Hülsz Piccone, Enrique, Lógos: Heráclito y los orígenes de la filosofía, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011, 314 págs.

Contenido principal del artículo

Leonor Hernández Oñate

Resumen

Después de haber publicado numerosos trabajos en revistas y volúmenes colectivos de alta calidad académica, Enrique Hülsz Piccone, profesor de Historia de la Filosofía antigua en la UNAM, estudioso y especialista en el pensamiento de Heráclito, en 2011 presentó este libro, producto de años de labor docente y de investigación, con un gran valor y utilidad tanto para la filología griega como para la historia de la filosofía. Se trata de una versión modificada y actualizada de su tesis doctoral.

Descargas

Los datos de descargas todavía no están disponibles.

Métricas

Cargando métricas ...

Detalles del artículo

Cómo citar
Hernández Oñate, L. «Hülsz Piccone, Enrique, Lógos: Heráclito Y Los orígenes De La filosofía, México, Facultad De Filosofía Y Letras, Universidad Nacional Autónoma De México, 2011, 314 págs.». Noua Tellus, vol. 34, n.º 1, mayo de 2016, pp. 155-62, doi:10.19130/iifl.nt.2016.34.1.713.
Sección
Reseñas
Biografía del autor/a

Leonor Hernández Oñate, Universidad Nacional Autónoma de México

Licenciada en Letras Clásicas por la UNAM, institución donde actualmente realiza estudios de posgrado en el programa de Maestría en Letras. Ha impartido el Curso monográfico de poesía griega en el Colegio de Letras Clásicas. Sus líneas de investigación son las relaciones entre la poesía griega arcaica y la poesía helenística, los estudios de recepción y género literario, la presencia de los clásicos en la literatura novohispana y temas de tradición clásica.

Después de haber publicado numerosos trabajos en revistas y volúmenes colectivos de alta calidad académica,1 Enrique Hülsz Piccone, profesor de Historia de la Filosofía antigua en la UNAM, estudioso y especialista en el pensamiento de Heráclito, en 2011 presentó este libro, producto de años de labor docente y de investigación, con un gran valor y utilidad tanto para la filología griega como para la historia de la filosofía. Se trata de una versión modificada y actualizada de su tesis doctoral.

Esta obra cuenta con un prólogo, un epílogo, una abundante bibliografía y un índice. Está dividida en seis capítulos, sumando un total de 314 páginas:

  1. Heráclito en su tiempo

  2. El problema del significado del lógos en sus fragmentos

  3. Los fragmentos del lógos. Texto y comentario

  4. La unidad de la filosofía en Heráclito

  5. El universo de Heráclito

  6. El lógos como phrónesis. La idea heraclitea del hombre

Un mérito importante de este libro radica en el estilo en el que está escrito, el cual no sólo es transparente y agradable, sino que además ayuda al lector a navegar más fácilmente a través del complejo sistema del pensamiento heracliteo; la sintaxis eficiente y la claridad que componen la prosa de Hülsz logran que esta lectura sea, sin menoscabo de la profundidad filosófica, comprensible y enriquecedora.

Otro de los aciertos del autor es la diversidad de posturas interpretativas que presenta y que constituyen parte integral del debate académico en torno al pensamiento de Heráclito. Aunque siempre sustenta con varios argumentos sus afirmaciones, Enrique Hülsz (a partir de aquí E. H.) da lugar al comentario de controversias, por lo que el lector puede acceder a distintas propuestas interpretativas. Todo esto permite formarse una idea del estado de la cuestión y percatarse de las diferentes posibilidades de lectura.

Es importante, además, hablar de los méritos filosóficos y filológicos de esta obra. El autor conjuga ambas disciplinas de forma coherente, y no deja una por detrás de la otra, sino que en paralelo, utilizando el texto y la crítica textual como herramienta de la interpretación filosófica, logra arrojar luz a importantes conclusiones sobre el pensamiento de Heráclito. Cada pasaje es citado en lengua original junto con una traducción de Heráclito y de otros autores griegos; lo mismo ocurre con los textos de estudiosos modernos cuando son citados, de modo que E. H. da verdaderamente oportunidad de réplica aun a los expertos que contradice.

La tarea de mediar entre ambas disciplinas es complicada, pero E. H. logra hacerlo con éxito. De igual forma, en el libro se enfatiza que Heráclito era tanto creador literario2 como filósofo, y que en sus fragmentos hay una cualidad poética que no debe ser obliterada y que flanquea la innegable dimensión filosófica. La interpretación de Heráclito, por lo tanto, queda coartada de su riqueza si su aspecto poético no se toma en cuenta, pues resulta imprescindible para desentrañar su sistema y el nacimiento del pensamiento filosófico en general.

En cuanto al contenido de la obra, hay que señalar que ésta no se limita a enunciar cosas que ya se han dicho, sino que propone una postura y nuevos puntos interpretativos. En primer lugar, E. H. señala que este libro pretende integrar los fragmentos de Heráclito en un estudio filosófico con la guía temática del lógos, examinando la importancia de esta teoría en la filosofía de Heráclito y su relación con sus otros grandes temas. El estudio parte de la hipótesis primaria de que existe una teoría del lógos, la cual es fundamental en Heráclito y es expresión de la autoconsciencia de la primera filosofía. E. H. emprende una defensa de esta teoría porque varios autores han desacreditado tal cuestión,3 reduciendo el lógos heracliteo a meras cuestiones léxicas, escépticos de la cualidad filosófica y teórica de esta palabra. Por lo tanto, el autor defiende que la filosofía de Heráclito es una gran sistematización de la vida humana, que está trazada de acuerdo con el lógos, el cual es ley y lenguaje del kósmos, y está orientada a poner al descubierto la phýsis de las cosas y del ser humano. Lógos es también, para el autor, una teoría acerca de la propia filosofía.

El capítulo inaugural, Heráclito en su tiempo, sirve como introducción al libro. Aquí E. H. aborda el origen histórico y el concepto primordial de filosofía. Elabora un estado de la cuestión, enfatizando el renacimiento de la heraclitología y la dificultad de su estudio. Más adelante problematiza los conceptos de filosofía y filósofo y discute la posible identificación de Heráclito como filósofo. Para E. H., los fragmentos del libro de Heráclito son el material original más extenso y temprano que poseemos de un texto plenamente filosófico y el testimonio más cercano que conservamos del origen de la filosofía en su propia voz.4 La filosofía no nació, entonces, del mito, sino de la poesía. Poesía y filosofía son territorios colindantes, formas hermanas del lógos.

E. H. indaga también sobre el libro en el que Heráclito supuestamente dejó su doctrina. En él se consolida la práctica, iniciada por los milesios, de escribir filosofía. Ignoramos cómo se integraban los fragmentos en la obra original, lo cual genera enormes problemas de interpretación, ya que el ordenamiento formal de su libro como un todo era un elemento en su significación total. Se ha postulado que el pensamiento de Heráclito se transmitía, originalmente, de modo oral,5 pero E. H. refuta esta postura y defiende la necesidad del carácter gráfico de los fragmentos, pues para entender la filosofía de Heráclito hay que considerar, a la vez, el contenido conceptual, el estilo y la forma de expresión.

Uno de los pasajes más interesantes de este primer capítulo es el que examina el problema del estilo heracliteo y la relación dialéctica de la claridad y la oscuridad en su expresión. Es evidente que la enunciación de los conceptos es voluntariamente ambigua, pero no es oscura, como ha afirmado la tradición. La falta de univocidad en sus fragmentos los hace muy expresivos y, al contrario de la opinión usual, exponen sus ideas con luminosidad. Hay que poner atención a la dialéctica de la ocultación y la revelación, la sombra y la luz, que están implicadas en las alusiones oraculares de Heráclito. El estilo de Heráclito es muy rico, pero en esencia es unitario, reproduciendo así la naturaleza igualmente unitaria de las cosas y de la realidad. Esto también se relaciona con la creencia de que el formato del libro de Heráclito era aforístico, lo cual desmiente el autor para apostar por una redacción expositiva alejada de gnṓmai inconexas.

Más adelante, E. H. examina las posibles relaciones entre Heráclito y sus antecesores milesios, Anaxímenes y Anaximandro, la también probable conexión entre el pensamiento del efesio y el de Parménides, así como su influencia en la tradición filosófica posterior. Aristóteles y Platón tuvieron un papel muy importante en la inserción de Heráclito en la historiografía filosófica, de forma que la interpretación de éste y el manejo de sus fragmentos corrió a cargo de las posturas de la escuela aristotélica, en especial a partir de Teofrasto, base de la doxografía posterior, y a partir del visor platónico, quien, por cierto, nunca habla del lógos heracliteo explícitamente.

Todos los otros temas que forman el conjunto de la filosofía de Heráclito están recíprocamente contenidos unos en otros. La unidad de lo real impone la unidad del pensamiento, del sistema. En esta pluralidad unitaria, el lógos es prioritario y tiene múltiples significados, pues puede expresarse como phýsis, como kósmos, etcétera. E. H. destaca de manera importante que Heráclito es el primer usuario filosófico de un léxico que después se consolidaría como básico y primordial en este campo: kósmos (phýsis ya tenía matices ontológicos en los milesios), nóos, ḗthos, psychḗ, etcétera. La teoría del lógos es, pues, la expresión de una filosofía acerca del hombre y todo lo humano.

El segundo capítulo se titula El problema del significado de lógos en los fragmentos. Primeramente E. H. recopila, en una difícil tarea hermenéutica, el sentido básico de lógos en los fragmentos que contienen tal palabra, también valiéndose de otros fragmentos en los que no aparece. Lógos, nos dice el autor, es un concepto clave, el objeto inicial expreso en los fragmentos. Es tema y es problema, un elemento descriptivo fundamental de su ontología, pero también un imperativo ético conforme al cual el hombre debe orientar su vida. Es problema en dos aspectos: es evidencia de la estructura real de las cosas y es obstáculo para los dormidos, para los que lo tienen en frente pero no lo pueden reconocer. De forma muy general, para E. H. hay dos significados globales de lógos: por un lado el lingüístico, que involucra una dimensión antropológica del lenguaje-pensamiento y se identifica con phrónēsis, y por otro el ontológico, en el que se identifica con kósmos. No obstante, ambos son aspectos complementarios de una realidad única.

A continuación, E. H. elabora un resumen sobre las posturas recientes sobre este tema. Aunque el autor se aleja de las opiniones que considera reduccionistas (lógos como mera palabra, word, en Burnet), afirma que casi todas las interpretaciones coinciden en que lógos es polisemántico y complejo, al igual que él. Por lo tanto, en este contexto se unen diversos órdenes categoriales: lo ontológico, lo lógico, lo gnoseológico, lo lingüístico y lo político-ético. Sin embargo, advierte E. H., hay que encontrar un hilo conductor congruente entre todos estos significados para lograr una interpretación filosófica general.

En el tercer capítulo, Los fragmentos del lógos. Texto y comentario, entrega un análisis más detallado del significado de esta palabra en los fragmentos. Comienza, como es natural, por el proemio del libro, B1, el cual ofrece importantes posibilidades hermenéuticas sobre el tema. Lógos es un enigma que Heráclito presenta desde el principio al receptor; es lenguaje y también es realidad, verdad inmanente y universal. Consecuentemente, se obtienen cuatro conclusiones a partir del proemio: 1. Existe un lógos objetivo y real, eterno, independiente de Heráclito. 2. Es Ley, estructura que da sentido a lo real. 3. Es el contenido esencial del discurso de Heráclito. 4. Los hombres raramente lo entienden aunque está presente en todos lados.

En B 31b, por ejemplo, vemos un interesante uso de lógos como proporción, vinculado con la idea de medida en un contexto físico cosmológico, con un sentido cuantitativo. El lógos se manifiesta en la proporcionalidad de los cambios físicos y en la estabilidad racional del proceso cósmico. En los fragmentos en los que se relacionan lógos y psychḗ encontramos también este uso de racionalidad. En B 45, por otro lado, confluyen “fundamento”, “medida” y “conocimiento”. Hay entonces un lógos interior, cada hombre, personal pero común, que cada uno debe conocer. Este lógos profundo e interior es el mismo que rige todo el universo, es el principio de sentido y de orden del cósmos entero, en el que se funden el sujeto que conoce y el objeto del conocimiento.

Para el autor, esto es evidencia de la existencia de una teoría del lógos, una ontología general en la que el fuego y la unidad de los contrarios desempeñan funciones importantes y que se enmarca en la idea del ser o la naturaleza de lo humano. Igualmente propone una identificación de fragmentos según grupos temáticos y el posible orden en el que se ubicaban en el libro.

Después de demostrar que la teoría del lógos existe y que es una categoría central del pensamiento filosófico del efesio, en el cuarto capítulo el autor recupera el sentido de esta teoría. Así pues, intenta una interpretación global del pensamiento heracliteo siguiendo la idea de unidad que sugieren los fragmentos. Para E. H., lógos es la clave de la unidad del texto de Heráclito, y el análisis que despliega en este capítulo y los siguientes tiene como guía la interpretación ya mencionada de lógos en dos cauces principales: como cósmos, en un sentido ontológico, y como phrónēsis, que describe un ámbito antropológico.

Consecuentemente, lógos es unidad, es símbolo, metáfora, e hilo conductor en el laberinto de los fragmentos. Esta unidad es el antecedente filosófico de lo que después se llamó verdad, alḗtheia, aunque esta palabra nunca aparece en Heráclito.6 El lógos es inmanente y común (xynós), es la universalidad del ser y la estructura regular del devenir. Lo uno (hén, tó múnon) es el criterio supremo epistémico y ético.

E. H. habla además de una politología heraclitea, evidente en los fragmentos. Nómos, en la polis, es el equivalente, el representante de lógos aplicado a un ambiente estrictamente humano. Noós y xynós, pensamiento y comunidad, deben integrarse en la vida social para que la polis funcione. En los fragmentos encontramos recurrentemente la analogía y la contraposición del orden cósmico y el orden político.

El capítulo cinco, El universo de Heráclito, integra, según esta visión dilógica de lógos, los aspectos ontológicos más importantes del pensamiento heracliteo con la teoría del lógos. Primeramente, E. H. explora su sentido ontológico, concluyendo que lógos no es equivalente a ser, sino un hecho ontológico central que estructura racionalmente todo lo que es. El autor entiende kósmos, siguiendo a Mouraviev, como racionalidad inmanente de la realidad como un todo unitario y dinámico, el orden de todo. Kósmos, al ser equiparado con el fuego, es “siemprevivo” y dinámico. Además, desmiente la interpretación tradicional peripatética de Heráclito como physikós, cuya archḗ es el fuego. En realidad el fuego, como esencia del cósmos, es un símbolo del cambio, la expresión de lo que verdaderamente subyace a la realidad entera. Igualmente, hḗlios, el río, pólemos, theós, y otros conceptos son expresiones de la regularidad del devenir, el cambio y el movimiento, y la unidad de contrarios.

El último capítulo, El lógos como phrónēsis, siguiendo el mismo tenor del capítulo anterior, analiza la otra faceta del lógos, su dimensión antropológica. Primeramente, E. H. efectúa un análisis de la paradoja del lógos del ser y el ser del lógos como una ontología de lo humano. Ya que lógos es palabra y realidad al mismo tiempo, en cada lógos lo que la forma del decir expresa es la forma del ser.7 La forma constante del ser es justamente la unidad en la oposición.

Un hito importantísimo en Heráclito es su alejamiento de la noción tradicional de cognoscibilidad entre los griegos arcaicos, ejemplificada por algunos pasajes de Arquíloco (D 68) y Homero (Od., XVIII, 136), quienes creían que el pensamiento humano era cambiante y efímero: el pensamiento humano es semejante a las circunstancias cotidianas que lo rodean y depende del arbitrio divino. Heráclito critica esto fuertemente y afirma que esta pseudo phrónēsis justamente lleva a la dóxa, no a la verdadera gnósis. Los hombres no entienden las cosas con las que tratan, pero creen que sí y encubren su incomprensión con expresiones como “creer” u “opinar”. El problema según Heráclito es la falta de comprensión bajo el disfraz de conocimiento que predomina entre los hombres. El saber racional constituye el criterio o la medida de la valoración.

El enfoque heracliteo de la condición humana es una filosofía del ser y la unidad. Heráclito se aproxima a la entraña de la vida humana enunciando dualidades polares marcadamente temporales, como ocurre con la contraposición de viejo y joven.8 De tal forma, la unidad cósmica de la que ya se había hablado es un espejo de la unidad de contrarios en la vida humana. El principio universal de orden y armonía es la clave de la estructura real de cada cosa y de la phýsis del hombre.

Un concepto central en la comprensión heraclitea de la phýsis del hombre es ḗthos, término que, enfatiza E. H., Heráclito documenta por primera vez en la tradición filosófica. En los fragmentos, ḗthos tiene un sentido moral que a su vez tiene una implicación general ontológica e involucra una idea del ser del hombre como “ser modal”, irreductiblemente individual y relativo, en la que existe una conexión entre el ser y la individualidad del hombre.

Por último, en el epílogo se concluye en breves páginas el esfuerzo de todo el libro. La filosofía de Heráclito es physiología, un lógos de la phýsis, en la que lógos es la metáfora de la manifestación originaria de la phýsis; lógos es, pues, la voz del ser. Esta physiología es ontología, lo cual, afirma el autor, es la base para llamar filósofo a Heráclito. Pero también puede definirse el pensamiento de Heráclito como logología, un lógos acerca del lógos. El lógos del ser es también un lógos del hombre, una aproximación reflexiva a la phýsis del hombre. Por otro lado, es la idea de racionalidad que conlleva la noción de lógos lo que une al cósmos con el hombre. La unidad dinámica de éstos constituye el trasfondo de su teoría del conocimiento y su idea de la verdad. Más aun, lógos es en Heráclito un concepto de compleja significación que constituye una categoría innegablemente filosófica, y el centro alrededor del cual giran los demás grandes temas. En éste se gestaba ya la nueva dirección que habría de tomar la filosofía en la época clásica y se vislumbran los grandes ejes sobre los cuales habría de cimentarse el pensamiento filosófico posterior.

El libro de E. H. resulta ser, por todo esto, una herramienta de gran utilidad tanto para la literatura clásica como para la filosofía antigua, pero también un testimonio de agradable y deleitosa lectura sobre el pensamiento de una de las figuras más enigmáticas y complejas de la antigua sabiduría griega. Con este esfuerzo E. H. rescata el valor de la palabra lógos en Heráclito y en la tradición filosófica griega, y contribuye notablemente a los estudios actuales sobre la materia. Lógos, de esta forma, vuelve a relucir con brillo propio y a asomarse como un vocablo de inmensa carga teórica y poética capaz de desentrañar el sistema filosófico del sabio de Éfeso.

Por citar algunos: “Dos fragmentos de Heráclito acerca de ψυχή y λόγος”, Theoría, 6, 1998, pp. 99-110; “Heraclitus on lógos. Language, Rationality and the Real”, en A. L. Pierris, Proceedings of the Symposium Philosophiae Antiquae Quintum, Patras, Institute for Philological Research, 2005; “Flujo y lógos. La imagen de Heráclito en el Cratilo y el Teeteto de Platón”, en E. Hülsz, Nuevos ensayos sobre Heráclito. Actas del Segundo Symposium Heracliteum, México, unam, 2010, pp. 361-390; “Heraclitus on φύσις, Epoché, 17.2, 2013, pp. 179-194; “Heraclitus, Plato and the Philosophic Dogs”, Archai, 15, 2015, pp. 105-115.
Hülsz afirma, al igual que otros, que la prosa de Heráclito es muy cercana a la poesía. Cf. Kahn, The Art and Thought of Heraclitus, Cambridge, Cambridge University Press, 1983, y la ingente obra de Serge Mouraviev, Heraclitea, Sankt Augustin, Verlag, 2011.
Entre ellos están Thomas More Robinson (“Esiste una teoría del lógos in Eraclito?”, en Atti del Syposium Heracliteum, Chieti, Edizioni dell’ Ateneo, 1983, pp. 65-72) y Marcel Conche (Héraclite. Fragments, Paris, puf, 1986), ambos siguiendo las propuestas de John Burnet en Early Greek Philosophy (1975). Jonathan Barnes, por su parte, quien niega categóricamente la existencia de la teoría del lógos en Heràclito en Los presocráticos (1992), es objeto especial de la crítica de Hülsz.
Lo que define a un texto filosófico como tal es la actitud inquisitiva y el propósito de generar una actitud inquisitiva; la filosofía es pensamiento que da razón del ser, razón que sólo puede poseerse preguntando. Filosofar es plena autoconsciencia del pensamiento.
Por ejemplo, Kirk en su edición de los fragmentos del efesio. Heraclitus: The Cosmic Fragments. Edited with an Introduction and Commentary by G. S. K., Cambridge, Cambridge University Press, 1978.
Con excepción de B 112, en donde aparece como adjetivo neutro plural: ἀληθέα λέγειν ϰαὶ ποιεῖν.
Una idea semejante a esta puede encontrarse en Parménides, B 8, 35-36: οὐ γὰϱ ἄνευ τοῦ ἐόντος, ἐν ὧι πεφατισµένον ἐστιν, εὑϱήσεις τὸ νοεῖν.
Por ejemplo, B 88; también en B 52 E. H. ve esta dualidad.