Al inicio de Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski se cuestiona la doble figura de realizador y teórico cinematográfico que ha desempeñado en el transcurso de su profesión: “Hace unos quince años, cuando comencé a trabajar en los primeros esbozos de este libro, dudaba sin cesar si aquel esfuerzo valía realmente la pena. ¿No sería mejor ir haciendo películas, una tras otra, resolviendo, como de pasada, las cuestiones teóricas que se fueran planteando en la práctica y sólo para mí mismo?” (23).
Una pregunta similar podría formularse acerca del oficio de la crítica literaria: ¿no sería mejor ir haciendo críticas, reseñas, ensayos, unos tras otro, resolviendo, como de pasada, las cuestiones teóricas que se fueran planteando en la práctica y sólo para mí mismo? Es posible, por supuesto, escribir críticas sueltas, dispersas en múltiples publicaciones e incluso guardarse uno que otro análisis en la carpeta más recóndita del ordenador como si una pulsión remota e intempestiva debiera recluirse. No obstante, elaborar un libro de crítica literaria con los mecanismos narrativos que son objeto de la propia crítica es equivalente a la idea de ensayo fílmico que, con los recursos cinematográficos del cine, ensaya el quehacer mismo de la imagen en movimiento. Escrituras desbordadas(2023) cuenta con una característica semejante: reflexionar la crítica literaria desde la tautología. No es una simple recopilación de textos críticos, se trata, más bien, de un andamiaje con capítulos estructurados bajo la cohesión semántica y la unicidad del objetivo común: pensar la crítica literaria desde aquella disciplina ecléctica que concibe la forma y el contenido como atributos unificados en el interior del objeto llamado libro. Ese recipiente huésped de múltiples asociaciones sígnicas que, en sí mismo, es materia y es abstracción, tiene volumen y significantes, es síntoma y sintagma.
En S-Z Roland Barthes ofrece un estudio meticuloso de Sarrasine, novela corta escrita por Honoré de Balzac, cuyo análisis disemina cada fragmento de la obra con el propósito de discernir las unidades de sentido que convergen en el acto escritural. De este modo, Barthes expande el rigor analítico de la crítica literaria para internarse en el dominio del sentido. Distingue entre la labor del autor clá sico de conducir el sentido desde el significado al significante ̶es decir, desde el contenido hacia la forma- en contraposición a la labor del crítico, quien discurre por el camino inverso; indaga entre las estrategias del autor partiendo desde los significantes hacia el significado -de la forma hacia el contenido-̶en una suerte de operación opuesta que reconfigura la lógica del texto. El crítico construye un puente iniciando por los automóviles y finalizando con los cables tensores que soportan el peso del vehículo discursivo. Barthes argumenta que “el dominio del sentido, verdadera semiurgia, es un atributo divino desde el momento en que ese sentido es definido como el flujo, la emanación, el efluvio espiritual que desborda del significado hacia el significante: el autor es un dios (su lugar de origen es el significado); en cuanto al crítico, es el sacerdote atento a descifrar la Escritura de Dios” (145). Para Barthes el crítico es un sacerdote iniciado en los cultos herméticos que decodifica el significado de los símbolos naturales enviados por Dios. Revela el mensaje de la escritura sagrada. Es el medio y traductor de los conocimientos cifrados en el lenguaje.
Sin embargo, Susan Sontag difiere de los rasgos dicotómicos entre mensaje y mensajero, contenido y continente, fondo y forma. Para la escritora norteamericana el estilo y el contenido son elementos indivisibles del texto. En Contra la interpretación Sontag señala que la crítica incurre en conceptos analíticos al dividir estilo y contenido, ya que la expresión es inseparable de las dinámicas expresivas: “En casi todos los casos, nuestra manera de expresarnos es nuestra manera de ser. La máscara es el rostro” (43). Sontag propone sustituir la concepción de estilo por estilización; conglomerado de rasgos comunes que identifican una práctica determinada y reproducible por alguien más, semejante a un ornato o a una fórmula. Para los críticos criticados por Sontag, los ornamentos de la estilización están justificados por su propia existencia, y pese a la nula concordancia con el texto en su totalidad. Al respecto, la autora menciona que “por lo general, los críticos que quieren ensalzar una obra de arte se creen obligados a demostrar que cada parte está justificada, que no hubiera podido ser de otra manera. Y todo artista, en lo que respecta a su trabajo, rememorando el papel del azar, de la fatiga y las distracciones externas, sabe que el crítico dice mentiras, sabe que bien pudiera haber sido de otro modo” (63).
Los trabajos que componen Escrituras desbordadas no pretenden justificar la escritura analizada de tal modo que excluyan otras variantes del texto. Por el contrario, lo que se propone en estas Variaciones sobre el pensamiento literario es brindar otras posibilidades de lectura, expandir los márgenes de la interpretación y ofrecer un aparato crítico que dialogue con la escritura. Las críticas y críticos reunidos para tal labor recuperan las discusiones epistémicas antecedidas por Barthes, Sontag, Bajtín, Kristeva, entre otros, cuyas reflexiones literarias incluyen el análisis de la forma y el contenido como parte de una simbiosis escritural donde ambas categorías se asocian con el fin de generar un lenguaje. En el prefacio del libro, José María Pozuelo Yvancos afirma que “nada hay en literatura que no sea forma, concebida por tanto como la creación de un lenguaje (inseparable de significado, claro, pero no limitado a ‘los contenidos’)”(Cuevas y Velasco: 11). Los diversos ensayos que aparecen en la publicación realizada por la Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana cuentan con un carácter escultórico. Durante los tres capítulos del libro se comprueba un proceso de inmersión en la arquitectura de los textos literarios. No sólo analizan el lenguaje de lo escrito, sino también las formas que genera el texto desbordado del libro que se convierte en figuras, en estructuras, arquitecturas narrativas, partituras textuales, filmes que provocan imágenes mentales o esculturas que, en la conjugación de elementos, producen una edificación significante. El libro es una pieza de mármol en cuyo interior descansa la figura posteriormente descifrada por el escultor. Tarkovski describe este proceso de la siguiente manera:
¿Y en qué reside la naturaleza de un arte fílmico propio de un autor? En cierto sentido, se podría decir que es el esculpir el tiempo. Del mismo modo que un escultor adivina en su interior los contornos de su futura escultura sacando más tarde todo el bloque de mármol, de acuerdo con ese modelo, también el artista cinematográfico aparta del enorme e informe complejo de los hechos vitales todo lo innecesario, conservando sólo lo que será un elemento de su futura película, un momento imprescindible de la imagen artística, la imagen total (84-85).
Asimismo, el crítico contemporáneo se encarga de descifrar la escultura inmersa en el texto literario. Más allá de la proporción, las dimensiones, las técnicas empleadas o la procedencia del material escultórico, el crítico reúne los elementos y la pieza finalizada para dialogar con aquellas fisuras donde se observa el cincel, para comunicarse con la cimbra arquitectónica que se oculta en el entramado, para descifrar la tridimensionalidad de un escrito de dos dimensiones aparentes. El crítico también escribe, conoce los artilugios de la poética y la narrativa. Y, en tanto productor de relatos, se encarga de traducir los componentes velados en el texto del otro al modo de Barthes, pero consciente de la vinculación entre los recursos literarios y las funciones del sentido como lo propone Sontag.
De este modo, Escrituras desbordadas se compone de tres capítulos: I. Laberintos escritos e imaginados; con textos como “Autor y personaje: la escritura secreta de Alejandro Rossi” de Malva Flores; “Saturno devorado: relaciones familiares en la obra de Eduardo Halfon” de Basilio Pujante Cascales; “Fantasmas de celuloide: el pensamiento cinematográfico de Javier Marías” de Carmen María López López; “La autopoética arácnida de Enrique VilaMatas en Montevideo” de Carmen María Pujante Segura, y “Seguir el juego: Claves para descifrar el tablero musical de Rayuela” de Raquel Velasco. En este apartado se pueden leer indagaciones en torno a los diarios de autor, los vínculos familiares como ficción autopoética, la narrativa con lenguaje cinematográfico o proveniente de analogías compositivas de la teoría musical y el contrapunto. En el segmento II. Puzzles literarios encontramos los ensayos “La descripción ‘desatada’ en Antagonía de Luis Goytisolo” de Antonio Candeloro; “Intertextos apócrifos en la escritura de Sergio Pitol, una panorámica” de Riccardo Pace; “Parodia de Gerardo Diego y transfiguración narrativa en un cuento de Edmundo O’Gorman” de Bryan Klett García, y “El habitante y su esperanza, rompecabezas narrativo” de Gabriel Manuel Enríquez Hernández. Las descripciones literarias en relación con categorías estéticas de Luis Goytisolo, la intertextualidad entre la crítica y la tradición literaria en Sergio Pitol y Edmundo O’Gorman, así como la tradición romántica y la vinculación con la vida privada de Pablo Neruda son algunos de los temas que conforman esta sección. En el último bloque, III. Alquimias metapoéticas, Norma Angélica Cuevas Velasco dialoga con “La confesión narrada en el pensamiento literario de Ignacio Solares”; José Ángel Baños Saldaña realiza una retrospectiva en la tradición autoficcional con su ensayo “Tipología de las autopoéticas y análisis crítico: la poesía de Ángel González”; Barbara Greco analiza los elementos paratextuales de la microficción en “El realismo en los microrrelatos de Manuel Moyano: Teatro de ceniza (2011)”, y Pablo Sol Mora retoma los pensamientos borgianos en torno a la lectura y la escritura en “‘El lector, distraído por la vanidad…’: crítica del lector en Ficciones de Borges”.
El lector que ingrese a Escrituras desbordadas podrá leer ejemplos de cómo el pensamiento literario se articula con múltiples herramientas extraliterarias para elaborar un lenguaje íntimo y particular. Un sistema de signos velado por la piedra monolítica de la palabra que el crítico se encargará de esculpir hasta encontrar los principios rectores del microcosmos ideado por el autor. Desde la forma concibe el contenido, desde el contenido comprende la forma. Cada uno de los ensayos coordinados por Norma Angélica Cuevas Velasco y Raquel Velasco demuestran esta praxis y nos recuerdan que el texto alberga su propia crítica, a veces incontenida por los márgenes del libro, y otras veces desbordante entre los renglones de la escritura. Recorrer las vetas del mármol y hallar la fisura interna, será la labor de la crítica literaria.
Como parte de la política editorial de la Universidad Veracruzana, este volumen colectivo se encuentra disponible para su descarga gratuita en el siguiente enlace: <https://libros.uv.mx/index.php/UV/catalog/book/BI418> [doi: https://doi.org/10.25009/ uv.2918.173].