Es relativamente habitual escuchar planteamientos que apuntan a una supuesta incompatibilidad entre la hermenéutica y el análisis del discurso. Quienes se adhieren a esta corriente suelen argumentar que las raíces de la hermenéutica en la fenomenología, el historicismo y el existencialismo suponen una inconexión o contraposición insalvable con respecto a algunos postulados del análisis del discurso, el cual, por su filiación semiolingüística, suele percibirse más cercano a la filosofía analítica y al cientificismo.
Este dossier tiene como objetivo ilustrar, desde distintas perspectivas, que la hermenéutica y el análisis del discurso pueden verse como áreas complementarias y no necesariamente como contrapuestas o excluyentes entre sí. Después de todo, en ambas se busca la intencionalidad de lo que se interpreta, y para ello se parte del reconocimiento de la condición simbólica humana y del uso real de la lengua, por hablantes reales, en contextos o situaciones de comunicación reales, en el entendido de que el habla es una práctica social que nos permite construir realidades y a nosotros mismos. Por eso, no debe extrañar que ambas áreas posean matrices conceptuales comunes.
En el artículo de Adriana Bolívar se concibe la hermenéutica en la línea metodológica transdisciplinaria de las ciencias humanas y sociales propuesta por Wilhelm Dilthey, y se vincula con el análisis del discurso como perspectiva teórico-metodológica que sustenta la validación de sus interpretaciones en su naturaleza interdisciplinaria. La autora propone una mayor colaboración entre hermeneutas y analistas del discurso tras revisar y discutir las posiciones de algunos analistas críticos del discurso que plantean la urgencia de una renovación de la hermenéutica a través de la incorporación de saberes procedentes de la lingüística y del análisis del discurso. También señala la necesidad de prestar mayor atención al concepto de diálogo entre quienes se dedican al análisis del discurso.
En su texto, Mauricio Beuchot se basa en Roman Jakobson ―uno de los autores de la lingüística de la enunciación, cuyos desarrollos beneficiaron notablemente al análisis del discurso en su etapa inicial― para sostener que la metáfora y la metonimia son los pilares de la construcción del discurso, y vincula ambos tropos con la analogía, que es el dispositivo esencial para la interpretación del símbolo. Puesto que en realidad no hay incompatibilidad entre las tradiciones semiolingüística y hermenéutica, sino una sana complementariedad, esto abona a su conocida propuesta de la hermenéutica analógica, la cual, recordemos, encuentra uno de sus fundamentos en la semiótica de Charles S. Peirce.
Por último, Tatiana Bubnova, en su contribución, muestra que las teorías de Mijaíl Bajtín pueden verse como teorías hermenéuticas. De acuerdo con el recorrido descrito por la autora, este filósofo ruso ―uno de los precursores y uno de los hitos más significativos de la noción moderna de discurso― llegó a una fenomenología de la comprensión e interpretación del acto comunicativo plasmado en el texto. Bubnova reseña tal fenomenología y la denomina, acertadamente, “hermenéutica bajtiniana”.
Con todo ello, este dossier muestra, desde distintos ángulos, que la hermenéutica y el análisis del discurso tienen en común mucho más de lo que una mirada superficial haría suponer. Según se concluye, pueden articularse distintos planteamientos de ambas tradiciones en aras de un enriquecimiento mutuo que mejore en alcance, precisión y aplicabilidad las interpretaciones de lo que Hans-Georg Gadamer denominó “la construcción lingüística del mundo”.