Mercedes de la Garza, Agua, cueva, inframundo y abismo. Símbolos de lo sagrado en el universo maya. México, Academia Mexicana de la Historia, Secretaría de Educación Pública, 2023.

Contenido principal del artículo

Blanca Solares

Descargas

Los datos de descargas todavía no están disponibles.

Métricas

Cargando métricas ...

Detalles del artículo

Cómo citar
Solares, B. (2024). Mercedes de la Garza, Agua, cueva, inframundo y abismo. Símbolos de lo sagrado en el universo maya. México, Academia Mexicana de la Historia, Secretaría de Educación Pública, 2023. Interpretatio. Revista De hermenéutica, 9(2), 199-202. https://doi.org/10.19130/iifl.irh.2024.2/010S2701WO580
Sección
Reseñas
Biografía del autor/a

Blanca Solares, Universidad Nacional Autónoma de México - Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias

Investigadora adscrita al Programa en Estudios de lo Imaginario, del CRIM-UNAM. Profesora del Posgrado en Filosofía de la Religión de la Facultad de Filosofía y Letras. Tutora del Posgrado en Estudios Mesoamericanos. Sus trabajos se orientan en la dirección de una hermenéutica de la cultura, combinando la investigación de la imaginación simbólica con el estudio antropológico de la mitología mesoamericana. Entre sus libros podemos mencionar: Uixtocíhuatl o el simbolismo sagrado de la sal (Anthropos, 2012), Imaginarios musicales. Mito y música (ed.), vols. 1 y 2 (CRIM-Itaca, 2015), Gilbert Durand: Escritos musicales. La estructura musical de lo imaginario (Anthropos-CRIM, 2018) y, de reciente
aparición, Imaginarios mayas en la música contemporánea. Revueltas, Ginastera, Scelsi (UNAM, 2022).

Artículos más leídos del mismo autor/a

Lo primero que puede advertirse con relación a este último libro de Mercedes de la Garza es que ya su título es evocador y que su enunciación no deja de suscitar en nuestro interior resonancias profundas. En apariencia se trata de una introducción rápida y breve a los símbolos de lo sagrado en el universo de los mayas antiguos: el agua, la cueva, el inframundo y el abismo. Pero su apariencia es engañosa. Porque, pese a su carácter sintético, se trata de una verdadera inmersión en el conocimiento del complejo universo mítico de una de las culturas más fascinantes de la antigüedad.

El libro se abre con el complejo trazado de la estructura del universo donde luego aparecerán los símbolos primordiales que serán tratados. El dibujo de esta geografía sagrada nos recuerda ya que los mayas eran conocidos como grandes matemáticos, que sus templos y ciudades guardan un vínculo con la alineación de los astros y que gracias a sus conocimientos matemáticos podían predecir eventos astronómicos con gran precisión. Así pues, el relato cosmogónico maya nos habla ya de una forma de hacer ciencia o de acercarse al conocimiento de la estructura del cosmos, muy distinta de la verdad tecnocientífica moderna. Se trata de acercarse al conocimiento de la naturaleza, a partir de lo que sabios como Titus Burckhardt, René Guénon o Ananda Coomaraswamy han llamado “ciencia sagrada”, en alto contraste con la concepción de la ciencia instrumental predominante en Occidente. Porque, como dice Claude Lévi-Strauss y Mercedes de la Garza expone, no hay un pensamiento prerracional, inferior o primitivo y otro pensamiento racional, superior y científico, sino formas distintas de pensar el mundo o, si se quiere, de comprender las relaciones del hombre con el mundo que lo rodea: los animales, las plantas, los planetas, la naturaleza, así como con todo lo que lo trasciende. Así pues, al tomar este librito será necesario tener junto papel y lápiz, a fin de tomar nota del saber sagrado que nos trasmitirá el tratamiento simbólico unitario, isomórfico o enlazante de las imágenes de carácter acentuadamente femenino que la autora nos propone: agua, cueva, inframundo, abismo.

El símbolo a diferencia del signo —dice Gilbert Durand— no refiere una cosa sensible sino, más bien, por medio de una relación natural evoca algo ausente o imposible de percibir (“causa primera”, “fin último”, “espíritu”). El símbolo es epifanía. O como dice el místico iraní Ibn Arabi: la clave de un misterio. La aparición de lo ine­fable en el significante que, a través de él, nos hace presente el significado ausente de un sentido secreto. No refiere conceptos o ideas abstractas. El criterio de verdad aquí es la vida.

Desde la perspectiva de la hermenéutica del símbolo (Jung, Eliade, Corbin, Bachelard, Ricoeur), Mercedes de la Garza irá desplegando los rasgos esenciales del pensamiento mítico y su lenguaje. El símbolo llama o refiere la aparición de lo inefable en un significante abierto a todo tipo de cualidades (piedra, tierra, árbol, agua o viento; el símbolo recorre todos los elementos) de un significado que, por extensión, se difunde y experimenta metamorfosis por todo el universo no representable hasta llegar a la antinomia. Así, por ejemplo: fuego purificador, fuego sexual, fuego demoniaco o fuego infernal van entretejiendo la interacción de sus polaridades. O bien: agua germinadora, agua bautismal, agua del diluvio, agua abismal, del Abismo de las aguas profundas (Ik Way Nal).

En su simbólica, el Agua es origen, matriz de todas las posibilidades de existencia, pureza, medio de renovación corporal y espiritual. Pero también fuente de muerte; lluvia benéfica que puede transformarse en huracán y traer la destrucción.

La Cueva es puerta al mundo subterráneo, acceso al inframundo o matriz simbólica de la diosa terrestre. Surgen de ella los dioses, los pueblos y los linajes. Es origen del dios del agua y del maíz, liberado del inframundo por el dios del rayo. Pero se relaciona también con el cenote: dz’onot: “hoyo con agua”, pozo o abismo.

En el Inframundo, mal y bien, muerte y vida son ambas energías invisibles o impalpables en constante interacción: dioses de la vida, pero también energías de destrucción. A diferencia del Artífice divino del Timeo vinculado a la Idea platónica del Bien, la Verdad y la Belleza, concepción que luego retomará el cristianismo, los dioses mayas generan tanto la vida como la muerte. Habitan en el inframundo, donde se guardan tesoros minerales, pero de la misma manera, lugar desde el que los dioses actúan causando enfermedades y muertes súbitas e inexplicables, derrames de sangre, hinchazón, pus de piernas, he­ridas, enflaquecimiento.

Al señor del inframundo Ach Puch, co­nocido también como el Descarnado, el Hediondo, el Flatulento; o en su advocación femenina, “Siete Muerte”, “Siete Lechuza” o “Señora Tecolote de Alas Extendidas”, se le representa como una calavera que, sin embargo, puede llegar a tener rasgos vitales como ojos, pene y ano. Todo lo cual da cuenta del carácter “dualéctico” (Andrés Ortiz Osés) del pensamiento maya.

Mercedes de la Garza nos hace claro así otro de los rasgos fundamentales de la imaginación simbólica (G. Durand), propia del pensamiento antiguo y del hombre tradicional, que se revela con nitidez en los símbolos sagrados mayas aquí tratados: su carácter dual, pero que, a diferencia de la lógica cartesiana de la identidad cerrada y del tercero excluido, apuesta aquí por la armonía de los contrarios: Secas-Lluvias, Hombre-Mujer, Cielo-Inframundo, Muerte-Resurrección, Diluvio-Cosmogonía. Al llegar al último lugar del Inframundo, Xibalbá o “Lugar de los que se desvanecen”, en el noveno estrato del Inframundo, después de haber superado numerosos obstáculos, los espíritus de los muertos que “viven” ahí pueden retornar a la existencia terrena a través de la invocación ritual de sus descendientes en la tierra, tal y como lo ilustra el Tablero del Templo XIV de Palenque; o incluso volver a encarnar en un cuerpo humano.

Así pues, el inframundo maya no es, como en el heroico ámbito homérico de rasgos indoeuropeos, un lugar de tedio o aburrimiento (como afirma Aquiles), sino de una actividad física intensa e incluso lúdica (lugar del Juego de pelota). Antes de llegar al Xibalbá o lugar de descanso, el muerto ha de salvar una serie de obstáculos y peligros. Un recorrido iniciático que puede incluso llegar a convertir al muerto en un ser sacralizado o chamán.

No quisiera dejar de llamar la atención sobre que una de las peculiaridades del trabajo de Mercedes de la Garza en general, y que caracteriza también a esta pequeña obra maestra, es la facilidad y pertinencia con la que hace mitología comparada. Algo a lo que difícilmente suele atreverse la antropología en México. Su vasta cultura le permite poner en relación la ceremonia del Fuego nuevo nahua con la Fiesta de Akitú babilónica; la destrucción del monstruo femenino Tiamat con el destazamiento de Tlaltecutli (monstruo de muchos ojos y bocas en las coyunturas con las que mordía como bestia salvaje, según la cosmogonía nahua); o las pinturas de las cuevas de Lambayeque en el Perú con las de la cordillera franco-cantábrica de Altamira, Trois Frères y Lascaux. La bibliografía mencionada al final de libro es solo una muestra de esta clara apertura y erudición que va de las más recientes investigaciones epigráficas a los relatos y novelas de terror de H. P. Lovecraft (Necronomicón o La sombra más allá del tiempo).

El lector tiene en sus manos un trabajo breve, complejo y erudito. Su lectura le hará quedarse con ganas de viajar a los sitios arqueológicos que aquí se mencionan, de buscar imágenes más precisas de las obras sobre las que se nos llama la atención, de volver a revisar los mitos, verdaderos tratados del ser o como también dice Eliade: tratados ontológicos que en medio de una crisis nos revelan el sentido de la existencia: quién soy, de dónde vengo, ¿por qué el mal?

Así pues, el lector —al acercarse a los símbolos de lo sagrado que nos propone Mercedes de la Garza— no solo enriquecerá su imaginario simbólico sino ampliará su sensibilidad con relación a la riqueza del pensamiento religioso y míticopoético de los mayas antiguos, en constante transformación, que pese a la embestida a la que se ha visto sometido a lo largo de los últimos siglos —y que, dolorosamente, no cesa de ser socavado en la actualidad—, sigue defendiendo y recreando una forma de relacionarse con la naturaleza, los hombres y los dioses, de la que con toda seguridad no solo la ecología y el feminismo contemporáneos saldrán anímicamente enriquecidos.