En 1579 el franciscano Diego Valadés sacó a la luz su Retórica cristiana, obra magna de significación indiscutible no sólo para la Nueva España, sino también para el mundo, pues contiene una amalgama de temas -retóricos, teológicos, bíblicos, jurídicos e históricos- que, unidos con la cultura mexicana, develan información valiosa e insuperable del siglo XVI. El objetivo de Valadés era contribuir tanto a la formación de buenos predicadores de la divina palabra, como a la de nuevos misioneros, por eso decidió reunir en un solo libro todo lo que hasta ese momento habían hecho “diversos escritores, tanto paganos como cristianos” (a diversis tam paganis quam christianis scriptoribus, edita conspexisse, p. 7). El título, por tanto, sufrió una significativa variación, pues:
aunque, ciertamente a muchísimos varones piadosos y doctísimos les pareció que con pleno derecho le correspondía a esta obra el título Suma de todas las ciencias sumas, puesto que en ella se trata sumariamente casi de todas las ciencias, sin embargo, por la obediencia debida a mis superiores sobre la impresión del libro, se le dio el nombre de Retórica cristina, para que se entienda también que en este arte no se contiene nada que no apruebe la Iglesia, maestra de la verdad; o que no se enseñe, o que no se encuentre en las Sagradas Escrituras o en los santos doctores (p. 14).
Enim vero, licet quam plurimis piis ac doctissimis viris visum fuerit ei summam summarum scientiarum omnium nomen iure optimo competere, cum summatim de omnibus scientiis in ea fere agatur, tamen propter oboedientam habitam a superioribus meis de excussione libri, christianae Rhetorices nomen illi additum est, ut et intelligatur etiam nihil contineri in hac arte quod magistra veritatis Eclessia non probet, no deceat, quod in sanctis litteris aut sanctis doctoribus non reperiatur.
La importancia y originalidad de la Retórica cristiana se deben a que Diego Valadés empleó ejemplos sacados “de los indios”, pues, a su juicio, “con ello se distinguen muy claramente los inicios, los progresos y los usos de la retórica misma” (utpote unde rhetoricae ipsius initia, progressus et usus liquidissime cernuntur [p. 14]). La obra -como Valadés señala en el prefacio (p. 16)- está dividida en seis partes. La primera presenta el acopio de las reglas de la Sagrada Escritura. La segunda expone, por un lado, la fuerza de la retórica, su definición, división y partes; por otro, el contenido de los libros sagrados. La tercera parte se dedica a las Sagradas Escrituras como fuente para el discurso del orador, por lo que concluye con la fuerza de la pronunciación y sus efectos. La cuarta ofrece los géneros de causas y el oficio del orador, “así como la muchedumbre de dioses entre los indios, y sus ritos, con lo cual explica todo lo que es memorable en aquel nuevo orbe de la tierra” (numerositatemquem deastrorum apud Indos eorumque ritus, quibus quidquid in novo illo terrarum orbe memorabile est explicat, p. 16). La quinta parte se ocupa de las divisiones de la invención y la sexta atiende los adornos retóricos. Al final de todo esto Julio Pimentel Álvarez agrega un cuadro sinóptico que resume los cuatro libros de las Sentencias de san Buenaventura, para que “cualquiera pueda fácilmente tener en la memoria las cosas más jugosas”. Diego Valadés, además, incluye:
algunas láminas, tanto para la pronta memorización, como también para dar a conocer mejor y más claramente a quienes las vean los ritos y las costumbres de los indios, y mirándolas, más ávidamente se incite el ánimo a la lectura y lleven a su mente lo que quieren (p. 16).
Aliquot […] stemmata, tum ad promptam memoriam, tum etiam ut melius et clarius ritus et mores Indorum legentibus innotescant avidiusque conspectis illis ad lectionem animus incitetur ac in mentem quae volunt reducant.
Con esta nomenclatura, Diego Valadés obtuvo una obra práctica y singular, pues resalta la combinación de las partes tradicionales de la retórica con la narración de las costumbres y cultura indígenas. Las imágenes, por su parte, son elementos fundamentales para la retención y la expresión. Ese énfasis en las imágenes le exigió a Valadés incluir en la confección de su texto una orientación visual, lo cual obtuvo al agregar 27 láminas de su propia creación, logrando con ello la primera retórica ilustrada en el mundo.
Por su contenido y originalidad, la Retórica cristiana de Diego Valadés se considera piedra angular en los estudios novohispanos y la occidentalización del Nuevo Mundo, porque desde su aparición fue un libro consultado y su uso debió haber sido constante, ya que existen pocos ejemplares que se ubican en Italia y no en México.
Por lo que se refiere a pasadas traducciones de la Retórica cristiana, algunos pasajes fueron publicados por Gabriel Méndez Plancarte en Humanismo mexicano del siglo XVI durante el año 1946 y por Esteban J. Palomera en Fray Diego Valadés, O. F. M., evangelizador humanista de la Nueva España. El hombre, su época y su obra, en 1988. La traducción completa al español se dio en 1989 y salió de las prensas del Fondo de Cultura Económica. Sin embargo, pese a estos trabajos, faltaba la edición crítica que cuidara del texto latino, así como de los contextos tanto retórico como histórico y teológico que exige la Retórica. Dicha empresa se logró en 2019 y fue realizada por Julio Pimentel Álvarez, investigador emérito, reconocido humanista, estudioso y traductor de la cultura clásica latina, en especial de la obra filosófica de Marco Tulio Cicerón, de quien ha traducido once tratados y uno de Lucio Junio Moderato, Columela para la colección Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana de la Universidad Nacional Autónoma de México. En el campo de la cultura novohispana ha estudiado, editado y traducido textos biográficos, literarios y científicos como los de José Luis Maneiro, Francisco Javier Alegre, Diego José Abad y José Mariano Mociño.
La estructura de esta edición de la Retórica cristiana hecha por Julio Pimentel se divide en una primera parte, que es la Introducción (pp. I-XXX), donde primero se presentan la vida y obras de Diego Valadés, sección que se distingue por nuevos aportes biográficos; luego se explican las características de la edición; y, por último, se proporciona la bibliografía totalmente actualizada. La segunda parte la forman los textos latino y español (pp. 1-690, a dos columnas, una para cada lengua, y ambas contienen numerosas notas). La tercera parte la integran los índices de nombres y de láminas (pp. 691-726). La cuarta y última parte ofrece el Apéndice de los emblemas (pp. 727-754), que cita Diego Valadés, da la referencia bibliográfica de cada uno, su transcripción, traducción y la reproducción del grabado.
La labor de Julio Pimentel en esta edición es insigne e invaluable, pues fija, por vez primera, el texto latino. Además, tuvo a bien completar las referencias bibliográficas con una ardua tarea de reconstrucción e investigación de los textos, resultado de su profundo conocimiento de las obras y autores citados.
A lo largo de la lectura de la Retórica cristiana son claras las 2,173 enmiendas que Pimentel hace al texto latino, donde analiza morfológica y sintácticamente cada una de las palabras y de las frases, estudia su contexto y razona los recursos literarios y retóricos de Valadés, gracias a lo cual detecta el empleo de vocablos inexistentes, la falta de concordancia, la trasposición, la omisión de palabras y los errores tipográficos que cambian tangencialmente el sentido. Por ejemplo, en la página 30, que corresponde a la primera parte, capítulo III, que trata acerca de las propiedades del orador cristiano, el parágrafo al que aludo versa sobre la aureola que se les da a los predicadores; las correcciones se ubican en la oración que originalmente dice: in illis corruptae carnis vigorem, que Pimentel corrige así: in illis incorruptae carnis virore, esto implica un cambio de sentido, ya que la traducción es: “para las vírgenes y los mártires está reservada en los cielos cierta aureola (como la llaman) que… <y esta es la parte que corrige> recompensa en aquéllas (las vírgenes) el verdor de su carne incorrupta”, por lo que, sin las enmiendas, diría: “recompensa en aquéllas el vigor de su carne corrupta”. Desastroso para el texto y pensamiento de Diego Valadés.
Otra de las mejoras que ofrece esta nueva edición corresponde a la puntuación, pues Pimentel, para auxiliar al lector contemporáneo, cambió el uso de los dos puntos (:) por punto y coma; y agregó el signo de interrogación en las preguntas donde originalmente se tenía un punto. También corrigió la información en las citas que utiliza Valadés para la fundamentación de su texto, y lo explica de esta forma:
Cuando el autor indica que se trata de una cita, nosotros ponemos comillas en el texto latino, aunque en el original no se mencione ni al autor ni la obra. Cuando ni siquiera se indica que se trata de una cita, nosotros ponemos comillas solamente en la traducción, y añadimos entre corchetes cuadrados los datos de la cita [...] Cuando Valadés indica que se trata de una cita, pero no pone los datos o lo hace de manera incompleta, nosotros los ponemos o los completamos en la traducción, y para ello empleamos los corchetes cuadrados. Los datos que pone el autor, los colocamos entre paréntesis, tanto en el texto original como en la traducción (p. XV).
Por ejemplo, en las pp. 553-554 que corresponden al capítulo XVII de la Sexta parte se lee:
Ejemplo 2 (p. 157):
Ex repugnantibus: Qui sapiens est, stultus non est ut Crassi illud: ‘Non si Opimium defendisti Carbo, idcirco te bonum civem putabant: simulasse te, & aliud quidem quaesisse perspicuum est: quod Gracchi mortem saepe in contionibus deplorasti: quod P. Aphricani necis socius fuisti: quod eam legem in Tribunatu tulisti: quod semper a bonis dissensistiti. Et per interrogationem, unde per acuta efferuntur enthymemata: de quibus mox, hoc modo: Paucos cives metuis occidere: ne respublica intereat nihil allaboras? Hunc quem non accusas, damnas: & quem de te bene meritum autumas esse, male mereri acclamitas? Item id quod scis, prodest: & id quod nescis non obest.
Edición:
Ex repugnantibus: ‘Qui sapiens est, stultus non est’; ut Crassi illud: ‘Non si Opimium defendisti, Carbo, idcirco te bonum civem putabunt. Simulasse te et aliquid quaesisse perspicuum est, quod Ti. Gracchi mortem saepe in contionibus deplorasti, quod P. Africani necis socius fuisti, quod eam legem in tribunatu tulisti, quod semper a bonis dissedisti’. Et per interrogationem, unde peracuta efferuntur enthymemata, de quibus mox, hoc modo: ‘Paucos cives metuis occidere, ne res publica intereat nihil allaboras?’; ‘Hunc quem nihil accusas damnas, bene quem meritum esse autumas, dicis male mereri?’ Item: ‘Id quod scis prodest nihil, id quod nescis obest?’
Traducción:
A partir de los opuestos: ‘El que es sabio no es estulto’; como aquello de Craso: «‘Si defendiste a Opimio, no por eso, Carbón, te considerarán buen ciudadano. Es evidente que tú simulaste y buscaste algo, porque a menudo deploraste en las asambleas la muerte de Tiberio Graco, porque fuiste cómplice de la muerte de Publio Africano, porque durante tu tribunado propusiste esa ley, porque siempre disentiste de los buenos’» [Cicerón, De oratore, 2.40.170]. También por interrogación, por lo cual se presentan muy agudos entimemas (sobre los que pronto hablaremos), de este modo: ‘Temes matar a pocos ciudadanos, ¿no te esfuerzas nada para que la república no perezca?’, “ ‘Al que de nada acusas condenas, ¿y el que afirmas que bien mereció, dices que mal merece?’ ” Igualmente: “‘Lo que sabes, en nada aprovecha, ¿lo que no sabes estorba?’ ” [Cicerón, Topica, 13.55].
Bajo estos criterios Pimentel añadió y corrigió 1,596 referencias, cuyos datos se ubican en las fuentes primarias de la bibliografía y obedecen a 379 obras y 93 autores, sus biografías se encuentran en el Índice de nombres. Las labores de cotejo y búsqueda de las fuentes permitieron a Pimentel detectar y reconstruir las publicaciones exactas que utilizó Valadés para su libro como son: la Polyantea de Domenico Nani; el Dictionarium seu repertorium morale de Pierre Bercheure o las Institutiones christianae de Martín Martínez de Cantalapiedra, entre otros. Gracias a esta información, el lector conoce el mundo bibliográfico que rodeó e influyó tanto en Diego Valadés como en el pensamiento novohispano. Asimismo, con estas pesquisas Pimentel pudo detectar los emblemas que apoyaron al texto de Valadés para la explicación del capítulo XXIX de la segunda parte titulado “Sobre el modo de elegir lugares”, que pertenecen al libro Le imprese illustri de Girolamo Rusceli (1566), cuya reproducción y traducción Pimentel añadió en el apéndice que denominó “Emblemas”.
La traducción, por su parte, es fluida, escrita en un correcto español, fiel al contenido y a la palabra del texto original, pues atendió al valor y los sentidos histórico, literario, filosófico y teológico de cada término. También agregó 456 notas que enriquecen al texto y que auxilian al lector, porque aluden a costumbres, palabras o personajes propios de la época del escrito. Es por ello que la edición crítica que hace Julio Pimentel a la Retórica cristiana de Valadés provee una versión confiable con las orientaciones necesarias para su estudio científico y está dirigida a los investigadores y a la comunidad de lectores en general. Estas cualidades, sin lugar a dudas, auguran un éxito a esta edición que difícilmente será superada.