Muchas cosas pueden decirse de la conquista de México, pero no que poco se ha escrito y pensado sobre ella, a raíz de ella. Sin duda, tampoco cabría afirmar que "gracias a ella": los favores de una conquista son decididamente poco gratos, dudosamente gratificantes, y las más de las veces imperiosamente desgraciados. Y América no ha sido la excepción, ni confirma regla alguna. Suma, en esa resta de vidas, los relatos de su experiencia, las vivencias de su historia, las crónicas de su conquista. Y asume -así- su pasado, trama una identidad y despierta la palabra que no dormía, alerta, cuando guardaba silencio. Pues según cuentan los autóctonos y escribe un foráneo (Sahagún), cuando México cayó, todos callaron: "nadie hizo alarde de miedo. Nadie chistó una palabra".
De esta manera, y como quien escucha atentamente y transcribe un compás de espera, el estudio
de Valeria Añón lee, analiza y vuelve a narrar lo que allí -y entonces- se decía, con
tintas rojas y tintas negras: que "la pregnancia de la voz de los muertos otorga
densidad, profundidad, dimensión histórica a la propia voz" (329). Y se delinean
aquí dos de las grandes matrices -y sus núcleos de interés- que configuran La
palabra despierta:1 por un
lado, la atención precisa a un corpus tan singular como extenso, compuesto por crónicas
escritas por españoles y mestizos entre 1520 y 1630, como son las Cartas de
relación de Hernán Cortés, la Historia verdadera de la conquista de
México de Francisco López de Gómara, la Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, la
Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, la Descripción
de la cibdad y provincia de Tlaxcala y las Obras
históricas de Fernando Alva Ixtlilxóchitl. Enlazando y contrastando
sucesos, personajes o escenas comunes a ambos grupos de crónicas, el estudio avanza
distinguiendo e hilvanando "los vínculos intertextuales" y "el diálogo
intercultural" (21), sea en sus cruces o préstamos, en sus disputas, reescrituras o
silencios, puesto que así -sostiene Añón- "se establece una trama de lecturas,
discusiones y polémicas que sostiene, moviliza y consolida la escritura" (72), una
escritura que, deliberadamente, "busca operar sobre el presente por medio de una
serie de disputas y usos del pasado" (76). Y es allí donde se intersectan relatos
disímiles de un mismo acontecimiento (i.e. la batalla de Cintla o la matanza de
Cholula), o personajes desiguales para un mismo grupo de cronistas (i.e. la figura de
Malinche-Malintzin para los españoles Cortés y Bernal o para los mestizos tlaxcaltecas y
mexicas), donde La palabra despierta halla uno de sus núcleos de interés, tanto para la
investigación de la autora como para el lector: no en la lectura y cotejo de crónicas
más o menos contemporáneas, y más o menos afines, sino en las afinidades ciertas, en la
memoria común que las trama como espacios y operaciones privilegiados de una misma
reconstrucción del pasado compartido y una misma figuración de identidades
incomparables. En términos narrativos, esto se debe -señala Añón- a que todas estas
crónicas "presentan una distancia mínima respecto de lo narrado" (52); pero
por eso también, una riqueza máxima respecto del modo en que cada una focaliza esos
"lugares de la memoria" (47). Entre distancias mínimas y máximas
focalizaciones, el relato de La palabra despierta va exponiendo, ampliando y detallando
-como bajo una lupa-, aspectos y costumbres, ideas y tradiciones, recursos y estrategias
que confluyen y configuran en cada texto y en cada grupo el principio de un vínculo, el
final de un diálogo, la interrupción y continuidad de una historia común.
Por otro lado, y en íntima relación con esta mínima distancia de lo narrado, se vislumbra una
segunda matriz y conjunto de intereses en La palabra despierta que
Beatriz Colombi, en su introductoria "Presentación", acierta a denominar
"un ímpetu narrativo" notable "que por momentos traslada al lector a la
escena turbulenta de los hechos" (11). Pues si ese conjunto de crónicas de la
conquista de México es la cámara eco donde resuena incansable aquella voz de los
muertos otorgando dimensión histórica a la propia voz, esta voz es
-simultáneamente- tanto la de quienes son oídos con los ojos (en textos o lienzos) como
la de quienes escriben sobre ella, a raíz de ella y -ahora sí- gracias a ella. Y es por
esto que -por partida doble- la escritura en y de La palabra despierta
"busca operar sobre el presente", pues no se trata solamente de cómo los
cronistas mestizos o españoles intervinieron su presente tramando un pasado posible o
necesario, sino también de cómo los lectores operan -críticamente- esa trama de crónicas
y hacen posible su relato (y análisis) para una historia distinta que es, sin ir más
lejos y entre otras, la que hoy atraviesan los estudios literarios del período colonial
en América Latina y, especialmente, en el lejano Sur. En este sentido, los usos del
pasado del subtítulo no alude simplemente, ni se restringe a, los pasados usos (los de
Cortés o Bernal Díaz, Camargo o Alva Ixtlilxóchitl), sino que gracias al "ímpetu
narrativo" de La palabra despierta, habilitan una dimensión
crítica fundamental a la hora de abordar y repensar ese corpus
monstruosum como es el de las Crónicas de Indias. Y así, el conjunto de
crónicas seleccionado evidencia menos una pretensión crítica de ecuanimidad (escuchar
ambas partes o todas las campanas), que hacer oír el fragor de una batalla común y -como
todas- desigualmente repartida bajo la cual, aún hoy, late un silencio triste, poco
solitario y parcialmente final.
Sea con la lupa de las mínimas distancias narrativas y las máximas focalizaciones trópicas, sea
con la mirada estrábica de una crítica atenta menos al pasado que a los diversos
presentes que sus recuperaciones y representaciones ponen en juego, La palabra
despierta de Valeria Añón logra revivir en el relato crítico y gracias a
sus delicados y minuciosos análisis literarios (históricos, retóricos, culturales y
políticos) no sólo un nuevo conjunto de tramas que se ovillan en textos tan
trasquilados, sino los olores, las texturas, el suspenso y la sorpresa -casi siempre
dolorosa- de lo que allí se cuenta, y aquí resuena.