La colección Aproximación a la Patrística nos entrega, por primera vez en lengua castellana, 17 Homilías diversas de Basilio de Cesarea (329-379), con introducción, traducción y notas a cargo de la doctora María Alejandra Valdés García, profesora de tiempo completo de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este volumen completa el corpus de homilías de tema variado, pues las ocho que no encontramos aquí están contenidas en el volumen 73 de la Biblioteca de Patrística de la editorial Ciudad Nueva (2007).
Para empezar, la Introducción (pp. 21-57) informa al lector sobre los problemas y avatares que la nueva fe cristiana tendría que afrontar para dejar de ser un discurso sincrético hasta llegar a ser la lengua orante del Imperio. En esa transformación, san Basilio, uno de los llamados Padres Capadocios, instruye a la comunidad a él confiada y le anima a preocuparse por hacer un ayuno agradable a Dios [1] (pp. 59-72), el cual, siguiendo la exhortación evangélica, no debe buscar cautivar al público, ni ocultar el rostro (πρόσωπον), sino mostrarse tal cual se es. En la segunda homilía sobre el mismo tema (pp. 72-80), Basilio prepara una exhortación al combate espiritual equiparándola a aquella que los entrenadores griegos hacían a sus atletas. Mientras estos últimos hallaban en la comida el lustre de sus cuerpos, para el combate espiritual se estará mejor preparado gracias a la templanza y la fortaleza que el ayuno proporciona.
En la tercera homilía (pp. 80-94), Basilio comenta la sentencia deuteronómica de “Pon atención a ti mismo” (Dt 15, 9), que la traductora nos lleva inmediatamente a considerar “el equivalente cristiano de la frase délfica ‘Conócete a ti mismo’ ” (p. 80, n. 108). En la explicación que hace de este consejo, Basilio clarifica la velocidad y facilidad con que se puede caer en pecados de pensamiento, por lo que no sobra tener vigilancia sobre uno mismo. Este ejercicio es de gran beneficio, pues bellamente señala el Capadocio que quien esto hiciere disfrutará de lo presente y no se deprimirá por lo que le falta (cf. p. 91).
En la predicación Sobre la acción de gracias [4] (pp. 94-105), se nos encarece dar gracias a Dios a pesar de las adversidades en la vida, puesto que “la contemplación del verdadero bien” (p. 104) consuela de la pérdida de los bienes temporales. Por otro lado, en la Homilía dicha en tiempos de hambre y sed [8] (pp. 105-119), Basilio nos describe el drama provocado por una gran sequía que dificulta el sustento de los campesinos y sus familias, y les señala la causa de la tragedia: “Dios tampoco abre su mano, porque nos cerramos a la fraternidad; por ello, los campos están secos, porque se secó el amor” (p. 108).
En la prédica titulada Dios no es el autor de males [9] (pp. 119-135), el orador lleva a su auditorio a considerar que el pecado es el verdadero origen del mal y no Dios, quien dio a Adán la oportunidad de usar de su arbitrio y este escogió alejarse del Creador por su voluntad (cf. p. 129). En efecto, tanto el hombre malo como el diablo malvado provienen de la misma causa: “el alejamiento de Dios” originado por la propia elección (cf. p. 131).
Basilio explica también algunos pasajes de la Escritura, como el comienzo del libro de los Proverbios [12] (pp. 135-158), enseñando que el que “no tiene la verdadera justicia..., sino que se corrompe por dinero o favorece por amistad, o se venga por enemistad o cambia debido a su potestad, no puede juzgar rectamente” (p. 148). De esta forma, nos convence de la conveniencia de abrazar la virtud y condenar el vicio. Y esto puede conseguirse mediante el dominio de los sentidos corporales, cuya distracción puede poner en riesgo años de conquistas bien merecidas.
En la homilía 13 (pp. 158-171) el Padre capadocio hace una exhortación al bautismo para aquellos convertidos que posponen indefinidamente la recepción del sacramento para gozar de más “libertades”, pero se arriesgan, insiste el predicador, a que nunca llegue el día de recibirlo y, con ello, la salvación prometida. Con mucho acierto la traductora nos hace darnos cuenta de que nuestro famoso refrán “querer es poder” equivale a la sentencia basiliana “cuando la voluntad está lista, no hay obstáculo” (p. 167, n. 267), y proporciona muchos otros paralelos en la literatura secundaria sobre este tema.
En el siguiente discurso [14] (pp. 171-182), el autor habla de “la embriaguez” que “es un demonio voluntario que entra en el alma por el placer” (p. 173). La traductora ofrece interesantes anotaciones sobre la crátera y las costumbres para beber el vino entre los griegos.
Con la frase “es piadoso acordarse de Dios continuamente” (p. 183), comienza Basilio su corta homilía Sobre la fe [15] (pp. 183-187), la cual es prolijamente anotada con las concordancias entre el autor y Plotino. También comenta el prólogo al Evangelio de Juan [16] (pp. 188-194) enseñando la fe de Nicea, y advierte a sus fieles de los errores de Sabelio, Arrio y los anomeos [24] (pp. 219-232). Estas dos homilías están pensadas como breves enseñanzas para no aturdir a los oyentes con la complejidad teológica que comportan estos temas de la generación del Verbo fuera del tiempo y la economía de su intervención en el cosmos. La claridad de la explicación basiliana facilita la comprensión del auditorio sobre la naturaleza del único Dios y por medio de figuras como la paronomasia, Basilio atrae la atención de sus fieles sobre la radicalidad de adoptar las teorías correctas acerca de la vida trinitaria.
En su prédica 20 (pp. 195-204), incentiva a la práctica de la virtud de la humildad, la cual nos lleva a aprovechar las lecciones del Maestro y a amar aquello en lo que nos ejercitamos.
Finalmente, en el sermón Sobre el desapego de los bienes de este mundo [21] (pp. 204-219), Basilio enseña a dar a las riquezas un mejor destino: el sustento de los pobres. Allí ciertamente, estarán a buen recaudo y servirán de méritos para la vida futura.
La traductora nos ofrece, además, tres homilías de discutida autenticidad [26, 27 y 29], pero que bien podrían haber pertenecido al obispo de Cesarea por su estilo y temática. En resumen, apreciamos en este conjunto de opúsculos una panorámica de la vida cotidiana y de los problemas enfrentados por la sociedad de la Capadocia del siglo IV, además de una muestra del método de exégesis basiliana.
En cuanto a la traducción, se trata de un escrito claro, preciso en sus términos y rico en belleza literaria. La doctora Valdés demuestra su alta preparación filológica en la composición de un texto diáfano y culto, recurre a las diversas fuentes del predicador, como puede ser la obra Sobre los metales de Aristóteles (poco conocida y trabajada), también explica el uso de los vocablos elegidos para verter la homilía griega al castellano. Es fiel al original, siempre que la traducción no traicione el sentido del pensamiento del autor.
En cuanto a las notas a pie de página, son de gran ayuda al lector porque proporcionan bibliografía contemporánea para consultar y porque rastrean la influencia que pudieron tener Platón, Aristóteles, los estoicos o Plotino en el desarrollo de la teología basiliana. Además, en el marco del contexto eclesial local, sitúa la polémica con Arrio, para lo cual expone detalladamente los argumentos usados por el autor con el objetivo de defender la fe nicena.
Finalmente, el Índice de citas bíblicas nos confirma que la Sagrada Escritura es la columna vertebral de los textos de este Padre de la Iglesia oriental.
En síntesis, María Alejandra Valdés logra una traducción erudita, rica en contenidos filológicos, filosóficos y teológicos que contribuyen a una lectura amena y enriquecedora. Su castellano bien cuidado y las frecuentes explicaciones sobre términos específicos la hacen merecedora de nuestro reconocimiento al esfuerzo por traer el pensar de la Iglesia oriental desde el griego patrístico a la bellísima lengua de Cervantes.