchos de ellos abiertamente la violencia, explotación y exclusión que sufren sus pueblos. Es una generación de intelectuales marcados por el espíritu decolonial de la época. A ello habría que sumar la obra de escritoras indígenas feministas, que desafían igualmente el orden patriarcal presente tanto en sus propias vidas como en el plano literario.7

Uno de los géneros más destacados es la poesía, generalmente escrita en idioma indígena y traducida al español por los mismos autores. Si bien los estilos son diversos, al igual que la temática, es clara la intención de mostrar perspectivas y voces propias, indígenas, distintas a la tradición literaria occidental. Algunos analistas han señalado justamente una originalidad consistente en la percepción y comunión con la naturaleza (véase Ortega Arango 2013), que a primera vista pareciera ser expresión de un “culto a la naturaleza”, de manera que algunos la han considerado como una continuación de la religión ancestral,8 y como el rasgo más distintivo respecto a la literatura occidental. En efecto, un rasgo sobresaliente de la poesía maya contemporánea es su diálogo íntimo con el mundo natural, en donde elementos como pueden ser el viento, la lluvia, el río o el bosque y los animales, llegan a integrarse en la poesía como sujetos e interlocutores en diálogo con la voz autoral. Sin embargo, en este punto debe tenerse en cuenta no sólo el contenido inmanente de esta poesía, sino considerarse además el momento presente de la enunciación que, entendido a la luz del contexto actual, de destrucción ecológica, cambio climático y del capitalismo salvaje practicado en estos países, se torna una voz dialógica que implícita o explícitamente contrasta, contesta y denuncia la destrucción de la naturaleza y de los territorios, esos sí, ancestrales, de los pueblos originarios.

De allí que buena parte de los críticos literarios que han estudiado esta literatura coincidan en señalar su carácter contestatario. Por ejemplo, en un estudio de destacados escritores y poetas mayas de la península de Yucatán, Ligorred Perramón (2000) argumenta que se trata de una literatura escrita que actualiza una milenaria tradición literaria maya, tanto oral como escrita, pero que principalmente representa las voces populares, comunitarias, y que expresa una resistencia étnica frente a la cultura occidental dominante: “creaciones contemporáneas que ponen de manifiesto la resistencia étnica de los mayas a través de la construcción de un lenguaje poético inspirado en la tradición, pero destinado a constituirse en un elemento esencial para la revitalización cultural maya futura” (334). Esto nos dice que, si bien la literatura maya contemporánea abreva de una tradición cultural propia, no se trata de una mera repetición o actualización de temas, estilos y retóricas del pasado, sino que es una expresión artística que responde, como una “resistencia étnica”, al contexto de dominación y colonialidad que la enmarca.

Por su parte, en sus análisis de la literatura maya, Worley y Palacios (2019) plantean que su originalidad, nacionalismo y concepción panartística le confieren a la literatura maya un sentido de ruptura respecto del canon occidental, y constituye la expresión artística de un movimiento decolonial. Ellos identifican una tradición civilizatoria milenaria como un componente fundamental de esta literatura, entendida al interior de un concepto cultural más abarcador denominado ts’íib, pero advierten que en su expresión contemporánea, se trata de un fenómeno articulado directamente a un movimiento políticocultural en Guatemala, que busca lo que denominan un “descentramiento decolonial”. “La literatura maya dialoga con y participa activamente en la articulación de nacionalismos mayas a través de toda la región. En un contexto guatemalteco, esta conexión entre la literatura maya y los nacionalismos encuentra sus raíces en el Movimiento Maya que inició en la década de 1970 y surgió con plenitud en los noventas, al final de la guerra civil guatemalteca” (Worley y Palacios: 6-7; la traducción es mía) .

El caso del poeta guatemalteco Humberto Ak´abal permite a estos autores ilustrar esa perspectiva decolonial, al comentar que al serle otorgado el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias en 2003, el poeta lo rechazó públicamente, declarando que, en su tesis de licenciatura, Asturias había ofendido a los pueblos indígenas de Guatemala. Con esta acción, Ak´abal rechazó su inclusión en el canon literario nacional, cuestionando al mismo tiempo el discurso multiculturalista (89).

Por su parte, la poeta tsotsil Ruperta Bautista (2020) publicó recientemente una interesante reflexión acerca del surgimiento de la literatura “indígena” contemporánea. De inicio, Bautista cuestiona la palabra “indígena” por considerarla un término “impuesto desde lo externo, desde distintos pensares para designar al otro, que no pertenece a la cultura dominante” (39), razón por la cual ella emplea el término entrecomillado, reemplazándolo por etnónimos y por el de pueblos originarios. La poeta reconoce como un marcador histórico el levantamiento zapatista para la emergencia de artistas de los pueblos originarios. Bautista considera que si bien en un inicio ellos fueron “impulsados por personas externas”, buscaron “poco a poco empezar a trabajar la cuestión del arte desde su propia visión” (45). Bautista concluye su reflexión afirmando que “la poesía en Lenguas Originarias, en Chiapas, surge como parte de un movimiento de Lucha y Resistencia […] es una herramienta para manifestar la expresión estética y concepción del mundo que tienen los pueblos originarios […] es un instrumento de sanación del alma y el espíritu […] es una de las herramientas de lucha y resistencia para la reivindicación de los pueblos en lucha” (54-55).

Transgrediendo el canon

Como hemos visto, la emergencia de escritores mayas ocurre en el actual contexto político mundial del reconocimiento de derechos culturales y de reivindicaciones de los pueblos originarios. Este movimiento ha despertado un creciente interés entre diversos públicos, entre ellos los críticos literarios ocupan un lugar especial, analistas que en buena medida han buscado dar cuenta de esa emergencia y ubicarla como una categoría particular al interior de la esfera literaria nacional o regional. Algunos han cuestionado la originalidad de esta literatura, al señalar el patrocinio de las políticas culturales del gobierno, de organizaciones y académicos extranjeros detrás de la misma, así como la producción destinada principalmente hacia un público no indígena. Otros analistas, en cambio, sin negar las influencias externas, reconocen una originalidad propia de estas literaturas, así como su raigambre en una tradición literaria ancestral. Como ya he señalado, los especialistas también han considerado que esta emergencia literaria indígena ocurre en un contexto histórico determinado de reivindicaciones culturales, que le imprime un carácter contestatario, crítico, decolonial.

En general, se observa en los críticos literarios una tendencia a clasificar a esta literatura al interior de corrientes, géneros y estilos. En este sentido, destaca el propósito de ubicar esta literatura al interior del canon literario nacional.

A diferencia de aquella perspectiva que busca asimilar esta emergencia literaria maya a un canon dado de antemano, mi opinión es que mediante su producción literaria los escritores mayas participan de un movimiento artístico indígena más amplio, orientado, no a encontrar un lugar en la literatura nacional, sino más bien a cuestionar el canon literario hegemónico, a redefinir el canon mismo.

Mi planteamiento es que esa literatura, en el contexto en que se desarrolla constituye una propuesta innovadora y contestataria, que interpela a la literatura hegemónica y genera un efecto de transgresión, un efecto desestructurante, a la vez renovador y dinámico al cual se refiere Lotman (1996) en su discusión sobre las funciones del arte en la cultura.9

Un tipo de arte está orientado a los sistemas canónicos (el arte “ritualizado”, el “arte de la estética de la identidad”), y el otro, a la violación de los cánones, a la transgresión de las normas prescritas de antemano. En el segundo caso, los valores estéticos surgen, no como resultado del cumplimiento del indicador de una norma, sino como consecuencia de las transgresiones del mismo (Lotman: 182).

Considero que en el fondo de muchos de estos esfuerzos de la crítica por definir la emergencia de la literatura maya, se encuentra una visión asimilacionista, orientada a enmarcar a aquélla dentro de un canon preestablecido, teniendo como trasfondo la jerarquía cima/fondo en literatura planteada por Bajtín en su teoría literaria (1989; 1993).10 Mi opinión es que lo que presenciamos en la actualidad es una subversión de las literaturas marginales, un cuestionamiento de las literaturas “cimeras”, de tal manera que esta literatura indígena se encuentra orientada hacia la ruptura y transgresión del canon hegemónico. Debo aclarar que ello no implica que la producción de escritores indígenas no se vea influenciada por géneros literarios preexistentes, así como por las caracterizaciones generadas por los críticos, y que existan de hecho tendencias a reproducir temas y esquemas narrativos generados por la misma crítica, pero incluso en esos casos, ello ocurre en un ambiente de transgresión.

De hecho, encuentro otros analistas literarios que también han destacado el cuestionamiento del canon como una dominante de las expresiones literarias mayas. Así, en un estudio dedicado a poetas mayas contemporáneos en Guatemala, Meza y Toledo (2015) buscan tomar distancia respecto de la tradición eurocéntrica de análisis literario, señalando los criterios occidentalistas con que se miden los valores de la literatura, lo que ha generado la exclusión de ciertas obras literarias. Las autoras reivindican la noción de lo maya, contrapuesta a lo indígena, señalando un cambio en el canon de la literatura guatemalteca en las últimas décadas, al incorporar una literatura con una cosmovisión distinta a “la desarrollada por criollos y mestizos” (15). En el mismo sentido van las críticas de Worley y Palacios (2019) al cuestionar el concepto mismo de “literatura”, y al sostener que en esencia se trata de un movimiento decolonial cuya intención es cuestionar el canon.

Conclusiones

En mi revisión de la crítica que se ha generado sobre la literatura maya contemporánea encuentro que si bien entre los analistas predomina una visión asimilacionista, también parecen compartir un cierto común denominador, al señalar en esta literatura una orientación política e ideológica que califican mediante términos tales como “resistencia étnica”, “revitalización cultural”, “lucha”, “denuncia”, “contrahegemónica”, “anticanónica”, “anticolonial” y “decolonial” (véase mi estudio al respecto en Alejos García 2023). De allí que se vincule esta emergencia literaria con acontecimientos políticos revolucionarios, como la guerra interna en Guatemala y el neozapatismo mexicano, como detonantes de cambios en las políticas culturales y del florecimiento intelectual y artístico contemporáneo.

En tal sentido van mis propias interpretaciones, estando de acuerdo con quienes reconocen en esta literatura un carácter transgresor, cuya finalidad, no siempre consciente o explícita, consiste en revertir el canon, en colocar en primer plano una literatura que la academia nacional ha ignorado y que sólo recientemente, y probablemente obligada por un reconocimiento de la academia extranjera, busca darle un lugar en la jerarquía del canon hegemónico nacional.

Quiero terminar haciendo referencia a la obra de Luis de Lión (1939-1984), escritor cakchiquel asesinado por la dictadura militar en 1984, cuya obra permaneció ignorada hasta tiempos recientes, y que hoy en día recibe un importante reconocimiento por parte de la crítica literaria. Considerado ahora como un precursor, un “antecedente fundamental”, un “transgresor” de la literatura guatemalteca. A pesar de su truncada existencia, De Lión cultivó el cuento, la poesía y es autor de la primera novela maya, El tiempo principia en Xibalbá (2013),11 considerada todo un parteaguas de la literatura guatemalteca, tanto por su carácter autocrítico como por su radical cuestionamiento de la identidad indígena y nacional. Su obra interpela directamente a la literatura indigenista expresada en la obra de Miguel Ángel Asturias, con quien evidentemente establece una relación dialógica. En tal sentido, (Liano (2013) considera que la obra de De Lión se encuentra “fuera del canon”, la califica de transgresora y merecedora de un importante reconocimiento, ausente hasta el presente.

De Lion era rebelde y transgresor, insolente y discolo. Si su caracter era afable, amistoso y hasta dulce, su praxis literaria no. Lo mas interesante es que traslada la irreverencia y la desacralizacion hacia la vision del mundo indigena. Alla donde los escritores mestizos muestran admiracion o reverencia por mitos y modo de ser de los mayas, De Lion desbarata la vision colonial, y desvela lacras y defectos. Sus protagonistas, todos indigenas, son resentidos, rabiosos, acomplejados, traidores algunos, revanchistas otros, y su novela El tiempo principia en Xibalba merece un puesto semejante al de Pedro Paramo(Liano: 10).

Por su parte, Bubnova considera la obra de Luis de Lión como un hecho inédito en la literatura latinoamericana, al romper con el indigenismo y lograr que la voz indígena sea escuchada con toda su fuerza, firmeza y originalidad. Su obra, nos dice, es de aquellas que realmente “valen la pena escribir”, del género de los asuntos trascendentales, de aquellos que es urgente resolver, como algo vital, íntimo o universal, y como tal constituye una respuesta ética, dialógica, del autor ante el mundo que le ha tocado enfrentar (2001: 179).

Para Bubnova, la clave para la interpretación de la novela reside en dos tópicos mutuamente relacionados: el racismo y el autoodio en que se consume la población indígena y que De Lión describe con toda su rudeza. Él logra mostrar al sujeto indígena en conflicto consigo mismo y en un estado de descomposición social causado por un conflicto con su mundo exterior.12 Contrario a otras opiniones, Bubnova (2002) considera que la originalidad y efecto perturbador de la obra consiste precisamente en el ángulo de la mirada, que es el de la conciencia india.

Luis de Lión, más que un antecedente, es un pleno autor decolonial, alguien con una visión revolucionaria que encontró en las letras un arma de lucha para la emancipación de su pueblo, y que supo indicarle el camino a seguir.

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Una versión preliminar fue presentada como conferencia en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, Japón, durante mi estancia sabática (2022-2023). Agradezco a los profesores Mieko Sakurai, Shigeto Yoshida y Tsubasa Okoshi por sus valiosos comentarios y aportes bibliográficos.
Véase Ciriez y Lamy (2022); Fanon (2009; 2018); Gibson (2019).
La obra del escritor Luis de Lión es relevante en este sentido, como se discute más adelante.
Véase como ejemplos, la antología publicada por Baronnet et al. (2011) y más recientemente Méndez-Gómez (2020).
Véase Alejos García (2001), Méndez Gómez (2020), Bautista (2020).
Para el caso de la emergencia de la literatura maya yucateca, véase los estudios de Ortega Arango (2013), Ligorred Perramón (2000) y Yoshida (2020), en donde se reconoce la influencia del indigenismo y de las políticas multiculturales del gobierno, pero destacando también el afán de los escritores mayas por generar una literatura propia, distintiva.
Al respecto, véase Palmer (2019) y los estudios de Yoshida (2019; 2020) sobre la literatura feminista maya yucateca, representada en la escritora Sol Ceh Moo.
En este sentido, algunos críticos literarios han calificado esta emergente literatura como “naive”, “étnica”, o incluso “silvestre”; véase la crítica en Alejos García 2023.
Véase en especial los capítulos “Sobre el contenido y la estructura del concepto de ‘literatura artística’”, y “El arte canónico como paradoja informacional” en Lotman (1996).
Respecto a esta clasificación jerárquica en el canon literario, véase el capítulo “Sobre el contenido y la estructura del concepto de ‘literatura artística’”, en Lotman (1996).
La novela fue escrita originalmente en 1972. Véase Arias 1996.
El vínculo de Luis de Lión con Fanon es relevante, y me parece probable que en sus estudios universitarios o en su militancia política haya conocido la obra del revolucionario martinico y recibido la influencia de su crítica a la alienación cultural.