La vida de Xavier Villaurrutia comienza a develar sus secretos gracias a diversos estudios que se han propuesto recrearla para la historiografía literaria en México. Sin embargo, a pesar de los extraordinarios esfuerzos que en su conjunto representan las aportaciones de críticos como Miguel Capistrán, Guillermo Sheridan o el propio Octavio Paz, la figura de Villaurrutia ha demostrado su reticencia a salir del imaginario colectivo como si se tratara de un misterio. Podría argumentarse con razón que sucede de este modo porque el propio escritor se empeñó con esfuerzo a transfigurar su propia vida en la de un mito: ese Xavier escrito con “equis” que terminó por diluir el nombre de María Javier Villaurrutia González. Tal vez el testimonio más sobrecogedor de este proceso no se encuentre en su poesía, sino en esas hojas sueltas saturadas de signos, letras, deseos, sentimientos e ideas de una persona que son, al final de cuentas, la definición de un epistolario.
Ha escrito Fabienne Bradu que un conjunto de cartas no conforma una biografía como tampoco lo hace un legajo de poemas, pero leídas con cuidado resultan el mejor indicio para ahondar en una vida. Fue Villaurrutia el más secreto de los hombres públicos. José Gorostiza(hermano de Celestino) comparó a la generación de Contemporáneos con un edificio de la poesía, asignando a cada uno su sitio. Salvador Novo ocupaba la azotea: “Los trapos al sol. ¡Y ese inquieto González Rojo que no se acuesta nunca en su cama!” (Gorostiza 1993: 136-137). Siguiendo la metáfora, podríamos señalar que acercarnos al epistolario de Villaurrutia equivale a ingresar en una de las alcobas para, “en la ausencia de su dueño”, poder asomarnos “a lo que sin duda permanecería invisible, inalcanzable, en su presencia” (Bradu: 7). Si estas cartas, además, han permanecido inéditas durante más de tres cuartos de siglo, se produce en el investigador casi de inmediato una tensión entre el testimonio y la crítica; entre la documentación apasionada y la interpretación pudorosa de esos pedazos de humanidad que conformaron alguna vez una existencia.
Sabemos por carta a María Teresa, hermana del escritor, que en octubre de 1935 la familia Villaurrutia González abandonó la famosa casa de la calle de Mina, número 5, en la colonia Guerrero, para mudarse a su domicilio de la colonia Roma, ubicado en la calle de Puebla, 247, de la Ciudad de México. Entre las noticias que solicita un desanimado Xavier Villaurrutia desde New Haven, Connecticut, donde cursa estudios de Teatro en la Universidad de Yale, entre 1935 y 1936, envía instrucciones sobre el cuidado de su archivo personal:
María Teresa: Te mando el giro por 40 dólares para que Félix [Villaurrutia] me haga favor de cobrarlo. Espero que enseguida que lo haga me mandará a avisar por correo aéreo. Dale dinero para los timbres. Lo mismo, si necesita para él algunos pesos puedes dárselos del dinero mexicano. No coloques mi dinero en hipoteca o banco. Puedo necesitarlo. Las cosas en la Universidad han vuelto a tomar su curso normal. El invierno todavía no se presenta en escena. Tiempo variable: calor y frío sin transición. Espero la dirección de la nueva casa. Cuida mucho mis papeles y no abras los sobres que estaban en mi chifonier. Esas cosas sólo Agustín Lazo puede manejarlas, en caso dado (Villaurrutia 2003: 11).
El “caso dado” ocurrió la mañana de Navidad de 1950, cuando el escritor murió víctima de un infarto fulminante, en condiciones que todavía levantan sospecha entre los críticos e investigadores más escépticos. La tragedia que significó la muerte de Villaurrutia entre su círculo más cercano propició el inicio de la disgregación de su archivo personal: correspondencia, manuscritos, traducciones, fotografías, dibujos, pinturas, y por supuesto, sus libros. El núcleo de lo que actualmente conocemos como Fondo Xavier Villaurrutia se debe a décadas de trabajo de búsqueda, recolección e integración del material por parte de investigadores, escritores o particulares, tales como Miguel Capistrán, Luis Mario Schneider o la propia Teresa Villaurrutia, quien se hizo cargo del Fondo hasta su deceso en la década de los setenta.
Desde entonces, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) ha resguardado los documentos del escritor mexicano, a través de diversos departamentos entre los que sobresalen el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, o recientemente el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), donde el material ha quedado en espera de ser reintegrado al capítulo de la historiografía literaria de México al que pertenecen. Gracias al apoyo del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana, obtuve acceso a finales de 2017 al Fondo Xavier Villaurrutia, donde pude fotografiar el cuaderno de notas que el escritor utilizó durante su estancia en la Universidad de Yale; traducción de obras teatrales; recortes de periódicos; así como las 125 cartas catalogadas en la sección epistolar de este archivo que comprende un periodo de 1924 hasta 1956.1 A partir de entonces me he dedicado a organizar la edición del epistolario: paleografía de los manuscritos, transcripción, actualización ortotipográfica, investigación de fuentes, entre otras tareas.
Es necesario aclarar que en su abrumadora mayoría las cartas pueden considerarse inéditas. No se encuentran en ninguna de las obras que he podido revisar sobre la correspondencia de Xavier Villaurrutia, aunque los intentos por compilar un epistolario se remonten a los días posteriores a su deceso. Por ejemplo, el 6 de enero de 1951, sumido en un voto de silencio por la muerte de su amigo, Salvador Novo consignó en su diario que se propuso dar a la imprenta una parte de las cartas que intercambió con el escritor durante la década de 1930:
Esta mañana he ido a mi archivo y sacado de él la carpeta en que cuidadosamente guardo las cartas de Xavier [...] Son como todo lo suyo llenas de inteligencia; conversaciones a distancia más suyas que una charla con él, puesto que son monólogos. Me propongo publicar con todas ellas un pequeño libro o epistolario suyo, y por lo pronto creo que el mejor homenaje que puedo rendir a su querida memoria es el de comunicar a los lectores algunas cuantas de estas cartas (Novo 1994: 443).
Pese a los deseos expresados líneas arriba, Cartas de Villaurrutia a Novo fue publicado 15 años más tarde hasta1966. En esta edición se reunieron 16 de las misivas que el poeta le envió desde diferentes ciudades de los Estados Unidos, durante los 10 meses que duró su estancia en Yale. No conocemos las cartas de Novo a Villaurrutia que detonaron este “monólogo”, pero a partir de la información que nos brinda el epistolario es posible reconstruir ese diálogo íntimo, lleno de confesiones, juicios e ideas que ocuparon al poeta durante su primer y único viaje al extranjero.
Las cartas que resguarda el CITRU tampoco se encuentran en Cartas inéditas (1970) de Eduardo Luquín, obra en la que este último compila parte de la correspondencia que mantuvo con Villaurrutia entre 1925 -año en que Luquín ingresó al Servicio Exterior Mexicano- y 1935, cuando nuestro escritor se marchó a New Haven. Predomina en estas siete cartas un tono menos confidencial que el mostrado con Novo, derivado de una declarada censura impuesta por el editor, que reviste las misivas de un carácter estrictamente literario. Los motivos de estas conversaciones son la noticia de una reseña, una opinión sobre los poemas de Eduardo Luquín, algún consejo sobre lo que significa comprometerse con la labor literaria:
No creo incurrir en indiscreción alguna al publicar las cartas que reúno en este volumen. En ninguna de ellas [Villaurrutia] exhibe intimidades que pudiesen despertar las sospechas de la suspicacia ni la maledicencia de la crítica aviesa [... ] Me parece por demás advertir que no fueron escritas para su publicación. Probablemente él mismo se habría opuesto a que se hicieran del dominio público, pues el rigor que invariablemente se impuso a sí mismo se habría resistido a autorizar la publicación de cartas escritas a vieja pluma (Villaurrutia 1970: 1819).
Las cartas del Fondo Xavier Villaurrutia tampoco aparecen en epistolarios afines aunque dedicados a otros de los Contemporáneos, como es el caso de las recolectadas de Jorge Cuesta (1981), por Luis Mario Schneider; Carlos Pellicer (1993) y José Gorostiza (1995), preparadas por Guillermo Sheridan; de Carlos Pellicer (1997), por Samuel Gordon y Fernando Rodríguez; el de Antonieta Rivas Mercado (2005), a cargo de Fabienne
Bradu.2 Lo mismo podría decirse de las “Seize lettres inédites de Xavier Villaurrutia à Alfonso Reyes” (1974), que reunió Jacques Issorel gracias al apoyo de la Capilla Alfonsina; las “Cartas de Octavio G. Barreda y Villaurrutia a Carlos Pellicer” (1997) editadas por H. Pilar Morales Lara; o más recientemente, las dedicadas a Pedro Henríquez Ureña (2020) que compiló Adolfo Castañón. Mención aparte merece la labor de Miguel Capistrán, quien dio a conocer en diversas revistas los avances de lo que debería materializarse como la correspondencia de los Contemporáneos (1967a), sin embargo, todo parece indicar que el proyecto no llegó a buen puerto.
Posiblemente, una de las razones por la que las cartas del Fondo han permanecido olvidadas durante tanto tiempo se debe a que este epistolario está integrado en su abrumadora mayoría por cartas a Xavier Villaurrutia, no escritas por él. Esta condición no demerita el valor de los documentos pues todo epistolario lleva implícita una red de comunicación que oscila desde la rigurosamente profesional hasta la intimidad humana que suponen las amistades. Dicho esto, debo reconocer que la tarea de completar la conversación sin las cartas a recambio es una misión exhaustiva, en la que siempre persiste la impresión de haber más en lo que callan que en lo que dicen. Entre la nómina de escritores, editores, músicos, actores, alumnos, familiares, encontramos en este archivo a José Bianco, Francisco Luis Bermúdez, Jean Camp, Fernando Casas Alemán, Américo Castro, Eduardo Colín, André Coyné, Genaro Estrada, Edith Fishtine, Orazio Fontanot, Julia García Games, Eduardo García Maynez, Oliverio Girondo, Alfredo Gómez de la Vega, Martín Gómez Palacio, Carlos González Peña, Prudencia Grifell, Palma Guillén, Francisco A. de Icaza, Valéry Larbaud, Eduardo Mallea, Gabriela Mistral, Marco Antonio Moreno, César Moro, Enrique Munguía, Salvador Novo, Gabriel Orendain, Carlos Pellicer, Pedro Prado, Alfonso Reyes, Carlos Reyles, Antonieta Rivas Mercado, Alfonso Francisco Ramírez, Curtis Rodgers, Manuel Rodríguez Lozano, Jesús Romero, Pedro Salinas, Bertha Singerman, Zdenk Smíd, Rubén Stolek, Guillermo de Torre, Arturo Torres Rioseco, Rafael Heliodoro Valle, Fernando Vela, María Teresa Villaurrutia, Gonzalo Zaldumbide, entre otros nombres sin identificar, sea por el daño de los materiales, por la rigurosa caligrafía, o porque simplemente pertenecieron al círculo íntimo del escritor.
He decidido compartir algunos de los hallazgos epistolares, que representan apenas una cala del corpus total de este fondo. Para este avance, las cartas vienen acompañadas de notas al pie que pretenden aclarar el contexto de la conversación o dar noticia de algún evento o nombre propio que por la distancia temporal pudieran resultar oscuros. Asimismo, para no entorpecer la lectura consigno entre corchetes los apellidos cuando consideré necesario, o si se trata de manuscritos o mecanuscritos. Quiero señalar que más allá del aporte biográfico que el estudio de estos documentos puede legarnos, considero que su importancia radica en la posibilidad de analizar la trayectoria de Villaurrutia en los grupos literarios, sus alianzas, diferencias o complicidades no sólo al interior de México, sino en el circuito literario de Hispanoamérica.
Los remitentes de las cartas que a continuación aparecen son: Pedro Prado, Eduardo Colín, Manuel Rodríguez Lozano, Enrique Munguía, Carlos Pellicer, Curtis C. Rodgers, Pedro Salinas y Rubén Stolek. Estos ocho documentos han sido dispuestos en orden cronológico y de alguna manera corresponden a cuatro momentos claramente determinados en la vida y obra de Xavier Villaurrutia. Las primeras tres epístolas pertenecen al periodo “De la barca de Ulises”, en el cual nuestro escritor edita la famosa revista con Salvador Novo, comienza a dar a conocer sus primeros escritos en México e Hispanoamérica, y se confronta con el nacionalismo de la década de 1920. La carta número cuatro forma parte del periodo “De Contemporáneos”, cuando la firma de Villaurrutia destaca entre los círculos artísticos e intelectuales del momento, y gestiona la colaboración de diversos e importantes nombres para la famosa publicación. Las dos cartas siguientes se circunscriben a la “Temporada en New Haven”, cuando la poesía de Villaurrutia rejuvenece, al permitirse el influjo de nuevas experiencias vitales y lecturas en los Estados Unidos, entre 1935 y 1936. Finalmente, las últimas dos conciernen a “El más secreto de los hombres públicos”, momento en que el escritor se ha vuelto un referente en el escenario nacional, como personaje protagónico de la literatura mexicana moderna.
Cartas
De Pedro Prado
[Carta manuscrita. Tinta negra]
Señor don Xavier Villaurrutia
México
Mi bondadoso amigo:
La amabilidad de Antonio Castro Leal ha hecho llegar a mis manos una crítica de usted publicada en El Heraldo de esa ciudad.3 Leí su trabajo con el interés consiguiente hasta que su juicio, demasiado benévolo, me hizo pensar si no estaría, sin saberlo, muerto. La tranquilidad de su expresión me pareció la que se adopta al hacer el último balance; la simpatía generosa y el deducir prolijo de ocultar bondades, ocultas aún casi para mí mismo, todo tenía el acento de lo que es posible que se diga para entonces, si antes he logrado realizar algo.
Debe usted ser joven, en todo caso, sólo frescura de juventud espiritual puede haberle otorgado el encontrar en mi obra, tan escasa, lo que usted dice he encontrado yo, en este pequeño espectáculo de la vida.
Lástima es para mí que usted, en quien presiento el amigo deseado, viva tan lejos. Pero el mundo, repito, es pequeño, y no sería extraño que alguna vez nos encontremos. Verá usted entonces que es preciso escarbar hondo y con paciencia dentro de mí para sospechar que bien pudiera ser que, en algún futuro lejano, sea digno de merecer los dictados de la comprensión que trae la simpatía, que he tenido la suerte de despertar en usted con unos libros tan pequeños.
Perdone usted una ridícula defensa. ¿Cree usted en la influencia de Tagore?4 No recuerdo en qué época recibió el premio Nobel que trajo por consecuencia las traducciones de sus obras a todas las lenguas. En 1910 y 1911 publiqué en revistas de Santiago los pequeños poemas en prosa que forman La casa abandonada, reunida en volumen en 1912. No conozco la selección que ha hecho Antonio Castro; aún no recibo ni reciben las librerías de ésta la edición hecha por Cvltura, pero creo que sólo contiene prosas breves y muchas de ellas, de La casa abandonada. ¿No cree usted que hay ciertas épocas que escriben o se expresan con nosotros, en vez de ser nosotros los que nos expresamos con ellas? Respetando su opinión, tengo para mí que el parecido con Tagore débese a que yo he expresado más débilmente, o desde una civilización distinta, algunos aspectos parecidos de lo que la misma hora actual finge para nosotros ser la realidad permanente.
Después de todo, bien pueden ser las insinuaciones anteriores simples espejismos creados por la más hueca de las vanidades. Ella quitará valor a unas palabras, pero hará de mí mismo un retrato más fiel y del abrazo que le envío un acto de la más sencilla y sincera cordialidad.
Pedro Prado
(Santiago, Carilla 3915)
El Tabo, febrero 25/24
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De Eduardo Colín
[Carta manuscrita. Tinta negra] [Papel membretado de la Correspondencia particular del Director de la Escuela Secundaria y Preparatoria Jalapa]
5
Querido Villaurrutia:
He dejado de escribir cosas nuevas porque estoy ordenando un libro. Por eso no le ofrezco pronto mi colaboración. Pero lo primero inédito que haga se lo mandaré. Los felicito por el Ulises; muy bien como presentación de trabajos personales.6 ¿No cree usted que debería dársele más trazo general, como revista de un país, de un momento, de una orientación? Veo con gusto su seguridad (la de usted) cada día creciente.
Salude afectuosamente a [Samuel] Ramos y dígale que [Manuel] Maples [Arce] le editará con gusto su libro en preparación sobre asuntos de pensamiento nacional. Que me escriba a ese respecto.7
Su amigo
Eduardo Colín, Septiembre-23-1927
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De Manuel Rodríguez Lozano
[Carta mecanuscrita en rojo. Correcciones a mano en tinta negra]
[1928]
Para Xavier Villaurrutia
Xavier:
Estas palabras que van dirigidas a usted no llevan intención de aclararle cosas que para usted son ya demasiado sabidas, sino para algunos de sus lectores mexicanos de la revista Ulises, pues siempre he creído que, entre nosotros, donde apenas se principia a hacer todo, es preciso comenzar por aclarar las bases. Voy a referirme a una pseudocrítica del señor Renato Molina Enríquez.8
Tengo entendido que para dicho señor no deben ser méritos suficientes el haber fracasado como pintor, como escultor y como crítico para erigirse en juez, y con una suficiencia y pedantería que no le dan autoridad sus fracasos pretende juzgar las obras desde un punto de vista del “oficio”, oficio que le vino tan grande que lo hizo desistir de su intención. Este criterio había sido hasta la fecha la norma de los críticos del siglo diecinueve.
Felizmente, con el nuevo arte vino la nueva crítica y de ella se han encargado los poetas, escritores que si alguna vez suelen equivocarse es por divergencias de estética más no por eclecticismo de dilettanti. En ellos se encuentra siempre el artista que objetiva y conoce el mundo por sus ojos. Ellos, los poetas, tienen una obra que los respalda para hablar, tienen un derecho que ejercitar. Su credencial es su obra.
El señor Molina Enríquez, al carecer de una obra que lo acredite, es un descalificado artístico, pues no bastan tres o cuatro artículos de periódico para abalanzarse autoridad.
Por lo demás, dicho señor Molina Enríquez confunde la partida doble con la crítica y desafortunadamente para él, hasta en ésta se equivoca. Dice que el pintor Revueltas es el más joven etc. de los pintores mexicanos. Este señor hasta los números olvida. ¿Acaso en su falta de documentación ignora que Abraham Ángel murió de 19 años? ¿Que Julio Castellanos tiene 22? ¿Que Máximo Pacheco tiene otros tantos? Con errores hasta de este género, no es extraño que quiera ver en la obra del genial Abraham Ángel, el más puro, el primitivo de América, el Adán de la pintura mexicana, ciertos resabios morbosos. Decididamente este señor ve de oídas.
No se trata, querido Xavier, sino de establecer de una vez por todas quiénes son los que tienen derecho a ocuparse de la crítica entre nosotros, los Molina Enríquez son legión y ya es tiempo que rechacemos con la energía que esto merece el que se ocupen de ella aquellos que, sin haber producido nada, por su impotencia se colocan en actitud de jueces ante lo que no pudieron hacer ni comprender.
Un saludo afectuoso
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De Enrique Munguía
[Carta mecanuscrita en negro]
[1929]
Mi muy estimado Javier,
Ayer otro amigo -Quintanilla-10 me leyó en Contemporáneos los versos que le envié con leve esperanza de que se publicasen.11
Recibí dos sorpresas que hoy me apresuro a agradecerle; es usted excesivamente amable y generoso, aunque en el caso concreto, estoy seguro de ello, injustificadamente. A reserva de que si tiene usted humor para ello me escriba usted según una tácita promesa -¿promesa?- estoy por mandarle unas cuartillas sobre un libro de Lippmann, Preface to Morals, que constituyen por lo menos un pretexto para sugerir un problema: los valores dentro del maquinismo.12 El fenómeno más curioso de esta etapa es que fundamentalmente ha mecanizado al hombre y ya es tiempo que en un proyecto de avalúo ideológico se indique, aunque sea provisionalmente, la depreciación de normas que como dijes de familia se conservan debido a un pernicioso sentimentalismo. Si se acepta el pluralismo, de allí que cada época resulta tan personal como un rostro, con su manera especial, por ejemplo, de arquear las cejas ante un problema metafísico, o de relamerse los labios ante un problema de los sentidos. Porque pues, dados los factores que actualmente son más inmediatos, ¿persistir en escondernos dentro de gestos arcaicos y demodé? Ya Dios, por ejemplo, es insoluble en Darwin y al Estado lo parcela un pelotón de soberanías. Ya le he planteado pues, casi sin quererlo, tan abruptamente, el problema. ¿Le interesa aparte de sus derivados estéticos? A mí, sí, mucho. Quintanilla me ha hablado mucho de usted y me ruega lo salude en su nombre. Por ahora, no tiene en firme ningún proyecto hecho, quién sabe si regrese a México, quién sabe si publique un libro. Salúdeme usted a nuestros amigos. Un apretón de manos -las dos- de su amigo que es, muy suyo.
Enrique Munguía
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De Carlos Pellicer
[Carta manuscrita. Tinta negra]
México, 28 de mayo de 1936
Xavier:
Me encanta que de vez en cuando se acuerde de mí, no debo pedir más de lo que merezco.
Más de una vez, mi querido Xavier, estuve tentado de pedirle un consejo, una justificación a lo que a veces me atormenta. Quise fingirle que se trataba de un amigo mío, para que usted me diera una orientación; pero Xavier, es usted demasiado inteligente para no saber leer lo que no se quiso escribir. En fin, me daba miedo. A veces pienso que usted me infiltró todo el veneno que me mata: demasiado joven tuve contacto con su intelectualidad, demasiado compleja -¡por eso me atrajo! - pero también demasiado envenenada.13
Quisiera, Xavier, encontrarlo tras de un confesionario, sin que usted me conociera, y pedirle una orientación. Si se negaba, para mi mal, a dármela, reprocharle toda mi vida. Pero no, querido Xavier, cada quién debe responder y justificarse ante sí mismo las consecuencias de sus propios actos, tan sólo por haber nacido.
Me enseñó, Xavier, a justificar con la inteligencia todo lo que, inteligentemente, fuera justificable. Pero se olvidó, querido Xavier, de enseñarme a vivir, a obrar, a no tener miedo de nuestros pensamientos, deformados y justificados por la inteligencia, puestos en acción. Me enseñó a cultivar pasiones, pero no a liberarse de ellas desahogándolas. Reprimidas matan lentamente: es lo que me pasa.
También aprendí de usted que es de mal gusto hablar de uno mismo. Justifíqueme, su lejanía me acerca a usted y me da el impudor suficiente para tener ganas de exhibírmele desnudo (¡qué horror!, ¿verdad?).
¿Ha paseado mucho, Xavier? ¿Se ha divertido? Alguien -quién, no recuerdo; discreción obliga- me habló de una aventura de usted: italiana y semanaria. ¡Italiana!, me dijo, acusándole a usted de traidor al color y a la raza. (Hay cosas, traiciones que son más graves en tiempo de guerra.) Y también me dijo “semanaria”, porque se asegura que usted es el hombre que ha logrado reglamentar la aventura.
¿Ha escrito? Por lo menos, espero que su acervo intelectual, ya rico de por sí, nos regrese todavía más enriquecido. Cierto es aquel refrán de “dinero llama dinero”.
Yo he estudiado como un desesperado, más bien creo haber estudiado por desesperado; pero jamás me he sentido más idiota que ahora. Temo volverme completamente idiota -¡optimista!, ¿verdad?- seriamente, Xavier, temo volverme loco. Quiero terminar en el mes de julio o agosto e irme a prestar mi “servicio social” (que ahora nos exigen) a un pueblo cualquiera. Creo eso me aliviará.
Reciba un afectuoso abrazo de su amigo
Carlos [Pellicer]
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De Curtis Rodgers
[Carta manuscrita en tinta negra]
420 Oakwood Ave.
Highland Park
Illinois
Dearest of Xaviers:
Your papoose (I suppose some Indian maid is lamenting the man who left her so) arrived safely and since she’s such an última muchacha and grimaces at everyone I have locked her up to keep the daughter, at least, vistmous seeime you have ruined her mother. Such stuff!14
Eh bien mon ami qui chant ei silenciensement, the long voyage is over and home has come to welcome you?
I write Rodolfo [Usigli] and relate my fun at a certain Ravinia Park, where Debussy, Ravel, Mussorgsky, Tchaikovsky, Stravinsky, Tcherepnine and Gruenberg as well as the classic ancients are played by guest conductors.
Tell me about Ernest Ansermet, whomever you write. He led the Chicago Symphony three times -marvelously!15
Have you injected the virus “4-5-6 Pick Up Sticks” under the mexican skin as yet?16 Do the people sit over coffee and curse you because Das Führer won’t leave the pile?
The printing is about ready to get underway. The Spanish accents are cast and soon Décimas will be proof sent to you.
Rudolfo’s will be late because I await french italic accents, as I told him. Do you hear form the Sudgaard? Albert wrote me about the dog work they make him do but he is pileup bonuses up anyway.
***
You may think this is a blot bat you’re wrong. It is my latest sketch for Composition Fugue -a costume for an exhibition parade in London. So there!
***
Albert seems happy but I fear they push him so much will be too tired to write. Sam French (as he has probably told you) publish his Bown Down.
George Woodruff recounts that Al is living in “Nigger Quarters” but Al says they’re may comfortable!
July will bring a friend of mine whom you never met. I believe, at Yale but who is an instructor in English there. He will be in your capital soon (if not already) and I look the liberty of give up him letters of introduction to you and Rodolfo. He doesn’t know many people there I am afraid. His name is Bill Ruff.
I am still searching for a title to the Anthology and pour over Hant came to help me something like “Orizaba” for a tittle but that isn’t just right to design a cover and a few linoleum blocks inside.
Best of loves from your friend
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De Pedro Salinas
[Carta manuscrita. Tinta verde]
Hallowell House, Wellesley, Mass.
Wellesley, 6 octubre, 1937
¿Qué mejor y más delicada manera de hacerse presente a mi recuerdo de admiración y amistad, que el haber dado a Edith [Fishtine],17 para mí, ese hermoso poema, “Nocturno mar”? Muchas gracias, Xavier Villaurrutia, por todo, por la poesía y la memoria.
Ya sabe usted que estoy hace un año en los Estados Unidos. Enseño español -eso se llama profesión en el mundo- en este Wellesley College. Y pienso ir a México, gracias a la atenta invitación de su gobierno a dar conferencias a fines de diciembre.18 No se puede usted figurar la ilusión que tengo puesta en ese viaje. Es una ilusión específica, incomparable a otra; llamémosla en el único nombre posible: “la ilusión mexicana”. Ilusión de tierra y gente, de tierra poblada. ¡Cuántos amigos como vidas desconocidas voy a encontrar! Le ruego a usted se tenga entre [ellos].
He dado la tentación de ser uno más de entre ustedes, y de preguntar, si usted quisiese hacerlo por mí, a [Miguel N.] Lira, si le podría interesar la publicación de algún poema mío reciente. Tengo muchos de una modalidad nueva, para un libro entero. Pero por lo pronto le propondría a Lira más bien un cuaderno con un solo poema, o una pequeña colección.19
¿Qué le parece a usted? Me encantan esas formas libres asumidas familiares, y las más nuevas me esperan. Aguardo diciembre con impaciencia y ansiedad.
No sé si ha visto usted mi último libro, Razón de amor; no pude mandárselo a nadie porque apenas [fue] publicado estalló la Guerra Civil y no tengo ni un ejemplar. He escrito más poesías el año último, y le confieso que fue al ver las bellísimas ediciones impresas y tan bellamente en México, en estos momentos. ¡A ver para cuando yo vaya!
Le suplico y agradezco de antemano transmita esta aspiración a Lira. No le escribo a él directamente por no saber sus señas. Pero si usted me las manda lo haré en seguida. Dígaselo, haga el favor.
¿Qué cree usted que puede interesar más al público mexicano culto como tema de: “La actitud ante la realidad en la poesía lírica española”? Entran Manrique, Garcilaso, fray Luis, san Juan, Góngora.
¿Gustaría más, acaso, un tema moderno? Quiero hablar también del inolvidado Federico [García Lorca].
Perdone, amigo Villaurrutia, tanta pregunta y demanda. Y reciba mi renovada amistad y admiración compañera.
Pedro Salinas
Mis señas:
Hallowell House
Wellesley, College
Wellesley, Massachusetts
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De Rubén Stolek20
[Carta mecanuscrita en negro]
Buenos Aires, 28 de agosto de 1939
Admirado amigo Xavier Villaurrutia:
Necesitamos su autorización para grabar en disco su magnífica traducción de “Botas”. Este poema se ha convertido en el poema más popular en la Argentina desde hace unos meses. Lo digo sin exagerar absolutamente nada. No hay recital ni en Buenos Aires ni en ciudades de provinci[a] en que no se le exija a Berta [Singerman] a gritos decirlo fuera del programa. Después de haberlo recitado en una trasmisión de radio, Berta recibió a los dos días más de 600 cartas con pedidos a que lo vuelva a decir. El poema es bello, la traducción es una acertada formidable, es la mejor interpretación de Berta, pero a pesar de esto creo que debe haber algún efecto psicológico sobre la sensibilidad del auditorio para que este poema produzca una reacción tan excepcional.
Le ruego que me envíe la autorización por avión a la vuelta del correo. La necesito con suma urgencia. Berta obtuvo oferta de la casa de discos Odeón [para] grabarlo y por ley argentina se necesita tener la autorización. Se paga por cada cara de disco que se venda seis centavos argentinos (unos 9 centavos mexicanos). Al traductor le corresponde la mitad. Y no sólo de los discos que se vendan en la Argentina, sino de los discos que se vendan en cualquier parte del mundo.
Usted me dirá cómo quiere la liquidación, si prefiere que la casa Odeón le envíe la liquidación a México, o que lo cobre yo situándole lo que le corresponda a su dirección y a su nombre. Las liquidaciones se hacen cada tres meses, y, como Berta también ha de recibir por la grabación “x” centavos por cada disco vendido, yo podría o indicarle o cobrar para usted la misma cantidad de discos que se liquidara[n] como vendidos a Berta. No sé si me he explicado bien. Quiero decir que yo vigilaré que usted sepa el número de discos que se haya vendido cada tres meses para comunicarle, en caso de que usted prefiera que la casa Odeón le envíe directamente la liquidación o en caso que usted prefiera que yo cobre sus derechos para enviárselo.
Como ni Berta ni yo admitiríamos otra traducción que la suya, le vuelvo a pedir que me envíe la autorización a la mayor brevedad. La autorización ha de decir más o menos así: “autorizo a Berta Singerman grabar en discos mi traducción del poema «Botas» de Rudyard Kipling”. Mi dirección es: Calle Viamonte 1446, piso 2°, Buenos Aires, República [A]rgentina. Envíemela por avión.
El disco tendrá en una cara “Botas” y en la otra “Tú me quieres blanca” de Alfonsina Storni.
Naturalmente que el disco llegará también a México, pero, de cualquier manera, apenas tenga la prueba se lo enviaré a usted.
Hemos llegado a Buenos Aires el junio último después de una ausencia de más de dos años y parece que en el mes de abril próximo iniciaremos una nueva tournée aunque más breve.
Sin duda alguna que el movimiento poético es más intenso y más interesante en México que en Buenos Aires; hay aquí inquietud, pero se produce poco. Nos gustaría muchísimo tener las nuevas cosas publicadas en México y quisiera que me indique cómo podría obtenerlos. Lo recuerdan con afecto sus amigos Berta y […].