Los Argonautas de América en una novela latina del siglo xvii

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Raúl Manchón Gómez

Resumen

Este estudio versa sobre el uso e interpretación del mito de los argonautas y de otros héroes del mundo clásico en la composición de una obra latina de tema americanista del siglo xvii, muy poco conocida: Argonautica Americanorum (1647), del jesuita alemán Johann Bissel.

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Manchón Gómez, R. «Los Argonautas De América En Una Novela Latina Del Siglo Xvii». Noua Tellus, vol. 31, n.º 2, septiembre de 2015, doi:10.19130/iifl.nt.2014.31.2.453.
Sección
Artículos

Introducción

El tema de América, como afirma Germán Arciniegas, dio materia para todos.1 Para todos los que, hubieran o no pisado ese continente, quisieron escribir sobre un asunto tan amplio y variado como la conquista y exploración del Nuevo Mundo. Había ciertamente mucho que contar, pero también muchas formas de contarlo. Los que no cruzaron el Atlántico se dedicaron a narrar las cosas de las Américas a partir del testimonio oral o escrito de los auténticos protagonistas de la empresa americana, un testimonio que luego redactaron con docta pluma. Eso es lo que hicieron, tanto en latín como en castellano, los cronistas que nunca vieron las Indias como Pedro Mártir de Anglería, Francisco López de Gómara, Juan Cristóbal Calvete de Estrella o Juan Ginés de Sepúlveda.

Un autor que tampoco viajó a las Indias, pero que escribió mucho de ese Nuevo Mundo fue el jesuita alemán Johann Bissel (Johannes Bisselius, 1601-1682). Y lo hizo husmeando en bibliotecas y leyendo infinidad de papeles para glosarlos luego por extenso en su obra latina Argonautica Americanorum siue Historia periculorum Petri de Victoria ac sociorum eius (Las Argonáuticas americanas o Historia de las aventuras de Pedro de Victoria y de sus compañeros), publicada en Munich en 1647, en octavo.2 No le hizo falta a Bissel “pasar a Indias”, como se decía entonces, para hablar de ese mundo. Todo estaba ya en los libros que informaban o daban noticia sobre aquellas tierras que, ya desde finales del siglo XVI, dejaron de ser un mundo nuevo y desconocido, como advirtió el padre José Acosta, también jesuita como Bissel, en el proemio al lector de una de sus obras de 1590: “el Mundo Nuevo ya no es nuevo, sino viejo, según hay mucho dicho y escrito de él”.3

Las Indias habían atraído, ciertamente, la atención de los historiadores desde su descubrimiento en 1492. Los lectores del Viejo Mundo estaban medianamente bien informados del llamado Nuevo Mundo. Bissel, como buen erudito, no fue ajeno a ello. En Argonautica Americanorum demuestra estar al corriente de la literatura de asunto americano que circulaba por Europa. Prueba de ello son las abundantes y extensas citas de textos sobre América que, a modo de digresiones, salpican a cada paso las páginas de su libro, procedentes en su mayoría de obras misceláneas o de carácter enciclopédico, como las célebres Colecciones de viajes de la familia Bry, de enorme difusión en la Europa del siglo XVII. El mencionado padre Acosta es también uno de los autores citados por Bissel como fuente de información.

Las Argonautica Americanorum: el modelo de Jasón y otros héroes mitológicos

1. Consideraciones previas

La mencionada obra de Johann Bissel Argonautica Americanorum es una amplia y muy libre reelaboración en latín de una historia que ya había sido contada en español años atrás en Naufragio y peregrinación de Pedro Gobeo de Vitoria, natural de Sevilla, escrito por él mismo (Sevilla, Clemente Hidalgo, 1610). Como se indica en el título, el autor y protagonista de este libro fue el sevillano Pedro Gobeo de Vitoria (Petrus de Victoria en la versión latina de Bissel). La obra de Gobeo de Vitoria es el relato del viaje que realizó el autor desde Sevilla al Perú en una rocambolesca travesía plagada de aventuras e infortunios. Bissel no conoció la edición española original de la obra de Gobeo de Vitoria, sino la traducción al alemán impresa en 1622 en Ingolstadt.4

A pesar de las deficiencias formales y de estilo de la versión alemana, bastante pedestre y deslavazada, el contenido del texto de Gobeo de Vitoria suscitó el interés de Bissel por varios motivos, como confiesa el autor en el prólogo de Argonautica Americanorum. En primer lugar, porque era más fácil reescribir una historia conocida, pero que había sido mal contada, que inventarse una nueva.5 En segundo lugar, porque esa historia le suministraba bastante materia para elaborar un escrito más voluminoso y de más altos vuelos (consta de quince libros) con objeto de realzar el dramatismo de la historia y componer una obra de carácter edificante. En efecto, el viaje a América de Gobeo de Vitoria -auténtico via crucis por los continuos peligros que su protagonista hubo de afrontar, con naufragio incluido- constituía un viaje tan épico y dramático como el de la expedición de Jasón y los argonautas, cuyas aventuras, de sobra conocidas para cualquier lector culto de la época, sirvieron de espejo de los infortunios de los argonautas americanos a los que da nombre el título del libro de Bissel. Así justifica éste la elección del título Argonautica Americanorum en la carta preliminar de su obra al referirse al protagonista de su relato:

Quod porro Victoriam viderem, non solum ingentes inter spes, sed insuper numeroso cum comitatu trans Oceanum deportatum, velut novissimum quendam Iasonis aemulum (qui, si fides Orpheo, non Phasin solum et Colchos, verum Herculis ultra columnas Atlanticum aequor adiit) post tot alios, sed poetas, ausus sum et ego (quanquam Historiam et professus et complexus) operi meo titulum Argonauticon imponere, verum Americanorum.6

Los protagonistas del libro de Bissel son, en efecto, unos nuevos argonautas. Como los del mito antiguo viajan al último confín de la Tierra y, por ello, el cabecilla de los audaces navegantes, Pedro de Victoria, es un nuevo Jasón, y la nave que los transporta a América, una nueva Argo. Su travesía es, por tanto, un Iter Argonauticum, según declara expresamente el autor.7

Bissel, como buen humanista, compuso su historia de los viajes y aventuras de Pedro de Victoria y sus compañeros llevando a cuestas los modelos antiguos, especialmente los poemas que Apolonio de Rodas y Valerio Flaco compusieron sobre la expedición de los argonautas, con no pocas alusiones a otros autores clásicos.8 Obviamente, el acercamiento a los modelos antiguos por parte de nuestro autor se ve limitado por la distancia temática que imponen las Indias, lo que, no obstante, no implicaba renunciar a la tramoya escénica y retórica de la literatura clásica.9

2. Los argonautas como eslogan de la colonización trasatlántica

El asunto de los Argonautas del Nuevo Mundo era un tema recurrente en la literatura de asunto americano, una especie de eslogan de la colonización trasatlántica: “The legend became a publicity slogan, attaching an old story to a new situation [...] Argonauts in search of the Golden Fleece became the most appealing slogan when transatlantic colonization began”.10 Tanto es así que para el cronista de Indias Francisco López de Gómara la nave Argo de Jasón había navegado muy poco en comparación con la nao Victoria de Magallanes y, según el poeta Juan de Castellanos, la proeza de Cristóbal Colón valía más que la de mil Jasones.11 También el gran mitógrafo italiano Natale Conti había equiparado las navegaciones y gestas de Jasón con las modernas de los españoles en América.12

Por otro lado, comparar la colonización americana con el viaje de los tripulantes de la célebre nave Argo era un acierto desde el punto de vista literario porque permitía enriquecer el relato con continuas referencias a la antigua navegación de la mítica Argo y la reciente del descubrimiento de América. Como es sabido, Argo fue considerada por los escritores grecolatinos como la primera embarcación que se aventuró en el mar desconocido rumbo a la Cólquide, región del extremo oriental del Mar Negro. Con esta proeza geográfica, llena de hazañas épicas y de infinidad de peligros, se inició, según las fuentes antiguas, el descubrimiento de la navegación.13 Una clara alusión a este asunto la encontramos, por ejemplo, en las palabras que un marinero veterano le dirige al protagonista del libro de Bissel, Pedro de Victoria, asombrado por haber llegado a América en quince días. Dice así:

Parum -inquit- est hoc quod tu nunc primum, tanquam insuetum, stupes. Priscis quidem temporibus cum adhuc sicut omnia caetera suis incunabulis, ut sic dicam, Ars iaceret nautica, nec praeter Thessalicam Argo, facile classis ulla miraculi colorem haberet; tardis remigiis hae tabulae natantes incedebant.14

El paralelismo entre el mito de los argonautas y las travesías españolas a las Indias estaba, en efecto, plenamente justificado por el hecho de que fueron los españoles los que surcaron por primera vez un mar enteramente desconocido en pos de unas tierras completamente desconocidas, como en la antigüedad lo fue la región de la Cólquide a la que llegó Jasón.15 Había, por tanto, en la utilización de este mito una doble intención, con frecuencia convergente: la emulación y la propaganda.16

En el caso de las Argonautica Americanorum el parangón del mito de los argonautas antiguos con el de los argonautas americanos va a ser una constante en el tratamiento narrativo de las aventuras en América del protagonista de Bissel, Pedro de Victoria, y también, como luego veremos, en el propósito moral del libro. No es, por tanto, extraño que el autor haga continuas alusiones a otros argonautas y Jasones como los españoles Ruy López de Villalobos, Miguel Legazpi y Álvaro de Saavedra. Por ejemplo:

Nouam Guineam (ab Africanae Guineae quadam similitudine sic appellatam) primus omnium Villalobus, anno Salutis 1543, cum nauibus ad indagandas Moluccas emissus e recentis Hispaniae regnis aperuit. Et ob hoc Argonautarum Hispanici sanguinis non ultimam assecutus est palmam [...] Earum (Insulae Philippinae) plerasque Michael retexit Lopius, cognomento Legaspes (etiam ipse nostris Argonautis inserendus ex merito) sub annum reparatae Salutis mil lesimum quingentesimum quartum ac sexagesimum. Sed multo iam antehac in easdem penetrarat Aluarus Sajauedra, nobilis Iason et simul nauarchus.17

Ya se había referido Bissel a este asunto en la carta-prólogo de sus Argonautica Americanorum, donde había declarado lo siguiente:

multa per hos omnes libros aliorum etiam heroum insereretur mentio, qui superiori maxime saeculo, factis ex orbe nostro velis, gloria plusquam Iasonia, Novas Insulas et terras aperuissent.18

Entre esos héroes o argonautas quien se lleva la palma, por haber sido el pionero, es Colón y su familia.19 Dice de él nuestro autor en tono elogioso:

Vide, quaeso, [...] nostros illos inclytos Americarum Argonautas, qui, famae velificati, medio cursus sui, pelago sunt excussi. Quid Columbis fratribus, Christophoro, Bartholomaeo, Didaco, primis (si verum quaerimus) et veris Iasonibus, quid non debuissent Hispaniae nostrae? Non est ullum ulli dubium, quin omnia.20

También el pirata inglés Francis Drake merecía, por sus audaces hazañas marítimas, formar parte del selecto club náutico de los nuevos argonautas de las Américas:

Ea namque tempestate praedones Angli, maiorum suorum Argonauticam aemulati, plerumque pelagus Americanum infestabant [...] Non primus quidem, potissimus tamen recentis huius audaciae vexillum extulit Franciscus quidam Dracus, thalassiarchus Anglicus [...] universo percurso mari Pacifico se celeberrimorum quorumvis Argonautarum numero vel inseruit vel etiam aequavit.21

Especial interés tiene la alusión a Jasón y los argonautas que encontramos en el comienzo del libro de Bissel. Se trata de un testimonio fundamental para entender de forma cabal la dimensión épica del viaje de Pedro de Victoria. Dice nuestro protagonista:

Detestabar itaque segnis otii desidiam inexpertam et, trans cognitum solem exporrectis desideriis, Ulyssis, Iasonis et Argonautarum labores cursusque cum eorum erroribus animo volutabam. Neque parvum proposito magno calcar addebant quotquot ex Insulis aut extera continenti quotidie remeantes longe dissita referebant: Fortunatas, Brasiliam, Mexicum, Castiliam Auream, Hispaniam Novam, Hispaniolam longissimeque supra pelagus Atlanticum proiectas Philippinas, ubi ferebatur in Orientem suum, absoluto cursus circulo, Sol noster Occiduus revolvi.22

Lo Nuevo a la luz de lo Viejo

1. Hércules y Teseo

Como acabamos de ver, para un joven de Sevilla como Pedro de Victoria las aventuras y viajes de los célebres héroes del mundo antiguo eran tan exóticas y excitantes como las que oía contar a los navegantes que volvían a España de las Américas. Pasado y presente, mito y realidad, se confunden así en la mente de nuestro protagonista y disparan su imaginación hacia el horizonte desconocido de lo Nuevo. Dispuesto a hacer realidad sus deseos, decide partir a las Indias a la edad de doce años. Sus padres tratan de disuadirlo de su propósito apelando al propio ejemplo de las fábulas mitológicas, como vemos en el siguiente fragmento de la alocución que, en estilo indirecto, sus padres le dirigen a Pedro de Victoria:

Nec enim duodecennio tunc primum excedentem navigationibus et pericu lorum incertis fore parem, quae res duae non pueros duntaxat, sub Hylae fabuloso nomine, nec solas Ariadnas, sub iisdem figmentis, sed prorsus Hercules ac Theseos, virilis audaciae nomina, fregissent.23

Esos Hércules y Teseos son precisamente los personajes-tipo a los que, junto a Jasón y los argonautas, acudirá Bissel a lo largo de su obra para comparar los trabajos y peligros de los protagonistas de Argonautica Americanorum. He aquí, por ejemplo, lo que dice De Victoria a propósito de las penalidades que él y sus compañeros tuvieron que padecer en una dura travesía a pie por las selvas inhóspitas del Nuevo Mundo:

Ad plura novaque calamitatum onera praeparamur. Haec adeo nobis non defuerunt, ut antiquos Herculis labores et Hydrae decollatae fabulosa capita, viderentur in memoriam insculpere, cum semper malis anterioribus mala posteriora, graviora mole densioraque numero succederent.24

Otra mención a los trabajos de Hércules (en concreto, su triunfo sobre el jabalí del Erimanto) se halla en el capítulo en el que se describe el combate de uno de los compañeros de Pedro de Victoria con un jabalí, que fue finalmente abatido. Dice así Bissel:

Nos, e trepidatione non vulgari, laxissimum in gaudium effusi, gratamur Herculi novo novi suis Erymanthii victoriam.25

2. La nave Argo y la quimera del oro

Pues bien, a pesar de las advertencias de los padres de Pedro de Victoria para que no partiera a las Américas, nuestro joven protagonista no desistió en su empeño de emular a los héroes de las antiguas leyendas mitológicas y se embarcó en una de las naves que zarpaba del puerto de Sevilla rumbo a las Indias. Esa nave, como era de esperar, la bautizará con el nombre de nueva Argo (novam Argo).26 Sus compañeros de viaje serán además unos marineros más fuertes que Jasón y Teseo (Iasone firmiores et Theseo). En ese barco también está presente un veterano marinero al que De Victoria llamará, más adelante, Orfeo, por ser el que mejor sabía contar historias entre la tripulación, como antaño hiciera el Orfeo del viaje de los argonautas:

Sciscitantis sermonem excepit idem ille qui saepius antehac veteranus, inquam, Polyhistor, quem inter Argonautas Orpheum dixisses Nauplium aut, inter Graecos ad Troiam, Nestora Neleium, ut cuius ab ore (non minus quam Orpheo Nestoreoque) melle dulcior plerumque flueret oratio.27

Asimismo, el timonel de la embarcación será el mismo Tifis de la leyenda argonáutica (Tiphy, Argus veteris magistro).28 Ya en alta mar, Pedro de Victoria equiparará, además, al océano Atlántico con el mar Egeo y el Ponto Euxino, y a América, con la Cólquide, destino de la nave Argo del mito.29

La mención de estos lugares míticos lleva a nuestro protagonista a es tablecer una nueva asociación de ideas: quiere ser otro Jasón en busca del botín de un nuevo vellocino de oro en América y apoderarse de sus riquezas y de las del palacio de oro de cierto rey llamado Guanacaxo.30

Esta alusión a la quimera del oro de las Américas es otra idea muy divulgada en la literatura de la época. Desde muy pronto se identificó la búsqueda del vellocino con la codicia de los españoles en la colonización o expolio de América. Sólo al final del libro sabremos que ese vellocino de oro es un tesoro espiritual, interpretación que se remontaba a la antigüedad. Píndaro, por ejemplo, en su cuarta oda pítica le atribuyó un significado místico y divino.31 El valor simbólico y religioso del viaje de Pedro de Victoria en pos de un nuevo vellocino se pone de manifiesto en el momento en que el protagonista, como muestra de agradecimiento a Dios por haberle salvado de tantos peligros, decide ingresar en la Compañía de Jesús de Lima:

Illic ego demum, post tot marium, insularum ac regionum lustrata miracula; post quattuor orbis partes, Europam, Africam, Asiam, Americam, oculis subiectas, videre sum orsus et introspicere, quod inter profana negotia difficillimum fuit, id est, Meipsum. Ibi, per arma, per ensem, perque navales pugnas et omnis generis Argonauticam diu quaesitum, non in balteo, nec in sago paludamentove, nec in velis atque carbasis, sed in toga lanea Vellus illud Aureum inveni, coelistisque plane militiam torquem consecutus, divino munere, compendium lucrumque, quod ex Orbe Novo reportari summum poterat, exuto scilicet Vetere Petro, Novum et emendatiorem Victoriam.32

3. La mitología como ejemplo edificante

El relato de las aventuras de Pedro de Victoria en el Nuevo Mundo es, a fin de cuentas, una historia edificante, con conversión religiosa incluida, como pone de manifiesto el anterior texto. Porque la función más importante del género historiográfico, como en el caso de las Argonautica Americanorum, es la de servir de ejemplo para los lectores. Además, para un jesuita como Bissel esa historia es un exemplum de la intervención divina en los infortunios del ser humano y en los prodigios naturales del Nuevo continente.

Esta visión providencialista de la historia de Pedro de Victoria suponía dotar al relato de una buena dosis de moralidad cristiana. Prueba de ello son los parlamentos con los que el autor, por boca del sacerdote que acompaña a Pedro de Victoria, sermonea al lector cada vez que los protagonistas del libro se enfrentan a nuevos peligros o están a punto de perecer por algún infortunio inesperado. Este tipo de alocuciones interrumpen continuamente el curso de los sucesos y hacen que el relato tenga un desarrollo muy lento. Para adoctrinar al lector, Bissel se sirve en especial del mundo de la mitología, lleno a rebosar de historias tremebundas de enorme valor moral. Esto es, por ejemplo, lo que dice sobre los riesgos de la navegación:

Quot heroes naufragio sua vota, suas fortunas (etiam ante Troianum Aeneam et post Aiacem, Locrorum regem) afflixerunt? [...] Quid enim opus est ad Iasonem et caeteros Aurei velleris corrivales memoria retrogredi? Prisca nimis illa sunt et quis scit an usquequaque vera? Recentius potius et saeculi paene nostratis Argonautarum exitus inspiciamus (Balboa, Franciscus Bombadilla, et Rolandus Ximenius, Alfingeros).33

El autor vuelve a adoctrinar al lector con otra lección de mitología cuando habla de la mortandad que causaron las enfermedades venéreas en el Nuevo Mundo:

Quod utinam, utinam, in expeditionibus nostris Argonauticis experti nos essemus! Ut Iasonibus nostris, singulis singulas tantum Hypsipylas et Medeas obiectare possemus ac non potius integros stupris infectos exercitus, totaque castra lue Veneris inquinata!34

Bissel pone así en la picota a los modernos Jasones de la colonización americana citando el ejemplo de una de las amantes de Jasón, Medea, la terrible reina de la Cólquide y protagonista destacada en la historia de los argonautas, de la que añade además lo siguiente:

Quod ut certiore fide capias etiam hic, Petre, recentium Argonautarum Colchidem et Medeas exitusque fac recorderis.35

Esos “recientes argonautas” a los que se refiere Bissel son, entre otros, los conquistadores españoles Diego de Almagro, Vasco Núñez de Balboa, Alfonso de Hojeda y Francisco Pizarro.

En otro texto la mención de Medea también presenta un valor ejemplar. Figura en el episodio en el que los personajes tienen una terrible diarrea por haber bebido de unas aguas infectadas:

Sed interim hi, qui sic miserabiliter volutantur, quid? -inquam- aut ex quo fonte biberunt? Quanam Medea phrenetici Iasones potionari sunt? Tum ille, de fonte nihil, infit, neque de Colchica saga libarunt [...] Et hoc est -inquit- peccatum illud, haec illa Circe Medeaque, quam nunc tanto viscerum tormento male consulti luunt.36

Menos pavorosa es la alusión a Medea en el siguiente texto, uno de los pocos pasajes graciosos del libro:

Erant sub velis nostris, ab Hispaliis usque portuque Baetis, nobiscum Oceanum ingressae foeminae nobiles haud paucae, nuptae pariter et nuptiis destinatae, quae partim viros, partim sponsalitia secutae pacta pares spes et aequata pericula portabant in Americam. His adiunctus, ex more dignationeque, plebeiarum grex in famulitium et obsequia triremis nos trae partem non minimam impleverant, sarcina maior utique quam salus aut necessitas: certe quidem Argus illius veteris praepostera, ni fallor, aemulatione, quae Medeam et Colchicum gynaeceum non importavit Phasidi, sed abstraxit.37

Como vemos, la antigüedad y, en particular, el mito de los argonautas y de otros personajes relacionados con esta leyenda sirven de pauta de comportamiento para lo bueno y para lo malo, lo que pone de manifiesto el carácter polisémico de dicho mito (por un lado, elogioso o propagandístico y, por otro, crítico o negativo).38 No obstante, Bissel procura no abusar del elemento mitológico, como advierte, a modo de retractatio, en el siguiente texto:

Historiae non sola narratio, sed fides quoque veritasque constet, sine quibus non scribentur Argonautica christiana, sed veteres et Colchicae fabulae, quod ab nobis plurimum abhorret.39

Una advertencia similar se encuentra en el pasaje en el que Bissel declara que su propósito es escribir una historia verdadera, no un relato basado en las ficciones de las leyendas antiguas. Dice así el autor:

Possemus hunc Argonautarum nostrorum Hylam dicere, non minus ac veterem illum aquis raptum, nisi tragoediae veritas, nimio plus historica, fabulas omnes hinc longe proscriberet.40

Bissel compara aquí la muerte en un río de uno de los camaradas de Pedro de Victoria con la del legendario Hilas, compañero de Hércules y también protagonista de la historia de los argonautas (personaje que ya había sido mencionado por el padre del protagonista para disuadirle del riesgo de viajar a América). Por mucho que Bissel quiera justificarse y por muy cristiana que fuese su Argonáutica, como hemos visto en los anteriores textos, la mitología le venía de perlas para hacer literatura y dar un mayor dramatismo al relato. Así describe, por ejemplo, Bissel, con cierta sorna, la disputa que surge entre unos compañeros acuciados por el hambre cuando tienen que repartirse los restos de una serpiente en avanzado estado de putrefacción:

Putasses, si clamorem rixantium audisses, Aiacem inter Ulyssemque super armis Achillis occisi, non super unius anguis sordibus, coram Agamemnone, regum rege, contendi.41

A esta referencia de los héroes de la guerra de Troya podemos añadir la alusión a la conocida expresión de Virgilio timeo Danaos et dona ferentes (Aen., II, 49) del siguiente texto:

Ibi demum patuit Danaum ac dona ferentium dolus, ibi scelestum exsecrabilis hospitalitatis figmentum.42

En una digresión histórica sobre la Isla de Margarita o de las Perlas, el autor se inspira de nuevo en la mitología para sublimar las hazañas de Cristóbal Colón, en cuya boca pone estas palabras:

In parte terrarum ea sumus quae facile Croesum etiam et avaritiam Midae satiet!43

4. La naturaleza del Nuevo Mundo

La naturaleza del Nuevo Mundo también es vista con los ojos del Viejo Mundo grecolatino, ojos que son la medida de las cosas en su grado máximo. Ciertos pájaros exóticos del Perú son los fabulosos faisanes de la Cólquide (así llamados por el nombre del río Fasis de esa región). Se trata, obviamente, de una nueva alusión a la historia de Jasón y los argonautas, como se indica en el siguiente texto:

Siquid igitur etiam hoc ad Argonautica nostra pertinet, hic amnis, noster Phasis erat, non Colchicus, sed Americanus. Hi passeres, nostri (si superis placet) erant aut esse debebant Phasiani.44

Los Andes se asemejan a los Apeninos y los Alpes por los que pasó Aníbal, otro de los héroes de la antigüedad que Pedro de Victoria pretende emular en su periplo americano:

Primi nos, tanquam Hannibales quidam Americani, novas Penninas aut Graias Alpes Cottiasve rescindere compellebamur.45

Los peligros del mar Atlántico se equiparan, asimismo, a las Simplégades y Escilas del mundo antiguo.46

Ahora bien, en el Nuevo continente todo parece tener mayor tamaño y fuerza que en el Viejo continente.47 Para expresar esta idea Bissel acude al recurso retórico del sobrepujamiento, que consiste en comparar en términos de superioridad las cosas asombrosas del presente con aquellas no menos asombrosas del glorioso pasado grecolatino.48 Así, las aguas de los ríos de América son más gélidas que las del río Fasis de la Cólquide o incluso que las del helado mar de Escitia:

Amni nos sine mora commitimus. Nullum est, ne Colchici quidem Phasidis aut Scythici Borysthenis vel Cydni Cilicis frigus, quod fluminis istius, per quod iter nobis erat, aequare gelu credam; omni nive glacieque rigidius.49

La lluvia del Perú es, a su vez, más abundante que la del mismísimo diluvio de Noé o de Deucalión juntos, lo que ya es decir bastante:

Noachaeum omnes cataclysmum aut Deucalionis Thessalicam illuviem animo proponebamus et lamentabamur. In exundationibus enim gradatim incrementa surgere tumentium aquarum et post longam dissimulationem tandem ac repente parem unamque fieri vallium, camporum et montium conditionem etiamsi vel Atlanticis iugis aut Alpium verticibus aequarentur.50

Un caso similar es el episodio, narrado de forma épica, en el que Bissel describe a Pedro de Victoria y sus compañeros como si fueran faunos de la selva (Luperci atque Salii) porque han perdido en un río sus ropas y avanzan desnudos por medio de la selva. Es entonces cuando, para evitar el frío, se refugian por la noche en un bosquecillo y son atacados por un ejército de rabiosas pulgas (pulicum exercitus), más dañinas que las Harpías del mundo antiguo o que las plagas de Egipto:

Cumque nec manibus neque membrorum volutatione sordidam luem profligaremus, frondes ac ramalia certatim arbusto diripimus, et in multipedes illas Harpyas, classico cantato, per tenebras, perque furias truces et implacabiles inimici grassamur, vulneribus, caedibus, cruore, strage [...] Dixisses: Pygmaeorum esse contra grues bellum aut Aegyptii Pharaonis adversum cyniphas ac ranas conflictum.51

La superioridad de lo moderno frente a lo antiguo alcanza su máxima intensidad y transcendencia en el momento en el que, al final del libro, Pedro de Victoria ingresa, como ya hemos señalado, en la Compañía de Jesús y declara, en tono ufano, que él es mejor que Jasón y un argonauta más auténtico que los antiguos argonautas por haber encontrado en la religión el verdadero vellocino de oro. Bissel ya había aludido a ello en la dedicatoria de su libro a Fernando Lorenzo, conde de Wartemberg, donde definía a Pedro de Victoria de la siguiente manera: ille Petrus, ille Iasone melior et priscis Argonautis veracior Victoria (fol. 5r).

Con esta declaración de principios, con esta explícita lección de moral cristiana cierra Bissel su Historia periculorum Petri de Victoria, una historia que representa, por un lado, el triunfo del ser humano sobre los infortunios y, por otro, el de la religión sobre todas las cosas. Los argonautas del mito han sido apeados de su peldaño de gloria y su lugar lo ocupa ahora un auténtico argonauta cristiano. La antigüedad no es, por tanto, sólo fuente de toma de materiales, sino también una toma de actitudes ante las pruebas que los designios divinos les impusieron a los aventureros o argonautas del Nuevo Mundo.

Bibliografía

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El título completo es: Joannis Bisselii e Societate Iesu, Argonauticon Americanorum, siue, Historiae periculorum Petri de Victoria ac sociorum eius Libri XV. En el pie de imprenta: Monachii, Formis Lucae Straubii, sumptibus Ioannis Vvagneri Bibliopolae. Anno Christi M. DC. XLVII. He consultado el ejemplar de la Biblioteca Pública del Estado de Toledo (sign. 19384). En las citas de esta obra he regularizado la grafía y la puntuación. Todas las traducciones del texto latino de Bissel son mías (se cita primero por el Libro, en romanos, a continuación por capítulo y el número de página o folio de la obra). Existe una segunda edición, de 1698, del libro de Bissel con el mismo título, portada y anteportada. A pie de imprenta: Gedani: prostant apud Aegidium Janssoni a Waesberge.
Wunderbarliche vnd seltzame Raiß Deß Jungen vnd Edlen Herrn Petri de Victoria Auß Hispanien in das Koenigreich Peru. Von jhme selbst beschriben vnd von den Patribus der Societet Iesu deren Orthen in Europam geschickt. An jetzo auß dem Lateinischen Exemplar in die Teutsche Sprach versetzt. A pie de imprenta: Getruckt zu Jngolstatt bey Gregorio Haenlin. Anno 1622, es decir, “Maravilloso y extraordinario viaje del joven y noble señor Petrus de Victoria, desde España hasta el reino del Perú. Escrito por él mismo y enviado a Europa por los padres de la Compañía de Jesús de esos lugares. A partir de ahora traducido a la lengua alemana del ejemplar en latín, Ingolstadt, Gregorio Haenlin, 1622”. Sobre la obra española original de Pedro Gobeo de Vitoria y la traducción alemana que empleó Bissel para componer Argonautica Americanorum véase Manchón Gómez 2004 y 2008.
Como indica el propio Bissel en la carta programática de su obra (dirigida a “Ioanni Samsoni, viro clarissimo, reipublicae Monasteriensis, apud Westphalos, archiatro”): Namque novi vulgatum illud: inventis addere, facile videri (f. 10v), es decir, “porque conozco el proverbio popular ‘parece fácil añadir algo a lo ya inventado'”.
Carta del prólogo, fol. 10v: “Como vi que [Pedro de] Victoria, en medio de grandes esperanzas y, además, en compañía de un numeroso séquito, fue transportado al otro lado del Océano, como si se tratara del émulo de Jasón de nuestra época (el cual, si damos crédito a lo que cuenta Orfeo, no sólo llegó al Fasis y la Cólquide, sino que se adentró en el Atlántico más allá de las columnas de Hércules), seguí el ejemplo de otros muchos autores, especialmente los poetas, y me atreví yo también (aunque he reconocido y expresado que es una Historia) a titular mi obra con el nombre de Argonáuticas, pero americanas”.
Lib. XV, cap. 1, p. 447.
Por ejemplo, Bissel alude a un jocoso epigrama del bilbilitano Marcial (Epig., III, 67) en el que el poeta latino hacía un juego de palabras con el término argonauta (en doble sentido: marinero de la Argo y marinero perezoso). Dice así Bissel: Dicam ad summam, ne magister quidem navis vir gnavus aut alacer videbatur lentissimique remorum ductus ministri, qui per transtra sedebant, prorsus ut appareret, nisi venti nos protruderent, tertio quoque die tres passus eos in pelago promoturos et in eorum socordiam merito Bilbilitanus noster vates, praelusisse credi posset, cum id genus remigum, non nautas putavit esse, sed argonautas (Lib. III, cap. 3, p. 77).
Véase, al respecto, Manchón Gómez 2009, donde nos ocupamos del uso de la Retórica latina clásica en la composición de los discursos en estilo directo que Bissel pone en boca de los protagonistas de Argonautica Americanorum.
Sobre este asunto y el uso literario de la leyenda de los argonautas véase, en especial, Curtius 1972.
Lib. I, cap. 5, p. 17: “Poca cosa es esto por lo que tú ahora por primera vez te asombras, como si fuera algo insólito. En el pasado el arte de navegar estaba, por así decirlo, en pañales, como sucedía también en todas las demás artes, y, con excepción de la Argo de los tesalios, el movimiento de cualquier barco era, fácilmente, casi un milagro; estas maderas avanzaban para nadar con remos lentos”.
Lib. III, cap. 5, pp. 82-84: “Nueva Guinea (así llamada por cierta semejanza con la Guinea africana) el primero que la descubrió fue Villalobos, en el año de la Salvación de 1543, cuando fue enviado con una flota desde los reinos de Nueva España a buscar las Molucas. Y no fue éste el último premio de los argonautas de sangre hispana que consiguió [...] Muchas islas (de las Filipinas) puso al descubierto Miguel López, de sobrenombre Legazpi (también por sus méritos debe ser incluido entre nuestros argonautas), en el año de la restauración de la Salvación de 1564. Pero ya mucho antes había penetrado en las mismas islas Álvaro de Saavedra, ilustre Jasón y también capitán de barco”.
Carta programática, fol. 11r: “en todos estos libros también hago muchas alusiones a los héroes que, especialmente en el siglo pasado, desplegaron las velas desde nuestro mundo, con una fama aún mayor que la de Jasón, y descubrieron Nuevas Islas y tierras”.
Aparte de Cristóbal Colón, Amerigo Vespucci es otro de los protagonistas de la empresa americana de quien Bissel destaca su “valor heroico, propio de Jasón” (heroica Iasoniaque virtute, Lib. XII, cap. 7, p. 393).
Lib. XV, cap. 4, p. 456: “Fíjate, por favor, [...] en aquellos famosos argonautas americanos de nuestra patria, que desplegaron las velas de la fama y en medio de sus travesías fueron azotados por el mar. ¿Qué no les debe nuestra España a los hermanos Colón, a Cristóbal, Bartolomé y Diego, los cuales, si buscamos la verdad, fueron los primeros y verdaderos Jasones? Sin ninguna duda, a ellos se lo debemos todo”.
Lib. V, cap. 8, pp. 179 y 181: “En esa época los piratas ingleses, emulando la argonáutica de sus antepasados, infestaban a menudo el mar de América [...] Un tal Francis Drake, capitán general de la marina inglesa, fue, si no el primero, el más importante de los que llevaron el estandarte de la actual audacia [...] por haber recorrido en su totalidad el mar Pacífico fue incluido en el número de los más célebres argonautas, e incluso llegó a igualarlos”.
Lib. I, cap. 1, pp. 3-4: “Así, aborrecía, por no ser mi costumbre, la desidia propia del ocio inactivo y sentía la necesidad de saber lo que había más allá del sol conocido. Y así me imaginaba las aventuras y viajes erráticos de Ulises, de Jasón y de los argonautas. Y no poco estímulo añadían a mi firme resolución todos los que cada día volvían de las islas o del otro continente y hablaban de lugares diseminados por todas partes: las Afortunadas, Brasil, México, Castilla del Oro, Nueva España, la Española y las Filipinas, situadas mucho más allá del océano Atlántico y en las que, decían, que nuestro sol de occidente, terminada la vuelta de su carrera, volvía a nacer”.
Lib. I, cap. 1, p. 9: “Con tus apenas doce años no estás capacitado para la navegación y sus inciertos peligros, que son los motivos que habrían aniquilado no sólo a muchachos, como, al menos, en el ejemplo del Hilas de las fábulas o en el de las abandonadas Ariadnas de las mismas ficciones, sino incluso a los Hércules y Teseos, ejemplos de valor y audacia”.
Lib. V, cap. 1, p. 144: “Estamos preparados para soportar el peso de nuevas y mayores penalidades, que nunca nos han faltado, hasta el punto de que parecía que eran la imagen grabada de los antiguos trabajos de Hércules y de las cabezas fabulosas de la Hidra degollada. Porque a los primeros males les sucedían siempre otros males mucho peores y en mayor número”.
Lib. V, cap. 7, p. 175: “Nosotros, a raíz de la extraordinaria agitación que teníamos, estallamos en un gozo inmenso y agradecemos a nuestro nuevo Hércules su victoria sobre el nuevo jabalí del Erimanto”.
Lib. I, cap. 2, p. 7: Pedro de Victoria, ya en América, se verá obligado a construir una nueva nave, a la que llamará también Argo. Dice así el protagonista: “Novam Argus fabricam non ad Pelion montem, Minerva dictante, sed ignotissimis in saltibus comminiscente pauperie, proximis e sylvis trabes arborum, temere iacentes, in materiam advolvimus” (Lib. IV, cap. 9, p. 133).
Lib. I, cap. 7, p. 22: “La respuesta al que preguntaba la continuó aquel mismo veterano de mucho antes, es decir, Polihistor. A éste lo hubieran llamado en el caso de los argonautas Orfeo o Nauplio o, en el caso de los griegos de Troya, Néstor, el hijo de Neleo, puesto que las palabras que fluían de su boca (al igual que de la de Orfeo o Néstor) eran a menudo más dulces que la miel”.
Lib. III, cap. 5, p. 83.
Lib. III, cap. 5, p. 8: Hoc aequor Aegaeum, hoc Euxinus mihi Pontus ad meos Colchos erat.
Lib. I, cap. 3, p. 11: Alias Americae veteres opes ac nescio cuius Guanacaxae regis solidum auro palatium cupiditate volvebam, tanquam alter Iason aurei velleris rapinam.
Lib. XV, cap. 7, pp. 470-471: “Entonces, por fin, después de haber contemplado tantos milagros en mares, islas y países y después de haber recorrido con mis ojos las cuatro partes del mundo, Europa, África, Asia, América, empecé yo a ver y a ver dentro de mí aquello que en medio de las ocupaciones mundanas había sido lo más difícil de ver, es decir, a mí mismo. Y ahí encontré, libre de escudo, capa, capote y velas de lino, pero vestido con una toga de lana, aquel Vellocino de Oro, buscado desde hacía mucho tiempo con las armas, con la espada y en medio de batallas navales y toda clase de Argonáutica, Vellocino de Oro. Y conseguí de verdad el collar de la milicia celestial como regalo divino y compendio y premio de lo que en grado sumo me había reportado el Nuevo Mundo: despojarme del viejo Pedro para convertirme en un nuevo y mejor Victoria”.
Lib. XV, cap. 3, pp. 450-451: “¿Cuántos héroes, incluso antes del troyano Eneas o de Áyax, rey de los Locrios, perdieron en un naufragio sus promesas y su fortuna? [...] ¿Qué necesidad hay de volver a recordar lo que le pasó a Jasón y a los restantes que rivalizaron por el Vellocino de Oro? Son sucesos muy antiguos y quién sabe siquiera si son ciertos. Fijémonos mejor en el desenlace que tuvieron los argonautas de nuestra época (Balboa, Francisco Bombadilla, Francisco Roldán Jiménez, los Alfinger)”.
Lib. XV, cap. 5, p. 464: “¡Y ojalá, ojalá, que nosotros, en nuestras expediciones argonáuticas, aprendamos de su experiencia, de manera que a nuestros Jasones sólo podamos recriminarles por sus propias Hipsípilas y Medeas y no por todos los ejércitos y campamentos que se vieron infectados por la lujuria y el pecado de Venus!”.
Lib. XV, cap. 5, pp. 460-461: “Para que quede grabado en tu mente, conviene, Pedro, que también te acuerdes de la Cólquide y las Medeas de los recientes argonautas y el trágico fin que tuvieron”.
Lib. IV, cap. 3, pp. 109-110: “Pero entretanto éstos, que se revolvían de tal forma que inspiraban lástima, ¿qué brebaje o de qué fuente, digo, habían bebido? ¿Qué póci ma de Medea van a beber estos locos Jasones? Entonces él dice que no habían probado nada de la maga de la Cólquide [...] Y eso, dice, es su pecado y estas cosas las de aquella Circe y Medea, y ahora lo pagaban con el horrible tormento que recorría sus intestinos”.
Lib. II, cap. 1, p. 35: “Bajo nuestras velas, desde Sevilla y hasta el puerto del río Betis, habían penetrado en el océano junto a nosotros no pocas mujeres nobles, tanto las que estaban casadas como las que iban a desposarse. Unas acompañaban a sus esposos y otras viajaban a América para casarse con sus prometidos, compartiendo sus mismas esperanzas y peligros. La multitud de criadas que, como es habitual entre los dignatarios, las acompañaban para labores de servicio llenaba no poca parte de nuestra trirreme. Eran una carga excesiva, principalmente para nuestra salud y necesidades. Ciertamente, parecía, si no me equivoco, la nave Argo del mito, pero al revés, porque ésta se trajo a Medea y a toda su corte de criadas en el viaje de vuelta y no en el de ida”.
Lib. II, cap. 4, p. 47: “En el relato de mi historia debe primar la fidelidad y también la verdad de los sucesos. De lo contrario, no estaríamos escribiendo una Argonáutica cristiana, sino viejas fábulas sobre la Cólquide, que me desagradan muchísimo”.
Lib. IV, cap. 11, p. 140: “Si la historia de esta tragedia no buscase la verdad sino la ficción de las fábulas, podría llamar con el nombre de Hilas a este argonauta nuestro, quien, como el del mito antiguo, también murió ahogado en las aguas”.
Lib. X, cap. 3, p. 329: “Si hubieras oído el griterío de los que se peleaban por la piel podrida de una serpiente, habrías pensado que se trataba de la disputa que ante Agamenón, rey de reyes, mantuvieron Áyax y Ulises por las armas del difunto Aquiles”.
Lib. XI, cap. 5, p. 366: “Allí finalmente se puso de manifiesto el engaño de los dánaos, incluso cuando traen regalos, y su crimen bajo la apariencia de una hospitalidad abominable”.
Lib. I, cap. 7, pp. 24-25: “¡Estamos en una parte de la tierra que podría saciar fácilmente al rey Creso e incluso al avaricioso Midas!”.
Lib. VI, cap. 6, p. 203: “Así pues, si este hecho tiene que ver con nuestra Argonáutica, entonces el río era nuestro Fasis, no el de la Cólquide, sino el de América. Los pájaros o eran nuestros (si a los dioses les parece bien) o debían serlo del Fasis”.
Lib. V, cap. 7, p. 171: “Nosotros éramos los primeros que, como Aníbales americanos, nos veíamos obligados a abrirnos paso entre nuevos Apeninos o Alpes Grayos o Cotios”.
Lib. III, cap. 10, p. 95.
Hill 1970, p. 662: “One of the most striking features of the Argonauticon is its perspective on America. Here is no promised land, no new world of vast riches and exotic wonder to justify the human sacrifice demanded by its conquest. America is seen as harsh and uncompromising reality, an arena in which men must solve the riddle of chaos before they can bring order to themselves”.
Véase, en especial, Maestre 1988-1989.
Lib. V, cap. 1, p. 146: “Nos metemos sin demora en el río. No hay frío, ni siquiera el del río Fasis de la Cólquide o el Boristenis de la Escitia o el Cidno de Cilicia, que creo pueda equipararse al del hielo del río que atravesábamos”.
Lib. VIII, cap. 7, p. 287: “Todos nos lamentábamos imaginándonos que se trataba del diluvio universal de Noé o de la tormenta de Deucalión en Tesalia. Pues las inundaciones de las aguas crecidas iban gradualmente en aumento y, después de una aparente calma, finalmente y de forma repentina ocupaban por igual los valles, campos y montes, como si quisiesen alcanzar incluso las cimas del Atlas o de los Alpes”.
Lib. VIII, cap. 5, p. 280: “Y como no podíamos deshacernos de esta epidemia asquerosa ni con las manos, ni con el movimiento de nuestras extremidades, arrancamos a porfía las hojas y ramas de los arbustos y, como si hubiera sonado la trompeta de guerra, avanzamos en medio de una oscuridad infernal como enemigos fieros e implacables contra esas Harpías de mil pies, provocando heridas, golpes, sangre y estragos [...] Se hubiera dicho que era la guerra de los pigmeos contra las grullas o el combate del Faraón de Egipto contra los mosquitos y las ranas”.