Manuel Rivas Zancarrón. Profesor Titular de Lengua española en la Universidad de Cádiz (España). Ha trabajado problemas lingüísticos de diferentes disciplinas como la fonéti ca (Tendencias fonéticas en el español coloquial, Hildesheim: Georg Olms), morfología (Problemas de morfología española, New York: Peter Lang), gramática histórica (Edición y transcripción del Fuero Juzgo) o sociolingüística histórica (“Panorama general para el estudio de las actitudes lingüísticas ante la ortografía en los espacios de opinión pública de América y España”, en Zeitschrift für romanische Philologie, 2018, 134-3). Asimismo, ha realizado múltiples estancias de investigación en universidades españolas y extranjeras (Freie Universität Berlin, University of Washington, University of Princeton, Universidad Estatal Lingüística de Moscú, Universidad de Helsinki (Helinsigin Yliopisto), Universidad de París VIII, Universidad de Costa Rica, Universidad de Chile).
Con el desarrollo de los tipos móviles de imprenta, la inclinación de la letra pasó de tener un efecto de formato general (solo se componían así libros con un contenido específico) a ser el indicativo de un proceso de alienación dentro del texto, en donde lo resaltado respondería a la necesidad del autor, redactor o cajista de querer desentenderse de las ideas o expresiones escondidas tras la letra inclinada. Con este trabajo queremos dar conocimiento del enorme potencial descriptivo que ofrece este elemento tipográfico para el análisis de las actitudes ante la lengua en un periodo concreto de la historia del español, pues el uso del resalte podría revelar en muchas ocasiones manifestaciones concebidas como no normativas o rechazos explícitos de expresiones que atentaran contra la pureza del idioma. Después de considerar los aportes metodológicos de la sociolingüística histórica y de la corriente que responde a la etiqueta de “tradiciones discursivas”, hemos procedido a delimitar los usos de la letra cursiva según las manifestaciones explícitas aparecidas en la prensa española de los siglos XVIII y XIX. Este examen se concibe como un primer paso en la investigación del resalte tipográfico en textos periodísticos, pues serán los propios autores los que determinen cuándo y por qué se inclina la letra en lo impreso. Luego corresponde al investigador —en función del formato y tipo textual— extraer las actitudes que han llevado al autor, redactor o cajista a modificar la silueta de la letra.
With the development of the movable-type printing press, the inclination of letters went from having a general format (only books with a specific content were composed) to being indicative of alienation within the text, where the highlighted word would respond to the needs of the author, editor or typesetter who wished to distance them from the ideas or expressions hidden behind the inclined letter. With this work we want to acknowledge the enormous descriptive potential that this typographic element offers for the analysis of language attitudes in a specific period of the history of Spanish, since the use of this highlighting could reveal on many occasions declarations conceived as non-normative, or explicit rejections of expressions that attack the purity of the language. After considering the methodological contributions of historical sociolinguistics and that which can be labelled "discursive traditions", we have proceeded to delimit the uses of italics according to explicit displays which appeared in the Spanish press of the 18th and 19th centuries. This examination is conceived as a first step in the investigation of typographical highlighting in journalistic texts, since it is the authors themselves who determine when and why the letter is inclined in print. It is then up to the researcher —depending on the format and textual type— to find the attitudes that have led the author, editor or typesetter to modify the silhouette of the letter.
Quién podría aventurar que esa forma de componer la letra que Aldo Manuzio, allá por los
Y es precisamente el papel que se le reservará a la cursiva el que será objeto de este estudio, pues, según se tenga en mente una de sus posibles funciones, así podrá llegarse a una futura conclusión en torno a las actitudes que los hablantes tenían ante la lengua en un periodo determinado de su evolución. La importancia de detenerse en los moldes inclinados para la investigación filológica se justifica desde el momento en el que el resalte de una palabra o frase dentro de un cuerpo en letra redonda podría ofrecernos indicios de qué opinaba el autor de un texto sobre una forma gramatical o por qué el redactor o cajista —ya fuera el caso— que le ha dado vida en papel disentía de aquello que había recibido de forma manuscrita en algunas ocasiones. Téngase en cuenta que los moldes bastardos se usaban ya en el siglo XVIII como formas de expresar la alienación de un mensaje, tanto si la manifestación de este iba en la dirección autor real-mensaje, como en la de redactor o cajista-autor real
Con objeto de demostrar el potencial descriptivo de esta forma gráfica en el análisis filológico, pondremos el foco de estudio exclusivamente en las actitudes explícitas que sobre el resalte en grafía se manifestaron en los siglos XVIII y XIX dentro de la tradición discursiva periodística. Se trataría ahora de dar el primer paso en la posibilidad de considerar el análisis del resalte como un motor explicativo del cambio lingüístico: cuándo, cómo y por qué se inclinaba la letra en los periodos indicados, y dentro de los espacios de opinión pública. Una vez respondidas estas preguntas, podrían iniciarse posteriormente estudios sobre actitudes implícitas en el uso de la cursiva, que revelarían detalles sobre las creencias normativas en un periodo determinado de la historia lingüística del español. Conozcamos, no obstante, algunos aspectos metodológicos previos que han sido considerados en este trabajo.
No cabe duda de que la única información de que disponemos para conocer el estado lingüístico de los siglos puestos a debate está proporcionada por los textos, los cuales adquieren vida propia a través de las abstracciones del investigador. Cuantas más variables podamos añadir al reconocimiento de las peculiaridades lingüísticas de un texto, mayores posibilidades hay de precisar cuál fue la situación lingüística real de un periodo concreto en la historia de una lengua determinada. Para la creación de estas variables difícilmente puede recurrirse a los postulados de una lingüística inmanentista, más centrada en el funcionamiento de un mecano interior, que en la puesta en conexión de este sistema con la realidad exterior. En este sentido, ya
Y si para el estudio de las actitudes lingüísticas en los resaltes tipográficos habríamos de considerar algunos de los planteamientos metodológicos de las tradiciones discursivas y de la sociolingüística moderna, en el problema concreto de grafía que nos ocupa tendríamos también que adelantar algunos detalles.
Además de estos ejes [criterios didácticos para enfatizar la enseñanza de la tipografía], los
Naturalmente, la puesta en relación del elemento visual gráfico con las intenciones comunicativas y el uso lingüístico debe implicar necesariamente servirse del concepto de tradiciones discursivas anteriormente reseñado con objeto de desgranar los elementos que forman parte del filtro descriptivo, o en palabras de Garone Gravier:
No podríamos entender lo que pasa si no contáramos con un bagaje cultural, ubicado en un momento histórico, que hiciera comprensible una situación dada para los sujetos participantes en la comunicación. Como se puede apreciar, me refiero a los elementos modeladores del proceso de comunicación: enunciador-cliente, formalizador-tipógrafo-emisor, comunicación visual —tipográficamente expresada-, el modo particular de presentación —tipo o género discursivo-, el contexto de expresión —que vincula el mensaje particular que se está diseñando con el resto de los mensajes producidos-, y un destinatario-lector (2012: 19).
Esto viene a significar que el uso ortotipográfico variará según el formato de publicación, el rasgo de inmediatez que se asocia con determinadas impresiones, así como la periodicidad del texto que sale a la luz. Por esta razón, las manifestaciones de la cursiva, por ejemplo, serán diferentes si tratamos con formatos de libros —con una composición más laboriosa— a si tratamos con pliegos sueltos o de publicación seriada, en donde las posibilidades de corregir errores son mucho menores. De la misma manera, en la consideración de las actitudes lingüísticas en los resaltes gráficos influye también la naturaleza del capital en la que se publica el escrito (si estatal o privada), así como el contenido de la publicación (literario, político, económico, publicitario, etcétera).
Adviértase, no obstante, que las pretensiones de este trabajo se resumen en la selección de un corpus extenso de opiniones en torno al uso de la letra cursiva en la prensa de los siglos mencionados, de manera que la correlación entre estos aspectos metodológicos y el resultado de sus corolarios serán, en este caso, más un avance de los principios que regulan la mente del investigador, que un hilo conductor que determine la justificación de las variables finales. Dicho así, se precisaría llevar a cabo un trabajo pormenorizado no de las opiniones explícitas en torno al fenómeno de la cursiva, sino de la manifestación real de este fenómeno sobre los textos periodísticos, pues solo así se podrá concluir el universo de creencias y actitudes en torno a cada término o expresión resaltados bajo este proceder gráfico.
Contemplados estos detalles terminológicos de acceso al objeto, iniciaremos ahora nuestra aportación al estudio de las actitudes explícitas ante el resalte gráfico en la prensa española de los siglos XVIII y XIX, pues ha de contemplarse como paso previo al análisis de manifestaciones concretas, y que será objeto de futuros trabajos.
La búsqueda de actitudes explícitas en la prensa de los periodos neoclásico y decimonónico españoles ha permitido construir un conjunto de variables de uso sobre los resaltes gráficos que, en algunas ocasiones, contrasta con los manuales de tipografía de la época, además de ofrecer una información valiosísima sobre la aparición de la letra inclinada en los diferentes tipos discursivos.
No es objeto de este trabajo un acercamiento a la prensa española de los siglos puestos a debate, pues muchos han sido los investigadores que la han tratado con minuciosidad, aunque sí se han tenido en cuenta las consideraciones de estas investigaciones a la hora de identificar las variables en el resalte gráfico. Tampoco vamos a entrar aquí en la fructífera discusión que planteó
Pues bien, tras una amplia ojeada a un extenso corpus de periódicos españoles de los siglos XVIII y XIX, se pueden adelantar cuatro variables o usos de la cursiva, que se coligen de manifestaciones explícitas realizadas por redactores o autores de artículos específicos. De ellas, las más interesantes son las que corroboran el porqué de la inclinación del tipo para focalizar el uso de una expresión que no responde a una norma concreta. Para la selección de las opiniones en torno a este fenómeno gráfico, nos hemos adentrado en la
Así pues, los cuatro usos que pueden destacarse tras el rastreo de manifestaciones explícitas son los siguientes: 1) cursiva como resalte de obras, términos, fechas y fiestas; 2) cursiva y énfasis de la información por resalte de palabras clave (foco/presuposición); 3) cursiva y las palabras del otro (citación, traducciones, ampliaciones, reducciones...), y 4) cursiva y actitudes lingüísticas explícitas. Ciertamente, las tres primeras representan comentarios y opiniones que atienden más a una tradición textual que discursiva y responden a valoraciones de tono estilístico. De estas cuatro variables, la más interesante para justificar un estudio posterior sobre la importancia del resalte en la revelación de actitudes lingüísticas es, naturalmente, la última.
Las manifestaciones explícitas que en torno a la cursiva se dejan ver en la prensa española del periodo estudiado podrían conformar una auténtica poética de uso de las imprentas. Las primeras referencias que atañen al tópico de este epígrafe —independientemente del uso material que se le daba a la cursiva— las encontramos en el número 200 del
Abecedario útil para la instruccion de los niños de primera educacion, compuesto de veinte y siete figuras con los trages que á cada una le corresponde, señalando con toda claridad las letras mayúsculas, romanilla, y el pais de cada trage en letra bastardilla, con el número que á cada figura pertenece, hecho con el mayor gusto y esmero, para que al mismo tiempo que sirve á los niños de diversion, se les quede impreso en la memoria todo lo que este tan útil (
El periodo de las Cortes de Cádiz es quizá el más prolijo en indicaciones, debido, muy posiblemente, a la necesidad de prestar foco a determinadas noticias y publicaciones. En estos momentos de intensidad política, se precisaba de resaltes continuados. Las referencias a otros periódicos de información eran constantes y los títulos de estos habían de iluminarse en bastardilla:
Si en el impreso de la junta se hubiese copiado el parrafo segun está, no hubiera podido atribuirseme la intencion de querer privar á las autoridades de Santander de las que es la junta, del honor de lo que hicieron, y por eso puso esta no todo ni por el órden de ideas por mi dispuesto, sino como manifiesta su impreso, y con letra cursiva para hacer mas notable el periodico (
Un efecto normativo curioso, que ya Capmany exigió, fue el resaltar de cursiva en todos los calendarios el día en el que se conmemoraba los mártires caídos durante la Independencia española:
El Sr. Capmani hizo presente que no se habia cumplido la resolucion de S. M. para que en los calendarios se ponga en el dia 2 de mayo de letra cursiva:
Por lo demás, era costumbre exigida que determinados fenómenos de la naturaleza, así como las fiestas de guardar se colocaran también de cursiva, como se lee en los siguientes fragmentos:
Los meteoros que se observen fuera de las tres
Nota.- Las fiestas movibles van puestas en letra bastardilla y pueden verse los dias en que se celebran en el lugar donde se mencionan todas, antes del Almanaque (
De manera indirecta y burlona, algunos articulistas dan cuenta de la costumbre de resaltar en bastardilla determinadas efemérides, uso que se reservaba exclusivamente para días señalados o cumpleaños de gobernantes:
¡Dichoso Abril! Que entras con San Venancio, y sales con San Pelegrin.
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Interpélo á todos los amigos de mi lego Fray Pelegrín Tirabeque, para que me digan las causas por qué han caido en el descubierto de no felicitarle ayer por los dias de su santo y su cumpleaños. Si bien en parte no es de estrañar esta falta, puesto que su santo no se anunció con serenatas y salvas de artillería como se anunció el miércoles el
Y conforme avanza el siglo XIX, ya casi a su final, se confirman explícitamente las intenciones de los impresores de inclinar la letra en función metalingüística:
3.ª En
Todos los nombres indígenas van escritos con letra bastardilla é indicando su pronunciación aproximada por medio de los signos siguientes:
La preocupación por la edición de textos llega a los articulistas de publicaciones seriadas, quienes advierten la necesidad de una pulcra composición tipográfica en los libros que se imprimen:
Los prólogos van generalmente en carácter redondo, uno ó dos grados más grueso que el del texto, y con numeracion romana en los fólios; los índices suelen componerse en bastardilla, á no ofrecer esto dificultad por su mucha extension, y en ese caso se empleará carácter redondo, pero de menor cuerpo
Un detalle interesante que habría de tenerse en cuenta en la evolución del sistema ortotipográfico del español es la asunción de responsabilidades en la correcta composición de un texto. Durante el siglo XVIII, la preocupación del autor material de un escrito se enfocaba casi exclusivamente sobre el contenido, en tanto que la elaboración formal corría a cargo de los editores o los cajistas (de aquí que, en cierto modo, el respeto de una norma ortográfica, y por necesidades de economía, solo fuera atendida por estos y no por la gente de a pie). Poco a poco, y sobre todo a finales del siglo XIX, el autor debía hacerse cada vez más responsable de qué escribía y cómo lo escribía, por lo que muchos editores se quejaban de los descuidos en los envíos manuscritos, que obligaba a intervenir al cajista para su corrección:
En un original bien arreglado, debe el autor subrrayar las palabras ó períodos que desee se compongan de cursiva, poner dos rayas debajo de las palabras que quiera vayan de versalitas, y tres rayas si, para hacerlas resaltar más, prefiere las mayúsculas o versales; una raya undulada indica la egipcia. Empero como no siempre los autores se han tomado ese trabajo, hay necesidad de corregirlo en pruebas, áun cuando causa perjuício al cajista, por lo cual es conveniente sepa el olvidadizo que para hacerlo ha de seguir las antedichas reglas. Cuando el corrector quiera que se varie el tipo de lo que en la prueba aparezca de cursiva, versalitas, versales ó egipcia, se subrrayarán tambien, haciendo, para evitar dudas, una de las siguientes indicaciones marginales:
Es de muy mal efecto, por otra parte, el ver impresa en un libro, y acaso en una misma página, de dos distintas maneras una misma palabra; pero nada más fácil, pues acaso el autor al tiempo de escribir el original no se cuidó de esto, y el cajista copió lo que tenía delante de los ojos, ó son varios los que trabajan en la misma obra y no se pusieron de acuerdo. De todas suertes, al corrector incumbe remediar tan gran defecto (
Estas advertencias, de las que no hay manifestaciones explícitas durante el siglo XVIII, determinarían el uso de la cursiva con intenciones actitudinales, pues, dependiendo del periodo, hablaríamos, por ejemplo, de actitudes puristas en el redactor (que no tienen por qué coincidir con el autor) o en el articulista real. Por esta razón, durante el siglo XVIII, los fallos en el uso de la cursiva se achacaban más al cajista o componedor que al autor del artículo:
La costumbre de iluminar en bastardilla determinadas palabras clave, en donde interesa que el lector centre la atención del mensaje, fue habitual ya desde el siglo XVIII en la prensa española, aunque sin saber con seguridad si el resalte era provocado por el articulista o por el redactor.
Hemos marcado de intento dos períodos de bastardilla, para que se vea que
Muy distinto —respecto de la autoría del resalte con esta función— parece ser lo que acontece a partir del segundo tercio del siglo XIX, pues se tiene claro que la cursiva es responsabilidad del articulista, aunque muchas veces este coincidía con el redactor. Son las noticias de contenido político las más afectadas por estos focos gráficos:
Todas las cosas pues y todas las personas existentes, deberian unas temer y otras esperanzar y aun exigir que se las reformára en el sentido de los principios de progreso
Estas dos palabras, cuya importancia su autor ha querido señalar muy espresamente poniéndolas en bastardilla, hasta sin querer nos traen á la memoria aquellas muy parecidas del general Espartero en los dias de su denominacion: “La paz no será turbada
Las intenciones son más claras aún en las manifestaciones explícitas de publicaciones satíricas, en donde se dejan claras las intenciones del autor a la hora proceder a inclinar la letra:
Y esto de
En realidad, se trata de un mecanismo que contrapone la información nueva a la conocida, por lo que la cursiva se reservaría para aquellos elementos de la frase (sea sustantivo, adjetivo, verbo o complementos) que aporten la novedad de la noticia:
Nuestro ilustrado colega, no ha podido menos de reconocer que
En algunos casos, algunas publicaciones critican el abuso de la cursiva con fin focalizador por creer que se está manipulando la noticia, ya que la iluminación de la letra va reconduciendo inconscientemente la idea que trata de imponer el articulista:
Habiendo demostrado nosotros que las doctrinas de LA ESPAÑA CATÓLICA consisten en organizar el Estado á su gusto para que despues el Estado sea intolerante y perseguidor, para lo cual seria preciso que tuviera en el Estado una confianza que de ningun modo está justificada, LA ESPAÑA CATÓLICA, desfigurando violentamente nuestras frases, quiso, por medio de un gran aparato de letra bastardilla, de versales y de versalitas, hacer creer que nosotros no dábamos al Estado en España mas vida posible que por quince ó veinte años. Rectificamos tan absurdo comentario, y
Déjese, pues, LA ESPAÑA CATÓLICA de adjudicarse victorias sin combatir; déjese de insultos, y de letras gruesas, y de palabras mas gruesas todavias, y de accidentes tipográficos estraordinarios, y de proposiciones estrafalarias, cuya única importancia consiste en ocultar con ellas la falta de contestaciones necesarias y de rectificaciones justas (
En el próximo epígrafe, daremos cuenta del uso de la cursiva en la reproducción literal de textos, pero bien es cierto que este efecto tipográfico trataba de dar a entender que lo focalizado era una idea perteneciente a otra persona. Si se quería reproducir palabra por palabra el mensaje del otro, se recurría siempre al entrecomillado; por esta razón, en algunos fragmentos como el que sigue, se advierte del cambio tipográfico para la recuperación de una idea no expresada literalmente:
Las frases anotadas de bastardilla indicaban únicamente que nuestro recuerdo era incompleto, y como no teniamos á la vista ningun documento que nos diera las interesantes noticias que despues ha tenido la bondad de suministrarnos el Sr. Lizazur y Paul, éranos de todo punto imposible satisfacer el vivo deseo que sentiamos de hablar acerca de las conferencias agrícolas en Cádiz (
Por último, el mismo hecho de que los redactores advirtiesen de vez en cuando que la cursiva no era motivada por ellos, sino por los autores que envían el escrito, prueba que este focalizador gráfico pudiera ser usado indistintamente por ambas partes (el que escribe y el que imprime), sin que aparentemente se distinga el agente real:
Lo cual interpretaban los fusionistas
Es de advertir que no nos pertenece la idea ó la ocurrencia de haber escrito en bastardilla esas tres palabras, “el elemento civil”, que va en el párrafo anterior.
Eran los ministeriales los que subrayaban la frase, como si quisieran hacer notar bien que el señor Moret solo está tranquilo
Desde un primer momento —en el periodo tratado, claro está-, la prensa asumió el valor de la cursiva como un efecto tipográfico alienante. Con su efecto visual, se añadía una información que no era aportada por el articulista o transmisor del mensaje, sino que partía de otras fuentes con las cuales se quería mantener una determinada distancia, o sea, es un “escribo yo, pero no lo digo yo”. Y es ese distanciamiento el que consigue otorgar a la inclinación tipográfica un valor de desentendimiento, y de ahí su importancia para el rescate de actitudes ante la lengua. Esta función cuenta con manifestaciones explícitas tempranas, como la que reproducimos a continuación del
Por esta causa suprimimos en el presente
Este valor alienante está en la mente de múltiples articulistas que sobreentienden en la cursiva una forma de escaparse de las ideas originales:
Afirma que al dirigirse al señor ministro que habla, en primer término ha hecho perfectamente, puesto que por su Ministerio se ha tramitado la nota diplomática, extrañándose que un político tan
Ya advertíamos que la inclusión de la cursiva en un cuerpo textual podría responder también a la intercalación de traducciones o extracciones de otros periódicos, aunque lo más habitual era recurrir al entrecomillado cuando la reproducción respondía a letra por letra.
Las palabras de letra cursiva que se ponen como textos de las actas y periodicos de aquellas Provincias sin citar individualmente de donde se han extraido cada uno, tienen contra sí, á mas de esa sospecha, la general de un periodico en donde se lee tan variado el diario de Cortes un curso, que todavia se repite en este número estar
Dado que los periódicos del siglo XVIII estaban más habituados a incluir traducciones de sus homólogos extranjeros, será en ellos donde más alusiones encontremos a las adiciones o reducciones practicadas sobre el original:
Lo que en las paginas 21. 106. 109 y en la referida 142. encontrares de cursiva, son adiciones, que unas para mitigar, y otras para esclarecer la noticia, me pareciò conveniente el añadirlas. De aqui en adelante conoceràs lo addicionado en estàr de letra cursiva entre parentesis, con un ¶. por guia; con el supuesto, de que en puntos de Religion, ò del Estado, ò lo que accessoriamente se opusiere à uno, y otro, no podemos ser imparcial dexandolo correr con la lisura que ello viene (
En realidad, se reservaba la bastardilla para las interpretaciones que el redactor hacía de una determinada información, en donde este practicaba adiciones o sustraciones a un mensaje del que no se conocía muy bien la literalidad o del que, aun conociéndola, se permitía el lujo de reintrepretar. En los procesos de edición, seguía sin verse claro cuándo era usada la cursiva en el original manuscrito (resaltada mediante subrayado), o cuándo resaltaba el editor por algún motivo no especificado:
Empléala Aguirre tal como Fray Luis de Leon la usó cuando decía:
Acude, corre, vuela,
No perdones la espuela,
......................
“No deis paz á la mano” —es casi seguro que Aguirre lo escribiera pensando en el poeta de Belmonte. Debió, pues, entrecomar dichas seis palabras ó hacer distincion de ellas con diferentes tipos á los comunes del escrito, porque ni es de suponer que Aguirre coincidiera en pensamiento y forma con el teólogo vate, ni razonable suponer que el escritor bilbaino desconozca la composición de quien escribió para honra literaria nuestra, y en la que se insertan los anteriores versos [...]. Tambien es coincidir demasiado en idea y modo de expresarla para no deducir que Aguirre debia emplear la letra bastardilla en momentos en que no lo hace (
Podríamos añadir muchas más manifestaciones explícitas sobre el uso de la cursiva como reflejo de la alteridad, pero baste señalar que, la evolución desde el siglo XVIII en este aspecto se resume en una trayectoria de foco basada en la traducción de noticias de prensa extranjera, en donde la literalidad no es lo pertinente, hasta la creación de una ambigüedad en el contenido del mensaje (intencionado o no) por ocultamiento del agente real de lo que se quiere transmitir. En cualquier caso, eran los periódicos satíricos y, sobre todo, los de contenido político, aquellos que más se servían de este tipo de letra, pues la ironía —recurso que juega igualmente con la ambigüedad— encontraba resolución explícita en la forma inclinada. En este sentido, sería interesante estudiar por qué era habitual el uso de la cursiva en algunas publicaciones y por qué en otros escaseaba, hecho este del que eran consciente algunos periódicos:
Pongo de letra cursiva algunas palabras solo por seguir la manía á
Y muchas veces, esta manía de focalizar cada palabra o expresión no era bien entendida por algunos articulistas, e, incluso, eran objeto de autocrítica, pues el abuso neutralizaba su función de resalte, ya que el ojo divisaba un cuerpo textual en donde lo inclinado se igualaba a lo redondo:
Mas, basta ya, pues temo acabar con toda la bastardilla que posee esa imprenta, y, lo que sería más sensible, levantarle á V. y á mis lectores una jaqueca que no se les cure en tres semanas. Sobra con lo citado para convencerse de que el señor Loumo se estrena bien, y goza de todo lo necesario para dar, en breve tiempo, consigo en.....un manicomio (
Quizá sea este el apartado que pueda resultar más productivo a la hora de valorar cómo se usaba la cursiva en los siglos XVIII y XIX, y con objeto de desvelar una actitud ante la lengua. De todos los periódicos analizados, hemos encontrado del siglo XVIII solamente una referencia explícita al uso de este tipo de letra con intenciones de encubrir un fallo normativo. La reflexión es interesante, pues explicita la función de alteridad que ejerce la cursiva a la hora de excluir de la lengua castiza algunos términos o expresiones focalizadas, aunque se proponga que puedan ser aceptados por la norma, y, más concretamente, por la Real Academia Española:
-En este caso se hallan escritas con letra bastardilla en los siguientes pasajes, tomados casi todos los respetables autores modernos, en su mayor parte académicos:
El impaciente
Entona loores al pródigo Abril.
Breton
No osa mover la planta atras ni
Arriaza
Pisaban inexpertos los vergeles
Del
Reinoso, etcétera
¿No deberian incluirse todas, ó casi todas estas palabas en el Diccionario de la lengua castellana? (
El resto de manifestaciones pertenecen al siglo XIX —y bien entrado este en años-. Muchas de las indicaciones atienden a la necesidad de poner de cursiva una expresión o palabra con el objetivo de que el lector entienda que no es la acepción habitual, como se lee en el siguiente pasaje de la
Ha dicho y dicho bien: Fontaine, en efecto, cayó herido de muerte en el momento en que el Duque de Anguien pasó á atacar
Y con estos mismos motivos de querer resaltar que la expresión sea entendida de otra manera (por ironía), destacamos el siguiente fragmento:
El párrafo precedente, está reproducido tal y como lo publica el diario progresista, y no hay necesidad por cierto de variar el carácter de letra para que salte á primera vista la intencion con que han podido escribirse las palabras
Por si acaso no se veia bien la intencion del articulo de
Tiene razon
Los ejemplos en los que un articulista acude a dignificar el uso de la cursiva como forma de focalizar un término que lingüísticamente no se comprendería con una simple lectura son numerosísimos, pero pongamos como botón de muestra el siguiente pasaje:
¿Qué significa eso de poner en letra bastardilla la palabra
Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX, la prensa periódica se debate entre los usos correctos gramaticales y aquellos desviados que, sin tanto rigor purista, deberían considerarse castizos. Las manifestaciones halladas, en donde se comparte la necesidad de aceptación o de rechazo de determinadas palabras con el uso de la cursiva, revelan los vaivenes de opinión puristas y progresistas que se desataron en la segunda mitad de la centuria. Sirva de muestra el siguiente pasaje:
Tocante á la ortografía con que sale á la luz este curioso y desconocido opúsculo, debo decir que me he apartado de la que se emplea en el original, comunmente viciosa, pues creo que á nada conduce conservar
Y más claro el reproche de barbarismo:
El afan de que el gobernador dimita hace olvidar á
Prueba al canto.
“
“
Probado el barbarismo, continuemos (
La tendencia purista reaparece también en el siguiente texto:
Al principio del artículo, el citado redactor dice que tiene
Pase lo de escribir
Interesante también es el siguiente documento, publicado en
Contestacion. Uno de nuestros colegas periodísticos, copiando la semblanza del espada Gonzalo Mora, inserta en el número próximo anterior del ENANO, pone en letra bastardilla la frase “Es un muchacho muy compuesto” y la critica suponiendo que en el lenguaje andaluz es una ofensa, especialmente para la gente de rumbo. Podrá ser cierta la acepcion que en determinado estilo se quiera dar á la palabra compuesto aplicada á un hombre; pero tambien lo es que escrita, como lo está en la semblanza, en castellano y para españoles en general, muy lejos de llevar envuelta la menor ofensa, sirve únicamente para espresar una idea contraria, á saber: que Gonzalo Mora es pulcro, atildado, apuesto, gentil, bien vestido, de buenas maneras, cuyas calificaciones todos equivalen, segun el Diccionario, ó al menos el uso comun, á la de compuesto, que en la semblanza se usa (
Y como colofón de manifestaciones sobre el uso de la cursiva para alejar un término de la pureza que se le pide a la lengua castellana, añadimos los dos fragmentos siguientes:
Sábenlo Dios y los que tienen la paciencia de leerme, que pongo particular empeño en todos mis escritos, en huir del vocablo extranjero, y que en algunos me atrevo á censurar la manía que tienen apreciabilísimos y distinguidos compañeros periodistas de abusar con premeditación y alevosía de dos ó tres docenas de palabras francesas, inglesas é italianas, que al pasar por las cajas de la tipografía española se desfiguran por completo, sin que les valga la letra bastardilla, de que han menester para colarse de matute en la frase castellana.
Digo esto, porque á los que nos cuesta tanto trabajar en las cuartillas diarias del idioma patrio, y que además, sea por lo que sea, sabemos un poquito de italiano, de francés ó de inglés, por haberlo hablado y escrito durante veinte años consecutivos en la propio [sic] tierra, se nos ponen los nervios en punta cuando tropezamos con esos artículos bilingües ó trilingües que parecen escritos para escarnio de la rica habla castellana (
La palabra
Muchos individuos la pronuncian además afrancesándola y dicen
No se trata aquí de dar a conocer el corpus completo de las manifestaciones que hemos extraído de la prensa española de los siglos XVIII y XIX, sino de incluir un conjunto de muestras que adviertan sobre la conciencia de los hablantes de la época en torno al uso de la cursiva como medio de enfatizar lo que es ajeno a la lengua. Una vez que queda probado el uso de este recurso focalizador, correspondería en futuros trabajos desvelar lo que hay detrás de este tipo de letra en documentos concretos (y distinguiendo por tipo de texto), con objeto de entender no solo los movimientos puristas de la lengua, sino también de rescatar pistas para diferenciar entre el uso oral del momento y el escrito.
La ciencia filológica vive de la interpretación de los textos, pero también esta debe entender que su objeto de análisis tiene vida propia. El investigador afronta, por ello, la misión de sacar a la luz cualquier detalle que permita desvelar el intríngulis del mecano lingüístico, y no solo desde el punto de vista sincrónico, sino también en su evolución histórica. En este proceso de búsqueda, es bienvenida la incursión de cualquier variable que haga más fácil la comprensión de determinados fenómenos. Pues bien, con este trabajo, hemos querido contribuir a dar un primer paso en el acercamiento a las creencias y actitudes ante la lengua de determinados hablantes de los siglos XVIII y XIX. Es cierto que la observación de los hechos lingüísticos en sí mismos, con abstracción del yo y el tú de la comunicación, permite aventurar hipótesis sobre el trasiego de formas gramaticales, pero también lo es que la puesta en conexión de esos elementos internos con el entorno sociocultural abunda en el porqué de los cambios. Así, en la difícil tarea de destapar la intervención social en la lengua, hemos querido presentar un primer esbozo para el análisis de una nueva variable: la conformación tipográfica del texto y, más concretamente, las razones que motivan el uso de la letra inclinada. Este efecto formal pasó de caracterizar tipos de libros (con un contenido específico) a resaltar elementos que se consideraban como ajenos a una unidad textual. Este proceso alienador atribuible a la cursiva, en donde lo focalizado se distancia de las ideas del escritor-agente, podría destapar la creencia ante la lengua del que escribe y de aquel al que se le atribuye la expresión resaltada. Así, bastaría que un autor pusiera de cursiva una palabra, para que —por una ironía, paradójicamente explicitada— se conociera el universo de creencias en torno a ese elemento puesto en foco (desde concepciones puristas a rechazos por motivos diatópicos, diastráticos o diafásicos). Y con objeto de conseguir un mayor grado de refinamiento en esta búsqueda, hemos querido servirnos del concepto de tradiciones discursivas, pues los textos deben ser examinados según el grado de distanciamiento de la oralidad, según la época en la que se haya escrito, según el género, según el medio de transmisión, y un largo etcétera. En nuestro análisis, centrado en la tradición periodística, se han mostrado pertinentes variables como ‘autor material’/‘redactor o cajista’, ‘contenido discursivo’ (si político, económico, publicitario, literario...), ‘época’ y ‘tipo de imprenta’. Bien es cierto, no obstante, la dificultad de diferenciar en el campo de la literatura lingüística entre el concepto de tradiciones discursivas y el de tradición textual. Por ello, habríamos de relegar a este último nuestras tres primeras categorías estudiadas y dejar para el primero las ideas que se esconden en la cuarta, que son las más interesantes para el destapamiento de las actitudes ante la lengua.
De la revisión de más de setenta publicaciones periódicas españolas de los siglos XVIII y XIX, hemos querido extraer, en esta primera fase, las opiniones explícitas más representativas sobre el uso de la cursiva en la prensa, pues así podremos, en un futuro, acercarnos con mayor seguridad metodológica a los resaltes particulares de los textos, que revelarán actitudes implícitas ante la lengua. El proceso de alienación que se asocia con la letra inclinada ha permitido reducir el conjunto de opiniones a cuatro grupos, de los cuales, el más importante para estudios posteriores, es aquel que justifica su uso en el desvelamiento de una actitud lingüística. La información recogida permite concluir evoluciones tipográficas del género periodístico (desde un uso para expresar las ideas del otro, en donde el redactor o cajista se convertía en agente principal de aplicación [siglo XVIII], hasta la utilización irónica de la cursiva por parte del articulista, con una menor intervención del redactor [siglo XIX]), así como la focalización de términos ajenos a la lengua (en donde se podrían advertir posturas puristas). Ahora se abre, quizá, un camino para el estudio de las actitudes lingüísticas desde una consideración ortotipográfica, que precisará, además, un contraste con las otras tradiciones periodísticas desarrolladas en América durante el siglo XIX. Ahora solo hemos querido rescatar valoraciones, pero queda un trabajo por delante en la búsqueda de ejemplos concretos en los diferentes tipos de textos.
Este trabajo se inscribe dentro del proyecto
Como señala
Años antes,
El estudio de las actitudes lingüísticas empezó a cobrar interés en la década de los años setenta, en el momento en el que Labov esparciera la semilla de la relación entre lengua y sociedad. Naturalmente, la asimilación de lo lingüístico en lo social no solo ha tenido desarrollo dentro de la llamada “pragmática histórica”, con la consiguiente formulación posterior de la teoría de las tradiciones discursivas, sino que esta disolución ha sido contemplada desde diferentes perspectivas, que van desde lo puramente actitudinal o creencial (
Adviértase que muchas imprentas trabajaban con manuales tipográficos, en donde se dejaban claros los usos de la cursiva en el momento de imprimir un texto. Muchas de estas empresas de impresión recurrían a estudios de ortografía ya consolidados, los cuales iban desde las Reglas de orthographia en la lengua castellana de Nebrija, hasta manuales como los de Mateo Alemán (Ortografía castellana, 1609). En la Institución y origen del Arte de la Imprenta y reglas generales para los componedores, De Paredes (2002 [1680?]) reconoce acudir a obras como el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana (1570), de Cristóbal de las Casas, o la Suma de ortografía castellana (1593), de Guillermo Foquel, o las explicaciones ortográficas, según la doctrina de Felipe Mey en el Thesaurus verborum.
Debe precisarse también, como advierte Garone Gravier (2015), que el oficio de corrector, el cual podía ser ejercido por el impresor o cajista, se prestaba a ambigüedades, pues designaría tanto al destinatario de los saberes promulgados en los manuales de imprenta (a los que se les presuponía también conocimientos de composición y gramática), como a los oficiales de la Corona, habituales desde la pragmática de Valladolid de 1558. En este último caso, o sea, el corrector oficial, debía seguir las indicaciones del Consejo de Castilla y reduciría su intervención al cotejo exclusivamente de contenido con el original al que se le había dado el visto bueno. Por esta razón,
Las mismas indicaciones aquí dadas se reproducen en la página 57 del
Hay que tener presente que el que escribía el artículo podía o no coincidir con el redactor del periódico.
Sin embargo, el abuso generalizado de la cursiva se critica en fragmentos como el siguiente: “
Ya en 1805 parecía constituir tono general en la prensa española el diferenciar entre el uso de la cursiva y el entrecomillado: “Parece ocioso advertir que lo que va entre comas es tomado de las obras de que aqui hablamos; lo de letra cursiva es lo que mas nos ha disonado ó llamado la atencion, queriendo fixar en ello lo del público” (
Naturalmente, la cursiva no solo se usaba para las traducciones de fragmentos de periódicos extranjeros, sino también para la reproducción de publicaciones en la misma lengua: “Tenemos gacetas de Madrid hasta el Fin de Enero. De ellas hemos copiado los siguientes artículos que no pueden negar su tenebroso origen. Las notas que algunos tienen en bastardilla son del Gacetero real. Creemos que su publicacion agradará á nuestros lectores, porque con ellas conocerán la imprudencia con que el Gobierno español engaña á sus súbditos sobre el estado de América, y el espíritu que le guia. Su estupidez es tal, que no necesitan comentarios” (