En el libro V (19-21) de las Historias, Heródoto refiere una escena situada geográfica y simbólicamente en los ‘márgenes’ del espacio helénico del relato, donde se introduce formalmente a Alejandro I de Macedonia. Este episodio ha suscitado el interés de la crítica desde enfoques analíticos diferentes, aunque también, en buena medida, complementarios. La escena narra in nuce el arribo de la embajada persa enviada por Megabazo (verosímilmente en torno al 512) y su recepción por Amintas I, a la sazón rey de los macedonios. A continuación, en el contexto de un banquete entre persas y macedonios se produce un incidente que culmina con la muerte de los siete legados persas, quienes habían ofendido las costumbres locales. La muerte de los embajadores persas aviene como resultado de un ardid planeado por Alejandro I, hijo del monarca.
La escena ha generado más interrogantes que certezas, tanto en lo relativo al contenido fáctico que se pueda derivar del microrrelato, cuanto de su potencial significado alegórico −que estaría modelado sobre datos genuinos recabados por Heródoto o versiones literarias en la propia Macedonia− o de su funcionalidad en el desarrollo de la trama, en especial, como caracterización de la personalidad del ambivalente Alejandro. Ha primado, no obstante, el interés histórico (o historiográfico) en la consideración del episodio antes que un abordaje que intentara dar cuenta de su importancia estructural a nivel del desarrollo de la trama. En buena medida, se ha transformado −en conjunto con algunas otras referencias sumarias que provee Heródoto1− en un locus textual obligado para historiadores y antropólogos dedicados a la reconstrucción de la controvertida cronología de los acontecimientos sociopolíticos de la antigua Macedonia, así como su organización sociocultural y su (indefinidamente controvertida) filiación étnica. El hecho se debe a que los datos que provee Heródoto en relación con los macedonios entre fines de la época arcaica y principios del siglo V son, por lo general, las únicas referencias que se poseen (o las más directas) sobre este oscuro período de un pueblo que, por añadidura, ha sido, desde la Antigüedad, ubicado en un incierto middleground entre lo griego y lo bárbaro. En efecto, la mayor parte de la información literaria sobre Macedonia deriva de fuentes (no-macedonias) tardías y se centra en especial en las campañas de Alejandro Magno; las inscripciones macedonias en época clásica son, por su parte, sumamente escasas y los historiadores clásicos que proveen datos sobre este pueblo −Heródoto y Tucídides− sólo ofrecen referencias circunstanciales en las que el foco de interés reside en el accionar de las póleis griegas y no en aspectos institucionales o políticos de los macedonios per se. De allí que la alusión a este pasaje herodoteo ha sido obligada en cualquier especulación sobre las características tempranas de la monarquía macedonia, la sucesión dinástica entre Amintas I y Alejandro I (posteriormente apodado ‘Filoheleno’) y su controvertida cronología, los nómoi arcaicos de la sociedad macedonia y su ambivalente relación geopolítica con Oriente y Grecia peninsular.
Mucha especulación historiográfica descansa pues sobre la interpretación de un pasaje cuya historicidad,2 paradójicamente, ha sido en líneas generales objetada sin reversas. Algunas de las incertidumbres historiográficas que ha planteado el relato se vinculan a ciertas inconsistencias más generales en los datos que provee Heródoto acerca de la presencia y acciones de Megabazo en Europa, quien había recibido órdenes del Gran Rey de conquistar Tracia y dominar a todos los pueblos de la región (V, 1-2), el incidente de los legados persas en Macedonia y la posterior expedición de Mardonio de 492. En VI, 44 se dice que Mardonio “incorporó Macedonia a los países que tenían esclavizados” (Μαϰεδόνας πϱὸς τοῖσι ὑπάϱχουσι δούλους πϱοσεϰτήσαντο), de modo que ¿cuál era exactamente la situación de los macedonios en aquel período intermedio, luego de la incursión de Megabazo en 512? ¿Estarían efectivamente sometidos al Gran Rey desde aquel primer contacto o cuál sería su condición? El introito que hace Heródoto a la escena del banquete, que analizaremos a continuación, parecería, en efecto, indicar la aquiescencia al dominio persa (V, 18.1):
Cuando estos persas enviados [s.e. por Megabazo] a Amintas llegaron, yendo en presencia de Amintas, reclamaron tierra y agua para el rey Darío [αἴτεον …Δαϱείῳ γῆν τε ϰαὶ ὕδωϱ]; éste se las dio [ὃ δὲ ταῦτὰ τε ἐδίδου] y les ofrece los dones de la hospitalidad [σφεας ἐπὶ ξείνια ϰαλέει], y recibió a los persas cordialmente [φιλοφϱόνως] aprestando un suntuoso banquete [παϱασϰευασάµενος δεῖπνον µεγαλοπϱεπές].
El texto efectivamente indica la entrega de los presentes solicitados por los persas, mediante la fórmula típica de la diplomacia (“tierra y agua”). Sin embargo, en la actualidad, el significado preciso de la frase ha comenzado a ser interrogado, en el sentido de que podría indicar algo diferente a la sumisión incondicional al Gran Rey,3 que es el modo en que en general se ha entendido. Asimismo, la escena que se desarrolla a continuación no parece completamente encuadrada en términos de sometimiento (en efecto, Amintas recibe a los persas φιλοφϱόνως). Por otra parte, tras la afrenta a los embajadores persas, Alejandro −según relata Heródoto− entregó a Búbares, hijo de Megabazo, una elevada suma de dinero y la mano de su hermana, Gigea (χϱήµατά τε δοὺς πολλὰ ϰαὶ τὴν ἑωτοῦ ἀδελγεὴν τῇ οὔνοµα ἦν Γυγαίη), a fin de detener las búsquedas de los embajadores persas desaparecidos y acallar las circunstancias (V, 21).
Este último hecho ha gozado, entre los historiadores,4 de mayor credibilidad que el relato acerca del asesinato de los siete persas y estaría señalando algún tipo de vinculación de sangre (por matrimonio) entre la nobleza persa y la monarquía local macedonia, aunque existen controversias acerca del significado político de dicha alianza.5 En efecto, la narración de estos hechos confusos presumiblemente acaecidos en torno al 512 −la aceptación de la petición de “tierra y agua” de los enviados persas (¿petición de sumisión?;6 ¿aceptación de relaciones amistosas con los persas sin connotaciones de vasallaje?7); la ulterior afrenta a los embajadores (¿disolución de la alianza?; ¿abierta hostilidad al dominio persa?; ¿signo de que la sumisión jamás tuvo lugar?) y, por último, el matrimonio de Gigea con Búbares (¿índice de rehabilitación de las relaciones amistosas?; ¿signo de la efectiva subordinación de los macedonios al imperio persa?)− no se aviene fácilmente con la afirmación posterior de Heródoto según la cual sólo veinte años más tarde los persas habrían “incorporado a Macedonia” a sus dominios (VI, 44.1). Dicho de otro modo, ninguna certeza existe acerca de la cronología de los acontecimientos. Tampoco es posible fechar con precisión el traspaso dinástico entre Amintas I y Alejandro.8 Por último, interpretaciones sui generis sobre los escasos datos que provee Heródoto −y su reconstrucción− han generado controversias en relación con el status efectivo del reino macedonio en el contexto geopolítico de fines del siglo VI y principios del v.9
Ahora bien, nuestra lectura no buscará otorgar una coherencia histórica −acaso imposible− al episodio narrado por Heródoto, sino que indagará acerca de su relevancia estructural y su significado. En particular, entendemos que, en lo que respecta a la estructura de trama, el microrrelato introduce un ‘corte’ en varios niveles del relato. Asimismo, creemos que la presentación de los acontecimientos, los personajes involucrados y el lenguaje utilizado por la voz narradora en la ‘escenificación’ del encuentro entre macedonios y persas se ve dominado por una evidente ‘ambigüedad’, ambivalencia esta que se proyecta desde el plano léxico hasta la ubicación del episodio y los rasgos de su protagonista en la macro-estructura de las Historias. En particular, intentaremos dar cuenta del modo en que dicha ambivalencia o ambigüedad se expresa en a) el esquema conceptual y el lenguaje de la xenía como mecanismo de conceptualización y codificación de los contactos entre pueblos, hecho que sugiere su agotamiento o inadecuación como modo de representar las relaciones con el ‘otro’ en el relato; b) la representación identitaria de Alejandro I de Macedonia ad locum y el modo en que se confirma en sus esporádicas pero significativas reapariciones en los acontecimientos de las segundas Guerras Médicas y c) la caracterización étnica general del pueblo macedonio en la obra, aspecto éste que constituye una de las preocupaciones específicas del historiador en otros pasajes (V, 22 y VIII, 137-9).
La inadecuación del lenguaje y el esquema axiológico de la xenía
El episodio de los embajadores persas en Macedonia constituye, a nuestro entender, la primera indicación inequívoca del trazado de un corte. Dicho corte −cuyas características intentaremos precisar a continuación− se produce a su vez en un espacio textual de ‘transición’. En otros palabras, ‘corte’ en un modo dominante de representación de la identidad en el relato hasta su gradual resquebrajamiento a partir del libro V; ‘frontera’ −en cuanto Macedonia y su pueblo han sido en la Antigüedad griega posicionados, territorial y étnicamente, en un middleground− y ‘transición’ en la narración histórica de los acontecimientos entre los antecedentes de las Guerras Médicas y los primeros enfrentamientos bélicos en el libro VI. Corte, frontera y transición se anudan en torno a este episodio que protagoniza Alejandro de Macedonia, precisamente, también a partir de un ‘corte’ con su padre Amintas.10
En efecto, el episodio se inscribe en el tránsito entre los libros IV y VI −en un spatium narrativo en el que tradicionalmente la crítica entrevió un pasaje entre los lógoi iniciales, en los que se ha querido situar un interés más propiamente etnográfico-descriptivo y los lógoi finales en que despuntaría un Heródoto ‘historiador’−.11 No sólo traza el límite estructural entre el libro IV y el VI, sino que marca también la transición entre la época arcaica y la época clásica (el episodio se sitúa cronológicamente en tránsito del reinado de Amintas I −quien ya gobernaba al momento en que los persas conquistaron a los peonios, ca. 512− y el reinado de su sucesor en los inicios del siglo V). En especial, el episodio narrado por Heródoto evidenciará a) la inadecuación del lenguaje de la ‘amistad ritualizada’ como esquema simbólico para narrar el contacto entre determinadas figuras de elite −que se hallan en los ‘márgenes’ de la ‘helenidad’−; b) el resquebrajamiento (o cuestionamiento) de la institución de la xenía −basada en una concepción aristocrática del otro como ‘igual’− como mecanismo de codificación de las relaciones intercomunitarias; c) el paulatino surgimiento de la concepción del ‘otro’ como bárbaro en el relato −cuya alteridad se cimentará en criterios étnicos, culturales y políticos−.12
No se trata, empero, de un cuestionamiento teórico de la xenía sino más bien de una dramatización, dramatización cuyas coordenadas de interpretación no resultan del todo precisas −especialmente para la labor de reconstrucción historiográfica que ha procurado exhumar algún indicio de verdad acerca de las relaciones entre los macedonios y persas en este período. En efecto, en el pasaje prima la ambigüedad.13 En lo que concierne a un análisis discursivo del episodio, la ausencia de certezas históricas acerca de la naturaleza del vínculo entre macedonios y persas en este período histórico impide formular interpretaciones categóricas. Se ha especulado, no obstante, con la posibilidad de que el relato que refiere Heródoto tenga sus orígenes en propaganda macedonia tendiente a ‘encubrir’ o ‘distorsionar’ la efectiva sumisión de los macedonios al poder persa a partir de la escenificación de un conflicto entre las partes originado en el marco de un festín.
Nuestra primera lectura es que el episodio, entre otras cosas, dramatiza por primera vez en el relato las limitaciones del esquema axiológico de la xenía como modo de conceptualizar al otro.14
Citemos el episodio in extenso:15
18. οἱ ὦν Πέϱσαι οἱ πεµφθέντες οὗτοι παϱὰ τὸν Ἀµύντην ὡς ἀπίϰοντο, αἴτεον ἐλθόντες ἐς ὄψιν τὴν Ἀµύντεω Δαϱείῳ βασιλέι γῆν τε ϰαὶ ὕδωϱ. ὁ δὲ ταῦτά τε ἐδίδου ϰαὶ σφεας ἐπὶ ξείνια ϰαλέει, παϱασϰευασάµενος δὲ δεῖπνον µεγαλοπϱεπὲς ἐδέϰετο τοὺς Πέϱσας φιλοφϱόνως. [2] ὡς δὲ ἀπὸ δείπνου ἐγένοντο, διαπίνοντες εἶπαν οἱ Πέϱσαι τάδε. “ξεῖνε Μαϰεδών, ἡµῖν νόµος ἐστὶ τοῖσι Πέϱσῃσι, ἐπεὰν δεῖπνον πϱοτιθώµεθα µέγα, τότε ϰαὶ τὰς παλλαϰὰς ϰαὶ τὰς ϰουϱιδίας γυναῖϰας ἐσάγεσθαι παϱέδϱους. σύ νυν, ἐπεί πεϱ πϱοθύµως µὲν ἐδέξαο µεγάλως δὲ ξεινίζεις, διδοῖς δὲ βασιλέι Δαϱείῳ γῆν τε ϰαὶ ὕδωϱ, ἕπεο νόµῳ τῷ ἡµετέϱῳ.” [3] εἶπε πϱὸς ταῦτα Ἀµύντης “ὦ Πέϱσαι, νόµος µὲν ἡµῖν γε ἐστὶ οὐϰ οὗτος, ἀλλὰ ϰεχωϱίσθαι ἄνδϱας γυναιϰῶν: ἐπείτε δὲ ὑµεῖς ἐόντες δεσπόται πϱοσχϱηίζετε τούτων, παϱέσται ὑµῖν ϰαὶ ταῦτα.” εἴπας τοσαῦτα ὁ Ἀµύντης µετεπέµπετο τὰς γυναῖϰας: αἳ δ᾽ ἐπείτε ϰαλεόµεναι ἦλθον, ἐπεξῆς ἀντίαι ἵζοντο τοῖσι Πέϱσῃσι. [4] ἐνθαῦτα οἱ Πέϱσαι ἰδόµενοι γυναῖϰας εὐµόϱφους ἔλεγον πϱὸς Ἀµύντην φάµενοι τὸ ποιηθὲν τοῦτο οὐδὲν εἶναι σοφόν: ϰϱέσσον γὰϱ εἶναι ἀϱχῆθεν µὴ ἐλθεῖν τὰς γυναῖϰας ἢ ἐλθούσας ϰαὶ µὴ παϱιζοµένας ἀντίας ἵζεσθαι ἀλγηδόνας σφίσι ὀφθαλµῶν. [5] ἀναγϰαζόµενος δὲ ὁ Ἀµύντης ἐϰέλευε παϱίζειν: πειθοµενέων δὲ τῶν γυναιϰῶν αὐτίϰα οἱ Πέϱσαι µαστῶν τε ἅπτοντο οἷα πλεόνως οἰνωµένοι, ϰαί ϰού τις ϰαὶ φιλέειν ἐπειϱᾶτο
19. Ἀµύντης µὲν δὴ ταῦτα ὁϱέων ἀτϱέµας εἶχε, ϰαίπεϱ δυσφοϱέων, οἷα ὑπεϱδειµαίνων τοὺς Πέϱσας: Ἀλέξανδϱος δὲ ὁ Ἀµύντεω παϱεών τε ϰαὶ ὁϱέων ταῦτα, ἅτε νέος τε ἐὼν ϰαὶ ϰαϰῶν ἀπαθής, οὐδαµῶς ἔτι ϰατέχειν οἷος τε ἦν, ὥστε δὲ βαϱέως φέϱων εἶπε πϱὸς Ἀµύντην τάδε. “ὦ πάτεϱ, σὺ µὲν εἶϰε τῇ ἡλιϰίῃ ἀπιών τε ἀναπαύεο, µηδὲ λιπάϱεε τῇ πόσι: ἐγὼ δὲ πϱοσµένων αὐτοῦ τῇδε πάντα τὰ ἐπιτήδεα παϱέξω τοῖσι ξείνοισι.” [2] πϱὸς ταῦτα συνιεὶς Ἀµύντης ὅτι νεώτεϱα πϱήγµατα πϱήσσειν µέλλοι ὁ Ἀλέξανδϱος, λέγει “ὦ παῖ, σχεδὸν γάϱ σευ ἀναϰαιοµένου συνίηµι τοὺς λόγους, ὅτι ἐθέλεις ἐµὲ ἐϰπέµψας ποιέειν τι νεώτεϱον: ἐγὼ ὦν σευ χϱηίζω µηδὲν νεοχµῶσαι ϰατ᾽ ἄνδϱας τούτους, ἵνα µὴ ἐξεϱγάσῃ ἡµέας, ἀλλὰ ἀνέχευ ὁϱέων τὰ ποιεύµενα: ἀµφὶ δὲ ἀπόδῳ τῇ ἐµῇ πείσοµαί τοι”.
20. ὡς δὲ ὁ Ἀµύντης χϱηίσας τούτων οἰχώϰεε, λέγει ὁ Ἀλέξανδϱος πϱὸς τοὺς Πέϱσας “γυναιϰῶν τουτέων, ὦ ξεῖνοι, ἔστι ὑµῖν πολλὴ εὐπετείη, ϰαὶ εἰ πάσῃσι βούλεσθε µίσγεσθαι ϰαὶ ὁϰόσῃσι ὦν αὐτέων. [2] τούτου µὲν πέϱι αὐτοὶ ἀποσηµανέετε: νῦν δέ, σχεδὸν γὰϱ ἤδη τῆς ϰοίτης ὥϱη πϱοσέϱχεται ὑµῖν ϰαὶ ϰαλῶς ἔχοντας ὑµέας ὁϱῶ µέθης, γυναῖϰας ταύτας, εἰ ὑµῖν φίλον ἐστί, ἄπετε λούσασθαι, λουσαµένας δὲ ὀπίσω πϱοσδέϰεσθε.” [3] εἴπας ταῦτα, συνέπαινοι γὰϱ ἦσαν οἱ Πέϱσαι, γυναῖϰας µὲν ἐξελθούσας ἀπέπεµπε ἐς τὴν γυναιϰηίην, αὐτὸς δὲ ὁ Ἀλέξανδϱος ἴσους τῇσι γυναιξὶ ἀϱιθµὸν ἄνδϱας λειογενείους τῇ τῶν γυναιϰῶν ἐσθῆτι σϰευάσας ϰαὶ ἐγχειϱίδια δοὺς ἦγε ἔσω, παϱάγων δὲ τούτους ἔλεγε τοῖσι Πέϱσῃσι τάδε. [4] “ὦ Πέϱσαι, οἴϰατε πανδαισίῃ τελέῃ ἱστιῆσθαι: τά τε γὰϱ ἄλλα ὅσα εἴχοµεν, ϰαὶ πϱὸς τὰ οἷά τε ἦν ἐξευϱόντας παϱέχειν, πάντα ὑµῖν πάϱεστι, ϰαὶ δὴ ϰαὶ τόδε τὸ πάντων µέγιστον, τάς τε ἑωυτῶν µητέϱας ϰαὶ τὰς ἀδελφεὰς ἐπιδαψιλευόµεθα ὑµῖν, ὡς παντελέως µάθητε τιµώµενοι πϱὸς ἡµέων τῶν πεϱ ἐστὲ ἄξιοι, πϱὸς δὲ ϰαὶ βασιλέι τῷ πέµψαντι ἀπαγγείλητε ὡς ἀνὴϱ Ἕλλην Μαϰεδόνων ὕπαϱχος εὖ ὑµέας ἐδέξατο ϰαὶ τϱαπέζῃ ϰαὶ ϰοίτῃ.” [5] ταῦτα εἴπας ὁ Ἀλέξανδϱος παϱίζει Πέϱσῃ ἀνδϱὶ ἄνδϱα Μαϰεδόνα ὡς γυναῖϰα τῷ λόγῳ: οἳ δέ, ἐπείτε σφέων οἱ Πέϱσαι ψαύειν ἐπειϱῶντο, διεϱγάζοντο αὐτούς.
18. Cuando estos persas enviados [s.e. por Megabazo] a Amintas llegaron, yendo en presencia16 de Amintas, reclamaron tierra y agua para el rey Darío; éste se las dio y les ofreció los dones de la hospitalidad,17 y recibió a los persas cordialmente18 aprestando un suntuoso19 banquete. Y cuando terminaron el convite, los persas que bebían uno más que el otro,20 dijeron esto: “Huésped macedonio, entre nosotros es costumbre, después de que servimos un gran banquete, que entren y se sienten junto a nosotros las concubinas y esposas legítimas. Tú, pues, ya que entusiastamente nos acogiste, nos brindas hospitalidad con magnificencia y entregas al rey Darío tierra y agua,21 sigue nuestra costumbre”. A esto dijo Amintas: “Oh persas, para nosotros en verdad la costumbre no es ésa, sino el que los hombres estén separados de las mujeres, pero pues vosotros, que sois los dueños,22 pedís además esto, lo tendréis”. Habiendo dicho esas cosas Amintas, hizo venir a las mujeres. Y cuando, llamadas, llegaron éstas, se sentaron en orden enfrentadas a los persas. Al ver a esas hermosas mujeres, los persas se dirigieron a Amintas diciendo que no era nada lógico lo hecho; pues hubiera sido mejor que ni siquiera viniesen las mujeres antes que, habiendo venido y no habiéndose sentado al lado de ellos, se ubicaran enfrente como tormentos para sus ojos. Obligado23 Amintas, mandó a las mujeres a que se sentaran al lado de los persas; tras obedecer las mujeres, de inmediato los persas, como estaban completamente ebrios, empezaron a tocarles los pechos y quizá alguno intentó también besarlas.
19. Amintas, viendo esto, permanecía impasible, aunque le embargaba la indignación, porque sentía gran temor a los persas.24 Pero Alejandro, hijo de Amintas, que se hallaba presente, viendo también estas cosas, como era joven y no había sufrido males, no fue capaz de contenerse más, de modo que, apenas soportándolo, dijo a Amintas: “Tú, oh padre, ten en cuenta tu edad; retírate a descansar y no persistas en el festín; yo, permaneciendo aquí mismo, ofreceré a los huéspedes todas las cosas convenientes.25 Habiendo comprendido ante esto Amintas que Alejandro iba a cometer acciones osadas,26 le dijo:27 “Oh hijo, casi comprendo tus palabras; como estás enardecido, quieres, alejándome, hacer alguna acción temeraria; yo te pido que no hagas nada osado en relación con estos hombres, para que no nos destruyas, sino que mantente viendo las cosas que suceden. Y en relación con mi retirada, te obedeceré”.
20. Después de que Amintas, habiendo pedido estas cosas, se marchó, Alejandro dijo a los persas: “Hay completa disponibilidad de estas mujeres28 para vosotros, oh huéspedes, tanto si queréis acostaros con todas o con cuantas queráis de ellas; sobre esto, vosotros mismos indicaréis. Ahora, pues, como casi llega el momento de que os acostéis y veo que estáis bien bebidos, permitid que estas mujeres, si os es agradable, pasen al baño y, una vez bañadas, recibidlas de regreso”. Habiendo dicho esto, como los persas estaban conformes, mandó al gineceo a las mujeres que habían venido. El propio Alejandro, habiendo equipado con la vestimenta de las mujeres a unos hombres imberbes iguales en número a las mujeres y entregándoles puñales los condujo dentro; y trayéndolos les dijo a los persas esto: “Oh persas, me parece que se os ha obsequiado con todo un perfecto festín;29 pues tanto las demás cosas que teníamos, como además cuantas nos fue posible hallar, todas están ante vosotros; y especialmente esto, lo más grande de todo, os entregamos generosamente nuestras propias madres y hermanas, para que comprendáis totalmente que de nuestra parte se os ha honrado como sois dignos30 y para que anunciéis al rey que os ha enviado que un griego, gobernador de los macedonios,31 os recibió bien, tanto en la mesa como en el lecho”. Habiendo dicho estas cosas, Alejandro ubica junto a cada persa un hombre macedonio como mujer en apariencia. Y éstos, en cuanto los persas intentaron tocarlos, los liquidaron.32
Sin duda, la ambigüedad es el denominador común que recorre todo el episodio, algunas de cuyas marcas hemos indicado en las notas a la traducción. De todas las posibilidades de exégesis que admite el pasaje, nos centraremos aquí en aquello que resulta más significativo a nuestros propósitos. Hemos dicho que el episodio pone de manifiesto la inadecuación del lenguaje de la xenía ante la súbita y radical irrupción del ‘otro’. Veamos en qué sentido se verifica la limitación de dicho esquema conceptual, limitación que se expresa a partir de ciertas inconsistencias o equívocos que dramatiza el encuentro entre macedonios y persas.
1) El lenguaje de la xenía parecería prima facie apropiado en las circunstancias, puesto que estaría poniendo de relieve algún tipo de alianza de clase entre ‘pueblos que responden a un monarca’, es decir, a dos regímenes de corte real. Si en efecto los estudios historiográficos han demostrado las sustanciales diferencias entre la autocracia personalista aqueménida y cualquier otro tipo de gobierno monárquico, el episodio no pone de relieve explícitamente diferencias de tipo constitucional; por otra parte, Heródoto no suele abundar en precisiones respecto a la organización institucional de los estados descritos en su obra. Resulta significativo, no obstante, que nada se nos diga en relación con Amintas al comienzo de la narración. ¿Es efectivamente el ‘rey’ de los macedonios?33 En todo caso, lo que importa aquí es el encuadre narrativo: Heródoto dramatiza el encuentro entre los embajadores persas y los macedonios en torno a un banquete brindado en ocasión de hospitalidad a los extranjeros, institución ésta que en el mundo griego arcaico constituía el símbolo de una práctica que cimentaba los lazos de solidaridad y reciprocidad entre iguales. No casualmente el texto es pródigo en la utilización del lenguaje de la xenía y sus cognados: el extranjero (xénos) es introducido en el círculo de phíloi que se aglutinan y reconocen recíprocamente en su igualdad de clase en torno a la ‘(re)partición’ de los alimentos y la bebida (δαίς: ‘división’, ‘alimento’ > δαίω: ‘dividir’, ‘compartir’). Nos detendremos en el significado del sympósion en el apartado siguiente. Aquí veremos en qué medida la horizontalidad de clase que representa la incorporación del ‘otro’ al oîkos empieza a resquebrajarse en el pasaje. Como hemos indicado, dicha incongruencia comienza a manifestarse a nivel de la enunciación a partir del uso de determinadas expresiones que generan impresiones contradictorias: Amintas organiza un banquete “magnánimo” (µεγαλοπϱεπές) −apropiado a la dignidad de clase de los enviados del rey Darío− y les ofrece hospitalidad ‘de buen grado’ (φιλοφϱόνως ἐδέξατο), hecho éste que es admitido por los propios persas (πϱοθύµως µὲν ἐδέξαο µεγάλως δὲ ξεινίζεις). Sin embargo, otros indicios del texto −como la entrega de “tierra y agua”, el término δεσπόται utilizado por Amintas para aludir a los persas o el “gran temor” del macedonio hacia ellos− sugieren, en cambio, un tipo de vínculo que no descansa sobre una relación horizontal de clase en virtud de la cual el ‘extranjero-que-llega’ es incorporado en una sociedad de ‘iguales’ consolidada en torno al convivium. En efecto, la simetría que impone el lenguaje de la xenía se ve horadada por una relación vertical y asimétrica de poder que se instala desde afuera. Si efectivamente Amintas entregó ‘tierra y agua’ a los persas y si dicha fórmula implica sumisión completa o, al menos, como creen algunos, cierto tipo de vínculo de vasallaje, estaríamos aquí ante una lógica disruptiva de la amistad ritualizada: una relación vertical del tipo patronus / cliens.
En el plano de los hechos materiales que pudieron dar lugar al relato, algunos historiadores34 entienden que no existe evidencia de que efectivamente Amintas fuera ‘vasallo’ del rey. Los argumentos en este sentido se fundan en la falta de consenso en torno al verdadero sentido de la petición de ‘tierra y agua’, fórmula que podría implicar no una completa sumisión, y también en el dato posterior del matrimonio de Gigea, hermana de Alejandro, con el persa Bufares, hecho éste que apuntaría más a una alianza por parentesco con la elite persa que a una situación de sumisión. En rigor, en el caso en que efectivamente Amintas hubiera aceptado algún tipo de subordinación a la hegemonía persa −lo cual también parece sugerido en el uso del término ὕπαϱχος en la declaración final a los legados−, es posible interrogarnos acerca de por qué se emplea aquí el lenguaje de la xenía para codificar un vínculo que en rigor implicaba una asimetría de poderes. Si el texto herodoteo es ambiguo −y por cierto es consistentemente ambiguo en lo que atañe a los macedonios en el relato− es, a nuestro entender, porque la xenía, presenta el contacto entre pueblos como una relación entre ‘iguales’ de clase cuando stricto sensu existía una situación de dominación o −en el mejor de los casos− de vasallaje sobreimpresa. En este sentido, resulta convincente la hipótesis según la cual el relato que presenta Heródoto derivaría de −o habría sido modelado sobre− ‘propaganda’ promacedonia y antipersa en circulación en tiempos de Heródoto.35
2) El lenguaje de la xenía se ve aquí reforzado por el vocabulario asociado al simposio −práctica ritual que constituía el núcleo de vida social de los hombres de la aristocracia griega en época arcaica−. El significado e importancia del ritual del simposio han sido ampliamente estudiados y los autores no dudan en considerarlo una práctica social central en los mecanismos de socialización entre miembros de elite en época pre-clásica.36 El simposio −tal como permiten ver las representaciones pictóricas− equipara el status de los asistentes, los homologa como una única función de clase, al punto que cada uno de los participantes parece apenas una réplica del otro: “se asemejan por sus vestimentas, sus gestos, sus posturas, sus rostros; parecen intercambiables”.37 El xénos podía ser introducido a la convivialidad entre iguales que se cimentaba en torno a la repartición ritualizada de la comida y bebida en los círculos aristocráticos, inscribiéndolo, pues, simbólicamente en los mecanismos recíprocos de la philía del espacio interior de la pólis. El xénos veía, pues, su status de ‘igual’ confirmado merced a la inscripción en el simposio entre iguales. Píndaro38 ofrece ejemplos de la τϱάπεζα ξενία, expresión de origen homérico en la que se funden la comensalidad en el interior del círculo de iguales y el deber de hospitalidad hacia el extranjero. Ahora bien, en el episodio que narra Heródoto, dicho lenguaje se ve en cierta medida subvertido. La clave aquí, según nuestra lectura, reside en la irrupción de un significante: el nómos. Ya hemos apuntado que desde el comienzo del micro-rrelato la inadecuación del lenguaje de la xenía podía vislumbrarse en virtud de una ‘incómoda’ asimetría de poderes entre los persas y los macedonios, evocada por la entrega de ‘tierra y agua’. Pero el conflicto en la representación del ‘otro’ estalla puntualmente en un momento del episodio en que se produce un cruce de perspectivas. Los persas solicitan la incorporación de las mujeres al festín pues ἡµῖν νόµος ἐστὶ τοῖσι Πέϱσῃσι; Amintas responde: νόµος µὲν ἡµῖν γε ἐστὶ οὐϰ οὗτος. Es, pues, el conflicto entre los nómoi macedonios −en este punto, análogos a las disposiciones griegas, que conciben la celebración de los banquetes como una práctica restringida al mundo masculino− y los nómoi persas −quienes incluyen a las mujeres en sus banquetes.39
En este sentido, el pasaje ilustra que −más allá de una presunta asimetría de poder entre las partes, sobre la cual el texto es deliberadamente ambiguo− son los nómoi persas y macedonios los que entran en contradicción y desbaratan la horizontalidad de clase que plantea el sympósion y que exige la xenía. El significante que instituye la diferencia es, pues, nómos. El ‘otro’ comenzará a irrumpir en el relato como un potencial trasgresor de las costumbres del in-group, subordinando su condición de igual de clase. Esta es, a nuestro criterio, la primera vez en el relato en que irrumpe esta differentia en los mecanismos de socialización interaristocráticos y que posibilitará una nueva modalidad de concebir al otro.40 De allí que hemos querido ver un verdadero ‘corte’ en la representación de la identidad a partir de la inserción de este episodio en la trama. En el episodio entre persas y macedonios que se inscribe en el libro V, son los nómoi persas los que por primera vez introducirán la diferencia; es precisamente dicha discordia la que comenzará a horadar a partir de aquí una concepción del otro fundada en un mecanismo aristocrático de relación entre iguales.
La proclama identitaria de Alejandro I de Macedonia
El apóstrofe final de Alejandro a los embajadores persas contiene una sugerente autoproclamación identitaria que merece la pena examinar a la luz de las ambigüedades mismas del pasaje, algunas de las cuales hemos indicado en las notas a nuestra traducción. Dice Alejandro, como fatídica anticipación del crimen que habrán de perpetrar los jóvenes macedonios travestidos: “[… ] para que anunciéis al rey que os ha enviado, que un griego, gobernador de los macedonios, (ἀνὴϱ Ἕλλην Μαϰεδόνων ὕπαϱχος) os recibió bien tanto en la mesa como en el lecho”. El enunciado es, en efecto, sugerente en varios sentidos: 1) por un lado, condensa toda una serie de ambivalencias que se verifican en el microrrelato vinculadas a un presunto éthos ‘griego’ y su imbricación con un éthos ‘no-griego’; 2) en segundo lugar, la declaración en primera persona de Alejandro resulta equívoca en lo que respecta a su atribución; hecho éste que constituye un sesgo particular de otras intervenciones en oratio recta del príncipe macedonio en instancias posteriores del relato al tiempo que señalará la duplicidad como marca de fuego de su accionar posterior en la trama;413) por último, la frase constituye un locus privilegiado para indagar acerca de la controvertida adscripción étnica de los macedonios, no sólo en la historíē herodotea, sino en las ambiguas percepciones que las fuentes griegas trasmiten acerca de dicho pueblo. Más aun, creemos que la proclama identitaria de Alejandro ilustra en varios sentidos la naturaleza discursiva de cualquier intento de autoatribución étnica.
1) La proclama de Alejandro, por cierto, es tan terminante y categórica como ambigua en su enunciación. Coexisten en el sintagma el gentilicio ἕλλην, por un lado, que instituye públicamente la filiación étnica de la monarquía macedonia (y, por extensión, debemos entender, el conjunto de la comunidad) con los ‘griegos’, con el término ὕπαϱχος, que en el usus scribendi de Heródoto designa a los gobernadores persas (sátrapas), miembros de elite persas a quienes el Gran Rey delegaba la autoridad civil y militar de cada una de las vastas regiones del imperio.42 La declaración simbólica de Alejandro que anticipa el ‘corte’ que instituirá en el curso de los acontecimientos (corte éste que se materializará cruelmente en el cuerpo de los legados persas a manos de los mancebos travestidos) es, por cierto, ambigua. La frase prefigura, a su vez, la ambivalente actitud herodotea en lo que respecta tanto al futuro monarca macedonio −quien mediante este gesto desplaza definitivamente a su anciano padre del escenario de la enquête operando así un anticipado traspaso dinásti co que no corresponde con la reconstrucción de la cronología de los reinados− así como al emplazamiento de los macedonios en el espacio simbólico del relato. En la proclamación del joven Alejandro coexisten, pues, un índice de pertenencia étnica con los griegos −dato éste que el propio Heródoto precisará a continuación en V, 22− y un equívoco término político “gobernante (¿sátrapa?) de los macedonios” que parecería inscribir el reino macedónico dentro de la estructura administrativa del imperio aqueménida.43 Independientemente del efectivo status geopolítico de Macedonia o del cargo detentado por sus monarcas, la proclama de Alejandro pone de relieve la articulación contradictoria de un éthos griego −que deriva de un gesto de autoatribución− y la supuesta dependencia (con un variable grado de autonomía que es imposible precisar) respecto del imperio aqueménida, que estaría señalando un acercamiento o connivencia con el persa. La ambivalencia del enunciado puesto en boca de Alejandro se corresponde con los mismos sucesos de los que oficia de epílogo, cuya interpretación difumina los límites entre un éthos griego y no-griego. Si, como hemos visto, Alejandro imprime un ‘corte’ con el otro −evitando que los persas infrinjan los nómoi locales mediante el abuso de las mujeres y la transgresión de las normas del sympósion−, su accionar no lo posiciona empero como ‘griego’. En efecto, el corte que opera Alejandro se efectiva mediante una abierta violación de la xenía, cuya expresión más radical es el asesinato de los huéspedes. Asimismo, toda una serie de indicios en el microrrelato, que se verán ulteriormente refrendados por la participación propersa de Alejandro en la narración, sugiere un modo de conducta más directamente asimilable a un estereotipo del ‘bárbaro’ que a un éthos griego. Una de las observaciones que se han formulado en este sentido apunta a la dinámica misma del simposio que escenifica Heródoto −y que se ha visto refrendada por evidencias históricas posteriores− que no permitiría encuadrar el sympósion macedónico plenamente en las pautas de convivialidad prototípicas de las póleis griegas. En efecto, existe, según hemos puesto en evidencia en nuestra traducción, todo un vocabulario vinculado al ‘desenfreno’ o a la voluptuosidad, así como connotaciones que apuntan al exceso en los placeres (en la comida, bebida, sexuales) que contravienen la imagen de la moderación griega y que, sin duda, aparecen sugeridas en la narración. El entendimiento entre macedonios y persas −sugerido mediante el vocabulario de la xenía− no reside únicamente en la recepción hospitalaria de miembros de elite que encarnan el poder regio (los aristócratas enviados por el Gran Rey y la monarquía macedonia), sino que parece existir cierto grado de desmesura afín a persas y macedonios.44 Cierto es que existe un límite (dramatizado en el pasaje al acto de Alejandro) más allá del cual la semejanza entre los nómoi macedonios y las costumbres persas no puede proyectarse. Sin embargo, tampoco la ambientación que ofrece Heródoto puede inscribirse directamente en un éthos ‘griego’.45 Alejandro se autoproclama ‘griego’ pero su conducta en el marco del banquete de hospitalidad a los persas no responde a un ideal del éthos helénico, aun cuando su actitud pueda verse justificada como un intento de reestablecer el imperio de nómoi ‘griegos’ en lo que atañe a la estricta separación de los sexos en el sympósion. En última instancia, el episodio abre interrogantes en lo que respecta a qué se entiende por ser ‘griego’ −término que hemos deliberadamente entrecomillado en nuestro análisis−; cuáles son los criterios de definición de una potencial adscripción identitaria, así como las fronteras simbólicas en que dicha construcción identitaria ora cristaliza ora deviene problemática.
Ahora bien, las ambivalencias que sugiere la declaración final de Alejandro, sumadas a la desmesura del castigo infringido a los persas en abierta violación de los códigos de la hospitalidad more graeco y a una deliberadamente ambigua caracterización de los nómoi macedonios en relación con las normas del simposio, se proyectan en los parágrafos siguientes. Tras el engaño y crimen de los embajadores, Alejandro −continúa Heródoto (V, 21) − detiene la búsqueda de los desparecidos iniciada por los persas; ofrece grandes suma de dinero y entrega a su propia hermana en matrimonio al jefe de los que encaraban la búsqueda de los legados, el persa Bubares (χϱήµατά τε δοὺς πολλὰ ϰαὶ τὴν ἑωυτοῦ ἀδελγεὴν τῇ οὔνοµα ἦν Γυγαίη). Dicho de otro modo, compra el silencio (ἐσιγήθη) del jefe de la expedición mediante el soborno y el establecimiento de una alianza de parentesco, presumiblemente con el fin de no deteriorar irremediablemente las relaciones con Persia. Por lo general, la crítica ha adjudicado mayor rigor histórico a esta unión de la hermana de Alejandro con el persa Bubares −probablemente el hijo de Megabazo (VII, 22.1) − que al relato de la recepción de los legados persas dramatizada por Heródoto previamente.46 En efecto, de esta unión habría resultado el nacimiento de un hijo, bautizado Amintas en honor a su abuelo, quien habría recibido la ciudad de Alabanda en Caria como obsequio del Gran Rey (VIII, 136.1). Independientemente del significado preciso de esta unión −cuya efectiva datación ha sido puesta en duda por aquellos que desestiman la historicidad del episodio de los legados−, a nivel narrativo la referencia a esta alianza por parentesco −ya sea que se trate de un intento de recomponer las relaciones con los persas como sugiere la secuenciación de Heródoto o que marque los inicios efectivos del contacto amistoso o el sometimiento (¿voluntario?) al imperio persa− afianza la duplicidad y ambivalencia que caracterizan el accionar de Alejandro (su σοφίη, es decir, astucia) así como el indefinido status del pueblo macedonio entre lo ‘griego’ y lo ‘persa’. El contrapunto a esta referencia a la connivencia de los macedonios con los persas lo ofrece el parágrafo siguiente (V, 22), donde la balanza parece inclinarse en cambio a favor de la ‘helenidad’ de Alejandro. Dice Heródoto:
Ciertamente, la muerte de estos persas, así acaecida, fue silenciada. Pero que estos descendientes de Pérdicas son griegos, tal como ellos dicen, yo mismo sé por caso que es así y en mis relatos sucesivos demostraré que son griegos.47
A partir de los coordinantes distributivos µέν… δέ…, Heródoto contrapone, en el plano del enunciado, el relato del soborno y componenda de Alejandro (V, 21) −que ubicaría al rey macedonio en una posición propersa− con el testimonio que Heródoto mismo en primera persona (αὐτός) ofrecerá a continuación acerca de la filiación helénica de la dinastía de Perdicas. Para ello, Heródoto trae a colación la participación de Alejandro en los Juegos Olímpicos, donde el rey macedonio se ve obligado a esgrimir sus credenciales griegas ante la acusación de los otros competidores quienes aducían “que la competencia no era para contrincantes bárbaros (οὐ βαϱβάϱων ἀγωνιστέων) sino para griegos (ἀλλὰ Ἑλλήνων)”. Ante la recriminación, Alejandro demostró (ἀπέδεξε) ante los ciudadanos eleos que presidían los Juegos Olímpicos (Ἑλληνοδίϰαι) que él era de origen argivo, de modo que fue admitido en la competencia, tras lo cual resultó victorioso en la carrera.48 Independientemente de las discusiones en torno de la veracidad de la participación de Alejandro en los Juegos Olímpicos, vemos que la estrategia narrativa de Heródoto consiste en subrayar la ambivalencia identitaria de Alejandro: por un lado, la alianza por matrimonio con los persas, acerca de la cual Heródoto insistirá en VIII, 136.1, posiciona a Alejandro como cercano a los persas; por otro, Heródoto refrenda a título personal la adscripción étnica helénica del macedonio. La misma duplicidad se desprende de la interpretación del episodio de la recepción de los embajadores persas: si Alejandro reivindica nómoi típicamente griegos en las disposiciones del simposio, tanto la ambientación del banquete real macedonio como el accionar desmedido de Alejandro parecerían enfatizar ciertas afinidades con un éthos bárbaro, caracterizado por la propensión a la hýbris.
2) La declaración de Alejandro ante los embajadores persas resulta ambigua también en lo que atañe a su atribución. En efecto, ¿quién es el “griego, gobernante de Macedonia” que recibió bien a los persas en la mesa y en el lecho? El contexto del pasaje permite aquí también una doble interpretación: podría tratarse de que Alejandro estuviera aludiendo a sí mismo o bien a su padre, Amintas. Una lectura más bien lógica llevaría a pensar que Alejandro −puesto que es aún un joven y no detenta efectivamente el cargo de rey− estaría haciendo referencia a su padre. Es decir que Alejandro estaría literalmente ‘hablando en nombre’ de su padre, a quien le atribuye la ‘hospitalaria’ recepción de los persas (y, por extensión, las connotaciones irónicas que el enunciado reviste a la luz del crimen que se trae entre manos). Sin embargo, como hemos visto, Amintas es explícitamente corrido de la escena por el joven príncipe, tras lo cual desaparecerá del horizonte del relato. Dicho gesto transforma a Alejandro en el protagonista de los acontecimientos, quien inmediatamente se inviste de una autoridad suficiente como para digitar y llevar a cabo un crimen −¿políticamente inconveniente?− a espaldas de su padre. La completa desaparición de Amintas y el protagonismo exclusivo que adquiere su hijo tanto en el desenlace del episodio como en el resto del relato permiten también leer la declaración de Alejandro como un símbolo del traspaso dinástico o la manifestación pública de una nueva identidad. En esta lectura, el “griego gobernador de Macedonia” refiere no ya a Amintas, sino a su descendiente Alejandro, quien adopta ‘la voz de autoridad’ real frente a los persas. En todo caso, se trata de una declaración efímera, en cuanto que el anuncio jamás llegará a oídos del Gran Rey; los embajadores perecerán tras la proclamación de la sentencia. En síntesis, la efectiva atribución de referente (Amintas o Alejandro) en lo que respecta al “griego gobernador de Macedonia” es deliberadamente equívoca. Equivocidad que caracteriza el lógos de Alejandro, a la vez rey y no-rey; griego y no-griego; colaborador con el persa y con los griegos; un personaje que trasvasa continuamente las ‘fronteras’ identitarias del relato.
3) Por último, la declaración de Alejandro ἀνὴϱ Ἕλλην constituye una proclama explícita de una filiación identitaria con el mundo griego. Filiación ésta que a continuación Heródoto corrobora en primera persona mediante su alusión a la participación de Alejandro en los Juegos Olímpicos y al linaje argivo de los reyes macedonios. Asimismo, retomará la cuestión del linaje de los reyes macedonios en VIII, 136-9. En efecto, el interés en precisar las fronteras simbólicas de Macedonia en el relato, entre lo griego y lo bárbaro, caracteriza las sucesivas presentaciones de Alejandro. Hemos visto que el microrrelato sobre la recepción de los embajadores, así como los parágrafos siguientes, es ostensiblemente ambiguo en lo que respecta a las lealtades de los macedonios. La escena del simposio sugiere una práctica macedonia afín a las dinámicas de convivialidad intra e interaristocráticas de las póleis griegas arcaicas, pero cierto énfasis en los excesos o la voluptuosidad introduce un punto en que los nómoi macedonios y persas, caracterizados ambos pueblos por regímenes de tipo autocrático, no condicen plenamente con las costumbres ‘griegas’. El corte introducido por Alejandro marca la diferencia con los nómoi persas en defensa de normas de convivialidad típicamente griegas, pero el acto mismo constituye una violación flagrante de las normas de hospitalidad. La relación política entre macedonios y persas oscila entre una complaciente posición de aceptación del poder persa y un reclamo de autonomía, es decir, entre la cooperación y la resistencia. ¿Cómo se debe entender, pues, esta proclama identitaria helénica puesta en boca de Alejandro? No nos detendremos aquí en la discutida ‘etnicidad’ de los macedonios planteada desde una perspectiva objetivista o primordialista, abordaje éste que ha intentado recabar evidencia lingüística, religiosa o cultural que pudiera dar cuenta del carácter ‘griego’ o ‘no-griego’ de los macedonios (o, como a menudo se ha sugerido, de una suerte de híbrido cultural en los márgenes entre la península griega y los Balcanes).49 Tampoco podemos ahondar aquí en los controvertidos testimonios griegos de época clásica que pueden arrojar luz sobre el grado de homogeneidad o inconsistencia en las fluctuantes percepciones de los autores antiguos sobre la etnicidad de los macedonios.50 Creemos, no obstante, que el episodio de recepción de los embajadores persas en la corte macedonia, que concluye con la auto-designación de Amintas o Alejandro como ‘griegos’, nos permite ilustrar el carácter discursivo de la etnicidad.
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En primer lugar, debemos precisar que el testimonio de Heródoto no ofrece datos fidedignos acerca de la identidad étnica de los macedonios per se −identidad ésta que sólo podría indagarse a partir de evidencia de origen macedonio−, sino únicamente un reflejo de las percepciones griegas de un historiador del siglo V, es decir, una ‘construcción’ ad hoc de la etnicidad macedonia derivada probablemente de datos recabados de fuentes locales pero también sujeta a un marcado proceso de reelaboración y ficcionalización en función de una estructura de trama.
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En segundo lugar, existe una evidente preocupación por parte del historiador en relación con la identidad étnica o cultural de los macedonios, que se articula en torno de la figura de Alejandro I como dramatis persona. Según hemos visto, la presentación y ulterior participación del monarca macedonio en los acontecimientos se ve signada por la duplicidad, ambivalencia ésta que se proyecta en el plano de la identidad (personal) de Alejandro como participante circunstancial del desarrollo de los enfrentamientos entre griegos y bárbaros; así como −debemos entender por carácter transitivo− de la identidad (social) de los macedonios como pueblo.
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Por último, la presentación de los macedonios en el contexto del libro V permite avizorar el carácter dinámico y fluido de la conformación de la identidad étnica, proceso éste que se despliega en un espacio simbólico de ‘frontera’. Por un lado, el episodio de contacto entre macedonios y persas pone en evidencia el carácter procesual o relacional de la conformación de la identidad étnica. En efecto, es sólo a partir de la interacción con el otro cómo se definen las ‘fronteras simbólicas’: tras la irrupción de los nómoi persas en el contexto del simposio, que resultan disruptivos de un sentimiento de identidad cultural, se instaura una diferencia que posibilita la cristalización de un éthos macedónico y la concomitante toma de conciencia de una identidad de grupo (auto-categorización). Por otro, la proclama étnica de Alejandro hacia el final del episodio pone de relieve la naturaleza discursiva de dicha identificación. En otras palabras, lo que determina una cierta identidad étnica −siguiendo las formulaciones de Barth− no es definible en términos objetivos de ‘contenidos’ culturales sino más bien en términos de una ‘identificación’ que se materializa a partir de su enunciación concreta.51 En este sentido, el episodio ilustra que, a nivel de las prácticas sociales, griegos, macedonios y persas se asemejan o diferencian recíprocamente en grados variables, de allí las ambigüedades que plantea el microrrelato en relación con la distinción de un modo de conducta típicamente griego o no-griego en el desarrollo del simposio y la recepción de los huéspedes. Es sólo a partir de la autodesignación de Alejandro como ‘griego’ −fundada en su inscripción en un linaje, que Heródoto se ocupa de precisar a continuación− que se instala la diferencia.
Consideraciones finales
El microrelato de la recepción y castigo de los embajadores persas por parte de Amintas y su hijo Alejandro introduce, como hemos sugerido, un ‘corte’ en varios niveles de la narratio herodotea. En efecto, a nivel estructural, el episodio se inscribe en el tránsito entre los libros IV y VI −en un spatium narrativo en el que la crítica vislumbró un pasaje entre los lógoi iniciales, en los que se ha reconocido un interés más propiamente etnográfico-descriptivo, y los lógoi finales, en que despuntaría un Heródoto ‘historiador’−.52 No sólo traza el límite estructural entre el libro IV y el VI, sino que marca también la transición entre la época arcaica y la época clásica. En segundo lugar, hemos destacado la ambigüedad o ambivalencia que domina la presentación de los acontecimientos in situ, la caracterización de los personajes involucrados −especialmente Alejandro I−, y el lenguaje utilizado por la voz narradora en la escenificación del encuentro entre macedonios y persas. En particular, hemos argumentado que dicha ambigüedad o ambivalencia se expresa en varios planos. En primer lugar, señalamos que el esquema conceptual y el lenguaje de la xenía como mecanismo de conceptualización y codificación de los contactos entre pueblos, del cual se sirve aquí Heródoto para encuadrar el contacto entre macedonios y persas, aparece disputado, hecho éste que sugiere su agotamiento o inadecuación como modo de representar las relaciones con el ‘otro’ en el relato. En efecto, es a partir del significante nómos que, según vimos, irrumpe esta differentia en los mecanismos de socialización inter-aristocráticos y se abre en el relato una nueva modalidad de concebir al otro −no ya como un igual de clase, sino como el enemigo étnico-cultural−. En segundo lugar, hemos analizado las ambigüedades inherentes al apóstrofe final de Alejandro a los embajadores persas y el modo en que se instituye como una ambivalente auto-proclamación identitaria tanto a nivel individual como de la identidad social de los macedonios. En lo que respecta a Alejandro, la proclama identitaria anticipa la duplicidad del personaje en su posterior accionar en la trama. En relación con la caracterización del pueblo macedonio en las Historias en su conjunto, el episodio del libro V ilustra la ambigüedad con la que Heródoto caracteriza al ser-macedónico, en un interregno entre lo ‘griego’ y lo ‘bárbaro’. Más aún, el episodio pone en evidencia no sólo el carácter procesual o relacional de la conformación de la identidad étnica −que en el relato se expresa como la ‘toma de conciencia’ del nómos como principio de diferenciación−, sino especialmente su naturaleza ‘discursiva’. Es sólo a partir de la autoproclama de Alejandro como ‘griego’ −por oposición al ‘otro’ persa− que se logra cristalizar un sentimiento de identidad étnica.